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Los días de playa
A propósito de "Litoral central" de Diego Alfaro Palma. Editorial Libros del Pez Espiral, 2017

Por Juan Maisonnave
Publicado en Suplemento Literario Telam, N° 313 jueves 30 de noviembre de 2017



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Litoral central es una importante zona costera de Chile ubicada en la Región de Valparaíso. Allí se encuentra la Isla Negra de Neruda, la Cartagena de Huidobro, y Las Cruces, pueblo donde Nicanor Parra tiene casa. Playas y museos de poetas para el turismo, pesca y actividad portuaria como medio de vida de los locales y, por supuesto, la presencia absoluta del mar, "el mar que baña de cristal la patria".

Litoral central también es un sitio histórico. Allí tuvo lugar la Batalla de Concón, en la guerra civil de 1891, que le valió la derrota al presidente José Manuel Balmaceda. Enfrentado a los intereses monopólicos del salitre, una vez vencido por las fuerzas enemigas, envió a su familia a la embajada de Estados Unidos y, asilado él en la embajada Argentina, se acostó en la cama con una pistola y se disparó en la cabeza.

Litoral central es el último libro publicado por el poeta chileno Diego Alfaro Palma, nacido en 1984 en Limache, ciudad que pertenece a la zona evocada en el título. La edición está a cargo de Audisea, proyecto editorial con un muy interesante catálogo, dedicado exclusivamente a la poesía. Estructurado de la misma manera que su obra anterior, Tordo (Cuneta, 2014), con la que Alfaro Palma obtuvo el premio Municipal de Santiago en 2015, la primera parte de Litoral central está compuesta por un puñado de poemas que preceden a un largo poema principal (en Tordo era la interpelación amorosa y obsesiva, en diez partes, a una mujer que el poeta llama “Pequeña Jeanne de Montreal”). Son poemas en prosa, de versificación libre. En los de mayor extensión, el autor desarrolla una deriva controlada en torno a un tema que nunca surge nítido, con una sola de sus caras, sino que asoma sugerido entre diferentes capas. A una máxima zumbona y también aguda (“Hasta que encontramos una voz para decir lo que falta/ la palabra es un ticket de ida y vuelta”) le sigue la vivencia de la infancia, y a ésta la nomenclatura de un barco con precisión enciclopédica, y luego, una alusión al poeta Richard Brautigan o una cita de la cultura pop (Christina Ricci). Son cortes abruptos que disparan distintas líneas de sentido y vuelven a algunos poemas más herméticos que otros. Versos que se cierran sobre sí mismos van sumándose como planos superpuestos, sin aparente cercanía, como notas disonantes de una música contemporánea. “Escribir es captar las cosas cuando las dejamos de mirar / Con mi primo nos preguntábamos por eso que los grandes hacían al/ apagar un cigarro”.

De un libro a otro, Alfaro Palma fue trazando un mapa de sus influencias y lecturas. Ennio Moltedo, Rubén Jacob, Pablo de Rokha, Raúl Zurita. Algunos de ellos son autores complejos, que también trabajan con poemas en prosa extensos y abigarrados, muy densos expresivamente. Otro nombre posible sería Ashbery, por la presencia en la escritura de Alfaro Palma de simultaneidad de imágenes y de un modo de reflexión que crece dentro del poema. Por momentos la poesía del chileno —como la del neoyorkino, fallecido hace dos meses atrás— corre el peligro de volverse demasiado cerebral y rígida. Pero en los mejores fragmentos del libro, y son muchos, la diferentes capas que contienen los poemas están integradas con notable inteligencia. Experiencias personales y escenas íntimas se potencian con el súbito distanciamiento de la mirada lúcida y reflexiva que las torna universales. En Verano hay una suave nostalgia de las vacaciones pasadas, los días de playa. Hasta que, en el anteúltimo verso, los lectores se encuentran con una revelación encantadora: “Al final no importa el lugar sino que nuestros ritos permanezcan intactos”.

Litoral central, el largo poema que da nombre al libro, adopta la forma de canto a la tierra y a sus cosas. Las criaturas marinas y los árboles, las regiones que integran la zona, los productos que sólo se compran y se comen en la playa, todo es nombrado con cierta deleitación (nombrar las cosas, decía William Carlos Williams, es darles vida). Se rozan, entran en fricción dimensiones y épocas distintas, la cita erudita y el dolor, el hecho histórico ("Sus espíritus saludan con las gorras al aire/el dictamen del presidente Balmaceda"), el recuerdo de una abuela que vacacionaba en la playa de Papudo, gozosas caminatas frente al mar.

Amereida (un poema colectivo de 1967, algo sólo posible en Chile), un mar de muertos, rieles en la playa, la fe y las campanas de la iglesia, pescadores y mineros y empanadas de camarón, queso y jugo de naranja: de todo eso está hecho el Litoral central de Diego Alfaro Palma. Y también es un lugar mental, al que se regresa a conversar con los fantasmas de la niñez y de la Historia, acaso devolviéndole a la tierra de la infancia algo de su carácter sagrado a través de una voz que se abre paso por una geografía íntima y a la vez política. "Un día le cambiaron el nombre a litoral de los poetas", dice el autor con ironía, como si señalara el momento exacto de la caída, cuando el turismo capitalista le arruinaba esa porción vital de su pasado.



 

 

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Los días de playa
A propósito de "Litoral central" de Diego Alfaro Palma. Editorial Libros del Pez Espiral, 2017
Por Juan Maisonnave
Publicado en Suplemento Literario Telam, N° 313 jueves 30 de noviembre de 2017