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"Paseantes", de Diego Alfaro Palma
Ediciones del Temple 2009

Por Cristian Cruz

Entre tantas referencias de libros y entre tanto comentario, en los cuales se suelen escuchar las mismas frases de elogio desmedido, incontenido y  que al correr del tiempo, dichos comentarios se hacen cada vez mas breves, al parecer, producto de no tener nada más que decir o bien por agotamiento de la palabrería, me visita un cierto pudor al escribir comentarios de libros. Sobre todo si son libros de poetas jóvenes.

Entonces sacándote  ese miedo al repetitivo discurso hablaré de Paseantes, el libro de Diego Alfaro. Libro breve de poesía que desarrolla o regresa a la situación contemplativa de los espacios cotidianos. Es decir  entroniza nuevamente la capacidad humana de discernir  y entablar dialogó con los gestos o la gestualidad de la acción y el sentimiento unidos sobre un escenario entre urbano y provincial. 

Alfaro se instala en sus poemas, como un mensajero, como un escribiente que espera a otro, que emite  hacia otro su mensaje “a esos eternos desconocidos”. Entonces la ciudad y sus recodos se transforman en sustento y contemplación, se cuelan los habitantes como personajes animados por el autor y desde su esencia logra Alfaro construir una cadena de sistemas sensoriales poéticos que confluyen en el poema. No tanto se poetiza el autor como así poetiza el ambiente. Y  en contraposición a lo estridente o al Yo como bandera de lucha, Paseantes dedica su tiempo a explorar y codificar la suma de una actitud poética por escasa que sea y por difícil que se suela encontrar en las calles de la ciudad. Leamos el poema Aurelia.

Una amarga noche de regreso
detener el autobús, recibir el vuelto
sentarse ciegamente en el asiento de siempre
entonces descubres sus muslos
las botas altas
tomas tu libro de poemas queriendo evitarla
pero te persigue
y sin palabra alguna
-porque sólo ellas sobran en esta escena-
compartes la lectura en un acto de amor
que comprende escondiendo
su rubio pelo teñido detrás de la orejas
y tras varias páginas
se arregla la apretada falda
y la dejas pasar
volviendo a tu soledad de conserje.
Miras la vergüenza oculta en tu libro
te vuelves hacia la ventana

y parada en la esquina con su cartera
te sonríe, como queriendo salvar tu mundo.

De lo más granado de la poesía chilena podemos encontrar en este poema. Desde Usted de Pohlhammer, pasando por Bertoni, hasta la atmósfera romántica telleriana. Todo lo anterior en un escenario que Alfaro recupera y es la humanidad de los espacios urbanos o la humanidad de las acciones cotidianas. ¿Por qué no? Replantea Alfaro, ¿Por qué no? En una micro encontrar la poesía y la gestualidad romántica, a pesar de los duros golpes de la vida y de la sociedad embobada en cosas triviales. Es este el poeta que entrega su alma de observador y  da pincelazos de ternura  y sosiego en donde se cree que la poesía no trafica.

No exclamaré frases como “Este es el gran poeta”, o una “Voz fundamental” y luego me revuelco en el barro de las expresiones sin sentido, haciéndole un mal al mismo poeta pues debe hacerse cargo de  la desinteligencia del comentarista. No, sencillamente Paseantes  redescubre la ternura de la ciudad, instala lo que podríamos llamar una nueva forma de articular el larismo hacia espacios no explotados, hacia espacios que reclaman ser poetizados desde la contemplación. Esos espacios que traficamos diariamente, la ciudad, la noche y el día.


 

 

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"Paseantes", de Diego Alfaro Palma.
Ediciones del Temple 2009.
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