Entrevista RL a Diego Alfaro Palma + Adelanto de “Tordo”
(Editorial Cuneta 2015)
Por Sebastian Astorga
http://www.revistalecturas.cl/
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Diego Alfaro Palma (Limache, Chile, 1984) antiespecialista, ciclista y librero ha publicado los libros de poesía Paseantes (Ed. Del Temple, 2010) y la plaquett Tordo (Limache250, 2013, Mención honrosa Premio Eduardo Anguita); sus poemas han aparecido recientemente en Entrada en Materia. Antología de la poesía chilena nueva (Altazor, 2014). Como editor ha estado a cargo de Homenaje a Ezra Pound desde Chile (Universitaria, 2011) y de Poesía reunida de Cecilia Casanova (Univ. De Valparaíso, 2014). Como traductor publicó el ensayo El pensamiento zorro de Ted Hughes (Limache250, 2013) y ha ensayado sobre la figura política de Enrique Lihn en El horroroso Chile (Alquimia,2014). Actualmente reside en Buenos Aires y dirige el sello Limache250.
— ¿Qué libros marcan la escritura de Tordo?
— Esa es una pregunta de alta tensión, ante todo porque primero soy un lector, un lector librero, es decir, un sujeto constantemente bombardeado por la industria del libro. En ese sentido en Tordo hubo toda clase de lecturas, desde antologías de mitos mapuches a categorizaciones de avistamiento de pájaros o diccionarios de símbolos y un libro señero sobre el sonido: “Resonancia siniestra” de David Toop. En cuanto a los parientes poéticos, siento que primero hay filiaciones con un libro importante en la poesía inglesa que es Crow de Ted Hughes, a quien me di el trabajo de traducir y estudiar gran parte de su obra. Hughes tiene ese poder extraño de trabajar con el símbolo, resignificarlo y situarlo desde un aspecto mítico personal, crear una mitología propia. Luego por oído me fueron acompañando viejos amigos, Lihn, Millán, Cecilia Casanova, Brecht, Transtromer, Char, Góngora, Cisneros y, por supuesto, Blaise Cendrars, un poeta salvaje al que robarle es un gusto.
— ¿Cuánto demoró su escritura?
— La primera parte de Tordo tomó al menos tres o cuatro años, fue una escritura milimétrica, de la cual deseché varios poemas y que fui corrigiendo de manera religiosa una vez que veía una forma, un conjunto posible para un libro. La segunda parte fue mucho más intensa, en escribirla tardé tres semanas en un estado de delirio poético y de sinceramiento respecto a mi persona, mi escritura, la historia de Chile y la de mi familia. En ese intertanto hubo sesiones o instantes en medio del trabajo en que recurría a distintas fuentes, libros de arte contemporáneo, ilustraciones de pájaros, música psicodélica y vagabundeos por las calles de Buenos Aires.
— ¿Qué dijo tu editor o primer lector cuando leyó los manuscritos?
— No me acuerdo exactamente lo que dijo. El primer editor fue Fernando Correa, él me estaba hospedando en su casa cuando decidimos armar y corregir el libro para crear Limache250, nuestro proyecto editorial en Buenos Aires. Fernando me comentó algo como que el libro era oscurísimo, hermético y con alusiones dispersas que iban de una zoología personal a momentos de la guerra. Al mismo tiempo fue lo suficientemente claro para marcarme los puntos bajos y contrastarlo con su propia experiencia como escritor. En la segundo parte, cuando el manuscrito del libro completo pasó a Editorial Cuneta cayó en manos de Lucas Costa, a quien solo conocía por una llamada por teléfono que hizo en una librería donde trabajé en Santiago. Lucas fue sumamente estricto con el aspecto formal y rítmico de los poemas, con ciertas palabras que parecían fuera de contexto. Pero siempre me impresionó un comentario que hizo sobre el poema III, aludiendo que era un escrito fuerte sobre la lucha mapuche, las manifestaciones estudiantiles y una mirada a los cuarenta años de la historia del país. Ahí quedé un poco choqueado, porque Lucas había entrado directamente a los elementos del libro, al símbolo del tordo y su desarrollo dentro del proyecto.
— ¿Qué lugar ocupa este libro en tu proyecto literario?
— Eso es algo difícil de centrar, porque por el momento tengo solo dos libros publicados. Sin embargo siento que este se abre a un estado de sinceridad que no habia experimentado antes. Como me dijo un amigo tras la presentación en Santiago: “Este libro eres tú, te reconozco”. Y espero que así sea, aunque eso contrae muchos costos personales, uno termina un poco desnudo, aunque ese sea el verdadero sentido que veo en el arte, el de oficiar con honestidad.
Por otro lado, también fue acercarme a hacer de mis curiosidades y estímulos una forma de poetizar, de acercarme a un sentido político por un lado, a la historia y a la zoología que es algo que me fascina y a la vez de trabajar con distintos discursos que se sitúan en la realidad y tratan de totalizarla. Tomarlos pero sin cansar al poema, dialogar con ellos, abrirse a una extensión participativa, no dejar que la poesía se quede envuelta en ella misma.
— ¿Cómo escribes? ¿Algún método o rutina?
— Paso por periodos. No soy una persona muy ordenada en ese aspecto, al contrario soy bastante disperso. Pero tengo la rutina de escribir diariamente en un cuadernito, a veces en la mañana, otras veces a la hora del almuerzo en el trabajo o de anotar algunas ideas por la noche. A veces dejo de cocinar o de hacer las cosas de la casa por concentrarme en un par de versos. Escribo y dejo decantar por lo menos una vez a la semana me siento por un par de horas a transcribir, corregir, cortar, borrar y borrar bastante. Cuando ya tengo algunas cosas medianamente concluidas imprimo y empiezo a trabajar sobre esa superficie, en una corrección ensanchada, tratando de leer como si yo no fuera quien escribió, haciendo un ejercicio de desdoblamiento. A veces, cuando se da la posibilidad me grabo y me escucho leyendo y desde ahí voy calibrando elementos rítmicos como reordenar versos medidos con versos libres, reescribir cosas que no suenan muy naturales, cerrar aliteraciones y desde ahí continuar el proceso hasta que venga el momento de compartir la escritura con algún amigo, ya sea personalmente o virtual.
— ¿Tiene nombre tu próximo proyecto? ¿De qué tratará?
— Me encantaría descansar un poco, pero no puedo. Soy demasiado quisquilloso y no me quedo nunca quieto. En este instante estoy con un poema largo que se titula “Litoral central” y que nace de un paseo que hicimos con Claudia y mi familia por esa zona de Chile. Es una vuelta a antiguas visitas al mar, pero también de desenterrar una fauna en peligro, la historia de la Guerra Civil de 1891 y de tratar de dibujar las visiones que pudieron haber tenido los antiguos pueblos recolectores de la zona. Es un proyecto, en cierto sentido, más lirico, más apegado a un ambiente calmo y a la vez tensionado por las distintas capas temporales que se van fundiendo como en un farellón.
Antes de esto dejé listo un libro completamente distinto que se llama “Bicicentrismo”, una cosa bastante rara que tratar de crear una lengua ciclística, una poética de la dispersión a través de la ciudad; posee muchas imágenes, reescrituras, sonidos, enlaces, obras de teatro y otros formas discursivas en un tono cercano a las vanguardias del siglo pasado, recreando un poco esa capacidad que tuvieron de imbuirse irónicamente en la recolección de elementos del inconsciente de una urbe.
— De qué preocuparse y de qué no…
— Hay que preocuparse de no ser lo suficientemente honesto, de estar pensando en algún momento en que la poesía es una carrera de caballos o en un tipo de lector ultraespecializado. Si uno cae en eso esta tendenciando todo su trabajo. Hay que preocuparse de no estar contento con lo que uno hace, de no estar en un estado de juego mientras uno está pegando palabras a la manera de un puzle del cual no se conoce la imagen final. Hay que sentir esa incomodidad.
De lo que no hay que preocuparse es del destino de un libro, vagar mentalmente es absolutamente necesario, no hay nada que me estimule más que salir en bicicleta o en una caminata sin conocer muy bien el final de la aventura. Gregory Corso en una entrevista decía que el poeta debía ser como Cristóbal Colon, dispuesto a descubrir aunque sin saber qué.
— Últimos descubrimientos personales en música, cine y letras.
— Hace unas semanas tuve una experiencia muy potente en un encuentro en casa del poeta Alejandro Crotto en el que participaron Hernán Bravo Varela, Sandro Barella, Alejandro Méndez y Federico Brollo. Nos juntamos en verdad a conversar auspiciados por un buen par de vinos, empanadas y la biblioteca de Crotto. Ahí cada uno se dedicó a leer un poema que le encantara de otro autor. Ahí, en medio de ese compartir, apareció Horacio Castillo a quien no lo habia leído en mi perra vida. Me voló la cabeza. Hay una poesía argentina que me está haciendo mucho ruido como la de Giannuzzi, Sylvester o Viel Temperley. Soy, como dice Brollo, un arqueólogo de buenos poemas y siempre estoy en eso; ahora mismo me quitan el sueño el peruano Luis Hernandez y otro grande, el brasileño Ferreira Gullar de cuyo “Poema Sucio” se cumplen cincuenta años.
En música… bueno ahí tendría para rato, pero siempre estoy yendo y viniendo de una banda rock de los ’60 como The Kinks a algo nuevo como Earthless. De lo que recomiendo y que para mí ha sido un descubrimiento tardío es la música de la venezolana Cecilia Todd, una especie de Violeta Parra del Caribe.
— El futuro de Chile ¿dónde está?
— Algunos dicen que en el litio, yo creo que está en la pérdida del miedo. La dictadura y los posteriores procesos políticos aunque quisieron reescribir la historia, hicieron un fenomenal favor a nuestra cultura: la comodidad. Chile hoy es un gran nido de generaciones –como la mía- estimulada solamente por el discurso del éxito inmediato y la posibilidad de obtener el objeto que sea, a varias cuotas plazo. Eso nubla un poco nuestra lectura del instante latinoamericano en donde no hay nada que perder y en donde los pasos se están dando hacia una reapropiación de nuestra identidad. Y esa identidad está marcada por matanzas, derrotas, limpiezas étnicas, cánones, intervenciones nefastas, que hoy no tenemos que tener el miedo de encarar y que veo que la nueva generación de marchantes (sin idealizarlos) está buscando de forma desesperada, encontrándose con todo eso que les agregamos y nos entorpece. La muerte de Exequiel Bovaran y Diego Guzmán en Valparaíso, no puede convertirse en otra arma de ese miedo, aunque nos cueste.
* * *
Algunos poemas de Tordo
BALLENERO
La primera condición para la caza de ballenas: recibir el arpón al centro del centro de la desazón; asimilar tu soledad de calamar gigante. Toda profundidad es solo geografía inhóspita, porque nada hay sino el hierro en carne, recortando barbas, aquilatando grasas. La delicadeza se abandona en este escenario, coreografía de sangre, su tira y afloja: la cultura de arrancar robles de raíz, gritando al cielo ¡soy un hombre!
Y el terror: el terror va por derecho propio.
SALMÓN
En el trayecto que va
de la farmacia a la comida china
no temas olvidar
quién fuiste
aquella vez en un río del sur
la corriente helada entre las piernas
los restos de alerce varados
o esas tres toninas que te siguieron el paso
porque más terrible aún
sería volver a ese lugar
sin reconocer las señas
de quien has llegado a ser
cuántos mares bogaste
para desovar estas orillas.
PANORAMA
Antes de optar, antes de cualquier vía, la corriente arrastra el sonido de las piedras, luz, hojarasca. El viento, ni norte o sur, despeja la vida en un punto indefinido, cardos secos sobre greda. Crea una ciudad en su mente el hombre, le brinda su cansancio, el agua lluvia, la electricidad que serpea en los cables.
Tarde lo derrota la evidencia, se gradúa de olvido y queda la ruina donde avanza el trigo, silvestre. El ratón encuentra refugio bajo esas espigas, despierta, muerde, lo amenazan, se viste de tierra y la grama se estira como si quisiese ver el panorama y su inicio.
***
En las oficinas se crean extensos parajes vestidos de grama y maleza. Las líneas apuntan hacia una parte (distintas al dibujo de un niño) hasta que por fin forman una casa, un edificio o un departamento de ventas. La oficina copia esa realidad como un sueño que se repite en la mente del tordo, lo hace sudar frio, aletear innecesariamente, antes del despertador y la corbata que le atora el cuello. El despertador vuelve para dirigirlo a esos parajes; no canta, pero computa un presupuesto acotado al lenguaje de las oficinas.
***
¿Se puede albergar una esperanza en el tiempo? Todo rincón ha sido saqueado y quedan los semáforos que caen y marchitan ¿O será que esa oscuridad desplomada sea aun nuestro tordo tratando de tararear su trino? Trágica es la lengua ante esos altares vacíos. Queda la cantinela que recita
C’est le vent qui decide
Si les feuilles serant
A terre avant les nids
(Es es el viento quien decide
Si las hojas caerán
A tierra antes que los nidos).
***
El inquilino nunca dirá esto es hambre, me duelen las piernas, tengo las manos sucias. Tampoco este lugar no es para mí, esta no es mi guerra. Su milagro consta en rebanar una lámina de queso o multiplicar los días de pan. Té al desayuno, galletas a la cena. De cumpleaños una camisa ajustada a su delgadez. Camina, pide libros prestados, cerveza con limón y sal, zapatos pegados al pie, se codea con el hombre de la basura hasta volverse real. Amar es un costo extra y no mutuo.
El tordo anida en su mente, se observan: no hay mito, ni símbolo, solo calle. El nido está completo.
I
Pequeña Jeanne de Montreal
este comienzo nunca fue bueno
¿Qué hacer? ¿Cómo devolver la marcha de las cosas?
¿Cómo encontrarse en otra parte que no sea esta pobreza
nuestros dobles sueltos por el mundo? Lo que debí o no hacer
o lo que pudimos o debimos está en el vagón de un tren
deja pasar el paisaje tras la ventana
finge que se vive otra forma que no sea esta
la ficción de cada cual atravesando Buenos Aires
la llovizna sobre tu bicicleta pequeña Jeanne
lo que aquí dejaste te esperará intacto
en Uganda en Praga o en todos esos lugares
de los que me hablaste en el bar y en donde nunca he estado
tu cara al despedirme en la puerta
y lo hubiéramos dado todo y nada por una novela
¿has llegado a Montreal? ¿Quién te recibió?
Nunca seré un juguete que quepa en una maleta
nada merece ser guardado
y en fin qué punto somos dentro del diseño infinito de las cosas
qué objeto nos define al ser puestos en una sala en blanco
a baja luz como el museo donde trabajabas
la gente buscando fémures de dinosaurios
los perros de mi barrio fuera de la carnicería
ser actor sobre un escenario desértico
trabajar los domingos y perder la luz de los parques
el sonido de los vagones al entrar en la provincia
nos faltó cuerpo para entrar a esas dimensiones
mientras las playas se sacuden al viento
las ciudades arden y toda promesa es una revolución posible
he estado en menos de la mitad de los lugares que nombro
y me hubiera gustado esto o aquello
con tal de haber nacido en otro ángulo de este diagrama
lo que alcanzas a llevar de ti a otro sitio
donde un lenguaje distinto hace funcionar el alumbrado público
te preguntas cuál es el fin de todo encuentro azaroso
el olvido de cualquier anterior la máscara de una comedia veneciana
la pobreza de la traducción o cómo decir lo que se debe en el momento justo
la noche es una maestra cuando soñar es una mala sinopsis
sobrevivir las mañanas de té con especias
con un séquito de niños hambrientos siguiendo tus pasos
te digo los antiguos pueblos normandos
doblaban las ramas de ciertos arbustos
para medir con la sombra el movimiento del tiempo
una rosa sobre la última mirada que hechas a tu habitación
tu amigo que quiso dibujar un árbol en la pared
al extrañar la forma salvaje de la naturaleza
¿Has llegado a Montreal pequeña Jeanne?
¿Quién sustituirá el espacio que dejan los muertos?
Me he dedicado a recoger fotografías antes de conocerte
pienso que no sirvo para nada más que eso
una es de un tiburón en una pecera sostenido en un líquido denso
la monstruosidad de reproducir el pasado en el presente
te dije debimos de habernos conocido antes esto es tuyo estaba en el mesón
y tienes el rostro de esas muñecas de porcelana
lo mejor sería no consultar las cartas del tarot
otra imagen es el mapa de un barco para el transporte de esclavos
te pregunto ¿existe el amor en esas circunstancias
puede la fractura de toda dignidad ser el punto ideal?
me hablaste de pueblos en donde la gente no elige vivir
veo el post de un exalumno del liceo donde fui profesor
decepcionado de quien resultó ser no sé si mi vida es tan de perro o una farsa
te ayudo a sacar la bicicleta nos reímos en cualquier momento llueve
en las noticias hablan de Egipto Siria Brasil
merde ben tant pis je viens quand même
Pequeña Jeanne y tu vestido de gitana en otra vida en otra parte
esto no es el viaje en el transiberiano ¿Cuánto falta para Montreal?
Y si te digo que una vez pensé en tener una casa hijos un trabajo estable
que me vine a esta ciudad escapando de mi mismo
que nadie puede escribir algo decente si no ha pasado hambre frío calle
ver una generación apostando sus mejores años por el poder y la avaricia
te llevas un tordo a Montreal
nos vimos solo cuatro veces y esto podrá parecer una escusa
para decir un puñado de cosas sobre un plano.
III
el cadáver tantea la humedad
arrojado a un lugar que desconoce
desde una araucaria la noche en forma de pájaro
ninguno de nosotros estuvo ahí o fue arrestado
la bala adentro borbotea al pasar del río
su figura se pierde entre la niebla
como una sombra que asoma entre los hielos
el primero en descubrirla fue nuestro vigía
la voz y solo la voz de su crujido
el barco cercado como han cercado los barrios
y no quedó más que un país o un teatro pobre
el telón montado por quienes traicionaron al hambre
para acabar con la gravedad de las cosas
el lenguaje queda corto para hablar de la miseria
y yo te pregunto Jeanne si alguna vez supiste
de una historia más triste que la nuestra
si alguna vez supiste de una generación más cómoda
en la ignorancia del que nunca se contentó con nada
al final los poetas se preguntan
si este es el tono ostensible de las cosas
en el océano las algas se sacuden lentas
y peces sin color se pasean a falta de destino
arriba las olas se agitan revolcándose
la poesía es inútil ante el poder de un muerto
que reclama volver a hablar su idioma
subir la montaña donde vio espumar el mar
vestir al chico bajo la lluvia hacia la escuela
el mejor alumno en el peor de los empleos posibles
y la bala sale del cuerpo y da en otro
mientras un cura se pone entre los hombres
ándate a la mierda si no sabes escuchar
les grita como un terremoto al pasar bajo tierra
fue en Santiago la misma ciudad donde ejercí de profe
esa bala pudo ser mía tuya o de un estudiante
o del último espécimen de un animal que cae lento
con todo su pellejo el hocico roto
allanan su casa el rocío avanza.
IX
Aunque no pudiera y puedo pero me canso
de estar y sentir la época de las máquinas inútiles
tú y yo entramos al bar de las viejas utopías donde los fantasmas
saludan a los que han perdido la luz para allegarse
sillas unas sobre otras el escenario desmantelado de vino y soda
me explicas este es aún un barrio en combate
del que yo crecí poco queda solo el peladero de atrás
antes los tordos se pasaban a masticar la tarde
hoy toda una vida de clase media se desenlaza
las campanas repiquetean y su sonido da en la estación
ese año que estuve cesante estudié las ventanas de los trenes
creyéndolas una especie de pantalla o proyección de algo lejano
la realidad es la única película que nos quita el sueño
la humedad de los cuerpos trabajados es la primera escena
la segunda el descascararse de la pintura del viejo emporio
a Valparaíso lo quisieron sacrificar como un perro
la tercera es el perro vomitando sangre y pedazos de vidrio
por la mañana la ciudad yace limpia el orín se evapora de las murallas
aunque nosotros hemos entrado a ese bar a conseguir cerveza
los hombres hablan sobre la forma en que me revolviste el pelo
en una cajita de metal tienes cartas del tarot
pero es muy temprano para hablar de la piel
y los viejos se han ido a sus casas a besar la espalda de sus mujeres
la tuya está poblada de lunares que me doy el trabajo de unir
parece una noche en Valparaíso la noche en Valparaíso es un cerro invertido
mi abuela lo dijo una vez mientras cruzábamos la bahía
ellos estuvieron por sesenta años juntos hasta someter cada uno el corazón del otro
¿Es aún posible que las personas desaparezcan así en el otro?
mis viejos se conocieron tras treinta años de casados
los cuerpos son sometidos a ideas
los fantasmas sobrevuelan el antiguo valor de las cosas
en el Tai chi hay un primer movimiento para reconocer que la energía es una
del aire hasta los pies y eres uno y todo y el todo avanza dentro de ti para ser conducido.
X
Pequeña Jeanne de Montreal este gesto se ha vuelto inútil
las casas se han vaciado y un bosque crece dentro de ellas
entre los visillos se asoma un zorro levantando polvo hacia la luz
y aunque se acumulen estas imágenes unas sobre otras
no podrían dibujar el lugar de nuestra nostalgia
ahora mismo tú podrías llegar de una fiesta
decodificar los signos para despertar en el mejor de los mundos posibles
solo así llegaríamos a entender que esto no es ni un tren ni tú una figura de porcelana
extrañamente desaparecen las tiendas de revelado
nuestros recuerdos cada vez más intangibles
y mientras pensamos en esto un grupo de máquinas crea una ciudad
levantan tierra redirigen el curso del río
las fuentes de energía son instaladas en un punto visible
se asfalta un camino llueve los obreros mojan sus overoles
en su casa un hombre mueve las manos imitando las corrientes subterráneas
las cortinas se sacuden al viento y con el tiempo ha aprendido a quedarse solo
es lo que todos debiéramos de llegar a aprender
robar el dinero al dinero que debíamos
sentarse sobre el pasto a ver los últimos enjambres
porque Jeanne llegó la hora que te deje aquí y no le dé más vueltas al asunto
arriba del tren están tus maletas
tratas de acomodar en tus bolsillos un montón de cosas que no sirven para nada
no puedo despedirme sino como alguien que ya antes arruinó otras cosas que no
sirven para nada
ya antes destruimos los bosques y ciudades que crecían dentro de otros
nunca nos prometimos Buenos Aires
y sin embargo ella me esperó unas cuantas veces después del trabajo
están todos los tratos cerrados Jeanne
Montreal entenderá tu ausencia
hay algo bello y terrible en el desarmarse de un diente de dragón
mañana habrá algo que reemplace lo que existió y no nos percataremos
ahora cierra los ojos y piensa que estás nuevamente en casa
ningún objeto o punto está dispuesto a su destrucción definitiva
que los tordos se apoyan en el muro saltando sobre las cañas
el mundo se imita a sí mismo cuando se abre una llave y el agua corre
una escusa para decir un puñado de cosas sobre un plano.