En Valles sonoros, tal como lo dice la bajada del título, su autor reflexiona en torno al sonido y sus posibilidades, principalmente a través de cómo el sonido se cuela en la poesía. Es un libro construido con pequeñas entradas o viñetas, la mayoría de apenas de un par de páginas, las menos alcanzando las diez hojas. En cada una de ellas, Diego Alfaro Palma toma no tanto un tema sino que un punto de partida, del que aprisiona apenas una hebra y comienza a tirar de ella. No pretende, en ningún caso, agotar las posibilidades discursivas del punto desde el que ha partido, sino que se extiende en sus ramificaciones, hasta desentrañar una pequeña anécdota o conocimiento tal vez lateral, tal vez nimio, pero que sirve para contentar la curiosidad del lector.
“Eso hice, paseé y mis cuadernos se hicieron cómplices de esas divagaciones. En eso, me di cuenta que todo libro es un paseo en donde uno se pierde y se encuentra, da vueltas en círculos, da con un objeto y lo deja, es atrapado por algo que oímos a lo lejos y nos internamos, sin saber qué hay más allá, con qué nos encontraremos” (página 12)
Valles sonoros inicia con un texto que da el tono que tendrá consistentemente hasta el fin; donde su autor nos narra cuál fue su primer acercamiento a la poesía y la lectura, y cómo junto con un verso que remitía a determinada sonoridad (la del rumor de unos remos golpeando el cristal del agua), quedó de cierta manera prendado de esa relación entre palabra y sonido, sonido y palabra.
“La manera en que se dan las cosas en un poema es sumamente importante, porque declara un modo de oír, de ver, de tocar, de oler y de cómo se dirigen las ideas a través de los objetos” (página 157)
Y es que lo más importante de este ensayo o divagación por escrito es, en cierta medida, su carácter hibrido entre ensayo propiamente tal y libro de memorias. Alfaro, durante todo el texto va referenciando dentro de su propia biografía el hallazgo de ciertos autores, sonidos, imágenes repletas de silencios o imágenes que pueden a la vez recordarse por cómo sonaban. Por lo que el recorrido resulta doble, ya que el propio y pequeño anecdotario personal del autor sirve para dar un hilo conductor a cada una de estas viñetas, como la del explorador selvático que no solo cuenta lo que encontró en la selva, sino que antes atavía la historia con el relato de la preparación del viaje y del cómo llegó ahí, lo que siempre resulta interesante.
Hay un segundo aspecto que se repite en varios momentos de este ensayo-memorialístico —sin por dejar de lado el tema principal respecto al sonido— y es la indagación de qué es la provincia, o el cómo se vive eso que hemos denominado la provincia. Alfaro lo liga en cierta medida en la manera en que él mismo desarrolla su pensamiento, concluyendo que la provincia no es tanto un lugar, sino más bien “un estado reflexivo y de atención” (pág. 159), lo que resulta armónico con su manera de encarar este ensayo que, más que pretender agotar un tema, pareciera querer rodearlo desde todos sus extremos posibles, sin tocar su centro neurálgico, siendo pura digresión en torno a él.
“Mientras los itinerarios de las grandes urbes y de los mundos virtuales exigen la creación de una personalidad atrayente y exhibida, la provincia permite una identidad dislocada, que no depende únicamente de la proyección de un yo, sino de una interacción mayor con un mundo que pareciera inanimado, pero que posee en realidad una organización mucho más compleja y antigua” (página 159)
Alfaro Palma y este ensayo son el reverso exacto a esa personalidad exhibida a la que él mismo refiere. Ni aun cuando el libro se vuelve biográfico o anecdótico se convierte él en el tema central sino que es una excusa, un nuevo rodeo para poder explorar de un modo distinto aquello que nos podría parecer, mal y pronto, un lugar común.
“…en cada pausa, en cada espacio en blanco del poema se cuela el silencio como si fuera el viento abriéndose paso en una plantación, es parte de su ritmo y también de su contenido secreto” (Página 202)
Valles sonoros, tal como propone la editorial en la contratapa, puede leerse como un ensayo. Sin embargo, su virtud es que también puede leerse como un ejercicio de memorias, un pequeño anecdotario de bellezas y particularidades, un conjunto de estampas que pretenden capturar los pequeños sonidos que se apagan en la naturaleza, una declaración de amor a la poesía, una explicación aventurada, apasionada, acerca de cómo se puede encarar un poema desde su sonoridad, un modo de leer, un modo de ver el mundo, de oírlo principalmente. Una conversación en voz baja, mientras alguien pasa silbando una canción desconocida.
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com «Valles sonoros». Un ensayo en torno al viaje, la poesía y la escucha. (2023)
Diego Alfaro Palma (1984). Alquimia Ediciones, 234 páginas
Por G. Soto A.
Publicado en loqueleimos.com – Libros y literatura. 10 Noviembre, 2023