Proyecto Patrimonio - 2014 | index | Daniel García Arana | Autores |

ÉTICA DEL DOLOR EN JOHN DONNE
Daniel García Arana
.. .. .. .. .. .
Por realidad y perfección entiendo la misma cosa [1], escribe Spinoza en su Ética,
ofreciendo un discurso filosófico que rechaza la noción tradicional del siglo XVII
acerca del concepto de la religión organizada a favor de una conceptualización de
Dios, como sinónimo de la Naturaleza y la sustancia.
Donne, el metafísico, el escritor-isla, como dice Martín Triana [2], por su parte,
ve su trabajo profundamente atrincherado entre las convulsas paredes de la teología
cristiana, precisamente el mismo tipo de religión organizada que Spinoza parece
rechazar. Sin embargo, Donne, al jugar también con imágenes materiales y
neoplatónicas, proporciona nuevos modos y maneras en torno a la discusión acerca
de Dios y la perfección humana. Y todo ello con el añadido del amor como tema
esencial.
La perfección es, evidentemente, un ideal alto, platónico, que es inasible en el
mundo material. El mundo material, la extensión, es la parte de perfección, el
camino en el que la sustancia de lo perfecto se manifiesta. ¿Dónde falla entonces la
aspiración de Donne, el poeta? Aquel que dice querer vencer los límites de la
naturaleza [3]
, evidentemente experimentará el dolor más injusto, pero también más
lúcido, por lo insoslayable que hay en él. La angustia de la búsqueda, la angustia a
través de la cual se crea, del estigma necesario:
If thou be'st born to strange sights,
things invisible to see,
ride ten thousand days and nights
till Age snow white hairs on thee;
thou, when thou return'st wilt tell me
all strange wonders that befell thee,
and swear
no where
lives a woman true and fair. [4]
Mezcla de “deliberate art” y “economy of language” [5]
, la poesía de John
Donne ha vencido al tiempo, y secuestra a lectores y críticos a entusiasmos casi
angustiosos dentro de su propia dulzura. Aquí el dolor y la pena llegan más tarde, a
mitad del sendero, cuando alborea el día. Donne niega que exista un final justo y
dichoso, los momentos existen antes. Admiramos el amor y de tal respeto no se
escancia nunca el sentimiento temible de que hablamos.
Para el poeta, vida y muerte están ligadas al amor (bien de mujeres en su vida
temprana, luego el de su esposa Ann, y, por último, rota el alma ya en mil tortuosos
pedazos, el de Dios). Preocupación suprema de su mente y corazón, el foco de su
experiencia, y el sujeto de su poesía, la posición central y la omnipresencia de amor
en la vida de Donne lo lanzaron sobre un viaje de exploración y descubrimiento. Es
quien dedicó su existencia a examinar ese concepto desde todos sus ángulos, y
experimentó todo tipo de sensaciones. En palabras de Joan Bennett, su poesía es el
trabajo de aquel que ha probado cada fruta en el huerto del amor [6].
El poeta también ha leído a Platón. Es evidente pues, que para Donne, el
amor se quisiera ascensional, como el Eros platónico, pero sólo se duele, por último,
en una oblicua realización en la caída convulsiva, parcial, íntima. Sus versos
traslucen una búsqueda de ese amor que restañe la herida de una vida atravesada
por el lenguaje que la enferma y la exalta, pero la vida misma queda marcada por la
muerte. La muerte del vivir anhelante que trae consigo todo amor platónico.
Se buscará la fusión más extrema con la amada, pero cada paso lleva,
irreversible, fatalmente, al abismo entre ambos, abismo entre sujeto y objeto, que
nada tiene de quietud epistemológica, porque el objeto que se retira -y aquí aparece,
entre líneas, la posición femenina- es ese doloroso, insignificante cifrarse de amor:
love is a growing, or full constant light; and his first minute, after noon, is night [7]
.
Cae la luz diurna y todo lo que había sido ese amarse queda convertido en
sombra. Paul Celan, eterno y suicida anhelante de lo platónico, incide sobre los
lugares del amor, convertidos en la nada:
El lugar donde yacían, tiene
un nombre – no tiene
ninguno. No yacían allí. Algo
yacía entre ellos. No
veían a través. [8]
El amante, ambos, son sombra, son una imagen fantasmática que atraviesa el
día para dar con la noche, siendo la noche lo mismo, ese lugar al que alude Celan que
no tiene nombre, que no es. Se busca la soledad y el aislamiento perfecto del objeto
que debe brillar como estrella fugaz; pero a poco, se torna más un ideal inasequible
que una verdadera singularidad. En Donne, y como propone Lacan, se da el síntoma que es a la vez sufrimiento y alivio: para el yo el síntoma significa padecer a causa
del significante (amor), para el inconsciente, en cambio, significará gozar de una
satisfacción [9]
.
Dolor y alivio. Doler-se por saber-se.
Coincidiendo con Hugo Mujica y su “el anochecer cambia el sentido y la
imagen” [10], las fallas del alma, de la ausencia, parecen pues susceptibles de ocurrir al ocaso. Como Georg Trakl, la cosmogonía de lo que falta reluce, sale a la luminosidad
cuando cae la luz del día. Ese mañana que ya es hoy:
Der blaue Fluß rinnt schön hinunter,
gewölke sich am Abend zeigen;
die Seele auch in engelhaftem Schweigen.
Vergängliche Gebilde gehen unter [11]
Donne se espeja con Trakl, en la lontananza de la incertidumbre misma,
subyacente, del momento que ha de venir. En Trakl el atardecer, en Donne el
mañana, que es lo mismo que el atardecer del ayer: now thou hast lov'd me one whole
day, tomorrow when thou leav'st, what wilt thou say? [12]. La noche, el crepúsculo, la caída
del día nos sumerge en la guirnalda tenebrosa del pensamiento. Éste se hunde en el
silencio, que ya no es la casa del ser, nunca lo fue, en realidad; separarse entonces
para inventar y decir y dirigirse al Otro a través de los otros. Hay dolor y resignación
y con frecuencia, en el dormir, ejemplarmente, querríamos retornar allí donde en
verdad jamás estuvimos. Acercarse al amor nos hizo dichosos, alejarse es tanto
decepción como inexistencia. Dejamos de ser.
Puede que el poeta, desde su función, no pensara en iluminar las leyes de la
desdicha con aquello de lo que se provee para sancionar un injusto dolor, que tiene
una íntima razón de misterio. El amor es la melodía de las notas amargas, que atrae
porque supone, ante todo, un duro aprendizaje del sufrimiento, tal como se
desprende de sus sonetos. Pasamos del miedo de sufrir a aprender a ello. Nos hace más poéticos, más reales, y nos enfrenta a la verdad. Teme al final a la muerte, pero
la concibe como el reposo o el sueño, del cual se despertará en la eternidad.
Muerte, tú también morirás [13], nos es dicho, está pues presente la eternidad en
la que desaparecerán las transformaciones de la realidad para permanecer inmutable
en el mundo metafísico del ser. La muerte como pausa o lapso en el fluir del discurso, del cual sigue la eternidad, lugar al que se accede más sabio por esas transmutaciones
sufrientes del dolor por amor.
Ese dolor que nace de la falta de perfección, de su no-hallarse, con la falla
misma en la búsqueda. Queda antes de arrojarse a la nada, y tal como indica Sánchez
Robayna [14], un esplendor vacuo. La escritura ya no sirve para hablarle al mundo
acerca de la belleza de la amada, porque la amada ya no es necesariamente bella,
pero también porque ya no es un instrumento tan poderoso. El dolor en Donne es ético, porque no halla perfección, empero, la busca. La presencia en ausencia.
Como Ovidio, Donne es adicto al amor, y por tanto, no hay un Don Giovanni
que valga, se trata de poner las penas por escrito, de acrecentar su propio dolor así.
La catarsis de la herida, en el papel. A tenor de todo ello, puede acusarse, al dolor de
ser la causa principal de la creación literaria o estética. Ese vacío, el silencio, la noexistencia
de la perfección platónica que anhelábamos, quizás envenenados por la
mentira que supone el vivir desde que se nace, es la fuente de la creación.
Ahora que me duelo en lugares comunes, parece decir Donne, creo. Creo más
que nunca. Creo de crear, pero no creo, ya, de creer.
* * *
NOTAS
[1] RUIZ, Joaquin. 1972. Lecture de Spinoza. Paris: La Pensée Universelle, p. 48
[2] MARTÍN TRIANA, José María. 1972. “Notas para una Primera Lectura de John Donne”, en
DONNE, John. Poemas Amorosos. Madrid: Alberto Corazón, p. 16
[3] MOLHO, Maurice y Blanca. 1970. “John Donne y la Poesía Metafísica”, en Poetas Ingleses
Metafísicos del s. XVII. Barcelona: Barral Editores, p. 28
[4] [Si para extrañas visiones naciste/y para ver lo invisible/cabalga diez mil días con sus noches/hasta
que el tiempo te nieve de cabellos blancos;/y luego, al regresar, me contarás/todas las extrañas
maravillas que te acontecieron/y jurarás que en ningún sitio vive mujer bella y verdadera]
DONNE, John. 1931. Poems. London: J.M. Dent & Sons Ltd., p. 2
(Todos los poemas en adelante están extraídos de la edición anterior y las traducciones consignadas,
salvo que se indique lo contrario, son nuestras)
[5] GARDNER, Helen. 1973. “Introduction”, en The Metaphysical Poets. Harmondsworth: Penguin, p.
18
[6] BENNETT, Joan. 1973. "The Love Poetry of John Donne: A Reply to Mr. C. S. Lewis," en Julian
Lovelock, ed., Songs and Sonnets: A Casebook. London: The Macmillan Press, p. 134
[7]
[El amor es luz creciente o en plenitud constante;/pero su primer instante, después del mediodía, es
noche]
DONNE, Op.Cit., p. 50
[8] CELAN, Paul. Obras Completas. Madrid: Trotta, p. 144
[9] Vid. NASIO, Juan David. 2008. Cinco Lecciones sobre la Teoría de Jacques Lacan. Barcelona: Gedisa,
pp. 13-59
[10] MUJICA, Hugo. El Saber del No Saberse. Madrid: Trotta, p. 81
[11] [Hermoso descenso del río azul por su cauce/un cúmulo de nubes se muestra al crepúsculo;/también
aparece el alma en un silencio angélico./Se van extinguiendo las imágenes perecederas]
TRAKL, Georg. 2011. Achtzig Gedichte. Mu nchen: Beck, p. 18
[12] [Un día entero me has amado/mañana, al irte, ¿qué me dirás?]
DONNE, Op. Cit., p. 2
[13] Ibid., p. 253
[14] SÁNCHEZ ROBAYNA, Andrés. 1977. “Ejemplos I”, en Ríos, Julián (ed.) 1977. La Casa de la
Ficción. Madrid: Fundamentos, p. 67