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UNLESBARKEIT:
COMENTARIO A UN POEMA DE PAUL CELAN

Por Daniel Arana


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«Incluso donde el poema nombra
la ilegibilidad, su propia ilegibilidad,
declara también la ilegibilidad del mundo»
JACQUES DERRIDA


Lo que Paul Celan da al lector en uno de los poemas de Schneepart (Parte de nieve, 1971)[1], y lo que nosotros mismos recibimos, necesita ser siempre atendido desde el vacío previo del texto. La necesidad de una lectura (que es otra) supone también una resistencia de ésta, o un desprender-se.

Des-asir-se del texto es una resistencia. Y son esas resistencias las que muestran cómo el texto, en su totalidad, queda siempre más allá de todo proceso interpretativo, y en esa misma totalidad que tienden a constituir texto y lectura, hay partes no coincidentes, imposibles de articular: siempre queda lo ilegible, lo intraducible.

ILEGILIBIDAD de este
Mundo. Todo doble.
Los relojes fuertes
dan la razón a la hora hendida,
afónicos.
Tú, varado en lo tuyo más hondo,
asciendes
por siempre[2]

Ley de lectura. Aquello en lo que nosotros, por lo general alfabetizados, ya no pensamos, porque estamos acostumbrados a procesar contenidos textuales sin tener que asistir a ellos, vivificados por unos actores, tal que en una obra. Pensar, sin embargo, en la literalidad de la letra y por lo tanto, recordar todo lo que ya nos fue transmitido con anterioridad.

Antes, lectores fueron también, a su modo, los cazadores de la Edad de Piedra que leían los excrementos de los animales en el bosque, el astrónomo babilonio que analizaba mapas de estrellas, el pescador hawaiano que coloca su mano en el agua para comprobar las corrientes oceánicas, o el cuerpo aún por descifrar, sin luz, de los amantes. Lo que difiere esta lectura de la otra, lo discursivo, es su salida totalmente incierta. ¿Corresponde la sintaxis a una expresión facial? ¿Qué semántica es la de las nubes?

Ese es también el sentido de la hermenéutica y por eso decíamos antes de las resistencias de la lectura, de esas líneas en las que el texto se resiste a fundirse sin más en la fluidez de la lectura, y aparecía más bien como indigerible por ella. Cuando Celan nos muestra el mundo como ilegible, lo que nos está diciendo, en primer lugar, es que estamos fuera de casa, de sitio, en el descampado. Nos llega el mundo nunca en momento oportuno, a des-tiempo. De repente, lanzados afuera del mundo.

«Das Fremde hat uns im Netz» (lo extraño nos tiene en su red)[3], escribe Celan en uno de sus poemas póstumos. Y el filósofo Philippe Lacoue-Labarthe[4] corrobora que, a través de «lo artístico», el concepto de «Unheimlich»[5] (lo extraño, siniestro, pero también lo familiar) se instala en el lenguaje, que es el único lugar en el que puede hacerlo. De este modo, interrumpe tanto como irrumpe el sentido de lo humano, interrumpe a la humanidad, provoca la «catástrofe de lo humano» a la vez que niega transcendencia alguna.

En su discurso «El Meridiano», Celan dice que el término del caminar poético es «eine Art Heimkehr»[6], una manera de volver a casa. Lo que debemos preguntarnos es qué ha ocurrido en ese recorrido, en ese camino de vuelta. Que Celan es poeta del más hermético y magro minimalismo sólo nos puede llevar a concluir que tiene un riquísimo fondo semántico, cuyo número de posibles lecturas puede ser muy alto, incluso infinito. En el recorrido de vuelta, entre su semántica inacabable, la casa a la que retornábamos se ha perdido, y nunca se regresa al mismo lugar.

La casa donde se-es en toda la verdad de lo que puede Ser. El concepto de Ilegibilidad (Unlesbarkeit) no implica ausencia de significación, sino que éste no debe ser determinado inequívocamente. Tampoco se excluye la posibilidad de significación, precisamente a través de la referencia indeterminada. Sólo lo referido es equívoco, puesto que nos es desconocido. Se hace duplo todo (Alles doppelt), de repente formulado con la luz del reflejo que el poeta nos trae.
El Todo (Alles), sin especificar, se duplica cuantas menos posibilidades tiene de ser leído. Aunque si es verdad que tal duplicación suspende la realización de las discriminaciones y el discernimiento de la diferencia, entonces, con ella, la habilidad fundamental a esa estructuración de complejos de la experiencia, conciencia y lenguaje que da lugar al significado, queda también suspendida.

Por tanto, lo que tenemos es un extrañamiento de lo humano, cuando el poema camina por el sin-lugar, en lo suspendido de significación: siempre sin lugar seguro. Al retornar a lo humano, su sitio, habiendo partido de lo humano, lo encuentra igualmente extraño, extranjero o ajeno (Unheimlich); se produce el (re)encuentro con la misma existencia, pero desplazada: existencia reencontrada y por lo mismo perdida. 

Lo perdido es también lo arrancado de su certidumbre. El sentido, también el suyo, (le) llega siempre tarde. La hora se agrieta, arrancada de su certidumbre. Lo que nos dice el poema: en el tiempo roto, hendido, no es posible la matriz verbal. Afonía: la falta de voz, la falta de habla. Si no podemos fundamentar la realidad del sentido y del intelecto, puesto que todo se ha hecho ilegible, deberíamos quizá confiar en otras fuerzas, como la imagen. Pero también ésta nos pone trabas, imposibilita su entendimiento: se duplica. Afónicos y duplos, al final, como el Hamlet de Shakespeare: «el resto es silencio» (V.ii. 371)[7]

Por tanto, ¿es ilegible lo que no se puede leer? ¿O lo es aquello en lo que no se puede leer? El problema de la lengua materna (Muttersprache), lengua en que se escribe y que también es la del enemigo de Celan. La lengua que hiere y mata; la lengua que a él le permite escribir sobre esto, de esta forma y de ninguna otra. Ya no tiene primacía la palabra, se nos ha enseñado a recelar del velo lingüístico, ¿y qué nos queda?

El poema indica el confuso camino: resurgimos de aquello nuestro, de lo más profundo (dein Tiefstes geklemmt). De ese lugar o no-lugar al que el tiempo -la hora escindida, rota, resquebrajada- no llega. Cuando el tiempo ya-no-es, entonces somos, en nuestra más infinita esencia (lo nuestro más hondo de nosotros). El tiempo nos hace no-ser, o en palabras de Derrida, para ser es necesario «no estar afectado por el tiempo»[8]. No devenir, en suma, pasado o futuro.

Lo que sin certidumbre, no nos es dado por la tierra: el tiempo. ¿Cómo escribe Celan del tiempo? Nos dice que esa hora «terrenal» está hendida (Der Spaltstunde). Se ha separado porque hemos llegado tarde. El propio poema nos vuelve hacia la palabra tardía, la que no nos pertenece, la que no es casa nuestra. Sabemos que el poema está hecho de tiempo, especialmente en el poeta rumano. Todos sus poemas han sido marcados por el tiempo, fechados, dados-en-razón de su propia temporalidad.

La hora hendida es la hora desnuda y la que se des-a-nuda, haciendo este mundo ilegible. Debemos remarcar el demostrativo, pues lo que se hace ilegible es pura dialéctica: cada cosa tiene su otra, y entre ellas nos abrimos paso en la oscuridad (entre "este mundo" y “otro"). Pero queda también, como resto y como testimonio de esas no coincidencias de la lectura, expulsado definitivamente de ella, a las puertas del libro, el lector, el sujeto lector con su memoria.

También la incógnita del Tú (Du) que resurge de sí mismo. De un Tú, mejor dicho, que deja el Yo ante el umbral, vuelto del revés, desaparecido o, en su defecto, escindido con voz ronca. Si es en la palabra que las cosas y los seres cobran existencia, ¿qué nos queda en todo esto que es ilegible? El resto es silencio, de acuerdo, pero es tanto lo que se nos dice tras el silencio, o desde él. Aún no hemos empezado, como apuntaba Heidegger, a saber cómo pensar. No hemos llegado a la casa del Ser en este mundo donde, sin palabras, la imagen se dobla.

Lo latente, lo que aún-sin-ser trasciende, viene de lo más hondo de ese Tú de nadie, del nombre olvidado, intocado, no fundado. Del que aguarda su resurgir por siempre. El habla funda al hombre, aunque el mundo resulte ilegible.  Al final, lo que se busca son, como recordaba San Agustín citando la anécdota de Terencio, «palabras correctas»[9]. Lo que mora en las cosas todas al ser nombradas:

todo nombre, y el mismo, cuando lo pronunciamos, es
palabra; más no toda palabra es nombre, aunque,
cuando decimos «palabra», ésta sea un nombre[10]

Dar razón o dar la razón (recht) es conceder el privilegio de existir y ser en esa existencia. Lo que existe y además es: el nombre de aquello escindido, la hora. Y por tanto, una hora escindida es tiempo sin tiempo, el «todavía no» del mundo. En contraposición a la negación que aparece en la primera estrofa, la segunda presenta, en el acuerdo de los relojes con la hora escindida (der Spaltstunde), un ejemplo de afirmación.

El compuesto «Spaltstunde» es el término cardinal del poema, y la posición numéricamente central que ocupa (undécima palabra en un poema de veintidós), refleja esta centralidad semántica y estructural. Así, la «Spaltstunde» puede denotar igualmente una hora que se divide o una que está particularmente dedicada a la actividad de separar algo. En tercer lugar y tal vez más significativamente, podría tratarse de una hora que, por sí misma, lleva a cabo la tarea de partir: una hora intermedia.

Esta última noción, a su vez, abarca diversas posibilidades interpretativas. El "Spaltstunde" podría, posiblemente en forma de intersticio, separar o unir, o tal vez funcionar como punto de inflexión entre diferentes períodos u órdenes del tiempo. La figura de la  "Spaltstunde", entonces, en una operación de cierta complejdad, implícitamente media entre varios sentidos de significación, mientras que por sí misma denota, de forma explícita, dicha mediación.

«Die Zeit zu berechnen hat die Zeit eigentlich keine Zeit» (El tiempo no tiene tiempo para calcular el tiempo), nos dice Heidegger[11]. Preguntarnos por el tiempo es hacerlo por lo que no es pasado, aquello a lo que nos aferramos, y a lo que quizás nos queda todavía. Preguntarnos por el «cuánto» del tiempo, de modo que el ser, como tal, nunca está en medio del tiempo, en sentido propio. Un ente, el Tú, que se comporta calculando, pero del que apenas se nos da información en el poema. No conseguimos hacer lectura del tiempo.

Por otra parte, la relación de los relojes con la «Spaltstunde» es igualmente difícil de determinar: mientras que los primeros afirman esto último, también hay sugerido un cierto antagonismo entre ellos. Hay varios relojes y un solo «Spaltstunde». El uso del verbo «rechtgeben» denota la posibilidad de un choque anterior de posiciones. Finalmente, los relojes, cuya función de indicar el tiempo se caracteriza por la inequívoca referencia son, a pesar de su especificación como fuertes (Starken), insuficientes ante la complejidad de este momento particular.

Esta insuficiencia parece resonar en la última palabra de la estrofa, «heiser», que presenta un deterioro del habla, resultante de la excesiva afirmación anterior: de una superfluidad de referencia. Así pues, cualesquiera que sean los antagonismos, prevalece el «Spaltstunde». La hora hendida. El tiempo mismo, roto. Lo que todavía no es legible, aún no ha sido calculado en cuanto a que es; todavía no se nombra y sin embargo, ese Tú resurge de sí mismo.

Dice Steiner que el poeta es quien guarda y multiplica la fuerza vital del habla[12], lo que quizás nos indique, entonces, la ambigüedad de todo el poema. La voz ronca que no dirá la hora exacta, puesto que parece peligroso hablar con toda la fuerza de la palabra, de aquello que se nos concede. El refugio, y así termina el poema de Celan, permanece en lo nuestro más hondo, es decir, donde hay silencio, donde somos más mudos por ser más propiamente nuestros. La palabra des-articulada, donde lo que vemos es, como diría Dante, más que lo que es nuestro hablar [13].

Leer a Celan es detenerse en las estaciones de su propia palabra tardía. Allí, donde el tiempo es también decir del poema.

 

 

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Notas

[1] CELAN, Paul. 2005. Die Gedichte. Ed. Barbara Wiedemann. Frankfurt am Main: Suhrkamp, p. 317

[2] UNLESBARKEIT dieser/Welt. Alles doppelt./Die starken Uhren/geben der Spaltstunde recht,/heiser./Du, in dein Tiefstes geklemmt, entsteigst dir,/für immer (todas las traducciones son nuestras)

[3] Ibíd., p. 365

[4] LACOUE-LABARTHE, Philippe. 1986. La poésie comme expérience. Paris: Bourgois, pp. 72-73

[5] Vid. FREUD, Sigmund. 2006. “Lo Siniestro” en Obras Completas 7, CIX. Trad. Luis López-Ballesteros y de Torres. Madrid: Biblioteca Nueva, pp. 2483-2505.

[6] CELAN, Paul. 1960. Der Meridian. Frankfurt am Main: S. Fischer, p. 22

[7] SHAKESPEARE, William. “Hamlet”, en CRAIG, W.J. (ed.) 1974. Complete Works. Oxford: UP, p. 907

[8] DERRIDA, Jacques. 1972. “Ousia et grammè”, en Marges de la Philosophie. Paris: Minuit, p. 44

[9] SAN AGUSTÍN DE HIPONA. 2003. El Maestro o Sobre el Lenguaje. Madrid: Trotta, p. 76

[10] Ibíd., p. 81

[11] HEIDEGGER, Martin. «Der Begriff der Zeit (Vortrag 1924)», en Der Begriff der Zeit (GA 64). Frankfurt a. M.: Vittorio Klostermann, p. 119

[12] STEINER, George. 2003. Lenguaje y Silencio. Barcelona: Gedisa, p. 54

[13] Paradiso, Canto XXXIII, verso 55: «maggio che’l parlar nostro». Vid. ALIGHIERI, Dante. 1964. Divina Commedia. Bologna: Zanichelli, p. 601




 

 

 

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Unlesbarkeit: Comentario a un poema de Paul Celan.
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