Entrevista a 
            Julio Espinosa Guerra:
            La teoría, 
              al igual que el diccionario, siempre va a la saga de la creación 
              poética,
              que es creación de lenguaje.
            
          Por David Bustos
              Publicado en Letras de Chile. cl
          
          
            
            
            Tras casi cuatro años en Madrid, el poeta 
            Julio Espinosa obtiene el Premio de poesía Villa Leganés, 
            un premio que no está 
            dentro de los más importantes, 
            pero que significa de alguna manera, publicar en un país como 
            España, que es de un tiempo a 
            esta parte, un tanto reticente 
            a las frescas y enrarecidas pulsiones poéticas de América 
            Latina. Letras de Chile quiso saber más del
 
            poeta radicado 
            en España.
            
          
          - Julio, antes que todo quisiera preguntarte por el 
            premio Villa de Leganés ¿En qué momento llega? 
            ¿Y qué reales alcances tiene en España?
            - Llega en un buen momento, cuando ya estoy incorporándome 
            a la actividad poética madrileña. Al  llegar 
            sólo conocía a dos poetas. Hoy ya dirijo un taller, 
            colaboro en revistas y organizo lecturas de poesía; además 
            me hayan incorporado en una antología madrileña, que 
            junto a este premio y la antología que Raúl Zurita termina 
            en Chile, me ayudan a romper el silencio que acarreo desde 1999. Es 
            indudable que al venirme, deseaba publicar en España; ahora 
            que la posibilidad se dio, sólo depende del libro. Eso, respondiendo 
            a tu segunda pregunta, porque, la verdad, es que el “Villa de Leganés” 
            es un premio mediano en difusión. Poniendo un ejemplo, antes 
            de que comenzara a publicarlo Visor, el premio Rafael Alberti no era 
            de los más importantes. Ahora lo es, pero solamente porque 
            la editorial que lo lleva también es grande. Acá hay 
            concursos que dan mucho dinero al ganador, pero los edita la imprenta 
            del ayuntamiento. Al final, tu libro se queda durmiendo el sueño 
            de los justos. El “Villa de Leganés” ha sido publicado hasta 
            ahora por Huerga y Fierro, una editorial mediana, donde también 
            han aparecido poetas como Walcott o Teillier y Rosamel del Valle, 
            y eso para mí es algo. De ahí al alcance que el libro 
            pueda tener, bueno, es relativo.
llegar 
            sólo conocía a dos poetas. Hoy ya dirijo un taller, 
            colaboro en revistas y organizo lecturas de poesía; además 
            me hayan incorporado en una antología madrileña, que 
            junto a este premio y la antología que Raúl Zurita termina 
            en Chile, me ayudan a romper el silencio que acarreo desde 1999. Es 
            indudable que al venirme, deseaba publicar en España; ahora 
            que la posibilidad se dio, sólo depende del libro. Eso, respondiendo 
            a tu segunda pregunta, porque, la verdad, es que el “Villa de Leganés” 
            es un premio mediano en difusión. Poniendo un ejemplo, antes 
            de que comenzara a publicarlo Visor, el premio Rafael Alberti no era 
            de los más importantes. Ahora lo es, pero solamente porque 
            la editorial que lo lleva también es grande. Acá hay 
            concursos que dan mucho dinero al ganador, pero los edita la imprenta 
            del ayuntamiento. Al final, tu libro se queda durmiendo el sueño 
            de los justos. El “Villa de Leganés” ha sido publicado hasta 
            ahora por Huerga y Fierro, una editorial mediana, donde también 
            han aparecido poetas como Walcott o Teillier y Rosamel del Valle, 
            y eso para mí es algo. De ahí al alcance que el libro 
            pueda tener, bueno, es relativo. 
            
            - Tengo entendido que en España hay dos o tres movimientos 
            poéticos visibles. Uno de ellos es la poesía de la experiencia. 
            ¿Cuál es tu percepción acerca de esta poesía?
            - Esencialmente yo no comparto su perspectiva de lo que es poesía 
            y lo que se debe hacer cuando se escribe; eso, más allá 
            de que uno u otro poeta pueda haber hecho algo interesante. Pienso 
            que la poesía intenta decir aquello que no tiene nombre, que 
            no se ha nombrado previamente o que de tanto nombrarlo ha llegado 
            a pasar inadvertido, y lo intenta hacer con un ordenamiento, con un 
            uso de las estructuras morfosintácticas y de los signos igual 
            de novedoso. En cambio, la poesía de la experiencia insiste 
            en decir lo que se puede decir y ya se ha dicho. No hay búsqueda 
            de lenguaje ni de significancia. Todas son cosas que están 
            ahí, en lo que el racionalismo ha llamado “la realidad”. Además, 
            esa forma de pensar, que viene a señalar que hay que ponerle 
            “facilito” el poema al lector, tiene un mensaje que es terrible, porque 
            en el fondo te está diciendo “como son imbéciles, les 
            vamos a hablar en fácil, para que entiendan” y yo no pienso 
            que la poesía se tenga que “entender” - volvemos al racionalismo 
            más peregrino - ni que se trate de hablar en fácil o 
            difícil, es más, yo no pienso que el lector sea imbécil; 
            si así fuese, no escribiría. 
            
            - La influencia de la poesía latinoamericana en España 
            data de Darío en adelante. ¿Sigue siendo así 
            o vislumbras cierto ombliguismo en los poetas españoles?
            - Hoy en día no hay un influjo real de la poesía latinoamericana. 
            Quizá algo en los poetas más recientes, pero aún 
            con lecturas muy precarias. Hay que tener en cuenta que acá 
            las vanguardias se acabaron con Franco y Franco fue mucho tiempo. 
            Lo mejor de Larrea y de Cernuda, por ejemplo, se da fuera de España 
            y esa parte de sus obras es poco leída y si leída, poco 
            reconocida. Tampoco existió el proceso latinoamericano, los 
            beats llegaron tardísimo, la poesía concreta 
            brasileña no se lee. Lo que te decía: hay poetas jóvenes 
            que me recuerdan a un Rodrigo Lira incipiente; otros, a Juan Luis 
            Martínez y otros hacen cosas parecidas a las de Haroldo, pero 
            sin haberlos leído nunca y creyendo, todos ellos - y eso es 
            lo peor -, que son los primeros en hacerlo. En cuanto a los poetas 
            de más edad, parece que sólo existiera España. 
            Les cuesta mucho aceptar que la mejor poesía en español 
            no se escribe en la península. Claro, hay excepciones: Gamoneda, 
            Mestre, Suñén y otro puñado que, además, 
            no ocupa portadas de periódicos ni púlpitos académicos. 
            El o los grupos que marcan las tendencias a seguir difunden a aquellos 
            poetas que siguen una estética similar a la suya; el resto 
            interesa poco. Acá a los grupos que se reparten el poder no 
            les conviene que se sepa de otro tipo de poesía, porque podrían 
            perder su estatus. Ya lo dijo Foucault: toda relación es una 
            relación de poder y la de la poesía latinoamericana 
            con la española no es la excepción. 
            
            - ¿Poetas como Teillier o Enrique Lihn son frutos saboreados 
            por el común de los poetas españoles o de Chile sólo 
            se conoce Neruda y ahora un poco Gonzalo Rojas?
            - A Lihn casi no se le conoce. Sólo aquellos que están 
            relacionados de alguna manera con Chile lo han leído y logran 
            “entenderlo”, porque acá es muy importante “entender” la poesía. 
            Además muchas veces opinan desde el desconocimiento. Pero el 
            grupo que sí lo ha leído, lo disfruta. Lo malo es que 
            hay cero difusión. Con Teillier la cosa es un poco distinta. 
            Hace dos años Huerga & Fierro publicó una antología 
            y fue recibida con beneplácito, por decirlo de algún 
            modo. Pero es que a Teillier lo “comprenden” y parece inofensivo. 
            A pesar de eso, la desmemoria, el olvido, es fuerte: considero que 
            no hay un interés real por la poesía chilena. Se lee 
            mucho más la argentina y la mexicana. También es cierto 
            que España está mucho más ligada a esos países 
            y que, por lo menos México, tiene un centro cultural que constantemente 
            difunde a sus creadores vivos, cosa que no ocurre con Chile. También 
            incide en este hecho la heterogeneidad de poéticas que hay 
            en nuestro país, cuestión que los desconcierta un poco, 
            ya que ellos se han fabricado una norma rígida que no acepta 
            la multiplicidad de miradas que nosotros tenemos. Hablando un poco 
            de Neruda y Rojas, acá al que se conoce es Neruda. Con lo del 
            Cervantes, Rojas se ha difundido un poco más, pero sólo 
            un poco. Y Parra, bueno, de oídas. Hay otro hecho curioso: 
            los poetas que han sobrepasado los cuarenta años se interesan 
            más por los dos primeros; a los más jóvenes les 
            entusiasma Parra, eso sí, más con su (anti)poesía 
            que con los artefactos, porque acá tienen a Joan Brossa que 
            varios años antes había hecho lo mismo, y mejor. 
            
            - Tengo la sensación de que con la narrativa pasa algo muy 
            distinto. Tenemos el ejemplo de Roberto Bolaño y también 
            de Rodrigo Fresán. ¿La explicación pasa necesariamente 
            por el mercado? ¿O es que realmente la narrativa logra borrar 
            los límites de lo latinoamericano para convertirse en algo 
            más universal?
            - Pienso que se trata del mercado. Poesía leen cincuenta mil 
            personas; narrativa, cinco millones. Además la poesía 
            la controlan - obviando a los editores - los mismos poetas; mientras 
            que la narrativa la controlan las agentes literarias. Por ejemplo, 
            si Volpi no hubiese tenido una agente, no llega a publicar su última 
            novela, que hasta ha salido en bolsillo, aunque la crítica 
            la ha vapuleado. En el mercado novelístico no interesa si perteneces 
            o no a un grupo; lo importante es que vendas. Lo difícil es 
            entrar, pero si con tu primera novela vendes tres mil ejemplares, 
            ya tienes asegurado tu próximo libro. Además en narrativa 
            puedes ser un desconocido y “darle el palo al gato”. En poesía, 
            especialmente con la latinoamericana que acá se publica, eso 
            es imposible; ningún editor se arriesgará si no tiene 
            asegurada una venta de por lo menos 500 ejemplares, a no ser que la 
            edición esté financiada desde afuera, por eso el éxito 
            de los concursos. En poesía el riesgo es casi inexistente a 
            la hora de editar; los costes suelen estar cubiertos. En narrativa 
            siempre vale la pena arriesgarse, siempre existe la posibilidad de 
            que alguien se fije en el trabajo de un desconocido. 
            
            - ¿Con quién te quedas de los poetas chilenos: Raúl 
            Zurita, Gonzalo Rojas, Óscar Hahn?
            - Siempre he dicho que me quedo con poemas, no con poetas. Además 
            los tres son excelentes, te gusten o no. Todos sabemos que Rojas es 
            un cínico y un hipócrita de marca mayor, pero ha escrito 
            grandes poemas. Que ahora esté gastado y se repita es un detalle 
            menor. Se sabe que su mejor poesía sucede cuando se pone menos 
            retórico, menos vacuo, y hace tiempo eso no ocurre. De Hahn 
            me interesa la forma en que compatibiliza lo clásico y lo actual, 
            la inmediatez. También es muy fiel a sí mismo, pero 
            aún su poesía no es de la fórmula. Merece el 
            Premio Nacional de Literatura, pero también lo merece Barquero, 
            que es mayor y se nos puede morir antes. Y es que hay un par de premios 
            recientes muy mal dados. Volviendo a Hahn, creo que de los tres es 
            el poeta más parejo. Y eso para bien y para mal. En cuanto 
            a Zurita, creo que ha aportado mucho a la poesía chilena actual. 
            Áreas Verdes, Allá lejos, las playas y las cordilleras 
            de Chile son poemas memorables. INRI a mí me gusta mucho. Y 
            La vida nueva, aunque irregular, tiene otra serie de grandes poemas. 
            Además considero que es un tipo valiente, porque hace y ha 
            hecho cosas que sabe una parte de la sociedad y sus pares rechaza. 
            Crear controversia siempre es bueno, más cuando defiendes tus 
            ideales. Pasando a otra cosa, si me incluyes a estos tres, no sé 
            por qué no me nombras a Parra. Mi padre me leía “La 
            cueca larga” de pequeño y la disfrutaba mucho. Poemas y antipoemas, 
            junto a su antología Obra Gruesa, y el Cristo del Elqui, son 
            tremendos libros. Hay que celebrar los noventa años de Parra. 
            Ya hemos tenido mucho Neruda, demasiado marketing. 
            
            - ¿Y de los españoles: Luis García Montero, 
            Leopoldo Panero, Blanca Andreu?
            - Como ya te dije antes, siempre me quedo con poemas y no con la obra 
            total de los poetas. Y si hablamos de poetas españoles actuales, 
            poner sólo tres en la palestra parece un poco injusto para 
            nombres como Pere Gimferrer, Jenaro Talens, Olvido García Valdés 
            y Julio Martínez Mesanza, entre otros muchos. Pero no te preocupes, 
            no me escurriré. Desde el punto de vista creativo, de búsqueda, 
            Panero es el que más me interesa, aunque al mismo tiempo muchas 
            de sus cosas no me gustan. Últimamente saca libros como panes, 
            cuatro, tres al año, y se repite. Pero eso no tapa su creación 
            anterior, donde la escatología -porque Panero es un poeta escatológico- 
            sólo es la forma de revelarse frente a lo instituido. Él 
            es un poeta de los extremos y ese extremo incluye el lenguaje alterado 
            que provoca la experiencia de la locura y las drogas. Panero es un 
            tipo que sabe lo que busca y él mismo confiesa que su poesía 
            más que testimonial es literaria y que su locura es la locura 
            de la página. Y justamente es eso lo que lo hace interesante: 
            es un poeta que se ha comido todas las vanguardias, a todos los malditos 
            y después los ha defecado. Esa defecación, ese atentado 
            a lo correcto es su poesía, tan malentendida y blasfemada por 
            los porteros de la Academia, que son los poetas institucionalizados. 
            Diferente pero similar es la obra de Blanca Andreu, que también 
            me gusta, pero se aleja más de lo que persigo. Ella escribió 
            un tremendo primer libro (De una niña de provincias que se 
            vino a vivir en un Chagall), que no ha podido superar en sus obras 
            posteriores. Lo que más me interesa de su escritura es ese 
            texto escondido que lo cruza entero, donde “caballo” no es “caballo”, 
            sino “heroína”, dotándolo de una segunda lectura mucho 
            más rica y con más posibilidades significativas y semánticas. 
            Lo que menos comparto son esas alusiones etéreas de su poética 
            (“muerte de los sueños”, “sueños de los sueños”, 
            “fugaces cortesías”), reunión de palabras que dicen 
            poco o nada. Aun con ello, es una poeta que no deja de sorprender. 
            El caso de Luis García Montero es diferente, porque yo no puedo 
            tener mucha objetividad con él (sabiendo que la “objetividad” 
            no existe) porque lo conozco y me ha ayudado mucho. Tenemos poéticas 
            muy diferentes, búsquedas diferentes, pero al mismo tiempo 
            hay poemas suyos que me gustan bastante, como “Fotografías 
            veladas de la lluvia” o “A Federico, con unas violetas”. Y como libro 
            pienso que “Habitaciones separadas” es su mejor texto. Lo que menos 
            me gusta es cuando se engancha a lo más cursi de la poesía 
            amorosa y, la verdad, no sé si felicitarlo por asumir el riesgo 
            o criticarlo por la falta de rigurosidad. Eso sí, Luis es mucho 
            más que esa poesía por la que se le conoce y critica 
            en Chile. 
            
            - Volviendo a tu poesía, en “La soledad del encuentro” vemos 
            la muletilla de la muerte reiterada hasta el hartazgo. En tu nuevo 
            libro aparece ese fantasma o ahora es otra cosa totalmente distinta 
            la que te obsesiona.
            - Primero, hablando de “La soledad del encuentro”, es cierto que esencialmente 
            se habla de la muerte, pero no es lo único ni tampoco se toca 
            solo el tema de la muerte física. Allí, en esos poemas 
            también están los problemas del olvido y del lenguaje, 
            que también se pueden entender como un tipo de muerte. En “Las 
            metamorfosis de un animal sin paraíso” la muerte es un tema 
            más de los muchos que se tocan. Pero en él hay una lectura 
            profunda que hace el recorrido de la certeza a la duda y de la creencia 
            al agnosticismo y al misterio. El poema está elaborado en diferentes 
            voces, como un canto y una tragedia a la vez. Pero esas voces son 
            la misma voz, mutando, cuestionándose, jugando, criticando(se). 
            Así no es casual que se sostenga a través de una relectura 
            de una cita del Génesis, porque también hay un recorrido 
            que va desde la necesidad inconciente de conocimiento y/o escritura 
            - “vivo, pero no me doy cuenta; escribo, pero sin saber muy bien qué” 
            - a la desnudez que provoca el tener conciencia frente a la vida y 
            el hecho escritural, y asumir esa conciencia, que también es 
            responsabilidad e incomprensión. Es por eso que en este libro 
            incluso el índice es un fragmento del todo y está relacionado 
            con el resto de la membradura del poema. Volviendo a la cita bíblica, 
            el texto también quiere funcionar como una crítica a 
            toda la teología católica apostólica romana, 
            que se funda justamente en el desprecio y miedo que tiene al ser humano 
            capaz de pararse frente al mundo críticamente, observando el 
            mito como mito y no como verdad dogmática. Desde aquí 
            mismo hay una intención apelativa al lector, una propuesta 
            para que se vea al espejo en el que se ha escrito la realidad y ponga 
            en duda ese reflejo. Dentro de todo esto, la finitud que nos impone 
            la conciencia de la muerte es un elemento más que ayuda a activar 
            el cuestionamiento de las ideas impuestas por la sociedad y los estamentos 
            de control, entre ellos, la iglesia. 
            
            - La muerte siempre ha sido tema en la literatura. Quiero saber 
            cómo recibiste la muerte de Roberto Bolaño estando en 
            España.
            - Es triste cuando alguien que está en lo mejor de su vida, 
            muere de forma prematura. Bolaño no fue la excepción. 
            Hacía muy poco se había hecho con un nombre en la literatura 
            sin que nadie le hubiese regalado nada. Y su muerte claro que me dolió, 
            porque pérdidas así siempre duelen, pero no me pilló 
            por sorpresa. Puedo decir, inclusive, que sólo vino a confirmar 
            lo que ya sabía, algo así como una noticia que llega 
            a los periódicos meses después de que haya ocurrido, 
            porque justamente tres meses atrás el mismo Bolaño me 
            había dicho que estaba muy enfermo. Y me lo dijo la única 
            vez que lo vi. Recuerdo que era de noche. Yo caminaba desde Sol a 
            Atocha por una de las calles que comunica la Plaza Santa Ana con Huertas. 
            Casi al llegar a la esquina, me lo encontré de frente. Si no 
            hubiese sido así no lo habría saludado. Se le notaba 
            cansado. Le dije que me había gustado mucho “Los detectives” 
            y me lo agradeció con esa actitud de no creérselo mucho 
            que le caracterizaba. Me hubiese gustado invitarlo a una cerveza, 
            pero no tenía dinero; en esa época yo vivía con 
            lo justo. No sabía lo del trasplante y le pregunté por 
            su salud. Entonces me lo dijo, con ese mismo descreimiento que había 
            tenido antes, al felicitarlo: “Estoy muy enfermo, con un pie y medio 
            adentro de la tumba” y sus palabras no guardaban ningún dramatismo 
            ni miedo, eran las de alguien que ha vivido como ha querido y ha logrado 
            lo que se ha propuesto. Le desee suerte, que ojalá se mejorara, 
            pero se quedó en silencio, como reafirmando que no había 
            marcha atrás, y entonces nos despedimos. Tiempo después 
            murió, pero para mí lo había hecho tres meses 
            antes, esa noche de invierno en que lo había conocido, cuando 
            él mismo me había anunciado su partida. 
            
            - Antes de preguntarte por tus últimos proyectos, quisiera 
            saber si te llegan hasta allá noticias de lo que se está 
            haciendo hoy en poesía en Chile. ¿Cuál es tu 
            opinión?
            - Todo me llega a cuentagotas. Ahora último un poco más, 
            no por contactos directos, sino gracias a las revistas por internet. 
            Lamentablemente sólo puedo decir que me he leído unos 
            pocos libros desde que llegué a Madrid: “Calas” de Carrasco, 
            “Especies intencionales” de Anwandter, “Pie quebrado” de Christian 
            Gómez y “Tres bóvedas” de Sanhueza. Me hubiese gustado 
            leer más, porque en casi cuatro años de ausencia han 
            pasado muchas cosas, pero acá no llegan los libros chilenos 
            y cuando estuve en Santiago sólo encontré “Especies..” 
            en la librería de FCE; una pena, especialmente al pensar que 
            lo que más se edita en nuestro país es poesía. 
            A parte de eso, por mi experiencia previa y lo que dejan ver las revistas 
            virtuales, lo que prima es la heterogeneidad de los/las poetas. Evitamos 
            mucho copiarnos los unos a los otros y eso es bueno, porque no se 
            crea un grupo estético que dicte la norma a seguir, como en 
            España. La diversidad oxigena el ambiente y obliga al lector 
            y al propio poeta a estar atento; además propicia el cambio, 
            el arriesgarse en las búsquedas. Uno en Chile puede pelearse 
            con todo el mundo, pero eso no incide en que de puertas para adentro 
            valores lo que escriben los otros. Por ejemplo, yo nunca podré 
            ser amigo de Zambra, pero siempre he creído que su trabajo 
            es interesante; tampoco llegaré a serlo de Sanhueza, pero escribe 
            bien y ganó con derecho el Rafael Alberti. Ambos escriben de 
            manera distinta entre sí, dos formas que yo no adoptaré 
            nunca, pero eso no significa que al leerlos no los disfrute. Y esa 
            vida de la poesía chilena me fascina. Sí tengo miedo 
            a que el mundo académico sea el que empiece a decir qué 
            es bueno y qué es malo, y termine por provocar lo mismo que 
            en España: una academia poética -en el sentido más 
            modernista- que sólo anquilose la diversidad y desvirtúe 
            la diferencia. Esperemos que esos señores entiendan que -a 
            pesar de su inteligencia y conocimientos- la teoría, al igual 
            que el diccionario, siempre va a la saga de la creación poética, 
            que es creación de lenguaje. 
            
            - Ahora sí: ¿cuáles son tus próximos 
            proyectos y de qué tratan?
            - Una vez que salga publicado el libro, la idea es difundirlo lo máximo 
            posible. Paralelamente seguiré trabajando en un nuevo libro 
            de poemas, con título provisorio “La arquitectura del desastre”. 
            La base es la idea de que la misma arquitectura social y cultural 
            que el ser humano se ha ido fabricando a través de los siglos 
            lo está destruyendo, como si se tratase del constructor que 
            está fabricando mal la casa, lo sabe, pero sigue adelante de 
            todas formas. El libro intenta abordar esto a través de la 
            constatación de lo pequeño. Para ello me estoy apoyando 
            en otro texto mitológico - que no es la Biblia cristiana - 
            para irlo estructurando. Este sería el proyecto principal. 
            Pero por otro lado, junto a Concepción, mi compañera, 
            estamos trabajando para sacar adelante una revista de poesía 
            que muestre en España lo que se hace fuera. Se trata de una 
            especie de cuña que ayude a que entiendan de una vez que la 
            poesía latinoamericana no existe, sino que se trata de poesía 
            argentina, chilena, peruana, mexicana, etcétera, y que ni siquiera 
            se trata de eso, sino de una serie de búsquedas individuales, 
            imbricadas o no entre sí. También con la voluntad de 
            mostrar lo que no se muestra, aquellos poetas que de tan diferentes 
            o minoritarios, no han llegado a publicar en la península. 
            Sería pequeña - 12 ó 16 páginas -, de 
            tirada pequeña - 300 a 400 ejemplares - y se repartiría 
            entre aquellos a los que les puede interesar, o sea, los poetas que 
            comienzan, los más jóvenes, y que pueden dar una vuelta 
            radical a lo que hoy en España triunfa como poesía. 
            Pero esencialmente el proyecto es uno solo: poesía, poesía 
            y más poesía. Todo lo que venga, estará ligada 
            a ella. 
           
          
            
          
           
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            Julio Espinosa Guerra (1974) reside en Madrid, España, 
            desde 2001. Profesor de Castellano y Licenciado en Educación 
            por la UMCE, en la actualidad colabora para la revista de poesía 
            de Casa de América “La Estafeta del Viento” (Madrid), realiza 
            reseñas para la revista por internet literaturas.com y dirige 
            el taller de poesía de la página escueladeescritores.com. 
            El año 1996 publicó Cuando la rosa aún no existía, 
            una plaquette de diecinueve poemas. El año 1998 obtuvo la beca 
            del taller de poesía de la Fundación Pablo Neruda. El 
            año 1999 la Editorial Mosquito publicó su libro de poemas 
            “La soledad del encuentro”. El año 2000 obtuvo la beca de creación 
            del Consejo Nacional del Libro y la Lectura con Las metamorfosis de 
            un animal sin paraíso: poema en dos actos, recientemente galardonado 
            con el premio de poesía “Villa de Leganés” (España, 
            2004) y de próxima publicación; este mismo libro estuvo 
            entre los once finalistas del Premio Adonais de poesía 2003. 
            Acaba de ser incluido en la antología Todo es poesía 
            menos la poesía: 22 poetas desde Madrid, de la Editorial Eneida 
            (Madrid, España).