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Armando Rubio, Guillermo Riedemann, Gonzalo Millán, José María Memet


Entrevista a Guillermo Riedemann (ex Esteban Navarro)

LOS POEMAS SABEN COSAS QUE NOSOTROS NO SABEMOS

Por David Bustos



Guillermo Riedemann, era un joven poeta de 27 años, oriundo de Reumén y estudiante de Ciencias Políticas de la Universidad de Chile, cuando escribió en quince días en una oficina donde trabajaba como redactor creativo, los poemas de Para Matar este Tiempo (octubre, 1983). El poeta Manuel Silva Acevedo siguió día a día su lectura, en medio de desapariciones, toques de queda y torturas, ambos poetas confabularon lo que sería la publicación de tal vez uno de los libros más emblemáticos de la dictadura.

Esta entrevista intenta recrear los contextos históricos de aquella época, como también reflexionar acerca de la poesía política.

Dentro de poco días más, el sello editorial La Calabaza del Diablo publicará su próximo libro, Hombre Muerto, texto que comparte la ironía, acidez y agudeza de ese libro publicado hace ya más de 20 años.


- Guillermo, me gustaría que me hablaras del contexto en que fue escrito tu primer libro de poesía Para Matar este tiempo (1983). Tu tenías 27 años, llevábamos 10 años de dictadura. Tengo entendido que te habían expulsado de la Universidad y ya estabas trabajando. ¿Qué hacía un poeta de Reumén en los peores años de Pinochet?
- En realidad Para Matar este Tiempo es mi tercer libro. El primero se llama Poemas Censurados, que ganó el primer Concurso de la Unión de Escritores Jóvenes, UEJ, en 1978. Un año después fue publicado por amigos exiliados en Venezuela y a Chile llegaron veinte ejemplares. El segundo libro se llama Dale de comer a las palomas, que participó en el segundo Concurso de la UEJ, en 1980, y obtuvo el tercer lugar. Ese libro permanece inédito y tiene para mí una significación especial, pues aquel Concurso lo ganó un poemario de Roberto Bolaño y el segundo lugar fue para Bruno Montané. Los dos ya vivían en España. Los jurados de este segundo certamen de la UEJ fueron Manuel Silva Acevedo, Jaime Quezada y Enrique Lihn.

De la Universidad de Chile fui expulsado en 1980. La causa esgrimida fue la repetición de un ramo por segunda vez; sin embargo, de acuerdo al Reglamento Académico tenía derecho a una nueva oportunidad por cuanto llevaba aprobado hasta entonces más del 75% de los ramos de la carrera (Originalmente Ciencias Políticas y transformada por el gobierno militar universitario en Administración Pública). El motivo de la expulsión fue, con seguridad, la acumulación de "anotaciones negativas" en mi hoja de vida universitaria vigilada, y la lectura de una declaración pública contra la Dictadura que realicé, a mediados de aquel año, en el casino central del entonces Campus Andrés Bello (que reunía a las carreras de Economía, Administración, Arquitectura y Diseño), mientras cientos de alumnos, académicos y funcionarios almorzaban. Declaración pública que, por cierto, había sido redactada por los alumnos que nos oponíamos a la dictadura y que yo leí por encargo.

A fines de aquel año comencé a trabajar como Redactor Creativo en una Agencia de Publicidad. En abril de 1982 fui despedido de ese trabajo y nos trasladamos, con mi mujer y nuestro hijo recién nacido a Temuco. Regresamos en febrero de 1983 y, en marzo, tocó a la puerta del departamento en que vivíamos en Avenida Grecia el poeta Manuel Silva Acevedo, quien, de un modo que no recuerdo, se había conseguido la dirección. Manuel me buscó para llevarme a trabajar con él en otra Agencia. Pura generosidad probablemente poco y mal agradecida hasta hoy.

Trabajamos juntos alrededor de un año y allí, en esa oficina que compartimos en 1983, escribí Para Matar este Tiempo. Manuel trabajaba media jornada, en las mañanas, y por las tardes yo me quedaba solo. Cerraba la puerta de la oficina y en la vieja máquina de escribir que debía usar para crear avisos publicitarios, apareció aquel libro.

Recuerdo que fue en octubre y que por las mañanas le leía a Manuel lo que había escrito la tarde anterior. No fueron más de veinte días; alrededor del día 15 de ese mes Manuel me planteó muy seriamente que debía publicar el libro. "Un amigo resueltamente generoso con este pecho / Me ha sugerido que termine rápido estos textos / Y que los lleve corriendo a una casa editorial / Darán que hablar me dice les va a ir bien insiste / Claro todos tenemos buenos amigos capaces de jugarse / Por sus amigos hasta la ceguera". Para Matar este Tiempo, 70).

Pero, ¿a quién llevarle el libro, quién podría publicarlo? No había opciones editoriales y sí había censura previa. Todo aquel que quería publicar algo debía llevar el original a las oficinas de Dinacos (Dirección Nacional de Comunicación Social), en el Edificio Diego Portales, y esperar la autorización de los censores militares. El estímulo de Manuel fue determinante y el libro fue publicado en noviembre de 1983 de manera independiente. No lo llevé a Dinacos, falté a las normas de censura previa, y con la ayuda de algunos amigos pude pagar a la imprenta. Fueron 500 ejemplares, a los que se sumaron otros 300 que hizo por su cuenta el editor y escritor José Paredes unos meses después.

Esta es una parte del contexto. La otra parte tiene que ver con los sucesos políticos y sociales de esa época. En marzo de 1983 se realizó la primera protesta nacional, movilización que se repitió todos los meses siguientes convocada, para un día determinado de cada mes, por el Comando Nacional de Trabajadores.

En agosto el dictador empezó a entrar en cólera, en septiembre nombró Ministro del Interior a Sergio Onofre Jarpa, sacó 18 mil soldados a la calle para reprimir la protesta de ese mes; decenas de chilenos y chilenas fueron asesinados por agentes del Estado en aquellas circunstancias. La protesta popular era masiva, parecía incontenible.

Con Manuel participábamos activamente. Acudíamos a los mítines, nos sumábamos a las actividades de los escritores y artistas democráticos. Con los escritores jóvenes publicábamos trípticos que repartíamos en las ferias públicas. Y nos preguntábamos qué debía escribir un poeta en ese contexto. Yo intenté poner en los poemas de Para Matar este Tiempo la protesta social. Decíamos: "si todo el mundo protesta, por qué no va a protestar la poesía".

Ni seres especiales, ni diferentes. Los poetas de Reumén, de Santiago, de Temuco, de Valparaíso, de Punta Arenas, fuimos una pequeñísima parte de un pueblo que se sacudía para liberarse de la tiranía.

Y el contexto completo, claro, es más amplio. Como dices, en 1983 "llevábamos 10 años de dictadura". Suena frío, parece un dato, una simple suma de años. No obstante, sabemos lo que ocurrió en esos horrorosos primeros 10 años de dictadura. Lo sabemos y tenemos el deber de no olvidar. Algunos recuerdos al vuelo: en 1978 la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos realizó una Huelga de Hambre que se extendió por más de 30 días, los estudiantes universitarios marchamos por primera vez desde 1973 por la Alameda, la Iglesia Católica realizó el Año de los Derechos Humanos, aparecieron restos de detenidos desaparecidos en hornos de Lonquén; entre 1978 y 1980 la Agrupación Cultural Universitaria realizó festivales y actos que llenaron el Teatro Caupolicán; en 1979 triunfó la revolución sandinista en Nicaragua y nos trajo las voces de Leonel Rugama y Joaquín Pasos, en 1980 fueron encontrados restos de desaparecidos en el cementerio de Yumbel, en 1983 nació el Colectivo de Escritores Jóvenes y organizó el Primer Encuentro de Escritores Jóvenes de Chile en mayo de 1984.

Para Matar este Tiempo fue escrito en aquel contexto, con la ilusión de contribuir a matar ese tiempo maldito, el tiempo del asco como lo llamó Stella Díaz Varín. Tiempo que, citando de nuevo a Stella, aún tenemos atragantado.

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En este país ser marxista es ser extraterrestre / según algunos terrestres
fundamentalmente antimarxistas

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- Tengo entendido que estabas presente cuando vino Millán a Chile y leyó por primera vez La ciudad. He visto una foto donde estás con Gonzalo, Memet y Armando Rubio. ¿Qué impacto tuvo en ti esa lectura de Millán, podrías hablar un poco de ese momento?
- Tengo esa foto a la vista. Es de aquel día, de aquella noche en realidad, en casa de la familia Vicuña Navarro. Siempre me confundo y no recuerdo si la calle es Carmen o San Isidro. No sé por qué me confundo si he pasado por ahí cientos de veces.

Gonzalo Millán vivía en Canadá, su condición era la de exiliado político y su pasaporte tenía el timbre con la famosa letra L. En 1980 lo autorizaron a venir a Chile y Leonora Vicuña organizó la lectura de su libro La Ciudad en una sala de reuniones de la vieja casa familiar.

Fui invitado a la lectura junto a un pequeño grupo de poetas. Pero no los recuerdo a todos. Además de Memet y Rubio, veo a Farid Hid y a Gustavo Becerra, poetas de Temuco.

No conocíamos La Ciudad, no conocíamos personalmente a Gonzalo Millán. Y recuerdo el profundo impacto de esa lectura. Creo que esa vez retuve de memoria estos versos:
"Y después de ir con los ojos cerrados / Por la oscuridad que nos lleva, / Abrir los ojos y ver la oscuridad que nos lleva / Con los ojos abiertos y cerrar los ojos".

En un abrir y cerrar de ojos y oídos se nos reveló la maravillosa poesía de Millán, de la que sabíamos hasta ese momento por su libro Relación Personal. Vivíamos una época en que muchos caminaban con los ojos cerrados en medio de la oscuridad. Una época en que muchos caminábamos por la oscuridad con los ojos abiertos.

Tras la lectura conversamos con el poeta Millán acerca de su libro, de poesía chilena, del exilio, de la poesía de los nuevos poetas. En mí provocó una impresión imborrable. La de escuchar y conocer a un poeta que nos tendía puentes con la poesía chilena fragmentada por la dictadura y el exilio.

Gonzalo Millán volvió entonces a Canadá y pudo regresar definitivamente a Chile cuatro o cinco años después. En diciembre de 1980 murió Armando Rubio, un poeta que nos llevaba mucha ventaja. Hace poco ha muerto Gonzalo Millán.

En la foto que refieres, Rubio y Millán permanecen jóvenes.

Tal vez Roland Barthes tiene razón: "Toda foto es un certificado de presencia, tiene algo que va con la resurrección."

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Todos los días hay que cumplir con los deberes de poeta/ Así como el amante cumple con sus deberes con la otra/ Y el agente de la CNI cumple con su deber de torturador
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- Antes hemos tenido algunas conversaciones acerca de Parra del que de alguna forma eres deudor, estoy pensando en Para Matar este Tiempo, pero a la vez justiciero, ya que según sé lo acusas de ser descomprometido en la época de dictadura. Tú sabes de mi admiración por la obra de Parra, al igual que la de Lihn (ambas obras son imposible de desligar). Quiero preguntarte acerca de la poesía política de Nicanor, que la tiene, y muy buena, recuerdo un par de versos: Revolución /revolución/ cuántas contrarrevoluciones /se cometen en tu nombre, o De aparecer apareció/ pero en una lista de desaparecidos. Pienso que la manera de operar de la poesía de Parra está dentro del lenguaje y eso problematiza políticamente no sólo a la derecha y a la izquierda o a la tradición, sino el pensamiento de una época. ¿Qué piensas acerca de eso?
- Lo que pasa es que la poesía de Parra es subversiva. Yo creo que ahí está el punto.
Pero, antes déjame partir por tus primeras afirmaciones. Sin ninguna duda (voy a utilizar tu expresión, aunque no la comparto, yo hablaría de influencias, de lecturas, de voces que se cruzan y quedan resonando, no hablaría de deudas), Para Matar este Tiempo es un libro deudor de la obra de Nicanor Parra. En 1982 y 1983 yo había estado leyendo una y otra vez los poemas del Cristo de Elqui; en octubre o noviembre de 1982 tuve la oportunidad de participar en una lectura en la Universidad Católica de Temuco junto a Parra y tal vez esa fue la primera vez que pude conversar largamente con él. En esa ocasión leyó también Guido Eytel. Recuerdo que había cientos de estudiantes, que Parra leyó algunos Artefactos; eran los años más opresivos de la dictadura, había mucho temor, mucha represión en todos lados. Y hablamos con Parra y después yo volví a leer Poemas y Antipoemas. Entonces, cuando escribí Para Matar este Tiempo venía con la carga fuerte de la obra de Parra y con la influencia de los poetas nicaragüenses, la poesía "exteriorista" de esos poetas.

Sin embargo, en el proceso de creación de ese libro mío no hubo conciencia de las voces que estaban resonando. Pocos días después de recibir el libro impreso estuve releyendo, por casualidad, algunos poemas del Cristo de Elqui y sentí, no con poco rubor, que la voz de Parra, que la voz del Cristo de Elqui, sonaba de manera bien notoria. Tal vez exageré el rubor entonces, lo que quiero decir es que sin duda hay una influencia fuerte de lo que yo había estado leyendo de Parra, pero también de los poetas latinos y de la poesía "exteriorista".

Luego, debo decir que la palabra justiciero la usas injustamente pues no soy justiciero de nada ni de nadie ni pretendo serlo. Tampoco he acusado ni acuso a Parra de ser descomprometido en los años de dictadura. Al contrario, tengo la impresión de sus textos y sus lecturas estuvieron, desde los años 80, no sé si con premeditación o no, muy cerca del compromiso por el término de la tiranía. Lo que yo he preguntado en un artículo publicado en La Nación el año pasado, y que repito ahora, es si es verdad que Parra colaboró con los militares recién producido el Golpe y aceptó ser funcionario nombrado por ellos en el Pedagógico de la Universidad de Chile. Si es verdad que trabajó para los militares mientras a estudiantes, funcionarios y académicos los perseguían, detenían y hacían desaparecer.

Parra y el poder, ahí hay un tema interesante. Parra ha estado cerca del poder y ha aceptado ser usado por el poder. Si Günter Grass hizo un mea culpa por su colaboración con las juventudes hitlerianas, no se humillaría Parra.

Sin embargo, ese coqueteo ciudadano con el poder se contradice con su obra, con el significado y las consecuencias o repercusiones de su obra. La poesía política de Parra no es poesía militante, es poesía subversiva, que da de patadas en los tobillos al orden y a las estructuras sociales, políticas, económicas y religiosas. Pone el mundo al revés y eso es super político. Coincido contigo en que esto es un problema para todos, los de derecha, los de izquierda, para el pensamiento de una época. Por eso digo que lo que hay allí es subversión.

La obra de Parra trasciende a Parra y tiene su propio valor.

A partir del viaje a Estados Unidos en 1943, y luego a Inglaterra, el autor de Cancionero sin Nombre, garcialorquiano y clásico, parece empaparse de lo que ve, lee y escucha en la poesía anglosajona y en los subversivos beats. No por nada Ferlinguetti publicó a Parra en su revista City Lights. Y entonces, Parra escribe Poemas y Antipoemas y propone que los poetas bajen del Olimpo.

Pero, no nos equivoquemos, no todos fueron poetas "olímpicos" antes y en todo lugar. Pienso en Marcial, en Ovidio, en Villon, en Whitman (que influyó poderosamente a Parra), en Pezoa Véliz, para poner cinco ejemplos de muchos.

Como decía, el poeta subvierte la realidad y el orden. Descree, desconfía, pregunta, pone el mundo patas para arriba. Subvertir, esa es la clave política. Y el lenguaje de la tribu como herramienta es la clave del lenguaje.

Ahí está Nicanor Parra. En esa línea que tiene tantos años como la furia del ser humano que no ceja en subvertir la realidad, como si otra realidad fuera posible.

Ahora bien, hay algo de lo que no es responsable la obra de Nicanor Parra, ni él mismo por supuesto. Esa especie de creencia de que cualquier cosa es poesía. Tú citas "tienes casa en Algarrobo, algo robas entonces", y la cita constituye un ejemplo de lo que planteo. O los "chistes", esos textos que parecen graffitis de los baños públicos. Esto ha provocado una distorsión, un daño tal, que cualquiera escribe cualquier cosa y trata de pasarnos gato por liebre, con el supuesto aval involuntario de la antipoesía parriana. Incorporar el habla de la tribu, llevar el lenguaje de la calle a la poesía no es una licencia para decir cualquier cosa y de cualquier modo. Unos pocos garabatos por aquí, unos chistes fomes por acá, unos juegos de palabras por allí, unas frases hechas y del habla cotidiana por allá, y listo. O la poesía es iluminación, deslumbramiento y te pone los pelos de punta o no es poesía.

Se ha escrito mucha tontera al amparo de la libertad que trajo Parra al lenguaje poético. Esto no es responsabilidad de Parra, sin embargo ha hecho mucho daño entre algunos autores y entre muchos lectores, sobre todo jóvenes, que terminan creyendo que la poesía es algo livianito y chistoso y con dos o tres garabatos.

Los mejores poemas de Nicanor Parra seguirán siendo los que están notoriamente lejos de esos recursos fáciles y vulgares. El Hombre Imaginario es un gran poema.

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La página en blanco es el peor desafío para un poeta/ El pueblo en la calle es
el peor desafío para un dictador
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- No voy a entrar en discusiones semánticas acerca de qué significa decir que Parra fue un colaborador de la dictadura, ya que eso nos puede dar harto hilo. Pero sí concedo que la discusión acerca de la obra de Parra v/s el poder es algo interesante de hablar y discutir y que es, a mi entender, inseparable de su persona. Ahí esta el famoso artefacto a raíz del té con Pat Nixon "A una rosa ni con el pétalo de una dama". Pero déjame agregar algo que aparece en las famosas entrevistas de Andrés Piña; ahora cito a Parra: "Yo me acuerdo de que, poco después del 73, al rector de la Universidad Católica, el almirante Jorge Swett, le preguntaban las razones del golpe. Entonces, él sacaba de un cajón los Artefactos, los ponía sobre una mesa y decía: Para que nunca más vuelva a ocurrir esto. Después mandó a quemarlos."

No me interesa instalar en esta entrevista una defensa a Parra, sino más bien discutir acerca de la poesía política, de la memoria, como hasta el momento supongo lo hemos hecho. Me extraña que dentro del contexto descrito al principio de esta entrevista, cuando hablabas de Para matar este tiempo, no hayas mencionado a Lihn, ya que su libro El Paseo Ahumada (1983) fue publicado en esas fechas. Lo menciono, porque me parece que en ese libro opera la subversión de la que haces alusión cuando hablas de Parra, el humor negro negro (Federico Schopf), el uso de la parodia, etc. Todo eso hace que El Paseo Ahumada sea un libro más que destacable dentro del contexto de la dictadura. Sé que en el plano de las omisiones hay expertos, por ahí en algún momento salió una antología de un premio nacional, donde compara a las más nuevas generaciones de la poesía chilena "sólo" con los poetas inaugurales, saltándose de plano a Jorge Teillier y a Lihn, sabiendo que estos dos poetas han sido por largo tiempo, poetas cabecera de varias generaciones. En fin, las obliteraciones son pan de cada día, tú lo debes saber por Para matar este tiempo. Quiero cerrar esta conversación con lo que te mencioné de El Paseo Ahumada (la operación política de aquel libro) y además saber un poco más acerca de tu relación personal y a nivel de obra con Teillier. Cuéntame el valor que les atribuyes a ambos en la manera de ver el mundo y su politicidad.

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Los carabineros de esta hermosa ciudad juegan
A los bandidos con los habitantes de esta dulce ciudad
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- No me metas en el saco de los expertos en omisiones, que más que omitir "borran con el codo de los poetas recientes la obra que escribieron con la mano nuestros predecesores", como bien dice Tomás Harris a propósito de aquella antología. Eso de pasar por alto a los poetas chilenos desde los años 40 hasta los 90 debe ser una broma o mala intención. Y la mala intención es penosa y degradante. Sobre aquel antologador diré que, como Parra, es un buen ejemplo de coquetería con el poder. Primero fue militante comunista, participó en reuniones de la célula de escritores comunistas a mediados de los 80, y luego lo negó; fue funcionario de la Concertación, le dedicó un libro completo a un presidente, y ahora escupe la mano que le dio de comer. De tal suerte que, antes de hablar, hay que mirarse primero al espejo, que no miente. Tú mismo, en alguna conversación de los últimos años, me pedías separar la obra de la conducta. A mí me cuesta hacerlo y no quiero, en realidad. Estética y ética, ergo sum.

Y no se trata sólo de Teillier y de Lihn. No es necesario entrar en esto. La poesía funciona a pesar de nosotros y pervivirá aquella que sea capaz de respirar ante las manos y los ojos de los lectores del porvenir.

Recuerdo a Eduardo Llanos diciendo que lo que hacemos, si es que lo logramos, es agregar apenas algo así como un suspiro en la neblina, un verso en el libro enorme que se escribe y se seguirá escribiendo más allá de nuestras ridículas pretensiones y vanidades. Entonces, cada verso remite al anterior, a los anteriores, y es un eslabón que tomará un nuevo verso a continuación. Digo esto por cuanto Enrique Lihn, Armando Uribe, Eduardo Anguita, por nombrar apenas a tres, también son acreedores de Para Matar este Tiempo. No nombré antes a Lihn porque la conversación giraba alrededor de Parra. Y la poesía de Parra nutre la poesía de Lihn. Pero, como bien apuntas tú, el humor negro, la ironía, la parodia, desde los poetas latinos hacia adelante, constituyen parte esencial de las voces subversivas, que le tocan la oreja al poder y no transan.

Pocas semanas después de publicar Para Matar este Tiempo, Eduardo Llanos le mostró el libro a Lihn. Fue en la Casa del Escritor. Yo estaba ahí y miraba de reojo los gestos de Lihn, quien ojeaba y hojeaba el libro. Enrique Lihn leía, supongo, y sonreía. Ni esa vez, ni después me atreví a preguntarle por qué sonreía, tal vez por miedo a su crítica y a su humor negro.

Su patada en el culo es mi ascensión a los cielos que son lo que son y no lo que Dios quiere, pone un verso del poema Cámara de Tortura, del libro El Paseo Ahumada. Ese libro fue publicado en 1983 y yo lo debo haber leído días o semanas antes de publicar Para Matar este Tiempo. Poesía desgarradora, escéptica, lacerante la de aquel libro de Lihn, que tiene como punto de partida y de llegada un paseo peatonal que hoy es parte de la "normalidad", pero que a comienzos de los años 80 era un símbolo urbano y arquitectónico, con sus personajes y sus mendigos, sus policías y agentes de civil, un símbolo de la dictadura militar. Lihn es subversión desde La Pieza Oscura hasta Diario de Muerte. Subversión ante el orden, la norma, la rigidez estética y la falsedad ética. Sin concederle nada al poder y a los poderosos. Poesía política verdadera, que las "versainas consigneras", como dice Gonzalo Rojas, son otra cosa.

Enrique Lihn era el padre severo, exigente, que no dejaba pasar una. Severo y austero consigo mismo. Un padre, sin embargo, que no queríamos matar ni debió irse tan temprano. Jorge Teillier era el padre permisivo, acogedor, cariñoso. Recuerdo su sencillez, su conducta generosa, su sabiduría silenciosa. Yo he dicho alguna vez que Teillier es el gran poeta chileno del siglo veinte, no con el afán de desechar a nadie ni omitir a nadie ni menospreciar a nadie. Lo he dicho porque él encarna una actitud ante la vida y la literatura, prístina y consecuente, lejana de cualquier ambición, pretensión o vanidad. Lejana del vacío de los grandes discursos tartamudos de los que no tienen nada que decir.

Porque en la obra de Jorge Teillier hay subversión, claro que la hay; de otro tipo y contra otro orden. La poética de Teillier es usual como el cielo que nos desborda… una moneda cotidiana que debe estar sobre todas las mesas.

En el poema El Poeta de este Mundo, Teillier pone que no se escribe con saliva, con bencina, con muecas y que la poesía no se va a vender a los mercados a la moda… la poesía es un respirar en paz para que los demás respiren, un poema es un pan fresco, un cesto de mimbre. Subversión ante un mundo que pierde sentido y se deshumaniza, subversión frente a un modo de decir que pretende llamar la atención con bromas de payasos pretenciosos. Una poesía que recupera los sentimientos, que no el sentimentalismo, como nos enseñó Raymond Carver.

Algunos pueden no compartir el punto de vista de Jorge Teillier, pero la autenticidad y verosimilitud de su obra son indudables. Que de esto se trata: de verosimilitud, voz propia y honestidad.

De Jorge Teillier hay una huella evidente en mis libros Mal de Ojo y La Manzana de Oro.
Libros que están dentro de una suerte de paréntesis, entre Para Matar este Tiempo y Hombre Muerto.

Gracias a Jorge leí a los poetas suecos, que son muy de la naturaleza, podríamos decir "láricos" incluso. Y entonces se comienza a unir todo: los poetas chinos y la poesía de los beats, de quienes conversábamos con Teillier por mi insistencia en relacionarlo con Kerouac. El decía que no, que no tenía nada que ver con los beats, y de esas discusiones seguramente salieron los poemas de Salto al Vacío, publicado en 1998.

Lihn y Teillier, cada uno a su manera, con poéticas que se ven tan distantes y distintas, escribieron poemas que ponen los pelos de punta.

Los poemas saben cosas que nosotros no sabemos. No hay nada más subversivo y político que provocar en el lector esa intranquilidad, ese sentirse incómodo, esa falta de aire, ese temblor, ese escalofrío de lo que se nos revela por primera vez.

 

 


De Para Matar este Tiempo (Santiago, octubre, 1983)

3

La poesía debiera ser algo entretenido
Que sirviera para matar este tiempo
Sin echarse más problemas encima
Poesía livianita como una película yanqui
Poesía sin palabras difíciles
Fácil de entender para todos los analfabetos.

7

Los carabineros de esta hermosa ciudad juegan
A los bandidos con los habitantes de esta dulce ciudad
Llegan al caer el sol cuando comienza a oscurecer
Se esconden entre los arbustos en las esquinas
Con sus cascos y sus palos en la mano derecha
O se vienen con sus micros y sus tanquetas
Y se dedican a apalear a los muchachos que cantan
Y encienden fogatas para detener el tránsito
Los carabineros servidores de esta hermosa sociedad
Disparan bombas lacrimógenas como malos de la cabeza
Y vamos llorando como si estuviéramos picando cebollas
Disparan sus fusiles como si estuvieran cazando conejos
Y vamos arrancando como si fuéramos conejos
Arremeten contra los muchachos como si fueran animales
Y vamos apretando cachete de los animales
De esta hermosa ciudad.

27

Leemos en los diarios de esta prensa libre y democrática
Que los viejos demócratas se reúnen y dialogan
Claro que dejando fuera a los demonios comunistas
Para darnos una nueva democracia estable y eficiente
Donde todos seamos libres para pensar y decir lo que queramos
Siempre que no se nos ocurra pensar como comunistas
O socialistas que vienen siendo lo mismo.

30

Entendámonos bien
Siempre habrá pobres en la tierra
Si hasta el mismo cristo de belén lo dijo
Para qué seguimos haciendo tanto ruido
El que es rico es rico
Y el que es pobre pobre se va a morir no más
Qué culpa tenemos nosotros de haber nacido
en familias acomodadas.

43

Un grupo de amigas de Pía Undurraga
Un grupo en una esquina de la pobla
Se reunió hace unos días
Como tantos otros grupos que nada tienen que hacer
Para celebrarle el cumpleaños número 15
Porque no tiene trabajo y no pueden estudiar
Con un entretenido baile de disfraces
Pasan la tarde fumando yerba hasta perder el sentido
La fiesta estuvo super entretenida según todas las amigas
Y cuando se acaba la yerba les da por robar
Y prometieron repetirla nuevamente
Para comprar más yerba o pisco
Tal vez arriba en la parva o en farellones
Y así seguir toda la noche y no saber del mundo
Porque ya ha comenzado la temporada de ski
Claro si ayer se murió un niño de hambre en la pobla
Y los estudiantes están en vacaciones de invierno
Y todos los más chicos están con bronconeumonia
En la fotografía vemos el grupo de amigas en la fiesta
Por lo menos volados se les pasa el hambre.

64

El asunto que nos ocupa esta tarde es de suyo importante
Pongamos atención no nos dejemos llevar
Por nuestros propios anhelos
Y permanezcamos en esta sala con los 5 sentidos
El sujeto que veis allí sentado con la vista vendada
Es un típico ejemplar comunistoide socializante el renacuajo
Altamente peligroso para todo y desde todo punto de vista
Mírenlo detenidamente al detenido
Grábense hasta el último detalle de su rostro
Y ahora distinguidos colegas quién desea propinarle
La primera descarga eléctrica al invitado.

 

 

 

 

 

 

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Los poemas saben cosas que nosotros no sabemos.
Entrevista a Guillermo Riedemann.
Por David Bustos