
        CIVIL
          Por David Bustos 
          
        Un  poeta civil no fumiga ni extirpa, no hace zancadillas y borra con el  codo, porque sabe  perfectamente que la poesía la hacen todos  y que somos un punto efímero dentro de la historia.
        Partir  mostrando los papeles de buena conducta política y después  terminar en qué va mi vida hasta ahora sería  francamente ir contra de lo que considero ser un poeta civil. La  orgánica militar dentro de un partido para muchos ya es una  ingenuidad o para otros, los más viles, un trampolín  hacia el descanso merecido del intelectual. Civil, sería ir  todos los días a trabajar, no adscribirse a un conglomerado  que me represente y que piense mi situación dentro de una  sociedad, pensar los libros que se escriben como propuestas sociales  divergentes dentro de un contexto cultural. Civil sería creer  en la obra y no en el personalismo ni en las instituciones, porque  todos sabemos que estas tarde o temprano se pervierten o derechamente  nacen pervertidas. No ser un poeta civil es llenar la solapa de los  libros con datos académicos, lecturas en la quebrá del  ají y premios imaginarios y becas imaginarias. Un poeta civil  no fumiga ni extirpa, no hace zancadillas y borra con el codo, porque  sabe  perfectamente que la poesía la hacen todos y que somos  un punto efímero dentro de la historia. Un poeta civil opera  tejiendo y atravesando la calle todos los días, porque tiene  conciencia de que cada sistema tiene su lectura de la realidad.
        Pero  la primera condición pienso es no imponer la idea de poeta  civil, cada uno sabe lo que hace y tiene la libertad de sentirse como  quiera, lo que sí el poeta civil jamás debe definirse  en oposición a un sistema, grupo o generación, porque  ser civil es tan natural como despertar todas la mañanas, por  tanto su baba de caracol su pequeña historia se podrá  rastrear en su trabajo de zapatero en revistas o proyectos  editoriales y quizás con suerte en alguna declaración  directa después de años de pegarle al zapato con el  martillo.
        El  poeta civil raras veces se transforma en objeto deseado,  un poeta  civil  por ejemplo es Ennio Moltedo, con su oficina de hace treinta  años, sin tratar de ser profeta en Valparaíso, su  poesía es como un periódico que llega con retraso, pero  es leída con asombro y lentamente por dos, tres, cuatro  generaciones.
        Dónde  está la política dirán algunos, bueno ahí  está, en levantarse todas las mañanas, tomar la misma  micro y escribir todos los días algo, Bertoni dixit: dile  algo a tu libretita.  
        El  poeta civil se pierde todas las ferias del libro, no juguetea con el  poder y no le debe nada a  nadie, porque su lucha y su apuesta está  dentro de su obra, ahí podemos leer su real política,  su baba de caracol.
        Yo  no estuve en Dawson, ni en Villa Grimaldi, ni me detuvieron,  pertenezco a otra época y por es mismo da como vergüenza  ajena, ver tanto compromiso político del poeta de hoy, cuando  no existe ni la CNI ni la DINA, hablar del mapa político y el  mapa físico cuántico de la política es hasta  taquillero. Declarar abiertamente que se perteneció a tal o  cual partido, pues bien yo podría nombrar a varios de mi edad  que no sólo pertenecían sino que eran de armas tomar y  hasta muy tempranamente torturados. Pero si ellos dignamente no usan  esos episodios dolorosos como abre latas, para darse un espacio en  cierta escena poética, menos podría hacerlo alguien que  tiene ni la mitad de la experiencia de los camaradas que no deseo  mencionar.
        El  poeta civil o el escritor civil escribe una obra para exorcizar ese  dolor o muere pollo, por ejemplo Primo Levi.  
        Ser  revolucionario hoy es un juego de niños y todos lo sabemos y  por eso nadie dice nada porque como dice el dicho: el que calla  otorga. Lo que sí tengo bien claro que estoy a años luz  del dolor de poetas como: Aristoteles España, Floridor Perez,  Elicura Chihuailaf, Cristián Cotet, Clemente Riedemann por  nombrar algunos. Por respeto a ellos y a toda una generación  no me lavo los dientes con lo de militante, poesía política,  porque finalmente sabemos que sí ellos no hablan y siguen  trabajando en silencio, menos vamos hablar los más jóvenes  que estuvimos oliendo de lejos las bombas lacrimógenas, por  decirlo de alguna manera.
        Finalmente  la valentía política según creo, sería  tener una postura y sostenerla con el ejemplo. Para eso habría  que dejar las máquinas de fumigar a un lado, los reflectores y  desenchufar el amplificador, habría que escuchar para ser  escuchado y pasar de la histeria a la reflexión y la empatía.  Pero sabemos que la histeria es exhibirse para ser deseado sin jamás  consumir el deseo: para consumar el deseo tendría que existir  entrega y el poeta de hoy sólo se entrega a sí mismo,  tiene terror de dejar su primera persona del singular, en definitiva  no cree en la poesía como lenguaje, cree en la poesía  como locución de su narcisismo.
        
        
        img: Ennio Moltedo, por Lukas