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la contemplación  como un salto sobre este vacío 
        Por Carlos Henrickson
        
        
        El presentar la  intimidad en literatura hace tiempo que es anatema por su aparente paso atrás (sobre  todo no hablar de mí mismo, nos resuena generacionalmente a todos los  malcriados bajo Rayuela), y el gesto extremo contrario, el reflejo de la  realidad en su aspecto más concreto, es también un gesto de retaguardia después  que hasta las ciencias duras se cuidan de pronunciar la palabra real como  si tal cosa. Habitar la crisis que resulta del supuesto quiebre del dilema  –cuyo pasaje obligado es reconocer que no hay nada que decir- ha sido  uno de los gestos genuinamente modernos y dignos de representar nuestra  conciencia –borracha de ideologías y siempre dispuesta a dormir.
         David Bustos  (Santiago, 1972), en Jardines Imaginarios (Santiago: Alquimia Ed.,  2010), no ha dudado en unir ambos gestos de retaguardia con un recurso que es  también de la retaguardia más genuina: la llamada a la figura del jardín, que  desde temprano en la historia de la cultura se ha alzado como mediación entre  el mundo íntimo y el mundo externo –desde cierta perspectiva, haciendo posible  que en la representación estos dos mundos existan con pleno derecho.
         La consecuencia de  traer el jardín hacia el contexto crítico del universo poético de los últimos  años en Chile, es el deber de Bustos de plantear y definir permanentemente esta situación de su escritura. El especial carácter de mediación del jardín  no logra entregarse del todo a su imaginariedad: el poeta no puede evitar la  ambición de entregar estos espacios como instancias de restauración de una  realidad posible -esto es, lo imaginario se hace un momento potencial de un  proceso que va hacia una realidad, por más que sea ésta inalcanzable para el  lector. La apelación a Marianne Moore[1]  –cuyo Poetry es claramente referido desde el título del libro-, que  concluye presentando jardines imaginarios / con sapos y culebras, Marianne /  abriéndose paso por el poema, ya resulta decidora, así como en el poema La  vida retirada:
        
          
            Pero el jardín no es más que el huerto
              del que el hombre obtiene su dieta
              desde ahí se lee el mundo. [2] 
          
        
        La realidad  inalcanzable para el lector coincide, entonces, con la piedra de escándalo de  la poesía moderna: la dimensión vital del autor, que no deja de aparecer en la  medida en que él mismo sabe definir su escena a través del don de la  contemplación activa y, por ello, debe asumir la recaptura de su privilegio  autoral. La perspectiva de Bustos es, así, capaz de devenir y reconocerse como única y llegar a plantearse como analogía del despertar del Buda, referido  significativamente como punto de partida del poemario en el poema El parque  de los venados (cito los versos finales):
        
          
            (...)
              Después de esto y lo otro y en el principio
            Apago mis palabras como si se tratara de una vela
              Humedezco mis dedos con saliva
              Abro los ojos [3] 
          
        
         Esta  contemplación activa, entonces, no corresponde en absoluto a la ambición  totalizadora histórica que terminaba forzando la perspectiva hacia pliegues de  oscuridad en Ejercicios de Enlace (Santiago: Cuarto Propio, 2007)  –dimensiones abismales en las cuales se revelaba por negación la perversidad de  la memoria histórica, su imposibilidad en cuanto discurso, su anti-naturaleza-,  sino a la definición de perspectiva que resulta de una puesta en lugar de  carácter netamente personal y voluntario. La nitidez de la imagen poética se  hace primordial:
        
          
            El eco del cuervo deja rastros
              en los campos nevados, el aro
              del sonido persigue el hilo 
              de sus vueltas.
            (Las pupilas de un perro siberiano se  contraen con la nieve)
            (...)
            El vuelo rasante del cuervo entre copos de  nieve.
              La Vía Láctea.[4]  
          
        
        La  lectura simplista que quisiera hacer de estos textos una imitación directa de  la literatura de Extremo Oriente más difundida en el universo de la poesía  moderna (el haikú, la poesía china de la Dinastía Tang),  naufragaría absolutamente ante la variedad formal del libro, sin darse cuenta  de que Bustos ha hecho un acercamiento mucho más profundo a estas posibilidades  expresivas, encontrando en estos textos formulaciones de respuesta ante la  crisis de sentido y representación de la poesía latinoamericana contemporánea.  José Kozer ya lo plantea con precisión en el postfacio:
        
          (...) estamos ante un libro  que respira disolución, aspira a la disolución, quiere ser inscripción abierta  a su propia disolución, claro está, después del registro, la huella, el trazo  (la escritura): aspira a replegarse dentro del cuerpo o corpus de escritura, a  fin de evitar el caos de la maleza, la intranquilidad del crecimiento  desaforado, la falta de equilibrio y serenidad ante la compleja realidad, no  necesariamente vitalidad, del mundo en que está incrustado el poeta moderno. [5]
        
        Esa  voluntad, bien analogable a lo que se podría denominar voluntad clásica –gesto  también reconocido lúcidamente por Kozer-, está forzada a reconocer la  necesidad de cada acto de escritura por sobre toda posible arbitrariedad, y en  este sentido, llevar el texto a una instancia de individuación que abarca mucho  más allá de factores meramente estilísticos. El privilegio autoral se  reconstruye bajo la unicidad de la perspectiva, y la necesidad que, por  ende, termina asignando al objeto observado. Siempre dentro de la esfera de  pensamiento en que el libro desea ser inscrito, me parece bien citar un texto del Shõbõgenzõ, de Eihei Dōgen (1200-1253), fundador de  la escuela Sōtō del budismo zen, que explicita bien el alcance del proceso contemplativo activo  que hemos estado describiendo:
        
          La verdad del Buda es el  tiempo. Para conocerla, es necesario conocer el tiempo en la forma en que nos  es revelado. Y así como el tiempo es algo que ya ha llegado a nosotros, la  verdad del Buda no es algo que deba buscarse en el futuro sino algo que se  percibe donde estamos. [6] 
        
        Una  certeza tal depositada en lo que desde Occidente llamaríamos lo fenoménico,  permea absolutamente la voluntad de escritura de Bustos en Jardines  Imaginarios, y sin embargo, no se asienta como perspectiva única –lo que  generaría un ritmo común inmediatoentre el creador y su obra.  Esta perspectiva personal supone, en cambio, la permanente presencia de aquello  que resulta privilegiado por la contemplación activa, aquello que marca con  absoluta definición la diferencia entre el contemplador y lo contemplado –y  gracias a este carácter procesual es que no puede dejar de haber una  búsqueda permanente de claves de lectura, signos de revelación que no pueden  sino guardar restos de la esencia misma del autor, enlaces con la práctica  efectiva de la búsqueda de una verdad -vista como un camino, dharma-, y  el reconocimiento de un reino intermedio (en que la multiplicidad del  mundo puede revelar una esencia única tras la máscara de símbolos). Este  carácter paradojal de todo conocimiento legítimo es el que Bustos desea y logra  plasmar en la cuidadosa descripción de una naturaleza exterior a la obra  literaria, una naturaleza que ratifica la unidad fundamental entre experiencia  y creación, y por ello puede optar a ser respuesta ante el vacío de las  escrituras en crisis del que ya hablaba antes.
         Esta  voluntad crítica, implícita en la apelación a Marianne Moore, es abierta en el  poema Jardín en movimiento:
        
          
            Un jardín puede ser un  balbuceo 
              que se transforma en  lenguaje de la tribu.
            Una casa comienza a caerse  por ejemplo,
              alguien sale, el resto muere  aplastado
              por la costumbre de  calentarse las manos
              en el idiotismo de los  entendidos.
            La poesía latinoamericana  como un jardín de sombras.
            (Cáscaras de limón hervidas)
            Estatuas cubiertas por  enredaderas,
              arañas de cristal tejiendo  celadas
              en la esquina de la letra o  la república. [7] 
          
        
        Así,  ante la disolución a la que se refiere Kozer, la poética de Bustos puede  plantearse como fuerza constructiva en contraste a una disolución mucho más  catastrófica –pero constructiva sólo en la medida de modificar radicalmente su  punto de vista. No se nos quite de la cabeza que el dominio vegetal de un  jardín se asienta sobre un lugar invisible, y su orden depende, tiene y hace  límites con respecto a la naturalidad del crecer. La disolución en cuanto  poesía lleva fácilmente a una visión puramente vitalista del texto literario, y  por ello corresponde, en este caso, ser capaz de encarar y resignificar la  belleza literaria en su sentido más clásico. Y, en este sentido, la técnica  literaria –el arte- de Bustos se revela de manera asombrosa como uno de  los escasos ejemplos de tal desarrollo, en un tiempo en que nos hemos ido  acostumbrando al privilegio del gesto por sobre la práctica de la  escritura.
         Muestra  de retaguardia, sin ninguna duda, y en cuanto tal un aporte necesario dentro de  un escenario de vértigos. Sin olvidar que habita una crisis, da a ésta el  sentido que en estos parajes aterrados del moderno Occidente hemos preferido  dejar pasar: el de oportunidad de reordenar y replantear la práctica literaria  desde nuevos enraizamientos.
         
        
        BIBLIOGRAFÍA
        BUSTOS,  David. Ejercicios de Enlace. Santiago: Ed. Cuarto Propio, 2007. Jardines Imaginarios.  Santiago: Ed. Alquimia, 2010.
          CIRLOT, J.E., A Dictionary of Symbols.  Taylor & Francis e-Library, 2001.
          DŌGEN, Shōbōgenzō –Treasury of the Eye of the True Dharma. Trad.  del Soto  Zen Text Project. 2001-8. Cap. Buddha  Nature / Shōbōgenzō busshō.
          http://hcbss.stanford.edu/research/projects/sztp/translations/shobogenzo/translations/bussho/pdf/bussho%20translation.pdf 
          MOORE, Marianne. Complete Poems. London, Eng.: Penguin Books, 1981.
         
        
        NOTAS
        
          
             [1]  Bustos: 2010, p. 31, Marianne Moore.  Cfr. Moore: 1981.
           
          
             [2]  Id., p. 45, La vida retirada. 
           
          
          
             [4]  Id., p. 15, Detalle del descenso, frag..
           
          
             [5]  Id., p. 49, David Bustos lee el mundo desde un jardín.
           
          
          
            [7]   Id., p. 27, Jardín en movimiento.