
        LOS  4 TIGRES
        David Bustos
            
        Bertoni  vuelve a su casa rodeado de perros en Con Con, se inmoviliza ante una  ventana y recuerda a I Love Supreme, mueve sus caderas, luego sus  manos, avanza y retrocede, los perros agitan sus colas, se quitan de  encima su piel de perros y arman una quinteto. Las polillas entran y  salen de la imagen sepia de una playa deshabitada. El poeta camina  despreocupado por la orilla, recoge un zapato, piensa, tararea, hace  círculos con una rama en la arena. Bolaño lo mira desde  la arena, él no sabe que Bolaño lo contempla, ambos  mueven sus pies, ambos sonríen, ambos escriben en la arena,  los perros siguen la situación, el sol como una pastilla  efervescente entra en el horizonte, un riel ferroviario se oxida  dentro de los intestinos de la historia. 
        El  poeta de Cocón camina descalzo, hace sonar unas cuantas  monedas en sus bolsillos. Bolaño lo sigue con la mirada. El ex  poeta llega en micro, respira su asma, se acomoda los lentes, divisa  lo que sucede y entra con el balón dominado, la arena en sus  tobillos le recuerda los veranos de Cartagena. Bertoni lo recibe y lo  invita a caminar, desde lejos se ve un punto, se ve una oscura sombra  que orilla la orilla, destempla la espuma, sacude la tarde, ladea la  escena. Una sombra que tiene el cabello ensortijado, una espesura que  sonríe detrás del viento arenoso de la tarde, porque  esto es una tarde, porque de eso estoy hablando, porque la humedad de  la arena no retrocede. Bolaño se une al grupo, los tres  caminan hacia el punto que ladea el cuadro, los tres deciden caminar  decididos, con los zapatos viejos del mar, los tres empuñan la  arena caliente en sus manos. La sombra adquiere la forma de una  jirafa, luego es un caballo azul desorientado. El punto ya no es un  punto es una figura, alguien que va directo hacia ellos, un hombre  que ahora tiene rostro y ojos, un rostro que camina a envestirlo,  pero que luego parece acercarse a pedir cigarros a pedir ayuda  a  pedir fuego, un hombre que es una tapa de un libro del Fondo de  Cultura Económica. Un hombre que debería ser un tigre,  que escribió detrás y antes que todos, un poeta que no  camina como poeta, que avanza como una efímera vulgata. 
        El  ex poeta distingue quién es e intenta retroceder, intenta  abortar la misión. Bolaño no retrocede aumenta su paso  y extiende su brazo,  un metro, dos metros, tres metros, y alcanza  los dedos de Enrique Lihn, los aprieta con decoro, los agradece de  una vez y para siempre.