Reflexiones en torno a “Ejercicios de enlace” de David Bustos
(Editorial Cuarto Propio, 2007)
Por Edson Pizarro
En un bar (disculpen lo poco “elegante” de empezar), donde el autor del libro y varios poetas estábamos presentes, alguien de la mesa señaló: “Me gusta este libro porque, comparado con los fomes academicistas de los 90’, generación en la cual creo que eres el más joven, es más entretenido, es un libro arriesgado”. Cuando se le pidió que señalara autores y libros que encontrara “fomes”, no supo que responder. Este discurso desde hace un tiempo se viene repitiendo en muchos poetas de esta generación, pero cuando se les pide que fundamenten nos damos cuenta que es una mera opinión (en oposición a una crítica), ya que no existe un desarrollo en su explicación, o, lo que es peor, ni siquiera los han leído, lo que lleva a concluir que simplemente reproducen lo que escuchan de otros. Alguien que sí ha leído es David Bustos, y ello me motivó a transcribir una serie de reflexiones que me llevaron la lectura de su último libro, “Ejercicios de enlace”.
- Estoy en desacuerdo con Andrés Anwandter con que el título de este libro poco tiene en común con la poesía de Bustos, desacuerdo que iré fundamentando al transcurrir de este texto. Primero, de alguna u otra forma, él logra “acuartelar” a la poesía de una generación, logrando enlazarla a través de una técnica de montaje más cercana a los denominados Mash-up, una nueva forma electrónica de remix musical en donde, básicamente, se unen dos canciones y se crea una tercera. En los mashup se usa la famosa técnica, conocida por varios poetas, llamada cut ‘n’ copy (cortar-pegar en jerga informática), pero se filtra de manera minuciosa para lograr una compatibilidad entre estilos diversos no solo a través de letras y sonidos, sino de estructuras. Así como podemos escuchar un dúo entre Madonna y Thom Yorke con bases de Pearl Jam, en este libro logramos reconocer, por ejemplo, no solo a Víctor Jara poniendo música en una disco, sino que también a Alexis Figueroa o a José Ángel Cuevas en estructuras de Gonzalo Millán, entre otros.
- La pregunta sería entonces “¿Dónde está la escritura de David Bustos en este libro? ¿O acaso se remite a la de simple d.j.?” No intento resolver esta pregunta, pero creo que buscar una “voz” en una obra polifónica como ésta es una tarea aburrida e, incluso, escolar. Podríamos pensar que si este libro cayera en manos de un joven lector sin prejuicios, que no conozca nada de poesía podría apreciarlo como una unidad. La primera respuesta realista sería que no, porque alguien de estas características lo más probable es que nos lo arroje por la cabeza, ya que simplemente, lo jóvenes no leen. Este libro, entonces, no iría enfocado a cándidos lectores. Tampoco para eruditos aburridos que vayan, línea por línea, descifrando de quién es tal o cual verso, sino que, más bien, invita a una reflexión: “El asunto es asfixiar al sujeto”(Ejercicio N° 29). Señala López1: “En el libro de Bustos no importa quién es el que está hablando, ni de quién es este verso o esta línea. Quizás haya llegado el momento de reconsiderar el papel del “sujeto” en la poesía lírica contemporánea, la relación entre el organismo y la identidad.” Más que una escritura de citas, la poesía de Bustos es una poesía “para-citaria”, en el sentido que el prefijo “Para” significa 'junto a', 'al margen de', 'contra’. Creo que eso es lo que importa más que la cita en sí: lo que la acompaña, lo que la rodea2, lo que está entre ambos límites.
- La relación de David Bustos con la tradición, él la explica así: “Como decía Haroldo de Campos, la poesía es traducir la tradición, el poeta debe formar parte de un proceso de transmisión de la cultura y del conocimiento que necesita renovarse una y otra vez para que de verdad exista transmisión y no simple repetición. Y añade Haroldo, el poeta debe leer creativamente la tradición, única manera de trasmitir sus valores.”3 Debido a mi experiencia en talleres literarios, tanto como participante y monitor, me he dado cuenta que muchos jóvenes que recién están aproximándose a la escritura varían su percepción hacia la tradición poética desde una imposición opresiva hasta el otro punto, el de pleitesía. Es cosa de leer cualquier antología actual de poesía joven para darse cuenta que son menos los irrespetuosos y abundan los pequeños Lihn, pequeños Teiller, pequeños Lira y pequeños Zurita. Creo que ahí radica el riesgo que posee “Ejercicios de enlace”4: es que es una escritura que está en el límite de, por un lado, ser un “homenaje”5 que pone en tensión la noción de influencia, marcando una posibilidad de corte de la tradición al evidenciar tan claramente su referente y, por el otro lado, la posibilidad de ser leída como un libro homologador, que silencia varias voces de la escritura de los ochenta (los seleccionados y no) a través de la unificación que hace en el texto, lo que incita a una lectura reflexiva no sólo en relación al contexto histórico, sino a la relación del poeta actual con la tradición.6 Creo que esta relación se explica en que traducción, tradición y traición tienen la misma etimología y todas ellas remiten a un puente. Tradición es el cruce de conocimientos a través del tiempo, traducción es cruzar el puente del lenguaje, y traición es el que se cambia de orilla. Chile cruzó un puente, el de la dictadura a la democracia, pero el peaje fue, más que doloroso, engorroso.
- Estoy de acuerdo con el artículo escrito por Aedo y López7, en relación a la poesía de los 90. Si bien puede tener algunas “tallas ortográficas” (que lo único que denotan es lo impulsivo de la confección del texto, nada que cualquier corrector solucione de una manera “académicamente aceptable”) me hace pensar en la necesidad de una crítica seria para poder llegar así a un verdadero debate sobre la poesía y su característica “generacional”8. Hay que entender que la historia de la poesía, más que una antropofagia o fumigación entre poetas mayores y menores, es la historia de una sucesión de lenguajes absolutamente diversos (y en grados diversos), que el lector debió aprender lentamente. No es mi interés validar o desacreditar a una poesía llamada “de los noventa”, lo único que puedo hacer es leer primero su contexto y luego poder criticar. No creo que sea una poesía escrita con miedo, sino que escrita con desconfianza, debido a la incapacidad de las palabras de expresar este proceso. El miedo es una reacción natural del sistema nervioso ante lo desconocido, y esto, llamado “democracia”, era un terreno nuevo e inestable, no se sabía realmente hasta cuando podría durar teniendo al Dictador ejerciendo, como General, aún el poder de la armas9. “¿Cuál es el símbolo tras el movimiento de tropas? /¿Qué ejercicio bucal hace la lengua? ¿Qué gárgaras? ¿Qué lengua es la que habla ahora?/¿Qué es lenguaje militar? ¿Qué es civilidad? ¿Qué hay detrás de esos matorrales? /Cuántos años faltan para comenzar a escupir lo que tuvimos que tragar?”(Ejercicio N° 32) Eso fue el boinazo, un desequilibrio que fue arreglado mediante una negociación que nunca se supo bien en qué consistió pero si sus resultados, cediendo a los petitorios de los uniformados10. Esta era la nueva democracia, una que negociaba con los que antes tuvieron en el poder. Porque la dictadura también generó una tradición que a la Concertación le ha costado romper, básicamente, porque varios se han cambiado de orilla.
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