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UNA ESTÉTICA DE LO GROTESCO:
El hombre elefante y otros poemas de Miguel Ildefonso
darwin bedoya
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Entre todas las artes la poesía es la única que ya no existe... dice, en las antípodas, uno de los poetas más actuales y más activos en nuestro mapa literario de hoy, tal vez sea uno de los integrantes más prolíficos y descollantes de la poesía peruana de los 90: Miguel Ildefonso. Ha publicado alrededor de una docena de libros de poesía, entre los tres últimos títulos está El hombre elefante y otros poemas, 130 pp. Fondo Editorial de la Asociación Peruano Japonesa, 2016. Este nuevo libro —al igual que casi todos los poemarios publicados por nuestro poeta—, ha sido merecedor de un importante reconocimiento: el Premio José Watanabe Varas de la Asociación Peruano Japonesa, 2015.
Desde Vestigios (1999) hasta Diario animal (2016) ha pasado mucha agua bajo el puente, quizá por eso Miguel ha anunciado que este libro es parte de un largo proyecto y, a la vez, de un solo texto que empezó a escribir en los 90 y que, además, cierra todo un ciclo de trabajo poético (ciclo de despedida y de inicio) que no solo refleja completud y realización dentro de su línea estética, sino también un decir poético lleno de apuestas y propuestas: un canon poético de la madurez, además de cantar, en tono mayor, la resistencia a las voces de la destrucción; todos estos signos se entrecruzan para hacernos ver esa latente vena del autor que nos conduce a una épica de la vida que ahora, como en sus libros precedentes, también se nota en este nuevo texto.
El hombre elefante y otros poemas que se podría titular también: El cántico de las criaturas, se divide en dos partes: Los monstruos y Otros monstruos. En Los monstruos la apuesta que hace el autor no es accesoria, y se entiende al concluir la lectura, porque es un juego de espejos, una suerte de recreación de voces y personajes; un desdoblamiento y transmisión de las sensaciones que muestran, de manera más lírica las múltiples voces en tiempos diversos y distancias insondables adquiriendo intensidad y mayor lirismo, casi una metapoética. La idea del autor al seleccionar personajes grotescos, seguramente tiene que ver con la intención de mostrar de estos monstruos su lado humano, sentimental, estético al fin y al cabo. No nos sorprenderá, por eso, encontrar a un Kafka meditativo, a un Van Gogh pintando entre los ojos de los bichos o al Fantasma de la Ópera escuchando unos aplausos en el centro de su inframundo. Tampoco nos será extraño toparnos con un Pinocho tirado entre juguetes empolvados y, no resultará insólito ver desde una ventana al Joven Manos de Tijera deambulando entre un jardín de árboles disecados. En los distintos pasajes o reescrituras hay una suerte de interlocutor ausente, alguien para quien se escribe y que no es un lector anónimo, alguien que recibirá el mensaje para escrutarlo y que lo espera. Aparecen referencias a una época y un lugar, a un dolor físico y emocional, lo que hace que se emparente este libro con los anteriores de Ildefonso, y, por supuesto, este poemario sigue trazando esa línea que marca —en la poesía peruana—, un cierto hito generacional.
Quizá la parte más reflexiva del libro sea la última, Otros monstruos, allí se percibe una gran sensibilidad que se ve expresada por la necesidad de sentido, pues trata de definir al hombre contemporáneo una vez desenmascarados los excesos de la postmodernidad, las carencias del individuo actual y la valoración de la poesía a la luz de los últimos acontecimientos del mundo. En estas páginas finales, intelecto e intuición animan la frondosa poesía de Ildefonso: la poesía es delirio.
En definitiva, El hombre elefante y otros poemas es una poética que embiste el cuerpo central del problema: la presencia y magnificidad de un arte o post-arte, o post-literatura que ni resuelve ninguna de las cuestiones actuales ni procura una definición a los retos más inmediatos. Miguel Ildefonso, con este nuevo poemario, delata un culmen poético, un conjunto de canciones para aliviar la soledad y para recorrer un largo camino, porque escribes desde la nostalgia de una polilla… porque la poesía es otro mundo/ es posible allí dejar de escribir (p.119 / - / 121) porque la poesía, al fin y al cabo, es un silencio útil para descentrar, o al menos poner en tela de juicio a cualquiera de los discursos imperantes de este siglo. Pero no solo eso, El hombre elefante y otros poemas supone, en última instancia, el triunfo de la palabra sobre el discurso.
Arequipa, enero de 2017