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        Presentación de "negro", de Felipe Poblete
          Altazor, 2013
        Por David Bustos 
        
          
          
           
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        Como  el color de la tinta, este negro de Felipe  Poblete, encuentra su topografía resbaladiza en la verticalidad y por ello en la  altura y estatura, una medida quizás de la melancolía a decir de los griegos  que hablan del Melan. Negro, como el color  que de inmediato nos instala en la percepción, como si se tratase del estado  mudo de los colores.
          
          Estas  veintiún (21) piezas que conforman el poemario de Poblete, no tienen nada de oscuridad,  más bien hay una apuesta por la claridad del mensaje desde un inicio: negro fue el momento de la noticia; dice  su primer verso, lo que nos pone de lleno dentro de un acontecimiento acecido.  El nos fuimos a negro del impacto  comunicacional, es cuando el lenguaje se cristaliza en gesto más que en  discurso vertebrado. Entonces deviene el balbuceo como operación del lenguaje  primaria en que se comienzan a ordenar las cosas. Digamos que el texto se  inaugura con la interrupción de una conversación que, como lectores, desconocemos,  y que obliga al sujeto, de alguna forma, al deber de iniciar un nuevo  aprendizaje. Ya que el estrellarse con lo  detenido reconfigura por completo apenas  la primera letra.
                  Cito  un verso del primer poema: recién ahora  letras salen casi 
                  En  el poema XII el verso final dice: el  silencio es una página en negro.  A  diferencia de la página en blanco, que parece estar en otro estado del silencio,  el del vacío que puede ser llenado, la página en negro más bien deviene en la imposibilidad  de ser escrita y esto trabaja como una frontera imposible, donde de un lado  está la vida y por otro la muerte. Pero también está la suspensión abrupta y  violenta. El mutis de acuerdo con el  juego de la etimología al decir de M. Blanchot, el sentido que pasa por el  grito, es el grito sin voz que fractura toda habla. Entonces lo que se escribe  es una imposibilidad que nos rebasa en tanto seres dotados de lenguaje  articulado.
         Este  interesante primer libro de Felipe Poblete está construido como una elegía  donde el sujeto se pregunta ¿cómo podría  hablarte? refiriéndose a alguien que ha traspasado las fronteras de la  comunicación. Es en la infertilidad de la repuesta en donde nace la figura del  cuerpo del otro como irreconciliable. La  mandíbula muda a la que alude, tú te  has roto, afirma el sujeto, y por ello quedan partes, residuos, como si se  tratara de un naufragio, y el naufragio —ya los sabemos— es tópico de la  melancolía y la desesperación. La imagen, por ejemplo, de párpados quebrados (te quiebras los párpados dice un verso  del poema XVIII), me parece elocuente en términos que es demoledora, hay una  desintegración que merodea y que no se deja leer de manera notoria en el  lenguaje, son preferidas las imágenes que se aproximen a estas circunstancias o  las palabras como objetos enunciativos. Entonces el cuerpo se ha estrellado contra las palabras, como indica  el poema XVI. Ésta destrozada experiencia de la fragmentación del cuerpo podría  alcanzar, por momentos, efectos fetichistas que no terminan por ajustarse al  tema central del libro. La des-inscripción del cuerpo como un todo y la  elevación de la anatomía del fragmento le van detrás a la sintaxis, que llega  tarde a la hora de cristalizarse en forma, sino que más bien la exhibición de  las partes han sido instrumentalizada formalmente por la descocedura emocional  del sujeto, la cual plasma.
         Lo  que mueve sin embargo al sujeto desde un inicio es la noticia, la cual aparece desde el primer verso. Esa aduana es el paso  de la frontera en que el sujeto es obligado a una melancolía tortuosa, la de la  pérdida, lejana, per pérdida al fin. El poema XII dice: hay gritos en las manos que te piensan/sucedemos tristeza/ nos volvemos  angustia/ una zona negra ocupa tu nombre.
         Este  libro de Felipe Poblete trataría de aquella zona en que las palabras son un escaso  presupuesto a la hora de instalar la imagen, ya que el tono se apodera de  manera infatigable de los enclaves emocionales. Como si todas las luces juntas  fueran cayendo en una operación inclaudicable. La caída, o el estar cayendo,  que aparece en varios episodios del libro podrían ser relacionados con la  acepción que hace Freud de “parir/caer”, verbos que en alemán se escriben y dicen  de la misma forma: niederkommen. Pero  la palabra parir, como tantas otras, proviene del latín: parere o sea “dar a luz”, un producir un proporcionar. De ahí la  importancia de los últimos versos del primer poema: va/ vas/ viniendo/para/abajo/entera.
         Esta  idea de la caída, del caer como un parir, como un nacimiento, podría  redondearse con el verso de Alejandra Pizarnik que dice: La palabra es una cosa, la muerte es una cosa, es un cuerpo poético que  alienta en el lugar de mi nacimiento.
         O  el famoso poema El Viaje de Charles  Baudelaire que dice hacia el final: "Caer en el abismo, Cielo o infierno,  ¿qué importa?/ Al fondo de lo ignoto, para encontrar lo nuevo"
         El  sujeto en/de negro propone otra  imagen interesante e intrigante, al hablar también de la caída entendida como incendio, donde la ruta presupone que el trayecto que precipita es la  combustión que lo demuele todo, un poema, un libro, una casa, una ciudad, un otro  que ha vaciado su espacio-tiempo para poder dar a luz a su muerte. Una estrella,  por ejemplo, que se enciende con el roce de los gases de las capas atmosféricas  antes de caer. El consumirse en la embestida del abismo es el sueño voraz del símbolo al que alude el sujeto, el autor.
         Entonces,  este libro de Felipe Poblete es un objeto negro precipitando a través de la luz  y que es capaz de devolver, del modo en que dice su último verso: un para siempre. Un libro que se construye  como una escenografía de la despedida y como un nacimiento, al mismo tiempo.  Por eso el nombre del libro en su tapa está escrito con letras blancas y de  manera vertical, a fin de compartir raíz con el vértigo y con las vértebras que  aparecen en otro espacio del texto, me refiero a aquella aliteración vas viniendo, la que además abre y  cierra el libro, actuando como eje o vértice que, siguiendo el origen de la  palabra, es giro, vuelta. Al decir del poema XXI, el último del libro: un signo / que traduzca las olas.
         El  libro negro,finalmente de luto, de duelo, de lamentación, dibuja una  trayectoria, acaso el vuelo de la perdida oscuridad encaminada a la luz. Dónde cae quizás una última pregunta ¿dónde  hemos nacido?
        
          19 de Junio 2013
         
         
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        Felipe Eugenio Poblete Rivera (Viña del Mar, 1986). Publicó "negro" (Ediciones Altazor, 2013). Además de magíster en historia del arte, es editor del sello "yogurt de pajarito". Ha escrito sobre poesía chilena y argentina en revistas de circulación digital. Fue becario de los talleres de la Fundación Pablo Neruda en dos oportunidades, el 2009 en La Sebastiana y el 2011 en La Chascona. Participó de las "III Jornadas de poesía universitaria" en Bogotá (Colombia), en 2011, y al año siguiente, en un pequeño recital poético en La Habana (Cuba).
        Junto a la poeta Catalina Espinoza, realizaron y manufacturaron una antología de Rodrigo Lira, en razón de su trigésimo aniversario de muerte, "Sangre de Lira" (yogurt de pajarito, 2011), de distribución gratuita.