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        TRASANDINO
              Trasandino, de Juan Manuel Silva Barandica (Calabaza del Diablo, 2012)
          
            Por David Bustos
        
        
          
          
           
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        Trasandino de  Juan Manuel Silva Barandica es un buen libro, nadie podría señalar obtusamente  lo contrario. Pero bueno ¿respecto a qué? ¿y por qué?. 
          
          Como bien señala Sanhueza, crítico de Escaparate de Lun, el  libro utiliza la imagen del ferrocarril Transandino Los Andes- Mendoza para  desplegar un imaginario que se centra en algunos personajes (Manuel Rojas,  Teresa Wilms Montt, Johann Mortitz Rugendas, etc) y cierto árbol genealógico,  que nos remite a estrategias biográficas que se articulan entre el lado de allá  y acá de los Andes. Digamos que tiene una construcción histórica, un  asentamiento (fija) en la memoria que por momentos parece clausurada por los  marcos del paisajismo y el dato duro.
          
          Tanto así que el poema que inaugura el texto se denomina: Testamento a mis hijos, luego viene Los Andes y el tercer poema Los Ferrocarriles Trasandinos. En  realidad nadie podría despistarse tras los primeros textos (señalética).  Digamos que el sujeto (autoridad) desde un principio traza a todo color su  preocupación monográfica. Dentro de estos tres primeros poemas se concentran  por ejemplo los siguientes nombres: José Miguel Carrera, Rodrigo de Triana,  Aniceto Hevia, Carlos Gardel, Julio Scarzella, John Wayne (choreza), Antonio  Barandica y hasta el mismísimo Cristo Redentor. Resulta lamentable que la trivia  de los nombres se come las primeras 30 págs del libro, sin proponer algún poema  que escape al pedagógico objetivo del autor. Digamos que los Barandica, los  Gardel y Manueles Rojas campean en este libro.
          
          El poder simbólico del nombre propio algunas veces arrasa  con el tejido y la artesanía del lenguaje poético, digamos que ese carácter  informativo del fraseo, lucha cuerpo a cuerpo con los (im)posibles puntos de  fuga.  Esa trifulca a mi entender  comienza a dilucidarse y articularse realmente con el poema Claudio Silva Martínez, que si bien es  otro nombre de la galería apabullante del sujeto, pero es un texto que se  libera y se sostiene a pesar del objetivo del libro. Tanto es así que podemos  encontrar preciosos textos de ahí para adelante como: Té, Bruto Líquido, Cruzas, etc.  Cosa que me hace creer que el libro está mal  cocido, digamos que podría haber empezado mucho antes que la página 30. En ese  sentido el tejido es bicolor. 
          
          Digamos que este libro es una mitad espléndida, el resto  podríamos calificarlo de historicista o pedagógico. Un atentado de lo nominal  en contra de lo exploratorio y la sutileza.
          
  ¿De seguro uno de  los mejores libro del año? Como se señaló por ahí. No sería tan injusto con los  otros libros de poesía del 2012. Mejor leer Trasandino tranquilo, sin cebar mucho el mate, dejando de lado la regla de cálculo y los  auspiciadores. Incluso saltándose los nombres propios, desactivando los  obsesivos objetivos del autor (las denominaciones genealógicas), seguro que  encontramos el poema,