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        LA DERROTA DEL PAISAJE O ESPÉRATE UN  RATITO
          La Derrota  del Paisaje, de Antonio Rioseco (Ediciones Inubicalistas, 2009)
        David  Bustos
        
        
        
          
          
           
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        Cuando  uno embala sus libros, tiene dos alternativas: los echa sin ningún orden y  esmero o va acariciando cada uno de estos, como si tratara de una piedra  dormida. 
          
          Hace  tiempo que andaba buscando este libro de Rioseco, y esta vez cuando estaba por  terminar la décima caja saltó a mis manos y lo dejé fuera de la mecánica del  sellado y la mudanza.
          
          Nunca  me gustó el título del libro, quizás por eso me había demorado tanto en leer y  releer La derrota del paisaje (2009) de Antonio. La palabra “derrota” me  parece redundante cuando se trata de poesía y poetas, así como la palabra:  soledad, vacío, tristeza y un largo etc. Error el mío, ya que detrás de ese  título incómodo para mí, se esconde uno de los buenos primeros libros de poesía  de los últimos años.
          
          Es  complejo de calificar a un libro de poesía de honesto, pero este libro irradia  eso. Incluso en los poemas más “derrotistas”. No es pretencioso, ni  estridente,  tampoco es autocomplaciente  con el lector, ni le carga la mata a la derrota elevando una épica de miserias.  Algunos poemas son delicados, aguantan lecturas que con el tiempo ofrece variadas  perspectivas por ejemplo:  Antes de dormir o Con Alegría. Es un libro sencillo en su entramado, pero profundo a  la vez.  También se cuela por momentos el  humor negro como en poemas como:  Mi Madre o Esta Mañana (Alt.Take 1).  También llama la atención que algunos poemas estén titulados con fechas, como  si se trataran de huellas o arrugas del tiempo. Por ejemplo el espléndido poema 1976:
         Desde/  Montreal/los movimientos/de Nadia Comaneci/ aterrizaban/ en el televisor/ de la  schopería/ “Pamela”.
         Los  poemas de Rioseco tienen una narrativa, por lo tanto se hace complejo rescatar  la unidad del verso como valor per se. Sin embargo los cierres son abiertos,  como si nos invitaran a volver sobre el poema a buscar las entrelineas que  pasamos a la velocidad de la trama. Por ejemplo los dos últimos versos de La consistencia del viento:
         Pide  una cerveza./ Será hasta el otro año.
         O  final del poema Ya mengua el sitio donde  estás:
          Es la brisa del último día de marzo/ es el  calor de lo poco que nos queda.
         Los  finales son cruciales porque abre la trama del poema a lugares insospechados, la  escritura latente asoma y tuerce iluminando y dislocando no exactamente lo que  estamos leyendo, si no que otro aspecto o entrada del texto.
         En  este libro además de rescates de la memoria (pienso en  Cosas  que suceden en el barrio) está la recreación de una atmósfera, que  podríamos relacionarla con un período infantil, una especie de congelamiento  del tiempo.  En textos como Nueva York, 1980, donde alude  directamente al asesinato de Lennon, hay una apelación que se sostiene en este  caso en el binomio: paz/guerra. Pero esa apelación es enunciada con la canción:  “Give peace a chance”, de ningún modo el poema es una plegaria o un  requerimiento ecuménico. 
         Ernesto  González, en su comentario de este libro, habla de Realismo Sucio y si uno se apega a la definición, tiende a pensar  exactamente eso. Pero el problema se presenta cuando hay cultores de la misma  tendencia tan distintos. Por ejemplo aparecen desde Bukowski hasta Carver. Si  bien no son extremos, el acercamiento al lenguaje difiere en intensidad. En el  primero, desde la confianza y la purga, y el otro desde la exactitud y la  atmósfera. En ese sentido Rioseco, estaría en la zona más Carveriana que  Bukowskiana del asunto. En Chile, se podría forzar también una comparación en  el mismo sentido con las poéticas de Sergio Parra y Guillermo Valenzuela.
         Lo más  fácil de creer a buenas y a primeras, que La  derrota del paisaje = Bukowsky. Sin embargo no es tan así la cosa, vale leer  el poema que le da el título al libro para pensar de qué se trata de un alcance  más concentrado y menos estridente que el del caballero de La Senda del perdedor.
         Hay  elementos decadentes en esta poesía, pero si es por eso, los hay en toda la  poesía desde el romanticismo en adelante.
          
          Bueno,  pero este comentario no se trata de poner casilleros y hacer una autopsia con  el cuerpo poético aquí presente. Las clasificaciones siempre son forzadas y  odiosas.
          
          Este  libro es mucho más de lo que yo pueda balbucear en este comentario, escrito al  calor de la mudanza. Entonces sería honesto expresar lo primero que pensé,  cuando leí y releí este texto:  la  marihuana. Esos famosos pitos que llamamos “espérate un ratito”. Uno jura de  guata al principio que no se ha volado, que los pitos eran poco efectivos, pero  después de varias fumadas (lecturas), uno dice –¡Puta, el pito pa’ bueno!.  Entonces es aconsejable, considerando lo  anterior, leerse de a poco La Derrota del  paisaje, sin ansiedad, porque una vez que estos poemas entran a la sangre,  la circulación y fascinación pueden durar mucho tiempo.