"Parloteo
de sombra" de Damaris Calderón
La viajera bifronte
Por María
Inés Zaldívar
Revista de Libros de
El Mercurio, viernes 13 de mayo de 2005
La lectura de Parloteo de sombra es un recorrido que vale la
pena realizar. La puerta se abre con tres epígrafes: Shakespeare,
Cioran, y un haikú de Toko: "Los poemas a la muerte/ son
un engaño./ La muerte es la muerte". En seguida, la voz
laudatoria de José Kozer. Luego, los poemas. De principio
a fin hay un recorrido que va tejiendo un coro de voces de vivos y
muertos que se confunden (como en Comala). El primer poema, "Cementerio
de Colón/ Spoon River", crea el marco del libro. Se sitúa
en el lugar de origen de la hablante, y explicita cómo su parloteo
emanará del ejercicio de hacer hablar al silencio: "¿Con
qué lengua/ repleta/ de mudez/ vas a nombrar/ (si nombras)/
tu ciudad, / las ciudades?".
Hablar del lugar donde se nació enmudece la lengua,
pues hace aflorar lealtades, culpas, sentimientos contradictorios.
El regreso trae por consiguiente, junto con la intensidad del reencuentro
y los mea culpa por la ausencia, las contradicciones emocionales que
surgen, tanto de la compulsión por arraigarse como por la necesidad
de liberarse de la tierra que nos vio nacer.
Pero contactarse con ella pone de manifiesto la experiencia
vivida en otras latitudes. Nombrar "tu ciudad" es también
adentrarse en otras tierras y otras aguas. Aguas del Mapocho, el Sena,
el Aconcagua, el Nilo, el Almendares, o la zanja para refrescar el
"Verano del pobre", como las del San Juan que baña
el Jagüey. Y también son los diversos Santiagos: de "Compostela/
de la Gloria/ de Chile/ de Cuba". O rumbo al Norte, las extensiones
de Atacama en el "Señor Principal de Pica", o adentrarse
en las ruinas de Tiwanaco en "Pintados". Estamos frente
a un silencio territorial que habla de agua y tierra, de sol y viento,
de presencia y olvido, de apego y desapego o, más exactamente,
de vida y muerte.
Ahora bien, si Matanzas es la ciudad donde se nace, ¿será
también el lugar donde se retornará a morir? Pienso
que de esta coyuntura surge una de las interrogantes centrales del
poemario. Intentando una respuesta, diría que la hablante es
una viajera bifronte cuya mirada se dirige a un doble horizonte, el
de la partida, la cuna, y el de la llegada, la sepultura. De la primera
añora al igual que César Vallejo, a la familia (en este
caso literaria) ya dispersa y desaparecida: "Carlos/ Omar/ Sigfredo/
Ángel, / (Aguedita, Nativa, Miguel)", y a Raquel, la madre,
a la que "siempre regreso, pequeño afluente,/ buscando
un poco de sosiego/ como se le da al enfermo/ una cucharada de sopa."
Percibo también que meta y camino están
tanto dentro suyo como sobre el camino que recorre. El tono alegíaco
del poemario es ambiguo, puesto que posesión y pérdida,
arraigo y desarraigo son una realidad permanente, como el camino de
Santiago que dura toda la vida y en el que "Tocar la piedra/
avanzar/ no procurará ningún sosiego".
¿Y cuál sería el destino de esta
viajera? Respondo: un camino en bustrófedon, tanto para la
escritura, como para la vida. Bustrófedon era un tipo de escritura
utilizada por los griegos que giraba como los surcos hechos con bueyes,
en la que se escribía de izquierda a derecha y de derecha a
izquierda, en líneas alternadas. En otras palabras, suponía
un movimiento permanente de volver a regresar y así sucesivamente.
El poemario de Damaris Calderón va del presente en Santiago
de Chile, al origen en Matanzas, Cuba, en camino de subida, con dolor
y con esfuerzo. La presencia del libro es testimonio de haber remontado
el río, como los salmones. La existencia de Parloteo de
sombra y de la comunidad matancera que lo confeccionó,
artesanalmente, está testimoniando que la autora logró
desovar en su lugar de origen.
Parloteo
de sombra
Damaris Calderón
Ediciones Vigía. Matanzas (Cuba). 2004
84 páginas