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Los amores del mal
(El billar de Lucrecia, 2006)

Damaris Calderón



Te pareces a las mujeres de Modigliani,
el cuello duro y flexible,
el cuerpo robusto
hecho para hacer sucumbir
a griegos y troyanos.
Un rostro que debí poseer hace tanto tiempo
cuando mercaba en las juderías
con afectos y especias.
Rostro que debió acompañarme
la noche en que morí.
Escribo estas palabras
cuando soy un pintor aún desconocido
y mis dedos trazan signos equívocos
que no comprenden las mujeres sórdidas.

Aunque sé que habrá un final distinto
bajo otras aguas pútridas
escribo todo esto
como si fueras la mujer
que se lanzará desde un sexto piso,
Como si en realidad
bajo mis pies corriera el Sena.

 


Como Safo yo también puedo decirte
que siento pesados hierros en mi lengua.
Como Alceo que sólo canto al amor,
a la memoria de tu amor.
Pero yo no canto,
yo no tengo otra lengua que esta mudez,
este silencio bárbaro,
esta tristeza donde no caen las hojas.
No hay hojas.
Ni nieve que borre estas pisadas
que de todas maneras ya no recordarás
en el invierno próximo.

 


Rabí Mattia se sacó los ojos
porque no pudo soportar más
la seducción de una mujer.
Al infierno de su cuerpo ofreciéndose
prefirió el tormento de una noche perpetua.
Cuando Dios, conmovido, quiso devolverle la vista,
le pidió, llorando, que no lo sacase de su ceguera.

Lástima que yo no sea Rabí Mattia.
Lástima que haya leído
demasiado tarde esa historia.

 

 

Yo soy el mar
y golpeo y golpeo.
Soy el agua
(me muero por tocarte).
Y cuando ya me he ido
(ni siquiera lo notas)
he dejado mi escritura indeleble
sobre ti, piedra fría.

 


La lejanía no eran los barcos
sino las mujeres que pasaban
dejaban una estela
un rumor de aguas sucias
que iban a romperse
en la costa de nadie.

 


EL BANQUETE (RODAJAS)

La mujer inclinada hacia delante
(La fruta a medio morder, sobre la mesa)
Tú: la cabeza ida
pensando en símbolos.

 

 

Lo peor no es que las cosas sean finitas,
lo peor es que las cosas sean.
Lo peor es saber
que tu cuerpo, tu pelo, aquella boca
serán definitivamente del olvido y el polvo
mucho más
de lo que alguna vez fueron míos.

 

 

Este es el fuego.
Crece con arañazos
ramas
carne sudada
y piernas piernas piernas
que se abren.
Es crudamente tibio.

 

 

En esta habitación mínima pieza
puedo por fin tumbarme sobre ti:
una mujer brutalmente desnuda,
no un pájaro ni una gacela.

 

 

TUS PECHOS

Se empinan
ágiles
ramas
de
ciruelo.
Se tienden
como perros
junto a mí.

 

 


FIEBRE DE CABALLOS

Cuando te quedas,
Rita,
más desnuda que estas paredes
yo siento miedo
de ser una mujer.
Tengo feroces dientes carniceros.
Comíerame tus ojos
tus rodillas.

Cuando veo un sauce que se agita
no me acuerdo de Safo,
pienso en mí.

 

 

LA HABANA, TINTE MEDITERRANEO AL FONDO

Comprábamos el goce
en una habitación
alquilada.
Colocábamos una frazada
que se quemó
-¿te acuerdas?-
sobre la lámpara sucia.
Demasiado mezquinas
las paredes
apenas soportaban
nuestros cuerpos
jóvenes.
Tus piernas se encendían
como neón .. como astros.
Yo me inclinaba
lamía tu resplandor
esa pequeña
luz votiva.

 

 

QUE HASTA LA PIEDRA, EN SU DESEO DE DURAR, DESAPARECE

............. (Cuento con figuras para Rita)

Acuclillado y jadeando en busca de aire
un conductor de mulas pompeyano
acapara el tiempo
petrificado en su rostro.
Los rasgos
la carne se descomponen
y sólo queda
el vacío
(el vaciado)
de muerte.
La ceniza volcánica
sólo deja
(alfarera)
capullos
crisálidas.

 

 

El perro

Firmemente sujeto por su collar y la cadena,
el perro no pudo escapar cuando una lluvia de rocas lo envolvió.
A medida que la lluvia de arena se fue amontonando,
el perro subió tan alto como pudo. Cuando la cadena ya no dio más,
girando sobre sí mismo, la nube de cenizas lo sepultó, en una torción
perfecta de estrangulamiento.

 

 

La rama

El hombre creyó que la rama podría salvarlo.
Buscó la estrategia
(condenada al fracaso)
en el árbol.
La rama se rompió bajo su peso
y sobrevive
aferrada
a lo que fueron sus piernas
en el gesto inútil
y voluntarioso
del horror.

 


Los cuerpos

Después de 19 siglos
sus gestos, sus posturas,
los pliegues de sus ropas,
son claramente visibles.
-¿Dónde están los ojos
y las visiones de los ojos?_
¿Qué envolvieron
los pliegues
en estéril sudario?
Un hombre
(arriba)
un niño
(abajo)
dos mujeres abrazadas
(al centro)
yacen engañosamente
pacíficos
en la muerte.



El hambre

Dante reescrito por el can.
(El perro que grabó
la tecnología del Vesubio).
Se encerró en una muralla
que se convirtió en una cárcel.
Allí murió mientras el perro
enloquecía de hambre
y fidelidad
y arrancaba la carne
de sus propios huesos.

 

 

El mendigo

Aprisa, sin que le diera tiempo
a cerrar el saco con el que pedía,
la muerte lo atrapó.
Cuando huía hacia el mar,
por la puerta sur de la ciudad,
después de haberse humillado
recogiendo provisiones,
llevando en los incongruentes pies
unos lujosos zapatos, regalo de la caridad pública.
Detenido así, la boca avarienta abierta,
entre el saco y el camino.

 


Y Roma fue.
Cartago fue.
Tú perdiste mi amor.
Y las gasolineras ya son ruinas románticas.


 

 


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Los amores del mal.
(El billar de Lucrecia, 2006)
Damaris Calderón.