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Los cubanos Damaris Calderón y José Quiroga, premiados con becas Guggenheim

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La poeta Damaris Calderón y el académico José Quiroga han sido reconocidos con becas para Latinoamérica y el Caribe de la Fundación estadounidense Guggenheim, según informa la entidad en su sitio en internet.

Calderón, poeta, narradora y filóloga residente en Chile, ha recibido la beca en el apartado de Artes Creativas. Quiroga, profesor de Español y Literaturas Comparadas en Emory University, de Atlanta, Georgia, fue elegido en el apartado de Humanidades, para realizar Estudios Literarios.

En total, recibieron becas 30 artistas, investigadores y científicos latinoamericanos y caribeños, seleccionados entre 500 candidatos de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Guatemala, México y Perú, indicó la Fundación en un comunicado.

Las becas Guggenheim reconocen a "hombres y mujeres que han demostrado capacidad excepcional para la producción académica y habilidades creativas excepcionales en las artes", de acuerdo con la Fundación.

Damaris Calderón, colaboradora de DIARIO DE CUBA, ha publicado poemarios como Con el terror del equilibrista; Duras aguas del trópico; Guijarros; Babosas: dejando mi propio rastro; Duro de roer; Se adivina un país; Sílabas. Ecce Homo y Parloteo de Sombra.

Es autora de la antología de poesía cubana Cercados por las aguas. Su obra aparece en antologías de poesía cubana contemporánea publicadas en la Isla, Puerto Rico, España, Chile, Santo Domingo, Colombia, México, Venezuela, Argentina y Estados Unidos, entre otros.

José Quiroga es autor de Cuban Palimpsests, y Sexualidades en Disputa (en colaboración con Daniel Balderston). Ha publicado también Tropics of Desire: Interventions from Queer Latino America, y ha coeditado para Palgrave Macmillan las series de libros "New Directions in Latino American Cultures" y "New Concepts in Latino American Cultures".

La John Simon Guggenheim Memorial Foundation otorgó además becas en las categorías de Ciencias Naturales y Ciencia Sociales.

 



* * *

Poemas de Damaris



 

Caleta de Quintay, Valparaíso.

¿Qué puede darme el mar     la soledad
esta piltrafa de huesos de espuma?

 

Como si fuera el Escamandro

Como si fuera el Escamandro
salido de madre
o la madre
salida de una ensoñación,
vaciados los ojos por lo real,
el Mayarí
las aguas
partiendo la isla
el pan duro
una y otra vez.
Si viéramos
si el ojo todavía fuera
si pudiéramos ver
alguna luz
si las palabras no estuvieran también húmedas,
hinchadas
una bandera puesta a secar
una bandera que no se seca
una bandera que envuelve a un hombre
(lo desampara)
en la crecida del río
¿un estremecimiento?

Un pedazo de carne viva manifiesta su vida ante todo por el estremecimiento; una pata de rana bajo una corriente eléctrica se estremece; el aspecto próximo o el contacto de una cosa horrible o aterrorizadora hace estremecer cualquier masa de carne, de nervios y de músculos.

Vieron entrar al gran Príamo. Se detuvo, apretó las rodillas de Aquiles, besó sus manos, terribles, matadoras de hombres, que le habían asesinado tantos hijos.

Pinar del Río, Gibara,
Viñales
Casas color terracota
desaparecidas en el humo de un habano
en la corteza quebrada, mitad pústula mitad piña laqueada por la frente
las vacas descuartizadas
pasan
para qué manos
de un nonato Chagall.
Pasan las palmas degolladas
la familia los campesinos famélicos felices.
La cresta roja del gallo va tiñendo la isla
de un rojo sepulcral.
Jatibonico, Chaparra,
se van perdiendo  los nombres,
las imágenes corroídas por la sal.
El miedo iguala
el estremecimiento de una pata de rana
al de un hombre
bajo una corriente eléctrica.

 

La extranjera

Tus cartas terminaban siempre: "A ti que estás en un país
extraño y lejano". Cuando todavía podías escribir,
cuando tu mano aún era tu mano (un
látigo) y no un manojo de nervios, un temblor.
La primera navidad fue también la última, reunidos
bajo el árbol que ya no veías, apiñados como hojas.
Salí al patio a limpiar las hojas.
(Tú escuchabas el rumor.)
Dijiste que no era necesario,
que la maleza volvería a inundar la casa.
Pero yo me aferré a ese gesto inútil.
Te veía avanzar dibujo de Ensor, calavera de
Guadalupe Posada.
Estuve años con la plantilla de tu pie en el bolsillo
para los zapatos fúnebres.  
Pero en la muerte no hay grandes pies ni zapatos.
En la manera de negarte la tierra, soy tu hija.
Soy ahora el lejano y extraño país.

 


La anunciación

La vi en la máquina de coser
en la cara deforme de las vecinas.
La trajo el vendedor de pan  de periódicos.
La vi jugando béisbol
(en pelotas).
Me acorraló
Me abrió en dos el pecho.
Me raspó con espátula.
Después ya no vi más.

La tuberculosis tiene cara beata.
Y las beatas,
de niñas muertas.

Es ese alcohol de alucinación amarilla
del mediodía en los campos pobres de Cuba.

(Mantener las rodillas fuertes
para interminables vagabundeos.
Conseguir el color hueso de mis huesos.)

Un lobo hambriento y solitario.

Un lobo hambriento y solitario
pinta
en la alucinación amarilla
del mediodía de los campos de Cuba
(donde todo desaparece)
su propia sombra.

Mi propia sombra tiene piernas largas
salta el corral
se emborracha
se extiende como una sábana
donde recojo la luz.

Miren el blanco rasguñado
El trapo nacional
El sudario.

Mírenla bien.
Una mortaja no es otra
cosa que un trapo
con pretensiones
solemnes.
Sólo he pintado mortajas.
El blanco rasguñado
El trapo nacional.
El sudario.

—No hay amor, soplaron las cañabravas, vacías,
como los cuerpos huecos de las palmas.
La madre se hizo un terrón en la mano
 y la mano, un puñado de hormigas.
(Las cañas bravas  diciéndonos lo mismo, cortándonos las piernas): —No hay amor.
Los peces muertos y los caracoles, hablando el oscuro dialecto.
Los plátanos tumbados en tierra, por la tormenta,
guardan en secreto
la poca luz.
La madre tropieza y levanta los troncos,
pone a secar (extiende) la sábana blanca,
el sudario, la poca luz.

¿Pero qué esconde
el bodegón sin frutas
la alucinación amarilla
el mediodía pobre en los campos de Arles
 de Cuba?
¿un esputo?
¿una oreja tuberculosa?
¿Dos peces muertos o dos peces vivos,
moviendo las branquias,
haciendo lo suyo,
por respirar?

Sáquense los ojos.
Vengan a ver.

Y entonces vi lo que no habría querido
pero una no elige.
Los cuerpo rojos
los cuerpos azules los cuerpos larvas
los cuerpos-no cuerpos
la procesión
el dueño de los caballitos
el residuo
el desecho
el Cristo saliendo de Juanelo
en la luz negrísima
del trópico.

 


Alguien pronuncia la palabra Patria y la palabra le queda grande

Como un poncho extraviado
de los cuchilleros del sur
Como el abrigo tejido por la madre
deshilachado en la llovizna
Inscripciones     bordados
Geoglifos raspados en la carne
pieles curtidas en la sal sin memoria.
          —¿adentrarse? ¿pertenecer?—
          Abrirse paso a manotazos  machetazos
Los pájaros caen fulminados
en el rumor del monte.
La llanura disléxica  pronuncia todo aquello
que no hicimos y pudimos y debimos y quisimos hacer.

(Imposible remontarse con la palabra pájaro.)

Teja el marabú su corona de espinas.

En la noche bajo a los muelles
y me desprendo de todo lo que echa raíz.

. . . .. .. . .. .. .. De El remoto país imposible (Fuga y Las Dos Fridas, Santiago de Chile, 2010).

 


Para el miedo de que hablaba Drumond y que padecen mis contemporáneos

Más cálido que el abrazo de una mujer
te cerca.
Estas cabezas no fueron hechas para su aliento
que ahora te ciñen como una diadema.

Aférrate hijo mío
que está soplando el miedo
como un coral cantado por los ángeles.
No le entregues tu sangre
tu vasto corazón donde se rompe el cielo.
Potros domados somos.

A nada temas
sino a la boca próxima del miedo
a esas espesas torres que levantan los hombres
para no ver la noche que se cierne.

 


Fin de año/país

Había que romperle el espinazo al puerco
con púas que florecieran
pero no florecían.
Había que romperle el espinazo
al héroe  al recluta
al cristo militar
aguardando el Rostro redentor.
Teníamos que arar con estos bueyes.
(No había bueyes).
Tuvimos que inventar el Principio.
Reventarle las costillas a la patria
hundirla
como a las lavanderas en el río
limpiando las costras.
El esqueleto  el espinazo
(reventárselo)
esperando una primera floración.
Decir:
Este es el sitio eriazo.
Untar la tierra de grasa con devoción.
Doblarle las patas al puerco.
Prender una vela otra vez.

 


 

 

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