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CRACK UP, DE JAIME RETAMALES
LIBROS CALABAZA DEL DIABLO

Damaris Calderón



Lo primero, agradecerle a Jaime la invitación a acompañarlo en la presentación de su libro y comentar mi filiación, mi empatía, con la postura poética del poemario y del autor en estos textos; creo que hay autores, como Píndaro de Tebas, que cantan a vencedores y que conciben que lo mejor del hombre se expresa en la victoria, otros, que cantan a los vencidos o que,  creen que la verdadera expresión y consumación del hombre se alcanza en la caída, que es ahí donde se le conoce, sin atributos, sin pasaportes, sin ropas ni llaves para entrar ni salir ni identificaciones, desnudo, haciendo del punto exacto de la caída, el crack up, una torsión, en un gesto heroico, convirtiendo en irónico lo que pudo haber sido patético, El libro de Jaime Retamales parte de una aspiración a la concisión y a la esencialidad,  tomadas del exergo de Eugenio Montale, que encabeza el poemario:  “ Hubiera querido sentirme áspero y esencial, como los guijarros que tú devuelves”.  Así, este libro parte desde la imagen del crack up , “que se nos viene encima a todos, sin excepción”, nos advierte el autor,  y se expresa en la decantación,  en la aspereza, trocada en esencialidad, en versos parcos, precisos, que no buscan el decorado de lo superfluo, sino comunicar con lo mínimo, la intensidad de lo inmediato.

El libro, formado por un conjunto de breves e intensos poemas , construyen un incisivo y a veces irónico relato o reflexión sobre la vida, la poesía, el arte de escribir, de vivir, el coraje de las vidas de aquellos que son poetas, “aunque no escriban un puto verso” porque “ arrojan sus vida a la vida”. De pérdidas, de búsquedas, de movimientos agazapados y también enérgicos, está compuesto el tramado de este libro, que enfrenta tanto las derrotas en la relación humanas, amorosas, hasta el tramado social, conjugando así lo íntimo y lo colectivo en una escritura honesta, sin alardes, que mira y nos mira y se mira a sí misma, como una búsqueda donde una palabra puede concedernos una identidad, un registro o despojarnos, pero está siempre ahí, como un pedernal, como una ganzúa, para atravesar el camino, la zanja en la búsqueda: a fin de cuentas, la búsqueda, el trayecto poético, vital, ese recorrido a concho, tirando la vida a la vida, puede ser la tal vez la única poesía, donde el poema, inconcluso, funciona como un apunte, un residuo, de aquello que se ha vivido, se ha buscado, se ha sobrevivido. “ Como la TV”, Rompimiento”, “ Benarés”, Canción romántica con variaciones”, son poemas donde se nos deja saber que “ una mujer no es todo un hombre no es todo” y que “ las palabras que mueren en tu boca/ son las mismas que usamos para designar y atar cabos sueltos de una leyenda. Héroes amantes vencidos eso que olvidamos viviendo/ no deseamos   y somos·  (De Benarès).

Este  poemario me permitió también adentrarme en Cuba, en el reconocimiento de ciertos barrios, ciertos tonos, olores y sabores de mi isla, percibidos con fino olfato, de felino y no de turista de segunda clase, que puede buscar o extraviarse en el exotismo y perder así la pulpa del ser  de lo mostrado. Creo que la visita a Cuba (espacio de la utopía) , le permite a Jaime Retamales una relectura también de la historia de un pueblo, de la supervivencia desde una costosa ¿victoria-derrota? frente a un modelo socioeconómico neoliberal y globalizado. En esos poemas aparecen María, la gorda, como  Margot la gorda de Villón, María la gorda, raptada por piratas en Venezuela y obligada a vender su cuerpo para sobrevivir, o la figura escueta, delicada, de Fina Caridad, mulata cocinera del paraíso negro, que se pregunta y responde qué es el sol abriendo los ojos, mientras una camisa de flores canta cerca de su cuerpo “ la marcha de los trabajadores al fin del mundo”.

O los lugares emblemáticos,  del recorrido epidérmico turístico, como la Bodeguita del Medio, santificada por Ernest Hemingway y tanto personaje notable que pasó por allí, ahora un decorado para turistas, un set cinematográfico en la calurosa estación tropical, casi sempiterna., que emplaza Jaime Retamales, sospechando , desconfiando de los gordos monumentales y de ese papa de Finca Vigía que fue a pescar la Quimera en los mares del tròpico y donde el personaje de El viejo y el mar, de Ernest Hemingway, de nombre Santiago, se interna en las profundas aguas de la isla y encuentra un pez enorme (el pez de la derrota), que el pescador convierte en áspera victoria al sacar casi sólo su espinazo. “Un hombre puede ser destruido, pero no derrotado, el hombre no está hecho para la derrota”, dice el personaje, Santiago, estableciendo así, un interesante contrapunteo entre el concepto de la heroicidad, manejada por Hemingway y el que ha venido plasmando Jaime Retamales en estos versos. Así, en “ Aeropuerto”,e l sujeto poético  sólo puede volando “ pasar el descontrol” y ”entrar a un cielo ficticio / donde todas las banderas cuelgan”.  O asumir el despojo del Amanecer, donde “ tir(a) sin retiro y lanz(a) sin lance/ Sin deshacerme me deshago de la ortopédica desesperanza".

 Y baja a un sol subterráneo y entra su cuerpo desnudo a morir en su paso. Esta épica de la desnudez, del despojo,  de la historia sin mayúsculas, es lo que celebro en este libro que asume, así, con valentía, la derrota, el crack up, el arte de perder, y convierte la pérdida, el desastre, en ese otro arañazo, el arte.


 


 

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