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LA LIRA POPULAR CHILENA: SU RESONAR EN EL TIEMPO

Por Damaris Calderón Campos*


La primera vez que vi los pliegos de la lira popular chilena, en la Biblioteca Nacional de Santiago, debió recorrerme un estremecimiento quizás parecido al que debió sentir  Rodolfo Lentz.(1) Estaban frente a mí antiguas estrofas populares como redondillas,  décimas, en versos vigorosos, punzantes, con grabados y titulares que hacían del conjunto todo un espectáculo, literario y visual. Los secuestros, los sucesos cotidianos que adquirían, de pronto relieves fantásticos, los crímenes sangrientos cometidos por personajes de turno, los desbordes del Mapocho con relieves mitológicos, la vivacidad de las descripciones, el espíritu mordaz, crítico, de muchas de sus composiciones, el sentido anticlerical, la preocupación política, el despliegue de un mundo donde se articulaban los cantos a lo humano y lo divino en una profusa producción, me sedujo desde ese primer encuentro, en que se despertó mi entusiasmo por las publicaciones y los poetas de esta lira.

¿Quiénes eran Rosa Araneda, Hipólito Cordero, Daniel Meneses, Juan Bautista Peralta? Me sumergí en ellos como en un magma, donde creí reconocer los estratos profundos de la cultura chilena y las formas estróficas, literarias, cultas, de procedencia europea e hispánica, transplantadas a suelo americano, resonando, en la vertiente coloquial, popular. Quiero decir, estas liras de los “puetas” de esta “versá” popular, sonaban, por encima de la impresión de la página, conservaban el ritmo del habla y de la música, que estuvo en las raíces primera de la poesía. Y quiero recordar aquí estos orígenes troncales de la lírica con la fiesta sacra, agraria, y cómo de ahí surgieron, para occidente (o lo que llamamos consensualmente occidente), los géneros líricos: la elegía, el yambo,  los epitalamios o cantos de bodas, el canto coral, el himno, la poesía de escarnio y encomio, de la celebración de la fiesta agraria, después  ciudadana, del canto y el ritual en la festividad poética, de expresión oral y, sólo después, literaria.

Es, pues, importante recordar cómo el folclor ha sido parte sustancial de la constitución identitaria de los pueblos, de sus imaginarios y representaciones, y cómo ha dado forma a la expresión de sus obras, que luego se han convertido en clásicas. Bastaría recordar los versos “formularios”, provenientes de la oralidad en la Ilíada,  los tópicos de cuentos populares y relatos de viajes en la Odisea y todo el refranero popular  presente en el Quijote, para dar cuenta de esta unidad indisoluble.

La sabiduría popular, muchas veces expresada en el caudal anónimo, halla también su registro, su voz, en poetas singulares que recobran desde sus voces la expresión de una colectividad, colectividad que, como en el contexto político social en que surge la lira popular chilena,  puede estar marginada y oprimida por los estamentos de poder. Los poetas de la lira, me parecieron entonces, de un vigor extraordinario al denunciar los males de su época, al pronunciarse contra los vicios de la corrupción y la política, al abogar por una religiosidad más humana, centrada en la dulzura de Jesús, en la figura del pobre, al erigir la dignidad de “los rotosos” y en no hacerle ascos, ni a lo humano ni a lo divino, al emplazar la realidad de su tiempo.

Estos “puetas”, que dan cuenta del tránsito de la poesía rural a la urbana, en el Santiago de 1866 a 1930, esgrimían entre sus filas, a una voz femenina, como la de Rosa Araneda, cuyas composiciones distinguen tanto por  su beligerancia como por su sentenciosidad, pasando de una amplitud de registros y versatilidad, que va del discurso anecdótico, enunciado en primera persona, hasta una poesía de escarnio, como “Versos a una peladora de la calle Bandera” o la celebración a la pascua con todos sus paseantes, donde se celebra la pascua en la fiesta agraria, campesina, a la Virgen, al niño, y también a la propia cantora, con una clara y aguda conciencia de la propia valía, como el emplazamiento social y político, como en la composición “La vergüenza perdida”, cuyo arrojo y lenguaje directo, van trazando un espectro, una radiografía social, que deviene también en un mapa moral (o más bien dicho, amoral) del país, hasta llegar a la noción del pueblo, al sentimiento de hermandad y a la exhortación de conciencia y rebeldía:

Hoy día ya no hay vergüenza;
la vergüenza está perdía;
sólo hay sabiduría;
pero sin resto de ciencia.

En la misma capital,
siendo que hay tantos guardianes,
saltear está por refranes
entre los hijos del mal.
Todos los días…¡qué tal!
se denuncian por la prensa
hechos que causan ofensa ;
y hago esta propuesta sobre
que entre los ricos y el pobre
hoy día ya no hay vergüenza.
 (…)
Falta sólo que el ladrón
se venga por la Alameda,
derechito a la Moneda
y mate a don Jorge Montt.
(…)
Hasta cuándo mis hermanos
se dejarán dominar,
por los ricos en mi pensar
que se muestran tan tiranos;
toma el arma en vuestras manos
y castiga la traición
que hacen con nuestra Nación
los oligarcas banquistas,
y con los conversionistas,
pueblo chileno, atención.

(de: “La vergüenza está perdida”).

También, dentro de los elementos de la poesía de Rosa Araneda, destacan muchas veces el uso del humor, del refrán popular, del registro del habla y de la ironía.

(…) así nuestros descendientes
vivirán con más holgura,
miren que la carga es dura
que todo el pueblo ha sufrido
hasta hoy y no ha tenido
cura la cura del cura.
 
(de: “La vergüenza perdida”).

Los poetas de la lira,  recogidos por la acuciosidad de Lenz, necesitaban también de un acercamiento y de un estudio que los presentara y los hiciera accesibles a los lectores contemporáneos. El Archivo de literatura oral y tradiciones populares, de la Biblioteca Nacional de Chile y la labor de investigadora Micaela Navarrete, hasta hace poco directora de este Archivo, han sido determinantes en este sentido: con la recopilación, la publicación y el estudio de sus obras, ha logrado poner en circulación, otra vez, las voces de estos autores, en cuidadas ediciones que confieren el peso editorial y literario que demandaban la producción de estos poetas populares.

Al respecto, se hace indispensable mencionar los tomos dedicados a las figuras más relevantes del período y a su producción literaria, como es el volumen dedicado a Rosa Araneda, Aunque no soy literaria, precedido por un esclaredor estudio de Micaela Navarrete. También los tomos dedicados tanto a la poesía de Juan Bautista Peralta, Por Historia y travesura, con una introducción de Micaela Navarrete, que permite seguir los orígenes de la décima, su genealogía y desplazamientos en el tiempo, que van desde la forma literaria a la expresión popular, al octosílabo cantado y expresión de la improvisación y la paya en los campos de Chile.  

“ (…) Las décimas han recorrido siglos oralmente. Pero también se han publicado en pliegos que eran adquiridos por personas que leían para sí mismos o para otros que no leían y que a fuerza de repetirlos, los memorizaban, con lo que volvía a la categoría de expresión oral. Se trató de una forma de literatura destinada a un público sencillo, editada en papel barato e ilustrado con sencillos grabados para facilitar la comprensión de los textos.

 La décima que hasta hoy cultivan los poetas populares, viene del autor español del siglo de Oro Vicente Espinel (1542-1642), quien le dio forma y que, a juicio del estudioso chileno de este tema  Diego Muñoz, fue una prodigiosa invenciòn ‘ porque su estructura permite memorizar fácilmente lo que significa la composición misma, o sea, que es un instrumento, una herramienta como hecha a propósito para un poeta analfabeto’. Esto explica la vigencia de esta poesía hasta el día de hoy, sin importar si es recitada, cantada o leída”. (2)

Además, es significativa la complementariedad en el mismo volumen de un estudio de Tomás Cornejo sobre la obra y la figura de Peralta, así como del contexto político en que se gestan el autor y su obra, con un panorama social de la época, las características de la literatura de “cordel” en Chile, sus formas de producción, venta y recepción; los tránsitos de la oralidad a la escritura y de lo rural a lo urbano; los circuitos de distribución de estos pliegos y de la labor periodística y editorial de Peralta. Todo esto acompañado de sus poesías y algunos de los grabados de los pliegos.

“Los cambios sociales que experimentó el país a lo largo del siglo, posibilitaron que ese acervo cultural fuera enriquecido. Muchos y muchas de quienes habitaban en los campos migraron hacia las ciudades o a los enclaves mineros. En dichos lugares, la sociabilidad popular se rearticuló en espacios como las mentadas fondas o chinganas, o en instancias como velorios y celebraciones pascueras. El canto popular tradicional floreció entonces en las ciudades. Aunque, hay que agregar, aquí encontró nuevas formas para expresarse.

 De partida, los versos de las composiciones pasaron de la voz al papel. Como es sabido, desde la década de 1860 empezaron a imprimirse en el país hojas de poesía popular, los conocidos ‘ pliegos’ o ‘Liras’. Los poetas populares encontraron en la imprenta una ayuda privilegiada. Estampar sus creaciones les permitió dejar un registro de las mismas y salvarlas del olvido, pero sobre todo posibilitó que llegaran a un píblico más amplio. Los cantores ya no necesitaban estar en un lugar para dar a conocer su arte. A un precio muy bajo – sólo 5 centavos-, era posible que muchos de sus contemporàneos disfrutaran con sus versos, y gracias al tren, incluso en lugares alejados. De acuerdo con Rodolfo Lenz, estudioso alemán avecindado en Chile y quien comenzara la recopilación de las hojas de poesía en la década de 1890, los versos de los poetas santiaguinos llegaban incluso a la entonces alejada zona de la Frontera, en el sur” (3).

También es importante considerar en estas producciones editoriales que acopian la lírica popular chilena, el tomo dedicado a la prolífica producción de Daniel Meneses, con un acercamiento al pensamiento religioso y social de este autor, emprendido también por Micaela Navarrete y un “Acercamiento” a la vida y obra del poeta nortino, realizado por el historiador Daniel Palma. Los volúmenes en cuestión  muestran cómo la cultura, la sabiduría y la poesía no son patrimonio único de la cultura letrada y que no hay una escisión tajante, sino un flujo, una retroalimentación entre lo llamado “culto” y lo “popular”. 

“Aparte del talento, Meneses reconocía a la memoria como un elemento fundamental para el trabajo poético. Quienes aspiraban al reconocimiento dentro del gremio debían ser capaces de retener gran cantidad de versos- como el propio Meneses se jactaba: tengo impreso en mi memoria / de versos  una fanega-, y acudir a ellos en los desafíos, lo cual requería también una importante capacidad de improvisación. De improviso y de memoria…, era la consigna favorita del poeta nortino para retar a sus contrincantes.

Talento, memoria, improvisación y experiencia, todas esas cualidades no servían de mucho si el poeta no era ‘historiado’, si carecía de una base mínima de conocimientos que pudiera ostentar en sus composiciones.(…) Por otra parte, se debían seguir una serie de cánones propios de la poesìa tradicional, entre los que hay que destacar el correcto uso de la gramática, de la rima y de la métrica”. (4)

Tanto en Rosa Araneda, cuya estrategia discursiva se presenta al margen de lo literario, como en Peralta, cuya ceguera y analfabetismo no le impiden manejar un amplio corpus de referencias culturales clásicas o en Daniel Meneses, donde están presentes tanto lo cotidiano, lo personal, lo político como escenas bíblicas o alusiones al Cantar de Roldán, a la Ilíada, al Mío Cid, dan cuenta de que estos poetas populares operaban con un amplio acervo cultural, que heredan de la tradición y que manejan y recrean con holgura,  ductilidad, inspiración, oficio y humor.

Vengo de los altos mares.
A caballo en un cangrejo.
Para arrearlos por aparejo.
A los poetas populares.

Me dijo un pulpo en la altura
Que en Chile había un poeta,
I en ciencia más que profeta;
I de harta literatura,

Antes de irme a la hondura

Pedí permiso a los lares,
Para escribir mis cantares
No necesito ataranto
I a contestarles su canto
Vengo de los altos mares.

No sé quién en el vapor
Me habló al oído cien veces
Vuelve para atrás Meneses
A contestarle al cantor,
Que quiere ser superior
Aún más que el Homero viejo,
Yo buscando lo aparejo
Dejé el mar, i salté a tierra,
I hoi vengo hacerle la guerra
A caballo en un cangrejo. (5)

La publicación de toda esta copiosa producción poética nos acerca no sólo al estudio indispensable de la cultura popular chilena, sino también a su fruición, a la vitalidad que la recorre, donde la sátira, la celebración, la poesía como crónica y el poeta como cronista, los versos por ponderación y  el mundo vuelto al revés, nos dejan un sabor, un aroma, a vino, a sangre, a tinta, “a risa con sangre”, a vida.

Los pliegos impresos, antes dispersos y ahora recogidos en libro, crean las hojas de un  árbol nacional, donde resuenan, a un tiempo, los acordes de la vieja lira, y el golpeteo de la tipografía de imprenta, en una música autóctona, pujante y plebeya, que es necesario no desoír, sino más bien abrirse a nueva recepción de la oralidad, ad portas del Bicentenario de un paisaje que quiere ser también país.

 

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*Poeta, ensayista y pintora. Licenciada en Letras por la Universidad de La Habana, Cuba. Magister en Letras y Culturas Clásicas por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educaciòn (UMCE), de Santiago de Chile. Profesora de Literatura de la Universidad Finis Terrae, Profesora de Literatura de la Universidad del Desarrollo, Santiago de Chile.

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NOTAS

(1).- Rodolfo Lenz. Nace en Halle, Sajonia, en 1867 y fallece el 7 de septiembre de 1938. Reconocido lingüista, filólogo, lexicògrafo y folclorista alemán, que se naturalizó chileno. Políglota y estudioso de la filología comparada, realizó importantes estudios en Chile, tanto sobre la poesìa popular como sobre el español en América. A él se debe la  primera colección de la poesìa popular chilena  (conocida como la lira popular) y el texto Sobre la poesìa popular impresa en Santiago de Chile, Alemania, 1894 , reeditada en Anales de la Universidad de Chile, año 78, tomo CXLIII, Santiago. También destacan entre su labor un Diccionario de las voces chilenas, derivadas de las lenguas indígenas (1905-1910), Contribución para el conocimiento del español de América. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, 1893 y El español en Chile. Lenz, R; Bello, Andrés y Oroz, Rodolfo.  Traducción, notas y apéndices de Amado Alonso y Raimundo Lida, Buenos Aires, Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana VI, Instituto de Filosofía y Letras, U. de Buenos Aires, 1940.

(2).- Micaela Navarrete, en “ Mundo al revés, jefa! “, en Por Historia y Travesura, La Lira Popular del poeta Juan Bautista Peralta, pág 20,  Colecciòn de Documentos De Folklore, Ediciones de la Direcciòn de Bibliotecas, Archivos y Museos, Santiago de Chile, 2006.

(3).- Tomás Cornejo, Juan Bautista Peralta: Cantor, poeta, periodista popular, en Por Historia y Travesura, La Lira Popular del poeta Juan Bautista Peralta, pág 24, Colección de Documentos de Folklore, Ediciones de la Direcciòn de Bibliotecas, Archivos y Museos, Santiago de Chile, 2006.

(4).- Daniel Palma “ ¡Crucen chueca, que aquí hay peòn!”. Daniel Meneses, el poeta nortino en Los Diablos son los Mortales, La obra del Poeta Popular Daniel Meneses, Micaela Navarreta y Daniel Palma (compilación y estudios), Colección de Documentos de Folklore,  Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Santiago de Chile, 2008, págs-59-60.

(5).- Daniel Meneses, Versos satìricos dedicados a los poetas populares en Los Diablos son los Mortales, La obra del Poeta Popular Daniel Meneses, Micaela Navarrete y Daniel Palma (compilación y estudios), Colección de Documentos de Folklore, Ediciones  de la Direcciòn de Bibliotecas, Archivos y Museos, Santiago de Chile, 2008, pág.325.

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 BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

-Aunque no soy literaria : Rosa Araneda en la Poesìa Polular del Siglo XIX.
Compilaciòn y estudio, Micaela Navarrete, Colección Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares, 1998, Santiago de Chile.

- Micaela Navarrete y Tomás Cornejo, Por Historia y Travesura, La Lira Popular del Poeta Juan Bautista Peralta.

- Micaela Navarrete y Daniel Palma, Los Diablos son los Mortales, La obra del Poeta Popular Daniel Meneses, Ediciones de la Direcciòn de Bibliotecas, Archivos y Museos, Santiago de Chile, 2008.

- Rodolfo Lenz, Sobre la poesía popular impresa en Santiago de Chile, en Anales de la Universidad de Chile, año 78, tomo CXLIII, Santiago.

 

 

 

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