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OTRA BUENA BOLA DEL BILLAR DE LUCRECIA: NOSOTROS QUE NOS QUEREMOS TANTO (ANTOLOGÍA DE POESÍA MEXICANA CONTEMPORÁNEA).

Por Damaris Calderón

 

 Me confieso lectora de revistas literarias y de esas criaturas monstruosas, las antologías. En la desmesura,  el riesgo, el desacierto o las propuestas de las mismas, siempre encuentro algún poema, algún poeta, con el que salir bajo el brazo.

En los últimos tiempos, saludablemente,  hemos visto aquí en Santiago de Chile la aparición sucesiva de diversas antologías de poesía latinoamericana. Me refiero a las publicadas por Ediciones Lom, donde se recogen muestras de la poesía boliviana, la peruana y la argentina y otra, de la más reciente poesía cubana, verá la luz editorial el año próximo por ese mismo sello.

El esfuerzo y la concreción de Lom en estas ediciones es indicador del interés que hay por asumir y concretar un diálogo que rompe, en primer lugar las fronteras culturales , geográficas y políticas, es decir, traza otra política, busca delinear una nueva cartografía., donde lo imperioso es reconocer al otro, al uno en el otro, al otro en el uno, en el multicultural y diverso escenario (constructo) latinoamericano.

Dentro de estos gestos de diseño de nueva cartografía (o su intento) merece mención especial el esfuerzo de El billar de Lucrecia y su creadora, la poeta y editora Rocío Cerón. El espíritu lúdico, irreverente, de crear una editorial que difundiera a la reciente (vital) poesía latinoamericana desde bolas cargadas en una mesa de billar, por una Lucrecia negra y sensual, rompía con los cánones de una editorial y una concepción tradicional de la poesía, de un “deber ser”. Creo que ese mismo espíritu anima a “Nosotros  que nos queremos tanto”, cuya idea y gestación, rompe con los moldes de lo que, en rigor, se cataloga como antología, rompe, por tanto desde su inicio, con esa noción de antologar, de clasificar la poesía casi a veces a la manera de un entomólogo, y ha preferido dejar el tramado de sus páginas a un texto, un tejido común, conformado de manera paródica, burlesca, que parte desde el título escogido para la presentación:. “Nosotros que nos queremos tanto”.   Marcelo Pellegrini da cuenta en el prólogo de cómo se realizó la antología. Rocío invitó a los miembros del consejo editorial del Billar a formar parte de la misma, estos a su vez invitaron a  otro poeta a participar, e invitaron también a un poeta latinoamericano a que lo presentara con una nota crítica. Cabe imaginar a estos poetas , compadres y comadres, ante la hipotética mesa de billar, leyéndose, comentándose, pelándose y queriéndose unos a otros. Podemos decir entonces que esta  antología está hecha al alero de las filiaciones, de los afectos, de las fricciones posibles que da el cariño (arduo , como se sabe), una antología que, por su ludismo y su ambiente de billar, podríamos llamar tal vez, “antología simposíaca”, parte del banquete, de la fiesta, de la conversación interminable.

Una vez con un ex amigo chileno (nosotros, que nos queremos tanto, a veces dejamos de querernos, forma parte de la dinámica, de la trama del bolero), comentamos lo bueno que sería hacer una antología de poesía sólo con tus amigos, con los amigos de uno, que, en tanto amigos, debían ser también, los mejores poetas. Esa idea de las filiaciones creo que recorre el presente volumen, y sorprende, gratamente, que esta reunión o junta, no haya ido en desmedro del rigor. Rigor presente en la calidad de los poetas aquí reunidos, como de los poetas que, a manera de críticos, o de lectores, los comentan, en un espectro que va desde Buenos Aires, Colombia, Ecuador, Guatemala, Lima, por sólo mencionar algunos de los puntos geográficos desde donde se articulan estas lecturas. Creo que en esta nueva concepción de antología resulta especialmente interesante el hecho de pedirle a un poeta, no un crítico, sino  a un par de otra latitud, que lo lea y presente, extendiendo así el acto creativo, allí donde ya Steiner señalaba que sólo a la creación se puede corresponder con otra creación, desde un acto creador, recuperando este acto, entorpecido por las múltiples exégesis , comentarios y comentaristas, invisibilizando el verdadero texto , la poesía. Creo que aquí, lo que se pone de relieve es la poesía, más allá de cualquier punto fronterizo donde se articule. Creo que las nociones de países, nacionalismos, fronteras, van quedando estrechos, como corsets o camisas de fuerza . Creo que este diálogo que se da en los poetas de esta antología es un diálogo que se está articulando de manera perseverante, pasional y obstinada en Latinoamérica, donde los poetas más recientes ya no se conforman sólo con la cita textual, o el libro recién llegado, sino que viajan a conocerse, arman eventos, se leen unos a otros, la Web es otro espacio de reencuentro, se posesionan de la blogesfera, están fuera, están adentro, están en todas partes. Escriben con mucha fe (les pagan con poquita), excluidos muchas veces de la editoriales tradicionales, arman sus propios sellos, contrabandean los libros, la poesía, le devuelven ese carácter ígneo al acto poético y a sus frutos, cosa que no puede proporcionar el mercado con sus  muertas estanterías. Hay que hablar entonces de un estado de eros, de intercambio de flujos, de fluídos, de retroalimentaciones. De una noción de entender y practicar la poesía como  un acto colectivo y personal, a un tiempo, todos trabajando en el tramado, en el centón, en el texto, en las palabras de la tribu, como decía el joven Pound, en el hipertexto, en el poema.

En este creación personal (y colectiva) de Nosotros que nos queremos, tanto, a qué dudarlo, es notable la calidad y la diversidad de voces y autores aquí incluídos, que van desde un lirismo a veces metafísico hasta la influencia y relectura de la poesía japonesa, de la norteamericana, del creacionismo, del concretismo, uso y abuso y parodia de la tradición y las vanguardias. Narratividad, coloquialidad, comentario a la literatura de las crónicas de la conquista, a sucesos periodísticos, a los migrantes mexicanos, a  las migraciones del lenguaje; estas páginas depararán al lector más de alguna sorpresa.

Si una antología busca mostrar un estado creativo dentro de cierto segmento poético, ya sea generacional o de otra índole, y dejar unos cuantos poemas y unos nombres, a los que habrá que volver, como referencia, como incandescencia, Nosotros que nos queremos tanto, indudablemente lo consigue. Ahí están los poemas, entre otros de Ernesto Llumbreras, de Carla Faesler, de León Plascencia Ñol, de Minerva Reynoso, de Amaranta Caballero , Julián Herbert y la propia Rocío Cerón.

Damaris Calderón
Santiago de Chile, 7 de octubre, 2008

 

 

 

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