. .. .. .. .. .. .. .. .. .. .. . . Durante la presentación en Isla Negra. 20 de octubre 2012
CRIATURA DE ISLA
Por Soledad Fariña
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Tierra firme llamaban los antiguos a todo lo que no
fuera isla. La isla es, pues, lo menos firme,
lo menos tierra de la Tierra.
Dulce María Loynaz
Volando desde su isla, Damaris pisa tierra chilena en 1995. Época difícilísima en Cuba, época grandilocuente, engreída, jungla llena de tigres de papel, acá. Pero para ella, Chile solo era la poesía que ha leído. Apenas la encontramos nos damos cuenta que su vida es la poesía. Trae 28 años, cuatro libros publicados, tres premios. Nos muestra su poesía y nos da a leer a sus amigos: Carlos, Omar, Sigfredo, Ángel, su generación de Parloteo de sombras.
En fin, está aquí y lee, escribe, estudia, enseña y publica; crea una colección en la editorial Cuarto propio: Botella al sur, que nos publica; crea su propia editorial, Las Dos Fridas, que también nos publica. También ama. Pero también añora, sobre todo añora, este clima no le sienta, su cuerpo se resiente y empieza a dar cuenta de él en palabras, en semi-palabras, en sílabas. Así nace un libro que nos conmueve: Sílabas, Ecce homo que no solo gana un premio importante, sino que empieza a dar señas de un vínculo profundo con nuestra poesía. Poema-libro poblado de pájaros, el pajarístico de Juan Luis, El queltehue, dedicado a Elvira Hernández: “Un insecto devorando un clásico/no turba mi sueño, oh no,/ni el pensamiento de lo que América sería.” Gran poema, sobre todo viniendo de ella, que ama y se ha formado en los clásicos,
“Creo que uno debe conocer a los clásicos, -dice- que la literatura es universal, y en ese sentido hay un sentimiento de apropiación, pero también es cierto que en este momento la fuente nutricia de la literatura está en América Latina”.
Pero Sílabas es, sobre todo, “un libro salido del más profundo dolor (…) la constatación de la precariedad de la condición humana a través del lenguaje…” “El consenso es grande, -dice el profesor y crítico Grinor Rojo- y nos habla de una poesía desnuda y desgarrada, con un alto grado de dramatismo, tragicidad inclusive, que no hace concesiones de ninguna especie, ni siquiera las que podrían traducirse en un empleo discreto de la crueldad y la violencia.”
Vienen nuevos libros, publicados en Cuba y reeditados en Chile, como la hermosa versión de Parloteo de sombras, editado en Matanzas, su tierra natal y reeditado por RIL.
Me detendré un momento en Parloteo, partiendo por uno de sus epígrafes: "Los poemas a la muerte/ son un engaño./ La muerte es la muerte":
“Hablar desde el silencio”, dice la excelente lectura de María Inés Zaldívar, “pero también el viaje, con sus arraigos y desarraigos, (…) tensionado tanto por el adentro del viajero como por el afuera de lo viajado, pues esta situación ambigua conforma un modo de sentir y de vivir. (…) Cómo se vive el peregrinaje, (…) si el caminar de la hablante siempre añora la tierra del origen, o bien si busca echar raíces en la tierra que va pisando”.
Damaris viaja, aprende palabras ásperas, como caliche, charqui, camanchaca. En el mar del “norte del sur” resuenan otros mares y se hace carne la sentencia de Dulce María: “La criatura de isla trasciende siempre al mar que la rodea y al que no la rodea.”
Viaja a La Tirana, y no asiste a su fiesta, sino a la fiesta de la sacralidad de las piedras que le muestra el camino: las pintadas, las talladas, las escritas. Perpleja ante la soledad del desierto hace un guiño a Góngora… Y finalmente aprende a despedirse de todo lo que absorbió con los ojos, los oídos, el tacto y que más tarde volverá ¿hecho palabra, sílabas? ¿qué huella dejará la sequedad andina en este ser de isla? ¿qué dirán ahora sus palabras?
El viaje, la errancia dejó nombres, pero también algo más ¿un arraigo –en la palabra-?
El libro que presentamos hoy, “Las pulsaciones de la derrota”, está unido, como los otros, por el hilo tenue que va de origen a destino: Aconcagua, Chaitén, Valparaíso, como antes fue Iquique, la Serena, Coquimbo… y antes, La Habana, Matanza…
En su libro “El remoto país imposible” (2010), habíamos leído de derrotas: los hijos de la época, bastardos de la época… héroes, amigos, enemigos, a quienes la historia vació sus platos, sus ojos, sus costillas…
En éste, las pulsaciones de derrota están aquí, principalmente están aquí, Chile ya no es para Damaris solo los poetas que ha leído: ahora es tiempo, lugares y personas. Las pulsaciones están en Marcia Quirilao, mapuche urbana trasplantada a la población La Victoria, que pide un taller a cambio de sus manos. Está en dos mujeres unidas como un tazón de cerezas apretadas:
ahora tú estás mirándome y yo también estoy mirándote./ Con un tazón de cerezas en la mano/ Con el privilegio de un tazón de cerezas en la mano/(…)/ En esta hora en que el bisturí entra en tu carne/ Vaciándote
En hermanas unidas por la desazón, el aullido:
Para qué / escuchar a una perra / diciéndole a una perra / que la vida/ es otra perra negra/ el hocico partido / las costillas /lamiéndose entre sí
En los vencidos de la cordillera andina: el cóndor, las falanges de los dedos, el altiplano, la música del altiplano, la música del viento, el maíz, el choclo, la loyca, los choroyes… Mientras la maestra rural, la jardinera, Neftalí, la amortajada, el vidente… levantan un poema, el Poema de Chile, con todos sus pedazos… Lo desmembrado por todas las derrotas, vuelve a unirse en un poema.
“Todo es sagrado”, inició diciéndonos esta criatura de isla, que como viene del mar, va al mar y mares pequeñitos se amansan en su pecho… ¿Será el momento para esta peregrina de arraigarse en su Isla, ahora en esta Isla?
Mirasol, Octubre 2012.