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DE " LAS PULSACIONES DE LA DERROTA",
PREMIO ALTAZOR, POESÍA, 2014. LOM EDICIONES

Damaris Calderón



.. .. .. .. .. .

CABALLO DE ATAR

El viento puede enloquecer a una mujer
a un hombre
caballo de atar rompe los cercos
salta la empalizada
doblega el cerebro más fuerte
como un campo de gavillas de trigo.
Ahora soy mi padre recostado junto a la ventana
que me pregunta con sus ojos muertos
“¿Estás aquí o en La Habana?”
Ahora soy mi padre
su navaja de afeitar
la herida que corre
el hilillo de sangre
y el tajo que quisiera más profundo.
¿Estoy aquí o en La  Habana?
Lo que antes fue literatura
es un río que me desborda
una tierra me segrega me expulsa
el dolor recorre mis piernas sus posesiones.
Soy mi padre.
La hija del difunto.
La extranjera.
La otra.
Ninguna.

 

 

OSCURO

Es la entrada en la noche
su vientre oscuro redondo
su boca que todo lo traga lo succiona
lo escupe
sus ubres flacas de perra
de mujer que ha perdido a sus hijos
es la noche ojos de caballo
la noche de las fogatas de los vagabundos
la noche cicatriz
      brebaje alcohol costurones
frazadas hediondas
hombres que duermen y respiran y mueren de frío
con un hilo de saliva corriéndoles por los labios
hombres solos mujeres solas
que se voltean hacia el otro lado
como si hubiera otro lado una tibieza
y no la noche su garganta su gangrena
su pierna amputada
sus pisadas cojas vacilantes
y no la noche su resaca su orilla
sus alcantarillas  sus falsos puentes
su tendido eléctrico mentiroso
la noche desbocada
      que nadie puede amansar
             ojos de caballo   la loca

 

 

OSCURO

Un  bar es también un acuario una pecera
la orilla  donde el pez peleador y el pez gordo
pierden kilos y branquias y bronquios
y el silencio y la charlatanería alternan
como dos púgiles
un bar es tan misterioso tan inexplorado
como el fondo del mar
su fauna marina
sus especies en extinción
en el bar se sueñan los horrendos los hermosos crímenes
y los asesinos se duermen y despiertan y el coraje es más corto
que la vida de una estrella de mar.
En las mesas del bar
hechas de la madera que botó la ola
los hombres huelen a las algas marinas que se pudren.
Y se aferran a la noche con sus ventosas
y al aguardiente apiadado.

 Yo no veo el día.
El día viene y se hace.
Canta el gallo se hace el día.
Hay quien hace el día
quien hace la noche.
Pasa el día saludando jovial en piernas de vecino.
Yo no lo veo.
Yo sólo veo el día en lo oscuro.
Cuando se pone negro maldito.
Cuando pasa morado dando tumbos
como un transeùnte como un hombre hinchado de vino
que no respeta que no distingue
el deseo y la violencia de su deseo
cuando se desploma como un cuerpo muerto
sobre las líneas del tren
y alguien dice aliviado:- “ ya pasó”.

 Y quisiera que termine la noche
que pase el dolor y me inyecto
me inyecto más dolor
pero la noche no termina nunca
desemboca en otra noche
me han cosido los párpados
y no puedo ver sino la noche
la noche de mis ojos.
Y quisiera que termine la noche
que el hombre que corre por el tejado
(que bien podría ser el asesino)
es mi única compañía
el hombre que jadea con mi respiración
en un cuarto solo
tiene las manos anchas
lo suficientemente grandes
para desnucarme.
La noche recorre esas manos
como recorre mi cuerpo

encendiéndolo y despreciándolo.

 

 




 



 

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