Proyecto Patrimonio - 2013 | index | Damaris Calderón | Autores |




 

 

 

 

Porque nos parecemos a las calaveras (estranguladas) de Guadalupe Posada

Por Mabel Cuesta
Profesora de Literatura Hispanocaribeña
Universidad de Houston

 

 


.. .. .. .. .. .

Acercarse a Oriana Fallaci en su Entrevista con la historia estremece y confirma que  “El verdadero poder no precisa de arrogancia, ni de barbas pobladas o voces aterradoras. El verdadero poder te estrangula con lazos de seda”. Algo similar sucede con esta nueva entrega de Damaris Calderón Campos. Leerla es darle espacio a la asfixia que sobrevendrá, al paroxismo que acarrean la estrangulación y también, a ratos, la risa. Hay un modo de decir en la escritora que habla con lateralidad del poder y sus redes invisibles. Los girasoles de su “Patria” no son los de los campos franceses en verano, no los de Van Gogh estancados para siempre en el jarrón, sino los del vendedor que grita fatigado en cualquier pueblo de Cuba, los que se ofrendan a la Caridad del Cobre con la misma devoción con que nos entregamos al trágico fatum que ronda a los isleños desde siempre. Son girasoles “carnívoros”, dice. “Deberían estar encerrados”, sentencia. Sus tallos serían el lazo de seda con que andan nuestras calaveras estranguladas.

Nada es casual en este libro. No las referencias míticas al panteón greco-latino (sus relatos: poesía épica y dramática) que le permiten ubicuamente hablar de un pasado inexistente pero todavía fundador de ‘absurdas lógicas’ para una isla olvidada en medio del Caribe. No las “Esquirlas” en la piel de algún personaje; esas quetal y como lo asegura Badieu son el acontecimiento mismo, aquello que no debió pasar, pero que al nombrarlo deviene “suceso”.  No lo atemporal que rompe a postas las unidades aristotélicas; que insiste en lo cíclico de los eventos -digamos el nombrar, juguetonamente superponer, fechas de guerras que no hacen más que recordarnos que siempre ha sido tiempo de batalla.

Nada es casual en este libro.

No las constantes referencias a obras del archivo occidental, la complacencia en exponer el hipotexto-herida… No su dejarle saber al lector de dónde viene, cuáles han sido sus lecturas obsesivas, cuáles sus influencias superadas. No su consciencia plena del mosaico de citas -su pedazo de cerámica (piel) propia- ni el dolor con que la coció en el horno de los siglos.

Su existencia mínima, herencia de un saber inacabado, parecería establecer sentidos y rutas sólo bajo la guía feroz de la desobediencia. Es por eso que se expone y establece prioridades, articula algunos ejercicios de autoconocimiento: “(…) mi necesidad exigente de veracidad-, yo diría: si pudiese haber escogido, me habría gustado nacer caballo. Pero- quién sabe- quizás el caballo no sienta el gran símbolo de vida libre que nosotros sentimos en él”.

Y es así que llegamos al centro. A ese relato que establece un punto meridiano para los muchos radios que componen este círculo. El que titula al cuaderno marcando un diámetro (por naturaleza divisor, equitativo) en donde quedan dibujados dos espejos de feria. Unos que vienen a deformar respectivamente las múltiples imágenes que brinda la totalidad de los textos. Espejos-semicircunferencias. Uno de ellos recogería a ese lugar “sucio y mal iluminado” al que suelen llamar la prensa y otros delirios “la realidad cubana”;  el otro serviría de continente a las historias de referente clásico.

“Porque nos parecemos a las calaveras de Guadalupe Posada” conjuga desde el punto medio que es recursos paródicos, infinitos oxímoros -“Oscuridad, mi luz”-  así como las características esenciales de la tragicomedia. Sólo que sin héroes o antihéroes.

Se trata de relatos abarrotados de personajes flotantes que han perdido todo centro de gravedad. Delirantes en simuladora clave de cordura que en absoluto emprendan las clásicas búsquedas en pos del amor, la justicia, la ambición o el trono. Sus obstáculos están tan incorporados a la sobre(vida) diaria que parecerían no conducir al encuentro con un fin.

Y mientras la atemporalidad inamovible acontece, lo que sí hacen estos ingrávidos es observar, reflexionar, incisivamente procurar un sentido frente a aquella paradójica realidad… si un apagón se adueña de la noche cubana, se les escucha decir: “Sí, puede que esto haya sido diseñado con perversa sabiduría. A lo mejor nos dejan así  para que meditemos. A lo mejor el oráculo de Delfos era una boca de lobo: ‘Conócete a ti mismo’”.

Conocerse a sí mismos, como seres del agua –“ El isleño conoce las islas no por las aguas que la rodean (a las que de tanto mirar nunca ha visto) sino por sus definiciones.”- aparece como meta ocasional que fundamentara la esencia de esos personajes quienes muestran una cierta y tímida voluntad de paso desde el ‘no ser’ hacia el ‘ser’. Y también una cierta sed  menguada por el conocimiento y sus estancias lúdicas.

Son en fin sujetos-calaveras, sujetos-fuegos fatuos que contemplativos revelan la ciudad y sus grises paseantes. Que se burlan de sí mismos. Que alguna vez dan vueltas de carnero. Que conscientes de las cadenas y el ardor de Prometeo han perdido la fe en un tiempo mejor. En cualquier tiempo en que hayan de tornarse grávidos, legítimos o demandantes ante Zeus. Son de algún modo una existencia inédita que por un instante se revela.

Revelación que termina en lo negado, en el hundido fracaso de la aguas. Revelación que reza: “No Virginia Woolf, no Emily Dickinson, no Marina Tsviétaieva. No Damaris Calderón ni D. C., sino alguien (algo) que arrastrado por el légamo de la palabra légamo, se hunde en la corriente hasta el fondo, devorada por las aguas del entresijo.” Como quien en realidad toma desde el fondo marítimo un tallo de girasol y voluntariamente envuelve con él su cuello. No por calaveras de lo acuático la estrangulación se hace menos asfixiante.



 



 

Proyecto Patrimonio— Año 2013 
A Página Principal
| A Archivo Damaris Calderón | A Archivo de Autores |

www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Porque nos parecemos a las calaveras (estranguladas) de Guadalupe Posada
Por Mabel Cuesta
Profesora de Literatura Hispanocaribeña
Universidad de Houston