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Mi cabeza está en otra parte, de Damaris Calderón
Alquimia Ediciones, 2017
Poesía, 108 pp.
Por Nicolás Meneses
Publicado en https://jampster.cl/ 26 de Marzo 2018
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Con casi una docena de libros a su haber, una antología de la poeta cubano-chilena, Damaris Calderón, era una necesidad para su numerosa y desperdigada escritura. Alquimia Ediciones asumió esa tarea publicando Mi cabeza está en otra parte, un recorrido por las publicaciones de Calderón hechas exclusivamente en Chile, sin importar que alguna de ellas se haya imprimido con la etiqueta de narrativa
Diez capítulos de diez libros, diez selecciones de poemas que evidencian una irregularidad notoria en la cantidad de textos escogidos para publicación. Si bien en los libros tempraneros como Guijarros, Duro de roer, Sílabas. Ecce homo¸ Parloteo de sombra y Los amores del mal la cantidad de páginas destina es brevísima, ya recién en sus últimos libros logra asomar un paisaje vasto. Los primeros tienen como figura central la escritura misma, una hablante que discurre entre la incapacidad del sujeto, sus limitaciones para comprender y acercarse al mundo. Devaneo metafórico sobre escenas absurdas, el ahogo de la nada, la insistencia en la búsqueda de sentido cifrada en ciertas imágenes como la del perro persiguiéndose la cola, en una espiral sin fin.
El lenguaje, asimismo, se convierte en otra constante de peso dentro del imaginario de Calderón: palabras con voluntad propia que chocan con la hablante, expectante, desconfiada hasta de su propia lengua: “Arrojaba el guante a la espera del rato y sólo aparecían vocablos. Los vocablos no daban en el blanco y se alejaban como venablos cabizbajos. Las sílabas doblaron las patas sujetas a la caballeriza, pues no había herida que sanar ni viaje alguno que emprender” (pág. 21). Porque: “Palear nieve/ (como palabras)/ es un gasto inútil.” (pág. 29). Y de ahí se desprende la laconia de sus poemas, la precisión como piedra de toque para la expresión justa, al meollo.
En Parloteo de sombra la hablante escindida realiza un parangón entre Spoon River y Matanzas, haciendo suya esa ciudad con el pueblo ficticio de Lee Masters, cargando con los vestigios, uniendo las puntas de estos territorios en un telar que al mismo es el cuerpo propio y el de la madre: “Raquel/ (mi madre)/ va por el agua/ sin piedra de fundamento./ Quemo/ Todo lo que no tengo/ (guásima, palma),/ pabellón/ de oro/ Hay que coser (Kozer)/ el paño del país/ (lienzo de la Verónica),/ remiendo.” (pág. 39). Este desarraigo se acentúa en el primer texto de El remoto país imposible: “Un hilo/ de los genitales a las agujas/ (la muerte o la madre/ tejiendo tejiendo/ -nudos nudillos-/ un sol redondo).” (pág. 53). Telar que nos exige juntar las partes del naufragio que, de momentos se transforma el poema, la tormenta que dispersa los territorios hechos uno y a la vez, ninguno.
La poesía de Damaris nunca abandona la pulsión del lenguaje, la literatura y la sobrevivencia; más que la lectura de los clásicos le interesa cómo las palabras hacen mella en el espacio público, como se asientan en el lector, en el ciudadano inconcluso, los vocablos que se hacen presentes en cualquier lugar como en este poema de Rayados en el muro: “Los rayados apostólicos de las paredes./ Los rayados de la soledad del neoprén./ Los grafitis de la carne en la muerte/ los rayados de los rayados en el muro/ en la noche el hospital el orfanato el manicomio (la cárcel)/ la iletrada escritura sutura con uñas pies zarpazos sirenas” (pág. 65).
Lo mejor de la antología se encuentra al final, en sus últimos tres libros, especialmente en Las pulsaciones de la derrota. La escritura a partir de acá toma un impulso narrativo sobrecogedor, que encamina estos versos y nos acerca, entre otras cosas, a la violencia médica, científica, de anestesia que silencia y cosifica el cuerpo femenino: “En esta hora en que el bisturí entra en tu carne/ vaciándote/ los ovarios/ el útero/ con que concebiste a los hijos/ en esta hora en que el carnicero te faena/ como a otra res del cubículo/ tú eres otra vez la hija/ el cuerpo donde se encuentran los elementos/ la vida y su fermentación” (pág. 69). La misma vida y el mismo cuerpo que busca, rastrea, recorre, se dice que hace, al que le roban la voz: “que nació en un país de peces tropicales/ (no recuerdo)./ Indias puliendo cabecitas/ de otros indios./ Dícese que emprendió grandes gestas/ que nunca salió de casa.” (pág. 86).
La diversidad de registros es parte de la riqueza que muestra la poesía de Damaris Calderón. Su trayecto de más de veinte años de publicaciones en Chile es un testimonio certero de aquello, de constancia y oficio. A pesar de la irregularidad de los primeros libros, Mi cabeza está en otra parte arma una geografía vital de un formidable y obligado recorrido de una escritura de la que hay estar pendiente.