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El profesor que pasó un año en la periferia anotando todo
"No me vayas a soltar" de Daniel Campusano. La Pollera, 2017
Por Cristóbal Gaete
Publicado en El Mercurio de Valparaíso,
26 de Noviembre de 2017
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Tal como sucede con muchos colegas reales de Daniel Campusano a lo largo de Chile, el protagonista de "No me vayas a soltar" (Ediciones La Pollera) opera en la desprotección. La forma de selección del trabajo, el primero en su vida profesional, habla por si sola: eligen gente soltera porque deben tener poco que perder. Antonio entonces decide renunciar al primer día, pero es atacado en su auto. Los maleantes sólo se detienen cuando saben que es profesor.
El docente, aún en esa situación extrema, es alguien a quien respetar, una esperanza de vida diferente. Impulsado por el miedo permanece en el trabajo. En el cotidiano comienza a describir a los alumnos, sus padres, el resto del equipo del colegio. Principalmente se detiene en la complejidad de la psicóloga y de un joven que muestra la intención de romper el estigma, pues es tan buen estudiante como conflictivo. Campusano, que con este libro obtuvo el Premio de novela corta Pedro de Oña el año pasado, intenta ser justo con todo el tramado de la educación pública. Los funcionarios más despreciados por el protagonista son los más resilientes, mientras que los que tratan de hacer un cambio parecen envejecer y agotarse rápido. La ciudad recorrida en auto parece conectar con sus carreteras rápidamente centro y periferia.
El novelista, que el 2013 publicó "La Incapacidad" (LOM), para su nuevo libro contó con su propia experiencia como investigación: "Trabajé como profesor en un contexto similar al de la novela y existían apoderados que tenían arraigados los códigos de la intimidación para cuidar sus intereses. Era parte del contexto. Ahora bien, años después, también me tocó escuchar amenazas en los colegios más exclusivos de Santiago. Vi a alumnos decirle a los profes que los acusarían a sus papás o mamás si les gritaban, y fijo que al otro día venia un tipo a aclarar tácitamente o con prepotencia que él pagaba una mensualidad".
Yo creo que el protagonismo actual del apoderado en los colegios es tremendamente perjudicial. Suelen confundir preocupación o cooperación con una imposición clientelista. La 'súper mamá' de la reunión de apoderados es una institución peligrosísima".
— Hay hartos profesores que se quejan del abandono de la gente que entra y sale de esos trabajos en zonas peligrosas. ¿Cuál es la motivación de los que permanecen?
— La resistencia va acompañada de una pulsión valiente, entrañable, quizás política. Después de un tiempo trabajando en estos lugares, uno sospecha que verdaderamente se puede cambiar muy poco. Pero te encariñas, te aferras a pequeños flotadores o restos del naufragio, y te propones, al menos, ver el resultado de tu sudor y sangre en pequeños focos, en algunos niños. El reconocimiento del profesor, verdaderamente, llega cuando el niño crece y el docente está demasiado lejos. Y es por esto que esos días del profesor, con toda la parafernalia de la gratitud y admiración de tarjeta village, se hace media ridícula.
— Gabriel es el símbolo de la discordia, un niño tan brillante como abusivo. ¿Por qué elegiste perfilarlo de ese modo?
— No quería bajo ningún punto, que la novela planteara héroes o culpables. Siento que los claroscuros transmiten una humanidad inteligente, verosímil. Me siento lejano a las historias seguras, unidireccionales. Y nada me interesa menos que las moralejas, los discursos políticamente correctos y las vainas aleccionadoras. A Gabriel me costó mucho delinearlo. Lo cuidé mucho y, también, lo dejé actuar. Si provoca desconcierto o ambigüedad, me quedo plenamente conforme.
— La figura del profesor es respetada. De hecho, encuentra distintas formas de reconocimiento social. Pese a ello, el profesor sufre. ¿Es un enviado a salvar niños en esas condiciones? ¿Podría hacerlo?
— En ningún caso el profesor debe plantearse mesiánicamente. Es un camino muy inconveniente sentirse portador de una verdad moral o intelectual. El profesor sufre, es verdad pero casi siempre es por culpa de los regidores del mismo colegio. Siempre hay una vieja que busca jubilar tranquila, o uno que ascendió a jefe de algo y le tiene terror al profesor joven que se esfuerza que conquiste a los niños mediante estrategias afectivas o menos normalizadas. El profesor no debe proponerse salvar, insisto. Debe proponerse individualizar, alimentar la curiosidad, el humor, estrujar las particularidades y enseñar, sobre todo, que lo más valioso de una convivencia es la variedad de intereses y personalidades.
— En el contraste entre carreteras y pasajes se trazan varios Santiago, que a la vez son accesibles de forma rápida. ¿Por qué decidiste mostrarlo de ese modo?
— Para el protagonista de la novela salir de la pobla y entrar a Vespucio es una mezcla de alivio culposo y, también, una sensación de cobardía y egoísmo. Es muy contradictorio. Porque, finalmente, los cuicos nos adentramos en las zonas peligrosas, ayudamos y nos descueramos honestamente, pero al final del día, Vespucio, en toda su longitud, nos otorga la posibilidad de escapar de los cocodrilos y cruzar el río. No escuchamos los balazos por la noche, a los muertos sólo los vemos al otro día tirados en las veredas y nos volvemos a asombrar.
— La novela obliga a mirar una violencia que preferimos evadir, porque son niños de educación básica. ¿Cuán honda crees que es la realidad que decides reflejar?
— Intento reflejar la terrorífica idea de que los logros educativos se consiguen mediante esfuerzos personales, aislados, incluso rebeldes. El sistema está orientado a la competencia y a las pruebas estandarizadas. Los profesores creativos y trabajadores son generalmente censurados, pisoteados. Y son, a fin de cuentas, los que verdaderamente influyen en el autodescubrimiento de un niño, en su autoestima y en su conciencia sociopolitica.
— ¿Cómo ha avanzado el trabajo de la segunda parte de "No me vayas a soltar'?
— La verdad es que aunque ya tenga un borrador de la historia muy encaminado, al momento de corregir y engranar, la historia puede tomar un viraje distinto e incluso más violento.