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"Clavo
de Olor",
de Delia Domínguez
Para pasar
a la eternidad
Por Alfredo Matus Olivier
Director de la Academia Chilena de la Lengua
En Artes y Letras de El Mercurio, Domingo
10 de Julio de 2005.
Porque las palabras de la Delia nos llenan la cabeza de la más
hirviente realidad. Nos toma de las mechas y nos sumerge en el más
caldeado alquitrán de lo real, en el revuelco del ahora. Este
poemario se enmarca entre un epígrafe de Walt Whitman:
Ni habrá más perfección que ahora
Ni más infierno ni cielo que ahora.
Y un hipógrafe, ¿habría que decir?, de Agustín
de Hipona:
Y lo que recondí en la memoria
Fueron, no las imágenes de estas
cosas, sino las cosas mismas
(¡Qué verbo es este "recondir"!) Este escribidura
nos habla de la realidad. Y esto no es mucho decir, más bien
es no decir nada.
¿Para qué, si no, está el lenguaje? Sólo
que estos poemas nos insertan en la más cruda realidad, nos
llevan al vértice, que es el vórtice del humano sentir.
Este libro escueto, ceñido, de color de "crema de calabacín",
que dirían en España, este libro odorífero de
especias, clavo y canela, es una obra mayor.
Aquí recalcitran todos los aceites del espacio lírico
de Delia Domínguez, las hormonas revueltas, las aguas primordiales
del paralelo 40, los barros del Deuteronomio, los caldos, los ombligos,
las placentas, en la sopera de greda de sus creaciones anteriores.
Lo digo porque me sobrecoge, por ejemplo, esa elementalidad esencial,
ese poema exacto, "Entra por un oído, sale por el otro",
en el que está envuelta toda nuestra humanidad menesterosa.
¿No es eso lo que nos acaece a nosotros, milenarios, multitud
sin horizontes?
Me abruma esa innecesaria, absolutamente imprescindible postdata,
en Réquiem porque murió la Rita (poema con postdata).
La Rita, Delia, que una vez nos dejó suspensos en esa iglesia
de
Los Lagos, con su pregunta primaria, que son las peores: ¿Quién
es humilde aquíiii?".
Esa Rita, también creación bíblica del último
día, en su desamparo de perra de circo, de quiltra mojada,
de hembra mal parida en el ventarrón, no la de Tres Medallas,
ni la Hayworth, no la de Casia, sino esa única que nos había
dejado transverberados y con el credo en la boca, y que ahora se nos
viene a encerrar con una postdata definitiva: "Rita, por favor
no descanses en paz. Sigue preguntando desde arriba, ¿quién
es humilde aquí? ...A lo mejor, algunos duros podrían
responderte, entonces pasarías de loca a milagrera.
¿Qué te parece Rita Corales? No descanses, aunque sea
en homenaje de circo."
No lo siento, ni lo presiento, estoy seguro. Cada poema de este libro
de culminaciones es un remolino, un ciclón, un ingenio atómico
que pone en circulación las borrascas más espesas de
la mujer vivida.
Porque, la autora Delia Domínguez, como Unamuno, no escribe
para pasar el rato, sino para la eternidad.
Amiga silvestre
Delia Domínguez nació en Osorno,
el 11 de agosto de 1931. Es Miembro de Número de la Academia
Chilena de la Lengua y fue nombrada Hija Ilustre de Osorno.En 1999,
recibió el Premio Fundación Felipe Herrera Lañe
por su trayectoria literaria. Asimismo, fue jefa de redacción
de la revista Orfeo y ejerció como columnista, crítica
literaria y jefa de redacción de la Revista Paula; también
fue conductora en programas de arte del Canal de la Universidad de
Chile. En 1996 obtuvo el Premio Consejo Nacional del Libro y ha sido
dos veces nominada al Premio Nacional de Literatura.
En su vasta obra destacan títulos como La
Tierra nace al canto, Obertura Siglo XX, Contracanto,
El Sol mira atrás, La gallina castellana y otros
huevos y Huevos revueltos. Recordada fue su amistad con
Pablo Neruda, quien sólo le reservaba alabanzas: "La poesía
de Delia, osornina de los bosques de Osorno, es atrevida y descalza
(...) Mi amiga silvestre, criada entre los avellanos y heléchos
antarticos, domina la relación humana con la ternura que adquirió
aprendiendo y defendiéndose de la soledad".
La poesía de Delia Domínguez es definida
como una fiesta del campo. La poetisa ha dicho: "Mi tema principal
alude al ser humano relacionado con la naturaleza, porque nunca he
cortado mi cordón umbilical con el campo. Estoy conectada a
mis leches vegetales y si no fuera así, me secaría como
las plantas".