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Delia Domínguez:
“Los hombres siempre han tenido preferencia en todo”


Por Javier García Bustos
Publicado en La Tercera, 11 de noviembre de 2022


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Hace dos años, en los primeros meses de la pandemia, la poeta e integrante de la generación del 50 —fallecida esta semana a los 91 años— pasaba sus días de cuarentena en su departamento de Providencia, desde donde habló de su obra, de feminismo y del encierro. Cercana a Pablo Neruda, fue cuatro veces candidata al Premio Nacional de Literatura.


Contesta de buen ánimo el teléfono. Es una tarde de mayo del 2020, a un día de que comience la cuarentena total en la Región Metropolitana. “Sí, soy yo, soy yo Delia Domínguez”, se oye la poeta y ríe al otro lado del auricular. “Yo he estado bien, gracias a Dios”, agrega cuando le preguntan cómo ha enfrentado la crisis sanitaria del Coronavirus.

“He estado, claro, encerrada. Lo más triste es que hace más de un año y medio no puedo ir a mi fundo en el sur”, señala la escritora, quien durante varias temporadas pasó alternando la vida entre su fundo Santa Amelia de Tacamó, ubicado a 10 kilómetros de Osorno y su departamento en Santiago, en la comuna de Providencia.

Una de sus últimas apariciones públicas ocurrió el 28 de diciembre, de 2019, cuando asistió a la sede de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech), en calle Almirante Simpson 7, donde se le otorgó el Premio a la Trayectoria. Sus últimos meses de vida los pasó en Calera de Tango, junto a su sobrino Julio Domínguez. Allí, la poeta falleció a los 91 años. Luego, sus restos fueron trasladado a su natal Osorno.

Pero, hace dos años, como para todos, la rutina cambió con la pandemia. “Está complejo salir y ya no estoy en edad para andar manejando y por mis años no me dan carnet de chofer. Ve que yo soy ochentona. ¡88 años! Además, que me vendieron el auto”, dijo por esos días la autora quien debutó en la literatura con el poemario Simbólico retorno, en 1955, publicado por editorial Universitaria, con una nota inicial de Daniel de la Vega.

La última mujer sobreviviente de la generación del 50 recuerda: “Éramos un grupo bien variado, estaba Enrique Lafourcade, Miguel Arteche y también la Stella Díaz Varín, quien ya se fue al cielo”. La hija ilustre de la ciudad de Osorno comentaba sobre sus días de escritura: “Ya no escribo, solo ordeno, si ya soy ochentona. Los añitos se van poniendo encima de uno. Igual, a veces, escribo cosas sueltas”.

Con respecto a la pandemia dijo que “lo encuentro triste, yo me aburro, me gustaría salir a caminar, pero no puedo, a mí me gusta mucho caminar. Sobre todo, caminar por mi barrio”, comentaba desde su departamento ubicado en calle Luis Thayer Ojeda, cerca de Avenida Providencia.

Delia Domínguez reflexionaba sobre el futuro y la crisis sanitaria: “Sinceramente no sé si el ser humano va a ser mejor cuando termine todo esto, o todo va a seguir igual. No creo que exista un cambio, la verdad”.

Traducida al inglés y al alemán, autora de una poesía ligada al campo y la tierra, su producción literaria se compone de más de una docena de libros, donde destacan Contracanto (1968), El sol mira para atrás (1973), La gallina castellana y otros huevos (1995) y Huevos revueltos (2000).

Estos dos últimos, en sus portadas, reproducen obras de su amigo Claudio Bravo, el reconocido pintor nacional que vivía en Marruecos y falleció en 2011. Ambos se conocieron por intermedio del escritor Benjamín Subercaseaux.

Uno de sus últimos libros, el poemario Clavo de olor (2004), contó con prólogo de la escritora Isabel Allende y fue publicado por editorial DeBolsillo del grupo Penguin Random House. “Isabel me pasaba a ver cuando venía a Chile, a la casa del tío Ramón Huidobro, acá cerca”, señalaba Delia.

Pablo Neruda fue el gran promotor de su obra. “Yo fui como la hija poética de Neruda. Pasaba en su casa de Isla Negra y él me visitaba en el sur. Y eso que mi padre era de derecha y Neruda era comunista, pero se llevaban bien”, recuerda Delia Domínguez. Su padre fue el abogado y juez Luis Domínguez. Su madre, Amalia Mohr, quien murió de tuberculosis cuando ella tenía 5 años.

El poeta Premio Nobel de Literatura la llamaba “mi amiga silvestre criada entre avellanos y helechos antárticos”. El escritor Oreste Plath apuntó en una columna: “Pablo Neruda, que mucho la conoció y quiso, la llamó Deliadomin, Domingadel y Enérgica paloma de los montes”. El año 2004 Delia Domínguez recibió la medalla Centenario Pablo Neruda.

¿Y qué hace por estos días?
—Trabajo en una selección de mi obra porque, a veces, vienen nietas de mis amigas a pedirme material sobre mí. Me hacen consultas. Me dicen “tía, tía qué significa esta poesía” y yo respondo encantada. No me tratan de vieja. Conversamos y hablamos de literatura.

¿Y se comunica con su familia?
—Es que por el lado de mi padre no me queda casi nadie. Quedan pocos y casi todos son sureños y por el lado materno, Mohr, eran descendientes colonos alemanes, de manera que también están en el sur. Generalmente, a fin de año, para Navidad, ellos me envían saludos.


SOBRE EL PREMIO NACIONAL

Nacida en 1931 en Osorno, Delia Domínguez, estudió Derecho en la Universidad de Chile, pero al tercer año debió abandonar la carrera por una enfermedad respiratoria. Fue por esos años que estuvo enamorada de un hombre que tenía un negocio en el sur, quien fue asesinado. “Claro yo estaba de novia con Milton Inostroza y a él lo mataron”, rememora sobre un hecho ocurrido en su juventud.

Luego, la poeta se concentró en realizar laboras de prensa. Durante dos décadas trabajó en la revista Paula, donde hizo cientos de entrevistas, reseñas y fue jefa de redacción. En la publicación desarrollaba la página de crítica literaria “El lugar de la poesía”.

“Además tenía que hacer entrevistas a los escritores y a los poetas. Había un buen ambiente. En esos tiempos éramos dos Delias, con la Delia Vergara, ella era la directora y la periodista titulada. Yo era la poeta no más”, recuerda.

Delia Domínguez fue la cuarta mujer en integrar la Academia Chilena de la Lengua, en 1992. Fue candidata cuatro veces al Premio Nacional de Literatura. El año 2000, con el apoyo de Miguel Arteche y Alfonso Calderón, estuvo a un voto de ganarle al vencedor, el poeta Raúl Zurita. En 2008, nuevamente postulada, llegó a afirmar en la prensa “Yo me siento un poco la candidata del pueblo”.


¿Cree que le den algún día el Premio Nacional?
—¡Es que como hace 10 años no publico! Y eso debe influir. Ahora también hay otros nombres, otras poetas. Está la Elvira Hernández, la Soledad Fariña y la Carmen Berenguer. Pero, la verdad es que me moriría de felicidad si me dieran el Premio Nacional de Literatura. Yo me defino como una poeta y campesina y eso ya no se da. Ya no se usa.

¿Qué opina del movimiento feminista?
Me parece interesante, pero creo que son demasiado intensos. Ahora también tienen razón, porque una por ser mujer la tiran al segundo puesto o para atrás. Esto, por el solo hecho de ser mujer. Los hombres siempre han tenido preferencia en todo, la prioridad del primer lugar. Pero yo soy una mujer agradecida de Dios.

 

 

 

 



 

 

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Por Javier García Bustos
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