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Infarto del alma:
una forma distinta de alienación
A Partir de"Infarto en el alma" de Diamela Eltit, Paz Errázuriz

Por Moira Bailey J.
Suplemento "El mal pensante" del periódico La razón de La Paz Bolivia



Las relaciones entre locura y literatura se remontan a los versos de los primeros poetas de la historia. De este vasto e interminable universo podemos citar un sin fin de autores que escogieron ese recurso–el de la locura de alguno de sus personajes- para decir cosas que ni ellos ni los demás caracteres podrían animarse a decir.

Gracias a este infatigable recurso,  los escritores han logrado muchas veces cumplir su deseo de juntar aquello que sucedió con aquello que quisieran que hubiera sucedido si el destino no hubiese cambiando el camino, pero sin dejar que el lector pueda detectar los límites exactos de conciencia ni de tiempo.

Los ejemplos en los que la desarticulación mental y la maravillosa lógica de los locos –que parecería burlarse permanentemente de la otra lógica- establece un orden que aunque marginal sigue siendo prioritario, abundan en la literatura contemporánea: bastaría con citar a una gran mayoría de los personajes onettianos que construyen enormes laberintos indescifrables que son envidiables desde el punto de vista narrativo; o a Carlota, personaje central de la novela “Noticias del Imperio” de Fernando del Paso, que encarna a la Emperatriz de México y esposa de Maximiliano, quien completamente loca y encerrada en un castillo de Francia revive, con más fuerza y precisión que cualquier historiador,  la grandeza de un imperio que le fue dado y cruelmente arrebatado.

“Infarto en el alma” de la escritora chilena Diamela Eltit es un puente perfecto construido con aquello que une a la locura con la narrativa, y es doblemente desgarrador por ser algunos de sus personajes personas reales que viven encerradas en un recinto palpando angustiosamente día a día todo aquello cuya falta modificó para siempre sus vidas, y salvando, a costa de lo que fuere, las grietas y obstáculos que les significa la expulsión del ritmo del mundo de quienes los expulsan.

El texto es un constante intento por encontrar qué es exactamente aquello que media entre el azar y la predestinación, en él  la locura no consiste en una separación casi total de lo demás sino  mas bien es una inevitable asimilación al otro.  El único mundo posible es entonces  aquel que se comparte con otro, con otra existencia también alienada y coja, expulsada de una vida que ya no puede discernir aunque tampoco pueda olvidar del todo. Esta locura se manifiesta en la tendencia a confundirse, a fundirse con el otro, en la pérdida de fronteras entre dos seres unidos por sus constantes desencuentros con la realidad.

Los vínculos existentes entre los personajes de esta narración rompen con todos los modelos imaginados, tientan  la  peligrosa proximidad que existe entre el amor y el delirio, y generan un constante estado alucinado en el que la pasión por el otro se convierte en una forma de confinamiento.

En esa confusión entre el uno y el otro “la gran pregunta que recorre los cuerpos que habitan el psiquiátrico parece ser ¿quién soy?, pregunta que se torna crucial e insoslayable cuando el yo está en franco estado de interdicción”. El loco como el enamorado no sabe cuando se perdió en el otro y no sabe cual es el camino de regreso para reconstruir cómo era todo antes de perderse. Al no ser dueño de sí necesita encontrarse en el otro, otro que bifurcado y dividido constituye el otro lado de su desgracia y que a su turno juega la misma jugada recíproca. Y si el objeto amado es siempre un invento, más lo es en esta circunstancia en la que todo parecería ser un invento pese a la implacable carga de realidad.

A los personajes de “infarto del alma” se les permite la entrada en el amor sólo después de haber sido expulsados de un mundo que se tornó incomprensible y que se niega sistemáticamente a volver a admitirlos. La locura es en este libro la enfermedad del amor, ocupando así el lugar que en otro tiempo tuvo la tuberculósis, cuyas figuras románticas y fantasmales, alejadas del sufrimiento inherente a la enfermedad, adquirían rasgos muy buscados y utilizados por  la literatura y que desaparecieron como modelo literario con la aparición de la vacuna y la virtual superación de la enfermedad.

Los personajes que habitan este relato, fueron en primera instancia encontrados en un recinto que originalmente había sido construido justamente para tuberculosos y por ello, dice Diamela Eltit “continúan secretamente el legado de los cuerpos tuberculosos como un mero gesto modélico de su pasado”.

La función mas importante del amor es entonces contradecir la fuerza del inequívoco diagnóstico de quienes los encuentran y desafiar el confinamiento espacial y afectivo. “Te dije que si me dejabas me volvería loca, nadie quiso creerlo, nadie quiere aceptarlo ahora” dice uno de los personajes-persona, afirmando con su alienada existencia la unión infranqueable que existe entre amor y locura.


 


 

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Infarto del alma:
una forma distinta de alienación.
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Por Moira Bailey J.
Suplemento "El mal pensante" del periódico La razón de La Paz Bolivia