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        A 25 años de Lumpérica de Diamela Eltit
          Simposio Facultad de Letras PUC
            21 de agosto de 2008
        Contrapuntos narrativos. Lenguaje verbal e imagen
  visual en Lumpérica de Diamela Eltit
  
          Por Raquel Olea
          raquelolea@vtr.net
          Revista Taller de Letras. Nº43. 2008 
        
        
        La novela contemporánea se ha caracterizado por su indomable poder 
          de responder a una concepción de género abierta a permanentes transformaciones, 
          sin dejar por eso de proliferar en modalidades narrativas 
          y de concentrar gran interés editorial y crítico, paralelo a un creciente 
          número de lectores. La multiplicidad de sus relaciones, la variabilidad 
          de sus formas y estructuras, su inherente disponibilidad a incorporar 
          en su texto discursos y lenguajes de múltiples registros y procedencias, 
          ha hecho que la firma de quienes han anunciado su certificado 
          de defunción haya caído en el vacío. La novela permanece incólume  
          a los designios de la profecía “la novela ha muerto”. Legitimada como 
          género con particulares posibilidades de estabilidad y adaptabilidad, 
          ha sido definida como género de la modernidad y podría afirmarse 
          que tampoco se rinde a los avatares de la posmodernidad, entre otras 
          razones porque la multimodalidad que la habita la seguirá salvando 
          de los acontecimientos de la nueva era tecnológica y digital. Podría 
          aventurarse que la novela ha iniciado una nueva transformación, la 
          de llegar a ser un género multimedia donde tiene cabida la escena de 
          arte, la performance, la fotografía, las técnicas y recursos del cine y 
          el documental, junto a otras narrativas contemporáneas. La novela ha 
          excedido el discurso verbal para pluralizar los efectos de una textualidad abierta. Podría decirse que la novela actual es el suplemento de variados 
          fragmentos narrativos autónomos que guardan una reserva de 
          sentidos propia de su particularidad, al interior del texto.
          
          Los novelistas han sido sensibles a la potencia que las técnicas de 
          la reproducción fotográfica y de la imagen otorgan a la narratividad. 
          La creciente y cada vez más frecuente pluralidad de la inclusión de 
          visualidad en el texto de la novela, la condensación de sentido que 
          suma al lenguaje verbal, como suplemento y procedimiento, exige 
          pensar los sentidos de la conjunción de imagen y letra que se hace 
          presente en ese gesto.
          
          La fotografía puede tener funciones múltiples al interior de un texto, 
          entre ellas hacer efectiva la referencia a la realidad en el mundo de la 
          ficción narrativa como una nueva forma de mímesis, testimoniar un 
          hecho y traer al texto una información adicional, un acontecimiento 
          y con ello una interrogante a una nueva forma de interpelar al lector 
          con otra mediación; contribuye a incorporar un fragmento de mundo 
          extraño al relato verbal, quebrarlo y producir simultáneamente otro, 
          que se operaría por la técnica de la reproductibilidad de la imagen, 
          inserta en el texto, ampliándolo.
          
          Múltiples son las (co)incidencias entre imagen visual e imagen verbal, 
          imposible enunciar o imaginarlas en su totalidad. Por eso incorporar 
          una reflexión sobre la imagen fotográfica en el texto literario forma 
          parte de las formas actuales de la lectura, enriqueciéndola con interrogantes 
          y desafíos a la pluralidad de signos que funcionan en el texto; 
          la imagen suma productividad y sentidos estéticos y culturales.
          
          Según R. Barthes la fotografía está marcada por la “Referencia, que es 
          el orden fundador de la fotografía” (La cámara lúcida 121), aquello que 
          la fotografía muestra sucedió, es una verdad no discutible. El mismo 
          autor agrega que la foto habla demasiado, que hace reflexionar, que 
          sugiere sentidos otros que los de la letra. (73)
          
          En el estado actual de legitimidad de la fotografía es evidente que 
          esta no puede solo ser considerada en su marco referencial, pues 
          la fotografía ha ingresado al campo de la producción de lenguajes y 
          estéticas con una potencialidad que excede lo documental y meramente 
          realista; la fotografía ficcionaliza, produce, inventa e introduce 
          mundos.
          
          La pregunta que me interesa poner en este texto es por los efectos 
          de la relación entre imagen fotográfica y texto literario en la novela 
          Lumpérica (1983) de la escritora chilena Diamela Eltit. Pensar la alteración, 
          ampliación o modificación de sentidos por efectos de esta pregunta, exige a la lectura producir la doble operación de disolver y 
          conjugar la autonomía de cada uno de los lenguajes (visual y verbal) 
          para producir una ampliación en los resultados de lectura.
          
          La presencia de la fotografía en Lumpérica se produce por la inserción 
          en el espacio del texto literario de dos imágenes que representan a la 
          autora y la hacen comparecer en el texto como sujeto testimonial de 
          una realidad que es referida solo oblicuamente por los procedimientos 
          narrativos. Seleccionadas de la actuación de una performance en un 
          prostíbulo de barrio pobre, situado en zonas fronterizas de la ciudad 
          de Santiago, escenifican la autorrepresentación de la autora en el 
          espacio del texto.
          
          La referencia al espacio del prostíbulo, mediada por las fotos, pone en
          escena una zona de marginalidad cultural, sexual y social. La operación 
          mercantil sobre los cuerpos femeninos, estragados por la carencia, 
          escenifica en el comercio sexual una zona de dolor en la ciudad ocupada 
          y entregada al autoritarismo de los poderes de facto. La política del 
          prostíbulo metaforiza el tributo de los cuerpos sin poder, las políticas 
          del deseo condensan en ese espacio la desolación del cuerpo excluido, 
          marginado y librado a la conjunción de los poderes de facto. En 
          el contexto de escritura de la novela, la implantación neoliberal y la 
          dictadura militar de Pinochet significan una alusión a la prostitución 
          de todo el cuerpo social operada por el poder totalitario. La mediación 
          del cuerpo de Eltit (retrato de autora) en estado de dolor, elabora 
          una forma de hacer comparecer el cuerpo social llagado y torturado, 
          desplegado por una particular experiencia de la autora.
          
          El trabajo que Eltit realiza con la fotografía en Lumpérica da cuenta 
          de un desplazamiento mimético y una proliferación de sentido. Sus 
          fotografías están situadas en el texto como mediación y registro de 
          otro lenguaje que apela a ser leído. Hace comparecer en el texto 
          otra escena de producción simbólica. Su significación cruza el cuerpo 
          femenino –expuesto y torturado, representado en el texto de la novela– 
          con el nombre emblemático y figurado de la novela (Lumpérica), y 
          simultáneamente este con el nombre, rostro y cuerpo de la escritora 
          en la alteridad del género “retrato de autor(a)” que descontextualiza 
          el código de la representación de este como figura autoral y autoritaria 
          en la conducción del texto.
          
          Es por esta operación constructiva del texto –entre otras– que Lumpérica          propone una diferencia de lector en el escenario de la novela chilena de 
          la década de los ochenta, un lector exigido a decodificar las múltiples 
          operaciones de escritura(s) y lenguaje(s) que la autora ha realizado. 
          Entre ellas y no de las menos significantes es la relación de estas dos 
          fotografías con la proliferación significante del texto. Diamela Eltit y Lumpérica emergen en este cruce imaginario como desafío a un 
          nuevo sentido de la relación autor/texto/contexto y lector. Fotografía  
          y texto se funden en una operación de conjunción, en que cada uno 
          de los registros específicos (visual/verbal) y sus particulares estéticas 
          de lenguaje disuelven su autonomía. No hay hibridación de texto 
          y fotografía para producir una unicidad del relato, sí una particular 
          intersección que se produce en la conjunción de ambos códigos en 
          el contexto del libro.
          
          La escritura de Lumpérica ha sido mayoritariamente pensada desde  
          su carácter de escritura experimental, la pluralidad de registros y 
          códigos de lenguajes produce, en una combinatoria de materiales, 
          un texto múltiple que, inserto en la tradición de la lengua española y 
          de la literatura latinoamericana, las interroga a ambas para abrir los 
          códigos formales de producción narrativa hacia otros desvíos y abrir 
          cruces territoriales, con la intención de interrogar la escritura del 
          género de la novela. Uno de los objetivos del libro en el tiempo de su 
          producción, como parte del proyecto de Eltit, fue abrir la dimensión 
          de la pregunta por la identidad de la literatura latinoamericana, la 
          producción literaria en dictadura y las formas de producir representación 
          de mundo desde un contexto marginal y colonizado.
          
          La consistencia de la obra de Eltit junto a la capacidad de sostener 
          un proyecto de lenguaje –que en lo más esencial de su propuesta 
          mantiene sus coordenadas de sentido y forma en la insistencia de 
          leer lo social y cultural, desde la particular precariedad histórica de lo 
          latinoamericano– ha despertado un interés crítico que hace al lector 
          retornar una y otra vez a su textualidad, una y otra vez con otra 
          mirada y otra voluntad productiva. Es por eso que una vez más me 
          encuentro frente a Lumpérica(1)  para abrir la relación que la escritura 
          establece con las dos fotografías insertas en la novela, considerando 
          a ambas como espacio de escritura(2).
          
          La intersección de texto e imagen fotográfica y su conexión con el 
          afuera ha tenido una atención menor. Lumpérica ha sido leída como 
          metonimia de lo social y político, la plaza como metáfora de una sociedad 
          observada y vigilada, el espacio cercado como desplazamiento del campo de tortura y margen del poder, la luz del luminoso como 
          avance y profecía del mercado. Han sido lecturas productivas que, sin 
          embargo, han omitido la mirada al trabajo arquitectural de la novela, 
          donde los procedimientos narrativos y puntos de fuga son producto 
          de operaciones realizadas por el texto mismo, sus intersecciones de 
          lenguajes y las formas de su propia organización interna.
          
          La fecha de publicación determinó, en gran medida, la recepción y 
          la primera crítica de la novela, referenciándola casi exclusivamente 
          al contexto político y social, eludiendo otros potenciales de gran significación, 
          entre ellos, los desbordes de signos hacia otras escenas 
          culturales y los insistentes desplazamientos de la escritura hacia 
          significaciones más imprevisibles.
          
          En un artículo reciente Rubí Carreño señala:
          
          Una de las formas de entender el proyecto literario de Eltit es leer 
          de qué modo su narrativa teje relaciones entre arte y política en los 
          distintos momentos de la historia reciente de Chile. Así, Lumpérica          (1983) y Por la patria (1986), responden a las diversas crisis sociales 
          y de la representación que implicó la dictadura; Los vigilantes          (1994), a la escritura vigilada en la transición, y Mano de obra (para 
          señalar parte de su última producción) es una reflexión sobre cómo 
          hacer una novela social luego de la caída del muro en el contexto de 
          la globalización. (145)
        
            Contrapuntos narrativos: texto e imagen fotográfica
         La relación entre imagen visual y literatura es una permanente 
          presencia en la escritura de Lumpérica, tanto por los lenguajes que 
          producen el acontecimiento del despliegue del cuerpo femenino, su  
          performatividad, como por las formas en que estos son narrados. La 
          narración de la llegada vespertina, cuando la ciudad oscurece, de “los 
          desarrapados” a una plaza pública cercada, será el escenario de una 
          escena visual, reiterada e inconclusa. Emblema y pendón de la noche 
          es el cuerpo de L. Iluminada, sujeto marginal por lo femenino de su 
          posición de cuerpo sin habla y sin poder social, su oficio escénico logrará 
          aglutinar la mirada de una comunidad de “pálidos” para erigirse 
          en objeto de atención de la palabra bajo la poderosa estructura de la 
          luz que la contornea y la forma. La escritura trabaja el cuerpo como 
          espacio expuesto, al desencadenamiento del deseo y la productividad 
          del lenguaje. L. Iluminada concentra los procedimientos visuales en la 
          escritura: la toma, la pose, la focalización de la mirada, el ensayo, la 
          constitución de escena configuran espacios de producción del cuerpo 
          bajo la potencia de un luminoso en la plaza pública. La novela se 
          construye como un proyecto de realización de un set fotográfico y/o fílmico que aunque produce muchas tomas, ensayos y escenificaciones 
          nunca llega a montarse y producir efectivamente un film o una fotografía. 
          A partir de ese proyecto la escritura organiza la textualidad de 
          la novela en 10 secciones, numeradas de 1 a 10. Algunas, la 4-5-8-9, 
          están encabezadas por un título. Para efectos de esta presentación me 
          interesa la fotografía de la portada, la sección Nº 8, titulada “Ensayo 
          general” y la Nº 9, llamada “Escenas múltiples de caídas”. En estas 
          secciones o capítulos, los fragmentos que los constituyen se nombran 
          como: “Comentarios de escena”, “Indicaciones de escena”, “Tomas y 
          errores de toma”, conjugando la atención en la productividad de la 
          palabra con el imaginario de producción de visualidad que el texto 
          despliega. En esa confluencia emerge una relación entre escritura y  
          visualidad como forma de producción narrativa.
        
            Las hablas de la imagen
         En una primera instancia, la presencia de las fotografías en el libro 
          puede ser mirada como procedimiento de escritura que provoca preguntas 
          críticas respecto de la conjunción de lo visual y lo textual: ¿qué 
          suma (o resta) la imagen fotográfica al texto escrito? ¿Produce una 
          relación de dependencia –ilustrativa, decorativa o complementaria– con 
          la letra? ¿Qué operación de desvío sugiere o amplía la fotografía en la 
          producción de significado? ¿Puede la lectura transcurrir de la misma 
          forma cuando un texto escrito es introducido e interrumpido por una 
          imagen fotográfica? ¿Leer lo particular del lenguaje fotográfico en su 
          propia narratividad, amplía, enriquece o podría, incluso, contradecir 
          el texto escrito? ¿Qué resultado surge de la lectura de la fotografía 
          como interrupción de la letra o de la irrupción de la fotografía en medio 
          del texto de la novela? Propongo pensar que el cruce de lo visual y 
          lo textual propone una reflexión que no surgiría al separar o mirar 
          aisladamente ambos lenguajes.
          
          Sabemos que la fotografía como lenguaje tiene sus propias estrategia 
          de producción de significados como: la pose, el tiempo, la focalización, 
          el punctum, la referencialidad que emergen como recurso narrativo, 
          como mecánicas que obedecen tanto a la producción fotográfica como 
          a la fotografía misma.
          
          Texto y fotografía son aquí dos lenguajes que no solo sirven de soporte 
          uno al otro, sino que producen conexiones y vinculaciones entre uno 
          y otro que amplían la narratividad del texto.
         
        
        
         La fotografía de portada, como el nombre indica, abre la lectura a 
          través de la mediación que reproduce técnicamente la imagen de la 
          proyección de un video sobre una pared de un barrio de Santiago. 
          El ingreso al texto se da por lo visual. La imagen muestra de frente el rostro encuadrado de Diamela Eltit sobre una pared, podría leerse 
          como proyección de una foto de carnet, reproducción del tradicional 
          llamado se busca, apelación a una identidad sospechosa y requerida 
          por el poder. La imagen representa a la autora durante una acción de 
          arte llevada a efecto en un prostíbulo de la calle Maipú (1983). En esa 
          ocasión, Eltit leyó fragmentos de la novela Lumpérica. La fotografía 
          es registro y documento de esa única escena de arte.
          
          La identidad de la fotografía referencia un acontecimiento cultural, 
          pensarla no es solo preguntarse por su origen, su toma, su realidad, 
          sino leer el habla de su ausencia en el texto, la lectura de la novela 
          (que leemos) en un prostíbulo de Santiago, referenciada documentalmente 
          por la fotografía. ¿Cómo leer esa ausencia que se hace 
          presente a través de la mediación de la fotografía?, podría ser una 
          primera pregunta. Quizás la fotografía y el saber de su origen podría, 
          en una primera instancia, apelar al lector a buscar esa información, 
          a conectar por su mediación la escena de la escritura y la escena de 
          las artes performativas como otra lectura que se incorpora al texto. 
          Sabemos que una de las características de la fotografía es su carácter 
          de realidad. Esta, antes que otra cosa da cuenta del acontecimiento de  
          la escena de arte, fechada históricamente y registrada en el espacio 
          de la producción de artes visuales en dictadura. Relato de la realidad 
          de la escena de arte en Chile: en las calles de Santiago, en el barrio, 
          en el prostíbulo, en el afuera de los espacios de la institución de las artes y la cultura –el museo, el aula–, respuesta al poder totalitario 
          en la constitución de un espacio otro. La realidad de la escena de arte 
          critica durante la dictadura, comparece en la novela mediada por la 
          fotografía. Su relato es el relato de una circunstancia de producción 
          cultural que habla de aquello que no es parte de la escritura, sino 
          que es otra forma de escritura del contexto referido en la novela. El 
          relato del arte chileno hace parte de la escritura de Lumpérica por 
          intermediación de la fotografía. En una novela experimental, con una 
          clara voluntad no mimética, la foto de portada tiene como primer 
          efecto producir una conexión a lo real, su representación por la transposición 
          de una escena artística visual (ausente) al espacio del texto. 
          Ausencia de una escena (performance) que se hace presente a través 
          de la foto. La foto propone leer la escena del arte, la escena de la 
          política del arte en esa precisa circunstancia histórica. La foto es un 
          punto de fuga a la (aparente) elusión mimética del arte literario de 
          vanguardia, mediado por la imagen de una performance. Una nueva 
          forma de mímesis comparece en la mediación de una mediación que 
          los lenguajes visual y escritural producen como estética del dolor que 
          el texto ha centralizado en su específico modo de construcción narrativa, 
          ingresa al texto como fragmento (alegórico) de lenguaje visual 
          que productiviza la lectura hacia la realidad, haciendo comparecer la 
          ciudad, la política, la escena de arte.
          
          La referencialidad obliga a construir el relato de la performance, de 
          la autora-artista visual, de ella y del sentido de su proyección en el 
          muro de una calle de un barrio marginal de Santiago, en un contexto 
          histórico, el de una sociedad asolada por el poder de la dictadura de 
          Pinochet.
          
          La sección Nº 8, “Ensayo general”, está introducida por una segunda 
          fotografía. En ella aparece Diamela Eltit sentada, en pose, sus brazos, 
          que cuelgan sobre las rodillas, muestran los antebrazos semivendados, 
          a través de los vendajes se dejan ver cortes en la piel. La imagen 
          corresponde a una escena de arte realizada por la autora.
         
        
         
         A diferencia de la foto de portada, esta forma parte del texto, ocupa 
          una página (141) y apela a ser mirada en el rango de su particular 
          poder significante. ¿Qué texto escribe la fotografía?, sería en este 
          caso nuestra pregunta. En las páginas siguientes a la de la fotografía 
          se leen los fragmentos que componen E.G. 1, E.G. 2, E.G. 3, donde 
          se habla de la fotografía en dos registros discursivos: poético y descriptivo, 
          ambos construyen un distinto registro de lenguaje estético, 
          vanguardista-literario, el primero, visual-documental, el segundo, cito: 
          E.G. 1 “Muge/r/apa y su mano se nutre final-mente el verde des-ata  
          y maya se erige y vac/a-nal su forma”. E.G. 2 “Anal’iza la trama=dura 
          de la piel: la mano prende y la fobia des/garra”. Cito: “El segundo corte del brazo izquierdo es manifiestamente más débil. La hoja se 
          ha hundido en la piel de manera superficial. Este segundo corte está 
          regido por el primero del brazo izquierdo. La distancia que separa los 
          dos cortes es la superficie de la piel que aparece y emerge siguiendo 
          rigurosamente la forma propia de la muñeca” (146). Luego continúa 
          en el mismo registro: “El tercer corte está fallado al interrumpir en una línea oblicua el sentido horizontal de la líneas anteriores” (147). 
          Para concluir el capítulo: “Lo verídico de los primeros cinco cortes más 
          las quemaduras es pensarlos, por ejemplo, como pose y pretextos” 
          (155). Con relación a la referencia de los cortes en los brazos que la 
          fotografía muestra, la autora ha dicho, “al examinar la fotografía se 
          la desdramatiza”(3). La operación particular de desdramatización de la 
          imagen que el texto realiza al hablar de los cortes realizados en el 
          cuerpo (sus brazos) de la autora, ha sido escrita en precisos y prolijos 
          cortes en el cuerpo del lenguaje, en una producción significante 
          propia del texto vanguardista y experimental en que la escritura de Lumpérica ha sido inscrita en la literatura chilena. Examinación no 
          solo de la imagen, sino del lenguaje literario en la tradición de la 
          novela chilena.
          
          La fotografía muestra la luz que cae sobre los brazos heridos, y 
          vendados, sin embargo el punctum está en el rostro que desdice lo 
          dramático de la imagen de los brazos heridos y cortados. El rostro de 
          la mujer (Diamela Eltit) mira impasible, sin dirección. Las vendas que 
          cubren los cortes nos obligan a imaginar(los) a suponer su abertura, 
          sus bordes, su color; sus extremos y los pliegues de lo ancho y largo 
          de su extensión. Herida abierta del cuerpo (des)ocultada en la letra. 
          Los brazos vendados producen la comparecencia y constitución de la 
          autora en el texto de la novela, enunciando, fuera del lenguaje, todo 
          aquello que el signo lingüístico no puede –o no alcanza– a narrar. Como 
          cuerpo cortado, la imagen trae la palabra no dicha de Lumpérica: 
          lumpen y América. La fotografía es real, documento de un hecho, 
          una mujer exhibe los cortes que se ha provocado, los testimonia. 
          Narración visual de una violencia autoinflingida al cuerpo femenino 
          constituye, de la misma manera que la fotografía anterior, el registro 
          de una escena de arte, un documento de estética visual. La fotografía 
          más el texto que la habla, obliga al lector a producir una analogía  
          entre ficción y realidad. La operación de exhibir un cuerpo en estado 
          de dolor realizada por la fotografía, invierte, o al menos interroga 
          la objetividad del habla, o bien la pone en duda o bien produce una 
          descolocación de ambos espacios, haciendo visible la desintensidad 
          que el lenguaje escrito ha restado a la imagen. A la objetividad de la 
          escritura la fotografía responde con la violencia que el texto no narra 
          sino que exhibe a través de la imagen. Diamela Eltit, como autora 
          del texto, como mujer y como artista visual está aquí porque estuvo 
          ahí. La fotografía es su testimonio, su prueba y su documento, hace 
          posible su comparecencia en el espacio de la novela. Ella está ahí, 
          tal como en la escena de arte, ante un lente que registró el gesto de 
          mostrar los cortes sobre el cuerpo, de haberlos efectuado. Efectuación de una violencia, la fotografía realiza la doble operación de introducir 
          en el texto la comparecencia de la escritora y de cortar el texto por 
          efecto de la imagen fotográfica. Una analogía entre autora, sujeto 
          del enunciado y el nombre de la novela produce el sentido de leer 
          un trazado que va del cuerpo individual de la autora Diamela Eltit, a 
          la representación del cuerpo femenino en el texto Ele iluminada y al 
          nombre de la novela Lumpérica, que refiere al cuerpo social de un 
          continente asolado por la miseria y la violencia política. Lumpérica es 
          una palabra compuesta de la palabra alemana lumpen (trapo roto) y América. La producción del neologismo significante lumpérica refiere 
          al estatuto precario, periférico, colonizado, empobrecido, lumpenizado 
          y suprimido de América del Sur, su representación asociada al cuerpo 
          de una mujer semiotiza en femenino su lugar del no poder patriarcal. 
          El gesto produce la asociación con una historia de violencia social, 
          racial y lingüística, particularmente referida al contexto específico de 
          la producción del texto en el tiempo de la dictadura militar chilena. 
          Desde el cuerpo femenino al cuerpo textual, al cuerpo social, la foto 
          de la mujer opera los sentidos de una semiosis histórica. Nelly Richard 
          ha leído la performance de los cortes en el cuerpo de Eltit, desplazando 
          sentidos de la acción de arte al género de la novela(4). Lumpérica produce una resignificación histórica y cultural de lo latinoamericano. 
          El cuerpo social e histórico se ha feminizado en las operaciones de 
          conjunción de texto y escritura.
          
          El efecto de realidad que producen ambas fotos en la novela Lumpérica 
          construyen un particular carácter mimético en un espacio de producción 
          de sentido otro que el de la escritura. La intervención visual del 
          texto, en ambos casos, documenta y testimonia la violencia política, 
          pero a la vez, su plus de sentido opaca la transparencia del testimonio, 
          por la pose y la fragmentación del cuerpo realizada por la estética 
          particular de la fotografía.
        
            Conclusión: cuerpos cortados
         La fotografía que exhibe cortes en el cuerpo de la mujer, traslada su 
          sentido al cuerpo del texto cortado por la foto (corte neovanguardista 
          de la textualidad de Lumpérica, Richard 12-3). El lenguaje en que 
          habla la foto se hace aún más productivo por su poética del corte; lo 
          cortado produce otras lecturas, otras significaciones por los quiebres 
          léxicos y sus alteraciones del sentido, contribuyendo doblemente a 
          la desfamiliarización de la lengua y a enunciar la crisis del género
          novela que aparece desestructurado de las convenciones que lo han 
          caracterizado, pero enriquecido en registros documentales, poéticos, 
          descriptivos, entre otros.
          
          Para terminar quisiera volver a una de las preguntas con que inicié 
          esta presentación: ¿de qué manera la relación fotografía/escritura 
          obliga a pensar lo literario?
          
          Como primera conclusión, la fotografía nos lleva a proponer el fin del 
          paradigma del libro como universo cerrado sobre su textualidad. El 
          libro se abre a la imagen que excede la lectura y que lo conecta con 
          otros espacios de lenguaje, en este caso, con la realidad de una acción 
          de arte, por lo tanto también con la escena del arte en el Chile de la 
          dictadura; y con la precisa situación política del contexto en el que 
          se ha producido la novela. La fotografía es su mediación, no vemos 
          ni la acción de arte ni la realidad, sino el fragmento hablado por la 
          fotografía.
          
          La fotografía demanda al texto que se lea en él algo que le falta, una 
          resta de sentido que vendría a ser construido desde otro lugar por 
          la mediación de una imagen que habla una escena ausente. La fotografía 
          es un texto que habla esa resta, esa otra escena en el soporte 
          del libro.
          
          La fotografía de la portada como imagen de otra imagen (la del video 
          que filmó la lectura realizada en el prostíbulo) aporta, en el contexto 
          de un país en dictadura, la reflexión sobre la performance, la acción 
          de arte que propone pensar el sentido de leer Lumpérica en un lugar 
          marginal de la ciudad destinado a la prostitución, signo de la venta 
          del país al neoliberalismo. La segunda imagen fotográfica testimonia 
          en la referencia a la autora, a la sujeto del enunciado y al nombre de 
          la novela el signo histórico de América como soporte de la historia 
          social y literaria.
          
          La lectura de fotografía y texto, en su distinción y conjunción, opera un 
          plus al decoro o a la ilustración, que ha sido históricamente asignado 
          a la fotografía en el texto. Podríamos además pensar que el hecho 
          de que la fotografía represente, en ambos casos, a la autora, hace transitar el género del retrato de autor(a) y el retrato de una dama, 
          hacia otro lugar que el de la socialidad que siempre ha tenido el gesto 
          de otorgarles un lugar en las páginas del texto.
          
          Las fotos están en la novela con la intención de densificar sentidos. La 
          explosión que logran producir las dimensiones de la ausencia (traída 
          al texto a través de las imágenes) que la fotografía inscribe, está en 
          que esta opera como negativo, la lectura realiza su revelado.
          
          La fotografía nos conduce al espacio representacional de otra estética 
          y sus políticas, conectando la escritura a la pregunta por las relaciones 
          entre arte(s) y política(s) en la cultura chilena en dictadura. Sin 
          embargo, ni la intensidad de la fotografía por sí sola ni la fuerza de 
          la autonomía del texto verbal han podido lograr lo que anuda la relación 
          entre imagen y escritura del dolor que Lumpérica textualiza y 
          testifica, con la intensidad de la conjunción de los lenguajes estéticos 
          de la visualidad y el de la palabra escrita. Intensificadas ambas por 
          sus conexiones sígnicas, las fotografías están en el texto para ser 
          reveladas en la lectura. Ambos lenguajes (foto y escritura) efectúan 
          puntos de fuga que hacen proliferar intensidades y multiplicidad de 
          sentido.
         
        * * * 
        NOTAS
                  (1) En otras ocasiones escribí sobre Lumpérica: “Lumpérica. Una épica de la marginalidad”. 
          Revista LAR <Concepción> 11 (1987); “De la épica lumpen al texto sudaca”. Lengua 
          víbora. Producciones de lo femenino en la escritura de mujeres chilenas. Santiago: 
          Cuarto Propio, 1997.
          
          (2) Lumpérica, la primera novela de Eltit, se publicó en Santiago de Chile por Ediciones 
          del Ornitorrinco en 1983. De esa edición –refiero a la imagen de portada excluida de 
          ediciones posteriores–, la fotografía de la autora inserta en la página 141 no ha sido 
          mantenida en otras ediciones. Aunque en este texto no interrogo esa decisión editorial, 
          me parece interesante notar la falta de ese importante material de lectura.
        (3) La cita alude a una conversación privada con Diamela Eltit.
        (4) En un artículo reciente referido al arte de mujeres en Chile durante la dictadura, 
          Nelly Richard ha construido una doble referencialidad en el gesto escritural que Eltit 
          realiza en Lumpérica. Por una parte lo sitúa en el campo de la producción cultural y 
          literaria en Chile: “La orfandad institucional de su palabra a la intemperie (una palabra 
          de mujer, literariamente desafiliada) eligió vagar de soporte en soporte –de la 
          escritura al arte, del arte a la calle, de la calle al cine antes de volverse finalmente 
          libro publicado– como un modo de serle estéticamente fiel a una pulsión errante de 
          desidentidad, de transfugacidad”.
          
Otro aspecto que Richard construye en su lectura de Lumpérica es el efecto de la connotación 
          de la metáfora “maquillaje” y “cicatriz” como producción de adorno y cosmética 
          del texto: “la autora se da el lujo de cotejarlos una y otra vez con las metáforas del 
          maquillaje, de la cicatriz transformada en un arabesco cutáneo que luego adorna la 
          cosmética tal como el texto poético adorna la realidad en bruto transfigurándola en 
          alegoría” (Richard 12-3).
        
        * * * 
        Bibliografía
         - Barthes, Roland. La cámara lúcida. Barcelona: Paidós, 1989.
          ............................Lo obvio y lo obtuso. Barcelona: Paidós, 1986.
          
          - Benjamin, Walter. Sobre la fotografía. Barcelona: Pre-Textos, 2005.
          
          - Carreño Rubí. “Eltit y su red global/local de citas: rescates del fundo 
          y del supermercado”. Letras y proclamas: la estética literaria de 
          Diamela Eltit. Ed. Bernardita Llanos. Santiago: Cuarto Propio, 
          2006.
          
          - Eltit, Diamela. Lumpérica. Santiago: Ediciones del Ornitorrinco, 
          1983.
          
          - Ferrer, Rita. Yo fotografía. Santiago: Ediciones de la Hetera, 2006.
          
          - Olea, Raquel. “El cuerpo mujer. Un recorte de lectura en la narrativa 
          de Diamela Eltit”, Una poética de literatura menor: la narrativa 
          de Diamela Eltit. Juan Carlos Lértora. Santiago: Cuarto Propio, 
          1993.
          
          - Richard, Nelly. “Diamela Eltit. De la cicatriz al maquillaje”. Revista 
          de Crítica Cultural <Santiago> 35 (2007).
          
          - Sontag, Susan. Sobre la fotografía. Buenos Aires: Alfaguara, 2006.
          
          - Wall, Jeff. Fotografía e inteligencia líquida. Barcelona: Gustavo Gili, 
          2007.