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Entrevista a Diamela Eltit
"Me interesa mucho pensar el presente contemplando los jirones del pasado"

Por Roberto Careaga C.
La Tercera. Domingo 26 de Septiembre de 2010


"¿Cuánto? ¿Doscientos años?", insiste, siempre dudando, la narradora de Impuesto a la carne, la última novela de Diamela Eltit. Habla de los años que ella y su madre han sobrevivido a los maltratos históricos de la medicina. Su patria son las salas de espera, pabellones y quirófanos de hospitales y consultorios. Los doctores los han asediado, las han marginado, las han intentado matar. Ellas, en el papel anarquistas, resisten. En medio de las fiestas de celebración del Bicentenario de Chile, la autora de Lumpérica abordó al tema desde un ángulo bastante más oscuro.

Reciente ganadora del Premio José Donoso, Eltit contesta desde EEUU, donde dicta un taller de escritura creativa en la Universidad de Nueva York. Siempre alegórica ("Por el momento no he intentado una novela realista"), la escritora vuelve a su tema clásico: madre e hija en Impuesto a la carne registran en sus cuerpos los abusos de poder. Esperan una última operación, un último diagnóstico que se dilata y dilata. Novela política, puede que en un par de años, olvidado el ruido del Bicentenario, también pierda potencia. "No lo sé, pero es interesante ese suspenso", dice Eltit.

- ¿Cómo surge Impuesto a la carne? ¿Hay experiencias personales involucradas?
- Quizás lo más elocuente para mí ha sido cómo el cuerpo ha entrado en una fase, por decirlo de alguna manera, experimental. Las tecnologías médicas, farmocológicas, estéticas, se dejan caer para proclamar su poder y su dominio. Esas imágenes, de manera aleatoria, me permitieron emprender esta novela.

- ¿Hay espacio para la inspiración en una escritura tan autoconsciente?
- No estoy segura si cuento con inspiración. En mi caso tiene que ver con la decantación de materiales literarios que me resultan inquietantes y me impulsan a escribir, siempre como desafío. Para mí, el proceso está ligado a mecánicas obsesivas que superan mi voluntad.

- ¿Por qué decidió entrar en el tema del Bicentenario?
- En realidad era un texto posible, pero también, en las convenciones que portan las fechas, un pretexto. Lo que me importaba era poner de relieve la pareja histórica madre-hija en tanto zonas frágiles, vulnerables y en cierto modo terriblemente solitarias.

- ¿Cree que Impuesto a la carne es indisociable de la efeméride?
- No literalmente. Sin embargo, pienso que cada libro que se publique en estas fechas está relacionado, a su manera y en algún punto, con el Bicentenario. Dará cuenta del estado de la escritura chilena. Con eso no quiero decir que estos libros sean estudiados o pensados o leídos "bicentenariamente", sino que sencillamente mantienen una correlación, no lineal, acaso desviada con su tiempo.

- ¿Qué la hizo situar esta novela sobre maltratos y marginaciones en la historia de un país en un hospital?
- En general, trabajo espacios acotados en mis libros. Supongo que son límites que la novela necesita para desplegarse. Ahora fue el hospital-nación como antes supermercado-Chile. Me pareció una imagen poderosa que podía poner de relieve prácticas de poder, lugares de vulnerabilidad.

- Madre e hija sobreviven en una derrota general. Enuncian su anarquismo, pero son incapaces de ejercerlo. ¿Hemos arrinconado las posibilidad de la diferencia política en Chile?
- Me interesa mucho pensar el presente contemplando los jirones del pasado, sus marcas, sus huellas, sus distorsiones. Pienso que actualmente hay un desfase entre los discursos públicos y el modo en el que los ciudadanos viven sus dilemas. El funcionamiento general del país se ha vuelto cada vez más cupular, manejado por elites económicas-políticas, en un contexto crecientemente policíaco y represivo y eso será un problema social para los diversos porvenires.

- El testimonio de la narradora es, potencialmente, el gran acto subversivo. ¿La escritura hoy puede ser subversiva?
- Me parece que sí. Me pregunto si la pervivencia de la literatura en su sentido más intenso no se debe a un conjunto de subversiones con la escritura que permiten su replanteamiento y acaso su expansión.

- Cada vez pareciera que literatura y política están más alejadas. Usted, en cambio, insiste en una escritura fuertemente comprometida políticamente.
- Hay dos temas. Por una parte los contenidos temáticos, quiero decir tematizar la política. Y por otra, las políticas de escritura, de construcción, de narratividad. Lo que más me ha importado en los muchísimos años que escribo, es entrarle a la novela como desafío, como dilema. No le temo de antemano a lo político, pero claro, yo creo trabajar las poéticas, acaso un poco descentradas, pero qué se le va a hacer.

- Como escritora política, ¿se siente sola en el ambiente literario chileno?
- No creo que haya escritos fuera del orden político. En toda obra literaria se puede ver una pertenencia a un espacio determinado, eso está allí como literalidad o como latencia. Claramente.

- En 2006 dijo que para "equilibrar" el Premio Nacional de Literatura debía otorgarse a mujeres. ¿Qué le pareció el premio a Isabel Allende?
- No estaba segura de que se lo iban a adjudicar, entre que me sorprendió mucho y no me sorprendió nada.


 

 

 

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"Me interesa mucho pensar el presente contemplando los jirones del pasado".
Por Roberto Careaga C.
La Tercera. Domingo 26 de Septiembre de 2010