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          Revés de la   trama
          El Padre Mío. 
          Diamela Eltit, LOM,   Santiago, 2003, 51 páginas. 
        Por Javier Edwards Renard 
          Revista de Libros de El Mercurio. 
          Sábado 6 de Septiembre de   2003
        
        
          Explorando los límites de lo literario,   Diamela Eltit se adentra en el lenguaje construido desde la negación de la   realidad oficial. "Es una honda crisis del   lenguaje, una infección de la memoria, una desarticulación de todas las   ideologías. Es una pena, pensé. Es Chile, pensé" (pág. 15).
         
        
          Hay en las búsquedas conceptuales de Diamela Eltit una   valentía que merece algo más que un saludo de sombrero. Y es que en una sucesión   de textos que acumulan, a estas alturas, una obra significativa y  significante,   la escritora no sólo ha desarrollado un universo lingüístico coherente -   tributario de la propuesta post estructuralista- , sino que ha sabido conducirlo   con precisión e inteligencia hasta la construcción de un imaginario capaz de   representar los intersticios de lo social en Chile, como ejercicio del poder,   como la sujeción resultante.
significante,   la escritora no sólo ha desarrollado un universo lingüístico coherente -   tributario de la propuesta post estructuralista- , sino que ha sabido conducirlo   con precisión e inteligencia hasta la construcción de un imaginario capaz de   representar los intersticios de lo social en Chile, como ejercicio del poder,   como la sujeción resultante.
          
          Lumpérica, Cuarto mundo o Mano de obra son   algunos de los textos que debemos a esta escritora de culto, de minorías; textos   que articulan unos relatos exigentes que no incurren en concesiones de ninguna   especie. La escritura de Eltit, entonces, viene cargada del vértigo de visiones   desgarradas donde la narrativa es sólo un vehículo para hacer la criba de lo   real, desempolvándolo de todo aquello con que ocultamos lo que no queremos ver.   En este sentido, Diamela Eltit es la más política de nuestros escritores,   calando hondo en el desmenuce de lo que significa la experiencia de la   dictadura, precisamente porque no ha escrito desde la víscera herida sino desde   la inteligencia que ha ido a buscar los códigos más profundos, los fundamentos   de la violencia local.
          
          Exploradora de lenguajes y espacios, esta   escritora también ha concebido dos textos de frontera: Infarto del alma (1994) y El Padre Mío (1989, reeditado en 2003), donde se abandona por completo la   aspiración de la novela y se otorga al lenguaje de la "creatividad" el rol de   ojo intérprete del sentido posible de "lo otro": bajo el ropaje de la locura, en   el primer texto, y como el universo del vagabundeo, en el último.
          
          El   Padre Mío es la suma de los textos literales provenientes de tres grabaciones   realizadas los años 1983, 1984 y 1985, sobre el habla delirante de un vagabundo   que habitaba en un sitio eriazo de la comuna de Conchalí y una "Presentación"   que marca la interpretación posible de esos monólogos reiterativos en su   incoherencia enseñoreada, acusante del orden impuesto por el discurso oficial.   ¿Tiene algún sentido este transcribir la palabra desbocada? Diamela Eltit se   encarga de justificar su propuesta y una lectura de estas transcripciones, de la   mano de la reflexión inicial, nos muestra dos cosas fundamentales. Por una   parte, una imagen del espacio del vagabundeo, de los seres que lo habitan   aferrados a una estética del reverso que, finalmente, "Es Chile... Chile entero   y a pedazos en la enfermedad de este hombre; jirones de diarios, fragmentos de   exterminio, sílabas de muerte, pausas de mentira, frases comerciales, nombres de   difuntos"; y, por la otra, la catarsis literaria que busca, al recoger la   palabra enferma, "instalar el efecto conmovedor de esta habla y la relación   estética con sus palabras vaciadas de sentido".
          
          En total, no más que 51   páginas, que instalan en el lector - como sólo los textos clave logran hacerlo-   preguntas, imágenes, reflexiones inexistentes o quizás dormidas que abren una   nueva mirada al entorno. El Padre Mío ya no vive en el sitio eriazo de Conchalí,   no se sabe por dónde vagabundea hoy, si es que aún vive; pero El Padre Mío   irrumpe de mano de la escritura como palabra viva y permanente, como el espíritu   de un espejo que devuelve la imagen completa, anverso y reverso, que obliga a   reflexionar sobre el origen de este extravío y la obsesión centrífuga que nos   lleva a expulsarlo hacia la marginalidad. Imposible no releerlo, no destacar su   valor singular.