Proyecto
Patrimonio - 2011 | index
| Diamela
Eltit | Autores
|
Diamela Eltit: La fuerza del cuerpo
"Impuesto a la carne" de
Diamela Eltit.
Eterna Cadencia editora, 192 páginas
Por Sandra Cornejo
http://www.eldia.com.ar/
Un libro que incomoda o desacomoda -idea muy de Andruetto- tiene la virtud de ofrecernos versiones inéditas de la realidad. En este sentido, la escritora chilena Diamela Eltit, con una sensibilidad extrema en juego, logra invariablemente desenfocarnos (abrirnos a). Los universos opresivos que crea y explora en sus novelas suelen transitar situaciones donde los sistemas culturales y políticos están puestos en cuestión. Lo ha hecho ya en Los vigilantes, en Mano de obra, en Vaca Sagrada, en El cuarto mundo, sólo por mencionar algunas de sus construcciones simbólicas acerca del devenir humano en el tiempo (en la historia).
En Impuesto a la carne (merodean este título revueltas de principio de siglo XX en Chile) el lenguaje eltitiano, como siempre vigoroso y de una pericia delicada, pone en acto lo que la autora pretende: "la escritura como praxis, como dilema, como sed estética; la letra como arma y como soporte". El libro llega, además, casi en simultáneo al Premio Iberoamericano de Letras "José Donoso" que le fuera otorgado a fines del año pasado a Eltit.
En el relato, sus personajes centrales (dos mujeres, una hija única y una madre nacida otra vez al nacer su hija) deambulan durante doscientos años (esa es la supuesta edad de ambas) por una "nación o patria o país" hospitalario, donde un "cuerpo (médico)" impera con sus rutinas rapaces. Fans tolerantes y barras futboleras homologan ese mundo de "enfermos severos" que divagan entre la intemperie y la sinrazón (y el miedo). En este territorio ruinoso y sórdido (el territorio hospitalario y el de la patria, pero también y especialmente el territorio del cuerpo) las dos mujeres "bajas, feas y seriadas" (y anarquistas) se desviven por sobrevivir y sobrevivirse entre pasillos, salas de espera y una lenta y dolorosa sangría (de doscientos años).
La alegoría del espacio hospitalario le sirve a Eltit para poner otra vez en escena algunos de sus temas recurrentes: los complejos lazos madre-hija, el poder y sus soberbias arbitrariedades, los desacomodamientos perpetuos de una historia impiadosa (o al menos traicionera) y en especial el cuerpo como epicentro (entre lábil y portentoso) donde todas las metáforas se disparan y todos los lenguajes son posibles.
Otra "estratega de la existencia", me refiero a Marguerite Duras, ha dicho que "no se puede escribir sin la fuerza del cuerpo". A partir de una idea tal vez afín, Impuesto a la carne se convierte en la narración posible del vaciamiento de un organismo (un territorio) para lograr de esta manera, aún desde la precariedad de un cuerpo devastado, dar testimonio.