Premio Nacional de Literatura 2018, la escritora publica Falla humana, una novela en que el inminente desalojo de una población en un lujoso barrio se vuelve el vehículo para indagar en sus viejas preocupaciones: los efectos corrosivos del neoliberalismo.
El título llega a 40 años de su debut, Lumpérica.
Es inminente, sucederá en la mitad de la noche y será violento: no se puede detener el desalojo. Los encargados serán los choferes de los camiones de la basura, que van a deportar a toda la cuadra. Es una orden decretada por La Compañía, que ya no soporta que ese grupo de casas pobres ensucie su barrio de lujo. Levantarán ahí un nuevo edificio. Los vecinos están organizados, pero la resistencia ante lo que viene puede que llegue desde otro lugar: instalada en una rama de un misterioso baobab, hay una búha milenaria que vigilia sigilosamente el avance de los hechos y pretende detenerlos. Es una historia de abusos e injusticias sociales y económicas, pero Diamela Eltit (Santiago, 1947) cuenta que antes que nada a su página llegó la pájara. Luego surgió la novela.
"De pronto apareció la búha. Como Sherezade, es enigmática, bella, incondicional, puede girar la cabeza, ver lo que no podemos ver, tenía todos los atributos estéticos para establecer un pacto político con ella", cuenta la escritora sobre su nueva novela, Falla humana. Recién publicada por editorial Seix Barral, profundiza una huella que Eltit ha transitado en casi toda su obra: evadiendo la narración realista, expone en historias aparentemente sin tiempo fijo los efectos corrosivos del capitalismo en la cotidianidad de las personas. Más aún, su escritura escenifica las formas en que el poder aplasta a frágiles y disidentes. Es posible que incluso ese tono ya estuviera en su primera novela, Lumpérica, una narración experimental que publicó hace 40 años y que sin ser explícita abordaba la dictadura.
"No lo sé, porque no tengo la distancia analítica para pensar cómo ha sido ese pasado", dice la Premio Nacional de Literatura en el living de su casa en Nuñoa, calibrando la relación de su actual escritura con Lumpérica, una novela en que el personaje de L. Iluminada todas las noches realiza distintos movimientos en una plaza. "Pero pensando de manera general, la verdad es que sí hay algo con el espacio. La noche lumpen bajo dictadura en una ciudad que hoy es irreconocible, pero que en ese tiempo era real y concreta. La plaza es el centro sobre el cual se organiza la ciudad y también la colonización. Yo partí en una cuestión más lateral y creo que, aunque he transitado por distintos momentos literarios, a lo mejor nunca salí de esa plaza", dice.
En Falla humana no hay una plaza propiamente tal, pero hay un espacio común en la cuadra y la noche también es un tiempo enigmático y tan libre como oprobioso. Una todopoderosa compañía sin nombre, que encarna acaso el poder del dinero, arrasará con una población que ha permanecido demasiado tiempo enclavada en su barrio. "La Compañía afirma que la cuadra degrada el suelo, dijeron que les genera un fracaso sectorial estrepitoso", se lee a inicios de la novela, que Eltit elabora como secuencia de relatos sobre los vecinos de la cuadra y la mirada de la búha, que como una intelectual, una escritora o una sabía antigua, podría modificar la realidad con sus historias.
Aunque no hay referencias explícitas, Falla humana alude a la trayectoria de la Villa San Luis, un conjunto de viviendas sociales en Las Condes construido en la Unidad Popular, que fue desalojado tras el golpe de 1973, y a la vez a los mil días del gobierno de Salvador Allende. "Esta cuadra creo que lleva siglos igual. No es una cuadra coyuntural, es la cuadra de todas las cuadras. Pienso que en el juego de naipes de los dioses hubo un sector mayoritario que perdió. Y eso ha estado ahí siempre. Ha habido momentos reparatorios, por ejemplo la Unidad Popular, pero imposible frente a las hegemonías", dice Eltit. "A mí me impresionó mucho leer a Foucault y su concepto de la biopolítica. Hoy el cuerpo es un material político. Se habla del capital humano: lo humano como una máquina de producción; no es un sujeto incluido en una vida, sino solo una máquina que produce para otros", añade.
—¿Cómo surge "Falla humana"? ¿Viene de la observación social o política? ¿Viene también del deseo de la escritura?
—Hay ciertas imágenes literarias que me parecen extraordinarias y que me han acompañado para pensar la literatura y la escritura. Una de ellas es Sherezade y sus ficciones nocturnas al Sultán como una sorprendente, creativa, posibilidad de sobrevivencia. Desde esa perspectiva, y apelando a otro sentido, también me he permitido pensar la escritura y la página como un tipo de sobrevivencia literaria, porque se trata de conseguir una página más, una y otra para que el texto siga vivo. También, Sherezade y sus noches me permitió el ingreso de relatos dentro de relatos y así, para la construcción de esta novela. Fue interesante adentrarme en el territorio de la inseguridad literaria que siempre me habita, la posibilidad de algunas noches, digamos, míticas, locales, ubicada en los sitios acotados y laterales que transito. Adentrarme en la utopía a partir de la noche. Desde mi perspectiva, el universo social es un camino certero para ingresar a la ficción y desde allí devolverme hacia un realismo complejo.
—El relato sobre el desalojo de la
cuadra está recortado de cualquier tiempo especifico, pero se alude a una actualidad marcada por la tecnología y el dominio económico. ¿Es un relato sobre dos extremos de la sociedad chilena que hemos construido en las últimas décadas?
—Estamos en una plena e intensa revolución tecnológica que modifica y seguirá modificando cuerpos, trabajos, la forma de reproducción humana, comunicaciones, escrituras, y para qué seguir. Es importante pensarse ya tecnológicamente; es un momento en donde las huellas digitales son literales, se han desplazado desde los dedos a las diversas plataformas virtuales, allí radican nuestras actuales huellas. La riqueza del mundo se acumula en una cantidad tan acotada de personas que es alucinante, algunos de ellos provenientes de la industria tecnológica. Chile, por su desigualdad, también le pertenece a escasas personas. Es difícil pensar que existen dos extremos distintos, más bien pienso en la hegemonía dominante y sus diversas periferias que pueden ser distintas, pero periferias al fin y al cabo.
—Cuando el relato ingresa a la cuadra, no solo aparece la miseria y la pobreza, también que la complicidad social está corroída. ¿La solidaridad de clase que por mucho tiempo estuvo en los estratos más bajos desaparece ante la depredación del mercado?
—Pienso que existe un prejuicio bastante asentado que mide la inteligencia y la complejidad humana por el nivel educacional o la economía con la que cuentan. Pero las mujeres y los hombres somos, independientemente de la situación formativa o económica, inteligentes, seres complejos, con vueltas y revueltas psíquicas. Yo pienso a los personajes dotados de todo, al igual que cada una de las personas. Ahora mismo, el largo sistema político-económico que nos rige instaló el individualismo: el yo frente al nosotros y los otros. Esa es una notable limitación cultural. Un yo objetualizado, donde sujeto y objeto se confunden. Cuerpos masivamente endeudados, agudos trabajadores de la deuda, en el entendido de que la palabra deuda proviene de debita, que significa tener sin tener.
—Las mil noches de la novela aluden también a los mil días de la Unidad Popular. El desalojo de la cuadra parece un eco del golpe de Estado de 1973. Si es así, ¿acaso el golpe sigue produciéndose continuamente en nuestra sociedad?
—Los mil días del gobierno de la Unidad Popular son una suma que resuena y se inscribe en la memoria. Hoy mismo tenemos una situación política muy insensata, pues si se justifica el golpe de Estado, queda abierta la posibilidad de un nuevo quiebre democrático que ya sabemos trae terribles e imperdonables costos en derechos humanos. Se borra el "Nunca más". Hoy mismo el dinero, como siempre, es el centro neurálgico de la oposición. Desde mi perspectiva, la negativa a aumentar impuestos o buscar un acuerdo para mejorar las pensiones provocan, con sus decisiones fundadas en la avaricia ganancial, una forma simbólica de bombardeo a La Moneda.
—"Falla humana" se conecta con libros anteriores como "Fuerzas especiales", "Sumar" o "Mano de obra". ¿Ha sido su intención mapear las desigualdades y abusos que imperan en la sociedad capitalista?
—En realidad, cada libro ha llegado a instalarse en la página por su cuenta, en el sentido más literal, yo solo he acompañado el flujo de esos textos que tienen una cierta autonomía. Llegó la pájara búha y sentí que pertenecía al libro o que el libro le pertenecía. En realidad, mi imaginario literario se mueve de manera autónoma hacia lo no centrista, en zonas más negadas por los discursos oficiales, hacia los bordes que habitan las mayorías de los cuerpos, pero eso no lo puede controlar. Desde luego, son ficciones; en este caso, la noche promueve una escena en que el mundo que habitamos dé un giro más igualitario y cuando llegó esa posibilidad narrativa, pensé: ¿por qué no?
—Y desde la pregunta anterior, ¿qué consigue decir la literatura sobre nuestros modos de convivencia que otras disciplinas no pueden?
—Desde los griegos, la literatura ha dado cuenta de los dilemas humanos: Edipo Rey o Medea o Antígona escribieron la magnitud que alcanzan los dramas familiares, y de manera muy precisa el poder en Macbeth, o la muerte y vida en Pedro Páramo, pero lo importante es contar con una estética y una poética. Por supuesto, las y los escritores pueden escribir lo que estimen conveniente, pero como lectora veo la influencia contingente del neoliberalismo en las escrituras selfies, literales, que apuestan a un yo único, certero y que han sido relevadas por los centros. Pero el yo es inasible, una máscara siempre fluctuante, desconocida para otra parte de yo. Para mí, como lectora, es interesante ver producciones no tan literales con los mandatos que ordenan los tiempos más inmediatos.
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Diamela Eltit: "Mi imaginario se mueve hacia las zonas negadas por los discursos oficiales"
FALLA HUMANA Diamela Eltit Seix Barral. 202 páginas
Por Roberto Careaga C.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 3 de septiembre de 2023