Proyecto Patrimonio - 2019 | index | Diamela Eltit | Autores |

 










Un poderoso edificio enardecido por llamas
Escritura neobarroca. Temporalidad y cuerpo significante. Sergio Rojas.
Santiago: Editorial Palinodia, 2010. 458 pp.

Por Diamela Eltit
Publicado en Papél Máquina N°4. Primer semestre 2010


.. .. .. .. ..

Sergio Rojas ha convertido parte de su trabajo intelectual en sede de lectura para un sector de la producción artística chilena. En su libro Las obras y sus relatos, publicado el año 2004, recorre conceptualmente diversas prácticas visuales. Allí establece un espacio estratégico que no puede ser aislado de una política de la mirada en torno a obras que indagan lenguajes visuales filiados al cuerpo o a la tecnología como dispositivos. Unos dispositivos que por los poderes de la estética se desafilian de la transparencia para conmocionar.

Así prácticas performativas o instalaciones fueron leídas por Rojas, pero en esa lectura también se leyó una disposición o una posición del autor del libro hacia producciones que exceden el formato tradicional o comercial o institucional. Aunque existe un estereotipo en torno al lugar del filósofo, un lugar común que lo consigna en un sitio —digamos— griego, digamos estatuario, digamos extraordinariamente esencialista. Sergio Rojas demuestra cómo la filosofía puede transitar las artes abordando prácticas del cuerpo o leyendo las tramas, de instalaciones para pensar un "campo" como lo conceptualizó el sociólogo francés Pierre Bourdieu, cuyo trabajo forma parte de la ensayística del libro Imaginar la Materia, publicado por Sergio Rojas el año 2003.

Escritura neobarroca, con su oscuro edificio en llamas, aparece justo en los momentos en que el reciente terremoto grado 8.8 originó los tres minutos más destructivos de la historia chilena. Tres minutos bicentenarios que ocasionaron un daño humano y social de tal magnitud que afectó a la mitad del territorio. Aparece este libro en el tiempo en que este terrible terremoto grado 8.8 replica en el campo político por su ajustado acontecer con el advenimiento de las derechas nacionales al poder estatal. Lo señalo para establecer una conexión con los tiempos que porta el tiempo y con las apariciones de los libros del tiempo con su tiempo. Pienso en constelaciones de sentidos que se desplazan de un lado a otro creando, como diría Rojas, relatos o nudos subjetivos que incrementan los escenarios culturales.

En estos días, de manera recurrente, me he preguncado cómo leer Escritura neobarroca de Sergio Rojas. Más aún, a lo largo de gran parre de sus páginas sentí que existía una especificidad que yo no era capaz de comprender, que el libro detonaba una proliferación de saberes que concurrían prolijamente para sostener un texto que pensaba sus materiales. Pensé que uno de los procedimientos del texto consistía en poner en escena un proceso intensificado de pensamiento. Pensé que el texto pensaba la escritura que estaba examinando pero que ese pensar estaba radiado dentro del texto porque sus hilos sólo eran posibles desde la materialidad de su propia escritura. Pensar dentro o en la escritura, en un proceso que permitía advenir cómo funciona el pensamiento en relación a objetos críticos o literarios. Unos objetos literarios que parecían plagados de capas geológicas que no cesaban de aflorar. Un pensamiento-escritura abiertamente rizomático. Pensé que estaba leyendo el proceso activo de pensar un libro inscrito en el interior de la letra, pensar un libro-letra como una propuesta para alcanzar un renovado parámetro crítico literario.

Mientras leía el libro Escritura neobarroca me sentí como la habitante de un barrio que vislumbra día a día la construcción de un edificio, una paseante que enciende, día a día, mediante la observación de los materiales y la precisión del montaje, cómo se organiza la estructura que sostiene el edificio. Si, algo así como ver un edificio en plena construcción y constatar de qué manera coexisten los diversos materiales con la finalidad de establecer las líneas que van a permitir acceder a distintos horizontes. Mientras leía este libro, pensé que la apretada escritura de sus páginas, su densidad veloz pero también circular, estaban allí para levantar una arquitectura -cómo no- neobarroca. De manen inesperada recordé algunos edificios mcxicanos coloniales, templos decisivos, o imponentes o impactantes y, desde luego, importantes, que desearon reproducir en suelo americano la grandeza colonizadora europea. Doblemente poderosa por su asentamiento conquistador que había conseguido una de las capturas geográficas más decisivas de su tiempo, el Continente americano, y que, según Marx, esa conquista inauguraba los mercados mundializados. Pero, sin embargo, esas edificaciones tenían una "mano de obra" otra (uso esta expresión en el doble sentido: manufactura y la mano que escribe una obra.) Allí en esos palacios o en los diversos templos, ingresaba la mano de obra indígena o mestiza para cumplir con el obligado programa europeo pero esa mano cumplidora inscribía, en un espacio adicional que carecía de norma o resultaba indetectable o incontrolable, su propia grafía y, desde luego, la amplia extensión de su cuerpo deseante.

El barroco americano llegaba para desestabilizar la réplica, para diferir la mera copia o la simple traducción y emergía en plenitud, en esas superficies, porque el sutil retoque o la marca singular y siempre estética excedía a la edificación misma y permitía la emancipación (ocupo aquí un concepto de Sergio Rojas) de la mano de obra que como un suplemento alojaba su obra, la precisa mano de obra americana autoconsciente que instalaba de manera visible su barroco local o leal a una estética que sólo allí, en ese palacio o en ese templo, podía mostrarse e interrumpir el flujo de la otra historia.

Pensé que la mano obra del libro Escritura neobarroca de Sergio Rojas, era doble, por una parte la lectura de ciertos textos que han fundado su deseo de esplendor literario en la escritura, pero también -y este es un riesgo y quizás un despropósito en mi propia lectura- pensé en Sergio Rojas como un pensador (digo escritor, digo ensayista) neobarroco, lo digo porque me parece que en la escritura de su libro se produce una emancipación aún de sus propios objetos, un desplazamiento que presagia otro desplazamiento hasta neobarroquizar la superficie. Mientras leía el libro repasé una y otra vez las edificaciones coloniales mexicanas pero recordé también una singular pintura que tuve el privilegio de ver en la histórica ciudad de Cuzco, un cuadro colonial que reproduce la última cena según los modelos europeos renacentistas; una pintura que conserva rigurosamente esas normativas. Recordé ese cuadro donde Cristo y sus apóstoles están reunidos para la que será la última cena en la última mesa, una mesa donde se unen el rirual de la comida y el ritual de la despedida y allí, el alimento, (el último), el más estratégico, dispuesto sobre una perfecta bandeja es un cuye. Sí, un cuye cuzqueño con el que Cristo y sus apóstoles van a saciar su hambre y a dispersar sus vidas. Pensé en ese cuye, en un alimento de un lujo desconocido e inesperado para ese cuerpo o ese tiempo cristiano occidental, pero a la vez pensé que ese cuye-alimento rompe una historia y pone en jaque una cierta condición omnipotente del tiempo porque allí se produce, como dice Sergio Rojas cuando se refiere al primer barroco, una distorsión.

Sergio Rojas busca establecer lo que denomina como poéticas de la subjetividad, espacios signados por la emancipación de la escritura, poéticas diversas y emancipaciones no necesariamente modélicas sino más bien intensas o internas o, como dice el autor, obras que trabajan el "aplazamiento del sentido".

Por el libro Escritura neobarroca, en su vértigo, en el interior de la velocidad de sus desplazamiéntos circulan obras sagradas o consagradas, quizás uno de los puntos más apasionantes de este libro radica en que ese neobarroco que se piensa no es homogéneo ni homogeneizante, no se trata de un modelo que pueda ajustarse o deirivarse de manera automática o robótica a cualquier producción sino más bien los procedimientos a los que alude Sergio Rojas, se encarnan en obras específicas que devienen cada una de ellas en neobarrrocas por las vueltas discursivas del texto analítico que las lee. Un texto que construye las obras de una en una en sus materialidades y aún existe la posibilidad de que ciertas circunstancias neobarrocas no constituyan textos neobarrocos como cuando se examina a Jorge Luis Borges y sus laberínticos caminos siempre bifurcados, el espía del que dispone Borges que sobrepasa el andén y reescribe el archivo marginal mediante la superioridad triunfante de su raza y de su inminente muerte lúcida. La lectura de Sergio Rojas se permite una zona de ambigüedad para que la obra de Borges permanezca ni adentro ni afuera, suspendida entre unos hilos que oscilan paradójicos entre los límites de las categorías.

El divino Sarduy y el mexicano Salvador Elizondo cautivo de los cortes del suplicio chino, comparten su espacio con José Donoso para examinar la poderosa novela El obsceno pájaro de la noche y sus vueltas y revueltas, las mismas vueltas y revueltas que Sergio Rojas le asigna al mudito y su voz interna, al impactante Humberto Peñaloza, una de las creaciones más alucinantes de la literatura chilena, mito e historia, sentimiento y resentimiento, operado de sí mismo, inorgánico, y que como muy bien lo señala Sergio Rojas, se trata "de un cuerpo sin cuerpo y sin embargo cuerpo".

Así. Sergio Rojas elabora una consistente clave neobrarroca para leer un edificio encendido por poderosas llamaradas.



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2019
A Página Principal
| A Archivo Diamela Eltit | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Un poderoso edificio enardecido por llamas
Escritura neobarroca. Temporalidad y cuerpo significante. Sergio Rojas
Santiago: Editorial Palinodia, 2010. 458 pp.
Por Diamela Eltit
Publicado en Papél Máquina N°4. Primer semestre 2010