Proyecto Patrimonio - 2018 | index | Diamela Eltit | Autores |
Una notable empresa literaria
Sumar, de Diamela Eltit. Editorial Seix Barral, 2018. 177 págs.
Por Camilo Marks
Publicado en Artes y Letras de El Mercurio. 1 de Julio de 2018
.. .. .. .. ..
Sumar, la última novela de Diamela Eltit, es uno de los textos más diversos, plurales y fascinantes de esta autora. Y aunque la palabra siguiente no suele aplicarse a los libros de Eltit, es uno de los más entretenidos: se lee de corrido y la historia central, si bien posee múltiples significados y exhibe las ambigüedades a las que acude la prosista, es clara, contundente, a veces tan irrevocable, tan colmada de interpretaciones, que puede ser aconsejable detenerse de cuando en cuando; así, releer ciertas páginas y capítulos o volver atrás podría resultar estimulante, sobre todo si se hace para luego continuar hasta que llegamos al desenlace, previsible y a la vez impredecible, fatal y abierto a diferentes interpretaciones.
Eltit trabaja desde hace tiempo con lo más marginal de la gente marginada de nuestro país: aquellos y aquellas sitiados por la policía; los empleados de supermercado que apenas logran sobrevivir; los hombres y mujeres borrados del discurso oficial; las personas sin ningún vínculo, por más remoto que sea, con el poder. En Sumar ha escogido a los vendedores ambulantes. Pero como ya es su hábito, los ambulantes, como son llamados a lo largo del relato, carecen de biografía, no poseen un anecdotario pintoresco, escapan a cualquier definición psicológica árida, es imposible hacerse siquiera una idea de su apariencia física, salvo a raíz de opiniones que unos y otros vierten en el curso de la progresión dramática de la trama.
Ahora bien, pese a que en Sumar jamás encontremos enunciados de tipo folclórico, lo que, dado el tema, es tentador para numerosos escritores, sí que hay aquí personajes y vaya qué personajes son, todos muy reales y asimismo, todos simbólicos: Aurora Rojas, la narradora; su tocaya, a quien Aurora interpela sin cesar; el Casimiro Barrios; el Lalo; el Diki; la Ángela Muñoz Arancibia; El Colombiano y algunos más. Todos están embarcados en una marcha de miles de kilómetros hacia el punto decisivo donde en Chile se ejerce y siempre se ha ejercido el mando, o sea, La Moneda, que en esta obra está tipografiada con minúsculas. Además, de manera reiterada se nos recuerda el vínculo indisoluble entre ese lugar y el dinero contante y sonante, incluyéndose frases tan manidas como: déme una monedita por favor, páseme unas monedas, entrégame unas cuantas monedas, vieja tal por cual.
Aurora Rojas, en primera persona, es quien figura a cargo de describirnos lo que está pasando en este multitudinario y aparentemente informe grupo, mediante una crónica febril, sobresaltada, por momentos desquiciada, ora coherente, ora incoherente. Sin embargo, su voz alucinada, obsesionada, en oportunidades maníaca, repetitiva en cuanto a los cuatro nonatos que porta consigo, es la voz de los demás, de modo que a través de ella o de su visión percibimos ciertos rasgos del resto de los actores. El Casimiro Barrios, ex amante de Aurora Rojas, confidente ocasional de ella o de quienes se le acercan, oficia de inestable líder; el Lalo se dedica al automovilismo de chatarra y sueña con inmolarse en una dantesca carrera; El Colombiano, más bien opaco, le hace la competencia; el Diki es rapero y acróbata de escasa monta; la Ángela Muñoz Arancibia, originariamente una contorsionista, podría ser una intrigante que quiere desplazar al Casimiro y así, sucesivamente. Todos llevan artefactos portátiles, se supone que están conectados a las redes sociales, buscan lugares donde haya wifi, aun cuando parecería que de muy poco les sirve: lo que escuchan, lo que hablan, indicaría su exigua conexión con la realidad. No obstante, esto último es equívoco y engañoso, puesto que ellos podrían saber mucho más que el lector.
Con todo, prácticamente desde el principio notamos que Sumar es un título que, de forma literal, se halla repleto, incluso por momentos sobrecargado de tantas referencias mitológicas de la más variada especie -asiáticas, africanas, europeas-; de tantos asuntos diferentes, desde la tecnología de hoy hasta la mecánica automotriz; de tantas alusiones librescas; de tantos pormenores políticos; de tantísimas leyendas y tradiciones relacionadas con tópicos actuales o del pasado; de tal cantidad de hechos, individuales o colectivos, que han marcado el devenir humano, que claramente Sumar adquiere ribetes alegóricos y épicos. A estas alturas, entonces, no se trata de incidentes en torno a una manifestación reivindicativa o de protesta, sino de una vasta y policromada imagen de lo que ha llegado a ser nuestra sociedad o buena parte de ella. Eltit se cuida mucho de otorgar dignidad, inteligencia, una férrea voluntad, capacidad de organización -por más inútil que pudiera parecer-, en fin, orgullo a sus protagonistas, por lo que en ningún momento escucharemos plañideras expresiones por parte de ellos, sino todo lo contrario: una determinación heroica por llegar hasta el final, sea cual sea este final. Por supuesto, mucho más fácil y tal vez mucho más tranquilizador habría sido contar cuentos terribles, violentos, divertidos o por último, algo sabrosos en torno a esta multitud que acecha al orden establecido. No obstante, ese no es ni nunca ha sido el estilo de Eltit, de forma que Sumar está lejísimos de ser una excepción en su trayectoria novelística.
En definitiva, por su riquísimo lenguaje, debido a las paradojas que encierra, gracias a la infinidad de recursos que Eltit domina, Sumar deviene una notable empresa literaria.