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Diamela Eltit: "El amor es el opio de las mujeres"
Por Magdalena García
Publicado en El Mercurio de Valparaíso, 17 de julio de 2016
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Escribe, hace clases. En Nueva York, en la UTEM y en Cambridge, donde dictó la cátedra Simón Bolivar. Diamela Eltit, la autora de "Lumpérica" (1983), "Vaca Sagrada" (1991) y "Mano de Obra" (2002) -obras indispensables de la literatura nacional- lleva además sobre sus hombros el Premio Iberoamericano de Letras José Donoso (2010) y el Premio Altazor (2014), aunque los premios le importan poco. Va y viene. Publicando siempre, incansable. En estos días presentó "Réplicas" (Seix Barral), ensayos de actualidad, de los últimos 10 años, con parte de un trabajo que hizo -junto al lingüista Óscar Aguilera- en una recuperación de la lengua del pueblo kawésqar. Para Diamela Eltit, este rescate fue uno de los valores más importantes del libro: "Hay momentos en los que uno se siente plena y yo sentí eso cuando reencontré estos relatos y los pude poner en un lugar estratégico. Porque me permitió navegar en el libro. Y porque es un homenaje mío a este pueblo que está extinguiéndose".
Diamela Eltit decidió partir con la visión de este pueblo al contemplar un murciélago: "Ese animal que se cuelga de las patas, como en compás de espera a que cambien los tiempos, lo pensé para todo lo femenino, esa espera del murciélago, creo que es pertinente desde mi cabeza, aunque sea un poco chiflada o arriesgada, no me importa".
— En tu libro haces mucha referencia a lo femenino. Culturalmente, ¿crees que la definición de amor tiene presa a las mujeres?
— Yo creo que sí, porque es una forma también de caracterizar a la mujer como una fuente de emociones. Por supuesto el amor es importante para todos los sujetos, es un sentimiento indispensable, porque pone en un alto nivel la emocionalidad. Pero no pienso que una mujer sea más proclive al amor que un hombre, o que su forma de amor sea más intensa que la de un hombre. Lo que pienso es que son construcciones culturales que subordinan a la mujer a sus propias emociones y eso legitima que se privilegie en la mujer lo emocional sobre lo intelectual. Todas de alguna manera lo sabemos y lo hemos vivido, y en ese sentido estamos un poco presas en esa condición y muchas veces no sabemos salir de esa trampa. Usando la fórmula de Marx, proponiendo la emoción sobre el intelecto, yo creo que el amor es el opio de las mujeres.
— Para ti, ¿qué es ser mujer?
— Comparto el mismo espacio que todas mis congéneres en el sentido de género. Tengo las mismas limitaciones en el ámbito de la vida pública que tienen la mayoría, pero también tengo la lucidez de verlas, entenderlas y en un punto, no naturalizarlas. Sigo pendiente de que hay una asimetría y leo muy rápidamente cuando soy escudriñada como mujer, no como persona.
— En ese sentido, ¿se quedan las propias mujeres como esclavas del sistema?
— Nos quedamos como esclavas en la medida de que las mujeres miren para el techo sobre eso. Ya sabemos que las mejores aliadas para sostener esta desigualdad son las mujeres. Entonces lo niegan para no entrar en conflicto, pero al negarlo, sirven a la dominación. No se trata de emprender una guerra, pero es una estructura que pasa por la mayoría de las industrias como la economía, las iglesias, la escuela y los mundos familiares.
— En el libro hablas de Camila Vallejo como uno de los referentes femeninos actuales.
— Enfatizo en su liderazgo del 2011, como horizonte para las mujeres. Me parece interesante la líder Camila Vallejo en la calle.
— En "Réplicas" hablas harto del cuerpo. ¿Por qué?
— El cuerpo nunca calza con el género, porque tienes que aprender a tener el cuerpo que el género te pide en su tiempo histórico. No todos los tiempos han pedido el mismo cuerpo. Por ejemplo, las mujeres eran más rellenas en el Renacimiento. Ahora estamos con un cuerpo que surgió en los 70´, un cuerpo más reducido, pero no el cuerpo que las mujeres tienen, es al que las mujeres "deberían llegar". Y nunca lo van a lograr, porque son cosas simbólicas. Y como género nunca lo habitas completamente. Porque está la niña que tiene que habitarlo como niña y que nunca sabe muy bien cómo llenarlo. El cuerpo de joven también no se sabe cómo tiene que llenarse, y siempre es un cuerpo fallido ante el modelo, lo que es terrible. Después, aprender a ser madura y vieja. Tienes que cambiar cómo te presentas, hablas y te peinas. Cada vez vas cambiando, entonces siempre estás aprendiendo lo femenino. Incluso hay gente que dice "¿cómo se viste así, con la edad que tiene? o "esta niña se viste como vieja", y eso hay que aprenderlo y entenderlo. Entonces, no hay libertad sobre el cuerpo.
— Hablas del lenguaje como construcción de espacios. Ahora hay movimientos que ponen E o X en algunas palabras para no encasillar en géneros. ¿Qué te parece ese uso de la lengua?
— Más allá de su eficacia es una toma de conciencia de que el lenguaje es excluyente para la mujer, en el sentido de que efectivamente está pensando en lo masculino en el supuesto de que incluye a las mujeres. Como cuando se dice todos en vez de todos y todas, pero no es así. Me parece que es una clarificación sobre el hecho de que el lenguaje es excluyente.