Conocí primero a Beauvoir como ensayista y la leí con devoción, más adelante la leí como novelista, pero claro, sin duda es con El segundo sexo o La vejez o sus memorias, donde me parece que alcanza su máxima potencia.
Simone de Beauvoir fue desde luego un mito cultural y literario y un motor para pensar cómo opera el sistema social en relación al sujeto mujer generando estereotipos y obligaciones. Por otra parte, tuve el privilegio de ver una entrevista suya en la televisión francesa donde ella hablaba de su compromiso feminista desde un lugar muy decisivo, ella decía: nunca me he casado, jamás he vivido con un hombre y no he tenido hijos, eso lo afirmaba para evitar que su feminismo fuera confundido con un algún tipo de “frustración” o “redención” de una situación personal. Me pareció muy interesante cómo ella trazó su propio recorrido vital y cultural. Ella ocupó el poder cultural y literario que tenía para iluminar una zona relegada en los discursos sociales: la mujer como sujeto.
Simone de Beauvoir es un referente para los estudios culturales y de género, por lo tanto su vigencia es inamovible porque de manera inevitable hay que “pasar” por Beauvoir para pensar ciertos problemas. Más aun cuando El segundo sexo sigue siendo el segundo sexo, porque es una tarea pendiente pensar la diferencia pero desde un territorio igualitario. Entonces, la academia tiene en Beauvoir un dispositivo fundamental para pensar los lugares y los espacios.


