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Diamela Eltit:
"La revuelta social no puede ser adjudicada a la delincuencia, eso es cómodo e inexacto"
Por Roberto Ibáñez, desde Nueva York
Publicado en Culto La Tercera. 25 de Octubre de 2019
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Una gran marcha que dura 370 días en dirección hacia el palacio de La Moneda. Esa es la imagen central de la última novela, Sumar, de la Premio Nacional de Literatura, Diamela Eltit. Podría decirse que la imagen es profética, pero la autora es enfática en señalar que “en la explosión chilena existe una gran acumulación de tiempo”. Miembro del grupo CADA, colectivo de arte que en plena dictadura desafiaba el orden ético y estético, desde su primera novela, Lumpérica, Eltit ha conjugado su lenguaje en las distintas periferias y márgenes, accediendo al habla marginal en un amplio sentido. Es a partir de ahí que lee la masiva manifestación social que acontece en Chile.
— ¿De qué manera lees las manifestaciones que hoy vive Chile?
— Me parece que en la explosión chilena existe una gran acumulación de tiempo. Se fue profundizando la desigualdad. Mientras que para unos pocos la vida fue extraordinaria, para millones catalogados como clase media, fue un esfuerzo superlativo. Décadas en las que se fue gestando el abandono de millones de chilenos que, paulatinamente, dejaron de ser representados. La elitización de la política, los abusos, los embates aterradores del empresariado, las medidas abusivas, la certeza en la vida a crédito, valorar del mismo modo al sujeto y al objeto, la violencia en los sectores excluidos, el racismo, el clasismo, entre muchas otras razones marcan la actualidad del estallido.
— ¿En qué está fallando la clase política? ¿Por qué no pueden leer las demandas de las movilizaciones?
— Hay que entender que la política chilena completa se cayó de cabeza por las escaleras del metro. Y, mientras caía la política, se levantó del subsuelo el sujeto popular tan ignorado, excluido y hasta desdeñado por la política cupular chilena.
— ¿Qué es lo que percibes de las manifestaciones desde lejos?
— Bueno estoy y no estoy lejos. Por las comunicaciones múltiples, incesantes, mi mente está en Chile. La conexión wifi me permite leer, conversar con distintas personas en Chile, con mi familia, desde luego. Puedo ver TV chilena, observar el detalle exacto de las imágenes, recibir una multiplicidad de noticias, atar cabos. Siento una gran felicidad política. Hace décadas que escribo sobre la desigualdad y la indiferencia hacia las periferias. Por supuesto hay que estar atentos a los movimientos militares, se habla de saqueos organizados por los militares, eso es sencillamente aterrador.
— ¿Por qué crees que hay manifestantes que no le temen al toque de queda?
— No es lo mismo una población relativamente joven o joven que los que vivimos el toque de queda bajo la dictadura en donde hubo una matanza generalizada y una verdadera cacería humana; miles de presos políticos, despidos masivos y terrorismo de Estado. Los más jóvenes no van a entender cómo es posible un Estado de Emergencia y toque de queda bajo una democracia que suspende violentamente los derechos ciudadanos. No van a entender los tanques en la calle.
— ¿Qué opinión tienes del punto de vista de Carlos Peña, quien hace una lectura “adolescente” del movimiento?
— Pienso que el rector Carlos Peña, por algún motivo, les tiene miedo a los adolescentes. Los ve en todas partes. Tiene un rollo con ellos.
— Se ha usado ampliamente la palabra “lumpen”, ¿qué opinas de este calificativo en relación con los manifestantes?
— Este gobierno fundado en un tipo de “mano dura” con la delincuencia confunde delito y pobreza, y todo lo que no sea ABC1 es ajeno a su sensibilidad. Me parece que en Chile ha crecido la delincuencia y la violencia delictual, eso es así. Pero hay que pensar por qué existen los niveles que conocemos y, desde luego, hay que conectarla con la desigualdad. Pero la revuelta social no puede ser adjudicada a la delincuencia, eso es cómodo e inexacto.
— ¿De qué manera crees que la literatura reciente ha venido registrando este descontento social que estalló hace unos pocos días?
— La literatura desde lo estético produce signos sociales. Recuerdo ahora mismo a Sergio Missana y su novela distópica Entremuros.
— ¿Qué resolución del conflicto quisieras pensar en estos momentos?
— No lo sé. Espero que se termine cuanto antes el Estado de Excepción. Una última cosa: es muy interesante ver a las mujeres en la calle como uno de los grandes efectos de los tiempos feministas. Hay que recordar que las mujeres ganan menos y que han sido las grandes castigadas por este sistema traga-vidas.