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Diamela Eltit
Duermo, sueño, miento mucho

Por Gabriela Adamo
Publicado en revista V de Vian N°33, Buenos Aires, abril de 1998


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Pertenece al mismo país y a la misma generación que Isabel Allende y Marcela Serrano, publicó cinco novelas muy bien recibidas por la crítica, ganó becas destacadas como la Guggenheim y hasta ocupó el cargo oficial de Agregada Cultural de Chile en México, pero si uno busca sus libros en la Biblioteca Nacional o pregunta por ella en la Embajada de Chile, sólo recibirá por respuesta un desconcertado "¿quién?".

Los textos de Diamela Eltit —nacida en Santiago de Chile en 1949— no son fáciles. Aún críticos como el chileno Rodrigo Cánovas —autor de Novela chilena: nuevas generaciones, de los pocos libros que incluyen a Eltit entre los autores dignos de análisis— insinúa "de paso" que algunas partes de sus textos son "excesivamente "ilegibles". Tanto para él como para otros estudiosos de la narrativa chilena contemporánea, la escritura de Eltít representa el paradigma del discurso vanguardista actual.

Sus dos primeras obras, Lumpérica (1983) y Por la Patria (1986) son tal vez las más transgresoras. Protagonistas indefinidas, tramas mínimas, pistas confusas, quiebres temporales y parlamentos irracionales dificultan el acceso a la obra y, por otro lado, permiten lecturas múltiples y enriquecedoras. No es casual que estos textos hayan sido producidos bajo plena dictadura militar. Pero en realidad, el cambio formal no es tan grande en las novelas que siguen: El cuarto mundo (1989), Vaca sagrada (1991) y Los vigilantes (1994). El desplazamiento es más bien de escenarios, que pasan de ser externos —la plaza, la ciudad— a ser internos —el bar, la casa, el dormitorio— y señalan que el cuestionamiento a órdenes militares, represores y de violencia física torna a estar dirigido a la violencia familiar y cotidiana, pero no por eso menos terrible.

Diamela Eltit pasa entonces a cuestionar la democracia, y los críticos se apuran en anotarla escritora en un "programa" político-cultural, probablemente debido a sus propias declaraciones. Raquel Olea, una investigadora especializada en Eltit, hace referencia a "un proyecto literario concreto: la autora ha insistido e insiste en producir una escritura que interpela órdenes institucionales y estéticas literarias en el proceso de textualización". Y no hay dudas de que los experimentos literarios de Eltit se condicen con un odio terrible a los órdenes vigentes, una revalorización de lo marginal, una deconstrucción de identidades y valores preconcebidos, una resistencia a muerte a la autoridad centralizada. Pero más allá de eso, Diamela Eltit revive el placer de la escritura y, con ello, el de la lectura.

Su prosa es densa. texturada; recurre a aliteraciones con palabras sonoras y enfáticas; produce un río de frases concretas y arrasadoras. Vaca sagrada —el único libro con chances de estar en alguna librería porteña debido a que fue publicado por Planeta en su Biblioteca del Sur— comienza y repite a lo largo del texto, como un mantra, la frase "Duermo, sueño, miento mucho". Onírico y mentiroso, así es el relato de esta protagonista abandonada por su amante, amenazada por pájaros y astillas que le quieren vaciar el ojo y para la cual el sexo, el vino y la sangre son fundamentales: "Sangro, miento mucho", será más adelante. El sexo, el miedo, la violencia: hay emociones fuertes constantes y sus descripciones son el opuesto de las versiones edulcoradas y románticas que proveen las "escritoras latinoamericanas" más conocidas. Un ejemplo de su prosa tomado de Vaca sagrada: "Pero ahora estamos abrazados y creo desesperadamente todo lo que me dices, olvidando el odio de tu mirada matutina, esa mirada que tanto conozco, saliendo de tus ojos verdaderos a la hora de la siesta de tu pájaro asesino. Me río de ti esta noche y tu mano se levanta hasta mi rostro para golpearme con una fuerza desgarradoramente humana."

Estos peligros, estas persecuciones que acechan permanentemente a las protagonistas de Diamela Eltit, se relacionan con su propia actitud al escribir. "Me siento participante de un escenario literario chileno." —asegura la escritora— "Pero también me ausento de ese lugar porque todo el tiempo estoy pensando en la nueva novela que voy a escribir y frente a la cual siempre tengo que reaprender todo. Arriesgarlo todo." Parece lógico que, al comenzar un texto nuevo, su preocupación sea mucho mayor en torno al "cómo" que al "qué". Pero al hablar de su escritura, no todo es angustia y temor. "El proceso de escritura tiene, en mi caso, amplias connotaciones lúdicas", admite. Cuando trabaja, trata de "capturar ciertos sentidos, descubrir algunas operaciones literarias para jugar con ellas, recombinarlas, torcerlas, repactarlas". "Entonces, soy responsable y, a la vez, no soy responsable de cada una de las novelas. Se trata de un proceso misterioso y autónomo...". Se trata de la intuición, otro elemento infaltable en la trayectoria narrativa de esta escritora.

Eltit se graduó como licenciada en Literatura en la Universidad de Chile, pero sus primeras incursiones artísticas fueron en el campo de las artes visuales. Escribió guiones de cine y experimentó con las performances y el video-arte. Participó en la fundación del Grupo Colectivo de Acciones de Arte C.A.D.A. y siguió siempre muy ligada a la búsqueda de nuevos recursos expresivos. En 1995, intercaló en su producción novelística un trabajo documental sobre Chile, El infarto del alma, llevado a cabo en conjunto con la fotógrafa Paz Errázuriz. Junto a otro chileno, Oscar Aguilera, se dedica también a algo tan insólito como la investigación botánica (aparentemente lo hace "desde un punto de vista de interés lingüístico"). El listado de sus trabajos formales que no son novelas se completa con El Padre mío, un ensayo en el que explora nada menos que el discurso de la locura.

Son múltiples, entonces, las fuentes que alimentan estas historias "aleatorias y subjetivas", como ella misma las define. Y no se priva, tampoco, de ciertas ayudas institucionales. Disfrutó de la beca Guggenheim en 1985, tuvo su cargo público bajo el gobierno de Patricio Aylwin y actualmente es profesora en el Department of Spanish de la Columbia University, en Nueva York. Además de "Creative Writing", enseña una materia que por estos días parece haberse vuelto inevitable: "Gender & Power in Latín America". Tratándose de la autora de personajes tan escurridizos como la múltiple L. Iluminada de Lumpérica o la dueña de un nombre doble, Coya/Coa, de Por la Patria, podemos suponer que no se tratará de un programa demasiado trillado.

Por lo menos sabemos que Diamela Eltit, esta mujer morena, de rasgos neutros, con una mirada entre triste y desafiante y rodeada siempre de ojeras profundas, sigue escribiendo. Flotando por Internet podemos encontrar Aunque me lavase en agua de nieve, un largo fragmento de su novela "en preparación". Otra vez hay mujeres, hombres que persiguen, madres, soldados. Otra vez hay sexo, dolor. ansiedad, miedo, cataratas de palabras inmejorables. Igual que sus novelas anteriores, ésta promete ser un texto vivo y palpitante entre las tapas que la cubran. Aunque, claro, para entenderla es probable que no baste una lectura. Ni cien.



 

 

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Diamela Eltit: Duermo, sueño, miento mucho
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