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Daniel Hidalgo: música, Valparaíso y literatura social
Por Aldo Perán
La Tercera, 4 de Abril de 2016
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Manuel tiene dieciocho años y se enamora de Lucy, una muchacha post-punk de 20 años, quien ocupa junto a otros jóvenes una casa abandonada en un cerro de Playa Ancha. Manuel comienza a visitar esa casa y lo que empieza a aprender, durante el primer semestre universitario, no son las cosas relativas al diseño gráfico, carrera por la que decidió solicitar un crédito, sino a robar, junto con Lucy, comida del supermercado.
El autor de esta historia es Daniel Hidalgo (35). Profesor de un liceo técnico en Santiago, Manual para robar en el supermercado, publicado por Hueders, es su tercer libro. Pero antes de escribir, antes de ser el autor del libro de relatos Canciones punk para señoritas autodestructivas, Hidalgo intentó ser músico y se dedicó una y otra vez a formar una banda. Su última incursión fue la tecnocumbia. Luego, después de un largo tiempo haciendo reemplazos en colegios, escribió esta novela, en intervalos irregulares, los que le permitían los horarios después de clase.
Manual para robar en el supermercado, sostiene su autor, es un híbrido entre una novela juvenil y una con ambición literaria. Si a lo largo de los relatos que componen su libro anterior Canciones punk… encuentra una voz áspera como los riffs de guitarra para dar cuenta de historias gobernadas por el exceso, en su nueva novela Hidalgo se vale de referencias musicales post-punk para construir un espacio que refiere a la pobreza, la rabia y la sensación de felicidad que es propia del primer amor. Ese espacio es habitado y dirigido por Manuel, el protagonista y narrador de esta novela.
— El protagonista es un individuo que se abre a la posibilidad de la tristeza, de la derrota, que es temor propio de la juventud.
— Me pasó al final de la novela -pero con la escritura del libro en general- que pareciera estar tributando algo, algún tipo de comedia romántica e indie, relocalizando su trama en clave literaria, y con Valparaíso de escenario principal. Me parece un tema relevante el término de la adolescencia y el consiguiente inicio de la adultez, de que la vida juvenil es complicada pero que finalmente es parte de una pequeña parte de nuestra trayectoria vital.
— Esa vida juvenil ¿es más compleja y difícil en la provincia?
— Si bien pertenezco a la generación de Diego Zúñiga, Simón Soto, Juan Pablo Roncone, y Pablo Toro, soy de provincia, y no solo de Valparaíso, sino de Playa Ancha, una especie de república independiente, un cerro donde uno puede hacer toda su vida sin desplazarse: están el colegio, la universidad, los bares, el estadio, por lo que en algún momento pensé que nunca iba a salir de ahí. Mi relación con la literatura era a través de los suplementos culturales y de internet, hasta que me trasladé a Santiago hace un par de años. Mi imaginario es Valparaíso, una ciudad que represento como un basural, como escaleras infinitas, una ciudad llena de perros y de olor a puerto.
Con su trayectoria de músico, sus libros están lleno de referencias de melómano. “Mi educación sentimental no es literaria sino musical. En Valparaíso no existían librerías. Ahora existe Metales Pesados, pero entonces no existían, por lo que no había un lugar donde buscar aquellos libros que debíamos leer. Tuve un profesor en el colegio a quien le gustaba la literatura social y me transfirió su gusto por Manuel Rojas. Después me obsesioné con la figura de Alfonso Alcalde”.
— ¿Qué es lo que considera atractivo de esa época y que desea recuperar en esta novela?
— A mí me gusta planificar lo que voy a escribir antes, del mismo modo que planifico las clases que imparto. Esta vez quería escribir sobre esa primera vez que uno se enamora, cuando pasas del cielo al infierno. Quería productivizar esa experiencia, y le puse música, por eso el grupo Weezer rodea la novela. La época en que sucede esta historia es la época del MTV: la revolución bolivariana de nuestra generación. La fuerte presencia medial del comandante Marcos, del EZLN. La escritura de esta novela entonces tiene como base la idea de un planeta MTV con muchas bandas y que pretendí mezclar con la entrada a una universidad de provincia, una especie de UPLA que parece postal romántica de finales de los sesenta: mucho hippie, mucho “lana”, y de repente, aparece alguien que escucha Weezer y le gustan bandas con canciones que tratan sobre la adolescencia y sus problemas.
— Otro tema que circunda el libro es el del trabajo y sus distintos pliegues: el temor, la necesidad, la pobreza, finalmente.
— Eso tiene que ver con la edad, con el miedo a tener que elegir entre estudiar o trabajar. El protagonista proviene de una familia que no es profesional y que entra a la universidad mediante un crédito. Lo importante es que sus padres tenían claro lo que Manuel tenía que ser, a diferencia de Lucy, que es su contrario. Pedir educación gratuita era impensable. Éramos una generación bien conformista: éramos un cúmulo de deseos frustrados. Otro punto es la idea del consumo que está asociada al trabajo. Son las dos grandes aristas que pretendí cuestionar escribiendo esta novela. El supermercado es el acceso a lo que quieras conseguir, pero si no tienes dinero solo puedes observar el producto. Robar en el supermercado supone romper con esa cadena.
— ¿Es una novela que pretende homenajear a la literatura social del siglo pasado?
— La familia de Manuel es una familia de clase trabajadora. La relación con sus padres es propia de un adolescente. No pregunta, no entra en dilemas con el padre, no lo cuestiona, come rápido a la hora de almuerzo para luego encerrarse en su habitación. Eso se sigue dando en la provincia, a diferencia de lo que representa otro tipo de literatura en la actualidad, que tiene que ver más bien con espacios como Providencia. Sus personajes y los mismos autores se mueven por ahí, sus libros se venden y se lanzan en lugares como el Drugstore. En ese sentido, la estética de esta novela y sus personajes es, por el contrario, el de la clase trabajadora de provincia, inestable económicamente, donde el protagonista lleva la carga y no la alegría de poder entrar a la universidad, y con esto, los padres tienen la esperanza de que el futuro resulte más prometedor. Probablemente esa es la relación que pueda tener este libro con la literatura de Manuel Rojas y su generación.