Sagrado Corazón de César Ángeles
Por Miguel Ildefonso
César Ángeles L. (Talara-Lima, 1961) poeta peruano, quien publicó en la antología La Última Cena (Lima, 1987): selección de poesía peruana actual, y es autor de los libros poéticos El Sol a Rayas (Lima, 1989) y A Rojo (Barcelona-Lima, 1996), y también de un libro con dos ensayos: Peligro: Rimbaud / Vallejo y el humor (Lima, 1998), acaba de presentar Sagrado Corazón (Tranvía Editores). Los diez poemas que lo componen giran en torno al personaje llamado Lizzie Borden, una joven matricida de 18 años. Sobre este crimen se desarrolla el conjunto de poemas, pero no a manera de una crónica realista o histórica, como se puede esperar, eso sí, de la prosa. Los poemas de Ángeles apuntan al conflicto que se presenta en la memoria familiar (“imágenes de la infancia”) y su vinculación con el mundo (“ese mar rojo”). La familia, como tema central, es el ámbito en donde se forja (o debiera forjar) el primer paraíso (“agridulce hogar”). La ausencia de una historia feliz en el relato familiar, hace que las voces nos cuenten una historia de dolor en el que se difuminan los roles (víctimas y victimarios). Es el fin de la niñez y de la adolescencia, en el que la figura del padre se erige como el referente supremo y salvador ante la culpa y ante la muerte de ese perdido y ambiguo paraíso (al revés de la expulsión del Edén o la condena de Caín). “En un perdido pueblo de este país/ i n c i e r t o”: nos ubica el poeta en Lima, Perú, esta fragmentaria y trágica historia como es la historia del Perú. Efectivamente, a diferencia del dios castigador y moralista de la Biblia, aquí el padre ha de salvar a la protagonista (“y sácame de aquí/ y sácame de aquí”, imploraba antes Lizzie), mediante el ritual del lavado, en el poema final (El ñoba ritual), borrando la memoria del crimen (apoyado por el erotismo): “En un sueño lobo me perdí contigo, padre”.
Recordando a 5 metros de poemas de Oquendo de Amat, vemos algunos guiños cinematográficos: “una mole de concreto/ apagó el cine de tu poesía/ con un golpe seco/ i n a p e l a b l e”, por citar un caso. Esta estrategia poética funciona bien para lo que decía Hans Georg Gadamer: “el lenguaje sólo tiene su verdadera existencia en el hecho de que en él se representa el mundo”. De ahí que los buenos trazos visuales, apoyados en los recursos de resaltar lo cromático, lo sensorial y lo lúdico, ayudan a remarcar la tensión emotiva, por ejemplo, de los rasgos positivos ligados al padre, por un lado; y de los negativos de la madre, por otro. División que nació en el vientre: “sembrada como estuve en ese barro”, no dice la joven. Esto es importante para adentrarnos en los rituales de la muerte que vemos en el meollo del libro. Cold Mountain es un poema que habla de este antiguo ritual, simbolizado en el cuchillo, y que adquiere escenarios míticos con guerreros y chamanes: “cuerpos pintados / en pie de guerra/ erizadas plumas”. La muerte que vive en la sangre, “la que inunda esta ciudad desde siempre”, es nuestra bíblica culpa, y es también nuestra esperanza de purificación. Debido a esta lectura, de fondo antropológico, del imaginario colectivo de la muerte, nos encontramos, además, con los recursos del monólogo dramático como en Magdalena del Carmen, y con lo meta-poético, por ejemplo, en los poemas que recrean a los de María Emilia Cornejo, “la muchacha mala de la historia”.
Siguiendo esta evolución mitológica de la muerte nos hallamos con Todas son la misma, el penúltimo poema, que parodia a las películas de vaqueros, un film western, donde los estereotipos del bueno y del malo se desmoronan en el desierto americano. Estos y otros cuestionamientos, vistos a través de una tragedia familiar, en Sagrado Corazón, apuntan también a señalar la desestructuración social no solo de Lima o Perú, sino del mundo, de este mundo de hoy, posmoderno, de cambios agigantados por la tecnología y el comercio feroz, en el que los seres humanos somos simples fichas ya no de un destino superior, sino de un sinsentido, de un absurdo (“Toda la duplicidad del arte contemporáneo consiste… en reivindicar la nulidad, la insignificancia, el sinsentido. Se es nulo, y se busca la nulidad; se es insignificante, y se busca el sinsentido”, decía Jean Baudrillard). Ese espejo (en el texto final: La noticia) que no reflejó felicidad, ya no refleja nada; si alguna vez reflejó algo sólo fue esa muerte ya anunciada desde el vientre. Y quizás ello fue lo que la madre no quiso que viera su hija cuando quiso (Lizzie) verse allí, en su inocencia.
* * *
Cold Mountain
El viento vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche
noche que noche nochera
Federico Garcia Lorca
Un cuchillo corta el aire
el mismo penetrará otro cuerpo
después
cuchillo corta cuchillo
como en cualquier película de guerra
se entrelazan los amantes
se anudan enemigos
se oponen combatientes
en cualquier arena
sin leones ni panteras
tan sólo bailan la danza última
quienes contienden
cuchillo que abre la piel
que hunde su rabia
sin perdón en cada hueso
cuerpos pintados/ en pie de guerra
erizadas plumas
que dejan tatuajes
los cubren
bajo esta luz cansada
de espesa luna
bailan/ el ritual antiguo de la muerte
cuerpos paridos en plena turbulencia
al medio del desierto
brillan sus hojas de acero
entre piedras tenaces y
aves carroñeras
cuchillo corta cuchillo
perfora abdomen, despoja de belleza
cada mano, hombros y
pecho enrojecido
es la sangre, Jack
la que inunda esta ciudad desde siempre
la que rastrean enloquecidos los vampiros
la misma que vuelve pesado
el aleteo de los búhos
cuchillos en el aire
escarban por la vida
hundiéndose en la carne de dos hembras
así como los hombres
se unen a esos cuerpos
huyendo inútilmente de la muerte
huyendo vanamente de sí mismos