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El
sentido de historia en "Los Sea Harrier"
Por Ramón
Peralta
En Los Sea Harrier nos enfrentamos a un libro donde abunda
la superposición de licencias poéticas, el contraste
con lo imprevisible y un elenco que rompe con sus acciones. Aunque
validas y legitimas por si solas, resaltan en una interacción
conflictiva entre la civilización dividida entre los Milenaristas,
y "la barbarie". Llama la atención el registro de
una acumulación de eventos
suspendidos por una idea peculiar del tiempo, en el que se ejerce
de manera generalizada, un culto frenético a la innovación
continua de la trama. Donde el tiempo torna en la persecución
del presente y en la anticipación futurista del mañana.
La participación de una parte de la humanidad, en un tiempo
no definido, permite la solidificación de un sentimiento de
pertenencia. Si ya no existe una meta, si nadie sabe adonde se va,
ya no tiene ningún sentido mirar hacia atrás, saber
de donde se produce. Se queda en el presente, sin memoria y sin esperanza(1).
Tal parece que hemos llegado a ese estadio, y Diego Maquieira simplemente
se percata de ello. Su perspectiva explicita de alcanzar determinados
fines de salvación, religiosa, espiritual o imperial, crea
expectativas comunes hacia el porvenir entre la trama y la realidad,
asignando un sentido unívoco a la formación pasado,
presente y futuro. Francesco Maiello en su trabajo sobre la creación
y permanencia del mito explica que: Mostrar cómo será
el mundo en el tiempo significa construir una arqueología del
presente(2).
El análisis del pasado realizado por el autor identifica una
posibilidad de existencia que tiene cabida en un futuro. Se nutre
de una linfa esencialmente antimoderna… evita por su misma naturaleza
aquella contemporaneidad de los elementos que componen la historia(3).
A Maquieira el conocimiento del pasado le sirve, para descubrir la
mecánica de un presente altamente proyectivo. Trata de enfrentarnos
a una civilización en la que existen dos bandos, que aparentemente
pertenecen a otro tiempo, quizá a un tiempo paralelo. Tal civilización
difiere parcialmente de la nuestra, entre la ciencia ficción
y su vocación de conjugar tiempos diferentes en una síntesis,
cuyo fin es su increíble verosimilitud. Aquello que después
de todo es la sustancia, la naturaleza misma de la modernidad(4).
Averiguar la viabilidad de los paradigmas discordes entre Los Sea
Harrier con la actualidad, resultaría útil para
introducir en el presente una dimensión imaginativa hacia el
futuro. Esa parece la perspectiva que más nos muestra el autor:
la dualidad temporal.
¿Entonces, aquel tiempo podría ser prefigurado en algo
diferente de al hoy? Creo en una posible respuesta; en un diálogo
textual con Eduardo Colombo señala que la construcción
socio-histórica de una imagen se relaciona con otras formas
de lo social: no sólo con el grado de elaboración y
conocimiento del mundo físico, sino también con valores
e ideólogas, con la organización política de
la ciudad, con los mitos imperantes. En pocas palabras, la representación
del tiempo forma parte del bloc imaginario que constituye un tipo
de sociedad particular(5).
Considerando que el poeta está destinado a ocupar un lugar
concreto dentro del tiempo y del espacio social que le atañen;
que pueda formar parte de una comunidad con su obra, que puede ser
al mismo tiempo objeto de análisis y destinatario de sus mensajes.
En esta posible función del poeta como traductor, vale
decir que no solo el pasado se verá trasladado al presente,
sino que el mismo presente tendrá una importante facultad de
incisión en el pasado al recrear una parte histórica.
Ya que los momentos del pasado que persisten no son los mismos y tienen
una realidad cuando son recordados. En efecto, es exclusivamente desde
la actualidad - a partir de sus inquietudes y esperanzas- desde donde
podemos plantear una posible idea del futuro. Ricardo Piglia(6)
observa al escritor como un ser determinante que ayuda a construir
la visión del presente y la crítica es quien registra
el carácter inactual de la ficción, sus desajustes con
respecto al presente. El poeta, en este sentido, asume dos funciones
prioritarias: la de construir un saber que emana de la experiencia
a lo cognoscitivo, además de integrar una memoria colectiva.
Maquieira no se permite el olvido, crea poco a poco un nuevo orden
ante ese acto mental; crea un nuevo operador de la realidad. Tal concepción
no logra la fuerza necesaria para reemplazar la historia, y queda
como ficción. Por otro lado Los Sea Harrier es una revelación
en contra del tiempo, de la historia, y trata de buscar refugio en
la articulación de un nuevo tiempo mítico. Un tiempo
indivisible, considerado como una suerte de eternidad. En su interior,
nos ofrece un tiempo pleno y subjetivo, vivo y revivido en cada trama.
Aparentemente sobre un tiempo separado de todas las cosas y sus relaciones
con la lógica. Un tiempo que nos remite a un bloque imaginario
que devela una conciencia histórica.
Habla desde un tiempo que corre hacia otra dirección, es decir,
hacia su presente mientras se apropia de la historia. Nada nos garantiza
que su texto pueda o no seguir en el curso de la historia que viene.
Existe una oposición entre la trama y el hecho, entre lo que
podría o debería ser y lo que es. En su presente, nuestro
tiempo discurre de incógnito. Es una abstracción situada
como una posible línea de horizonte, siempre en la misma distancia
del próximo presente. Demuestra que el tiempo que le ha tocado
a Maquieira es de una anchura triste y que su trabajo se instala en
el rompimiento del tiempo homogéneo. Pero sobre nuestro tiempo
real empieza a entra en el reino de lo posible.
En realidad hay dos tipos, dos especies de pasado, señala Colombo.
Uno es el pasado que reconoce nuestra memoria, el otro nos abarca
enteramente, es nuestra propia realidad, nuestro ser, nuestra actividad(7).
En este último apartado se encuentran Los Sea Harrier.
Los elementos del pasado están insertos en la obra, en el pasado
de la obra y en el nuestro. Se unen en el texto y hacen que el pasado
quede vivo en nosotros, por tanto no ha dejado de ser realidad. ¿Hay
en esto algo que se puede ver también como algo que todavía
no ha sucedido?
La idea de construir una temporalidad diferente, un nuevo tiempo mítico,
irrumpe el presente y es necesario ponerlo en perspectiva ya que no
veo ningún elemento ideológico distante. Lo que
nos separa es el rompimiento de la fuerza de gravedad, el tipo de
tecnología y sus alcances expuestos en el poemario. Los
Sea Harrier no es algo terminado, me dijo Raúl Zurita en
su paso por México en el 2005. Particularmente creo que es
el porvenir. Si vemos al pasado como la conversión progresiva
del futuro, lo planteado por Maquieria, no dista de que el futuro
será diferente.
Los Sea Harrier conduce al corte de una época futurista,
polariza toda semántica de una temática. Se acomide
a llevar una multiplicidad de recorridos, asumiendo una identidad
propia, para describir los procesos de transformación según
sus propias leyes. Leyes que se hacen participes de la especificidad
de los campos de análisis evitando extrapolaciones artificiosas
e incorporando un fraccionamiento explicativo. Se presenta y produce
una realidad proclive a una estructuración bifronte, para conformar
la simultaneidad de actitudes contenidas en la deconstrucción
de hechos históricos.
Si bien la investigación histórica según su proceder
reconstructivo, deshebra estratos de hábitos interpretativos,
desmontando los prejuicios erigidos por las convenciones culturales
para formar una trayectoria a partir de los vestigios y de los restos
semánticos que consigue descifrar; sobre los que después
construye su propio itinerario de sentido. Los Sea Harrier
queda condicionado, desde un primer estadio, por los materiales pertenecientes
a la historia, por el contenido de verdad de sus elementos. Mismos
que se transformaran en unidades fundamentales en la representación
de la realidad.
Los Sea Harrier se fundamenta en una fecunda incertidumbre,
cuyo objetivo principal es la problematización de los caminos
de la esperanza. Maquieira declara su propia arbitrariedad y su ineludible
carácter incompleto. Trata de la confirmación de una
identidad preestablecida del mundo y su disolución. No es el
despliegue de una forma teleologíca, sino que es, intrínsecamente
la búsqueda genealógica de un origen a través
de referentes culturales.
La aproximación genealógica que proyecta, invalida parcialmente
la metafísica expuesta, desautorizando aquel rígido
proceso explicativo de las ideas que supervisan el curso histórico
gracias a la suplantación de la densidad de los acontecimientos.
El autor se ocupa más por redituar lo real y de sacar a la
luz las polarizaciones que nos llega a contar la historia que viene.
No busca el comienzo primigenio de una acción sino describe
las múltiples potencialidades de un conjunto de situaciones
y sucesos. Por esta razón, en los inicios de un hecho no encontramos
el reflejo de una esencia o la sustancia de lo verdadero sino la proliferación
de dislocaciones, en una palabra, encontramos los accidentes.
Maquieira asume el proceso de cosificación del sistema de valores
de occidente, más que el reconocimiento de una procedencia
fundacional. Estamos ante una confirmación progresiva de una
identidad y del acaecer según instancias totalitarias sobre
los términos de la interpretación. Abre, provechosamente,
un espacio entendido como un proyecto de crisis. Su objetivo no es
por ello la restitución de una figura de verdad a punto de
aclarar los fenómenos o de ofrecer soluciones definitivas,
sino la negación del consolador juego de los reconocimientos,
encontrando sentido en la capacidad de prefigurar las cuestiones de
la humanidad que se mantienen irresueltas, como la esperanza.
NOTAS
(1)
Bevilacqua, P., citado en La construcción del pasado,
Celeste, España, 2000, p. 9.
(2) Maiello, Francesco, Mitografía
al futuro, en Los tiempos de la libertad, Ediciones del Serbal,
España, 1998, pp. 279-288. (3) Op. Cit.,
p. 286.
(4) Op. Cit., pp. 286-287.
(5) Colombo, Eduardo, Tiempo revolucionario
y tiempo utópico, en Los tiempos de la libertad, Ediciones
del Serbal, España, 1998, pp. 99 - 115. (6) Piglia, Ricardo,
La Lectura de la ficción, en Crítica y ficción,
Anagrama, España, 2001, pp. 9-19. (7) Colombo, Eduardo
Op. Cit., p. 113.
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