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Maquieira por sí mismo

Por Pedro Gandolfo
Revista de Libros de El Mercurio, Domingo 23 de Noviembre de 2008

Give me a break
Patricio Hidalgo y Daniel Hopenhayn
Editorial Universitaria, Santiago, 2008, 319 páginas.
Conversaciones

Conformado por once capítulos, Give me a Break: Conversaciones con Diego Maquieira, de Patricio Hidalgo (1982) y Daniel Hopenhayn (1981), nos introduce plenamente en el ámbito de uno de los autores más representativos de la actual poesía chilena. Para sólo mencionar ejemplos cercanos, este libro se inscribe en un género donde destacan, entre otros, Conversaciones con Jorge Teillier, de Carlos Olivárez; Autorretrato: Nuevas Conversaciones con Matta, de Eduardo Carrasco, y Conversaciones en privado, libro que nos entrega un lúcido intercambio entre Armando Uribe, Eduardo Vassallo y Miguel Vicuña Navarro.

En Give me a Break, Patricio Hidalgo y Daniel Hopenhayn vienen a ser una suerte de “sparring de alto voltaje” (como señala en el prólogo David Gallagher), suscitando una atmósfera de sinceridad que trasciende sus páginas. En consecuencia, el resultado “va un poco más allá del diálogo abierto” (intención expresada por sus autores), acercándonos a momentos de verdadera confesión. En las páginas de Give me a Break, el lector se entera de que Maquieira nunca ha leído a Cervantes, carencia que no sólo podría asombrar, sino escandalizar, a muchos. No obstante, y el lector lo percibirá, estas afirmaciones son parte de una rica provocación. Porque muchos son los matices del libro: abundancia que fluye y establece un hilo conductor. La viveza del lenguaje vernáculo del entrevistado genera simpatías. No hallamos en él arrogancia o impostura. Maquieira cree en la coherencia entre vida y obra. Al preguntársele si trata de llevar una vida poética, responde: “Me sale por sí misma, ni siquiera me la tengo que proponer”.

Gradualmente las sesiones transcritas envuelven al lector: vida y obra entrelazadas. Un puente hacia otros aspectos que atañen al poeta, como la pintura, a la que considera su parte femenina, “receptora, envolvente, la que acoge para en el fondo criar huevos, vida”. Asimismo, Matta representa para Maquieira “un poeta que te hace ver, que descubre neologismos, que siempre está con su inteligencia muy despierta para no tragarse la primera cosa que llega”.

Haciendo hincapié en el tratamiento que Hidalgo y Hopenhayn han dado a su proyecto, por fin concretizado (las conversaciones se efectuaron a mediados de 2005), debemos destacar una sutil mezcla de mesura y atrevimiento, de contrapunto y silencios. No es tarea fácil llevar a buen puerto un diálogo que, por su especial contenido, podría disiparse en finas gotas, como una lluvia sorpresiva. Un riesgo claro de caer en lo puramente anecdótico, como la controvertida participación de Maquieira —oficiándolas de jurado— en un concurso de Miss Chile.

Pero Give me a Break se sostiene sobre una base sólida, producto de una acertada planificación. En él los autores no sólo han compilado una serie de conversaciones e indagado en el proceso de la creación poética, también han puesto una buena parte de sí mismos en las páginas del libro. Y el resultado, la exploración, nos lleva a la complicidad, al goce y al entendimiento sobre el oficio de este poeta.

Enfrentado a la pregunta de si alguna vez se sintió parte de una generación, Maquieira expone su verdad: “No, nunca (…). Además (se refiere a los integrantes de la llamada generación de los 80) eran todos mis amigos. Primero son amigos, después se ve si son poetas, novelistas, pintores o banqueros”. Se establece entonces lo interno, aquello que trasciende lo clasificatorio, puesto que el poeta observa (sin mirarse el ombligo), alejado del yo, en una clara correspondencia con su obra.

“Chile es una especie de manicomio descapotable”, declara el entrevistado, agregando más adelante que “es un país en pena” debido a su condición silenciosa, a sus conflictos no resueltos. “Es un país para adentro, no para afuera. Por eso he hablado de la idiosingrasiachilena”. La preocupación por la patria que se habita es también parte de la misión de quien trabaja con la palabra, aunque Maquieira se encuentra distante de aquella literatura comprometida. De igual modo, Give me a break plantea la cuestión religiosa de una manera sui generis: “Sí, creo absolutamente en la existencia de Dios, y en que hay uno solo. No creo que haya varios dioses, aunque tal vez crea que hay una asamblea constituyente, pero de semidioses”. Sin embargo, y a pesar de la fe, considera “necesario explicar el funcionamiento del universo porque hay una situación de desconexión total”, debido a que “está podrido el sistema” y se hace necesario “una especie de Rudolph Giuliani”.

De la formación literaria de Maquieira (la poesía es para el autor de La Tirana “una vara muy alta, un arte mayor, de un enorme nivel de exigencia”) retenemos nombres diversos: Ungaretti (especialmente el poema “La Piedad”), Baudelaire, Kafka, Bob Dylan (“aunque por supuesto —acota Maquieira— no lo iba a comparar con Keats ni con Yeats”), Omar Khayyam, Borges, Vallejo, Rulfo, San Juan de la Cruz, Horacio, Neruda, Huidobro y Parra, entre otros.

Ante la pregunta obvia (a pesar de lo aquí expuesto): ¿Es este libro un aporte real al conocimiento de la obra de Diego Maquieira, aparte de la valoración que se puede hacer sobre un corpus de conversaciones bien estructurado? Únicamente podemos pronunciar un sí rotundo. Puesto que aproxima de una manera que se agradece a un poeta verdadero quien fue “educado por sus amigos”.


 


 

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Patricio Hidalgo y Daniel Hopenhayn.
Editorial Universitaria, Santiago, 2008, 319 páginas.
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