Entrevista Autor de "Cuando me muera quiero que me toquen cumbia"
Cristian Alarcón: cronista marginal
Por Diego Zuñiga H.
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 13 de Febrero de 2011
Cristian Alarcón (1970) mira la portada del libro buscando algo. El libro se llama Domadores de historias (Ril editores) y es la primera vez que lo tiene entre sus manos. Cristian Alarcón lo mira y busca en qué parte aparece la palabra "Alarcón", entre medio de Mouat, Fuguet, Fresán, Meneses, Caparrós, Guerriero, pero no la encuentra. Sigue buscando: Titinger, Villoro, Salcedo Ramos, Gamboa, Licitra, González Rodríguez, Villanueva Chang. Nada.
"¿Pero salí al final en el libro?", pregunta -entre risas- y lo abre: en la primera hoja sí está su apellido, encabezando la lista de estos 14 cronistas que fueron entrevistados. Encabezando, además, una lista con los nombres de quienes, para la crítica y los lectores, conforman un grupo que ha llevado el género de la crónica a un nivel superior. Lo que hacen ellos es, en realidad, literatura.
Y ahí está Cristian Alarcón, que nació en el sur de Chile -en La Unión- y que ha hecho su carrera periodística en Argentina, pero que acá es -quién sabe por qué-, un completo desconocido. Ahí está el autor de los libros Cuando me muera quiero que me toquen cumbia (2003) y Si me querés quereme transa (2010), ambos publicados por Norma y que han vendido miles de ejemplares, recibido premios y que le han dado la oportunidad a Alarcón de ser maestro en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), creada por García Márquez. Ahí está el periodista que participó en el primer taller que dio Ryszard Kapuscinski en la FNPI y que se ha sumergido -como muy pocos- en los márgenes: estuvo entremedio de balaceras, conoció a sicarios y narcotraficantes, vio morir a jóvenes. Tal como lo registran sus crónicas publicadas en los periódicos Página12 y Crítica, y las revistas Gatopardo, Rolling Stone, Etiqueta Negra, Soho. Ahí está Cristian Alarcón, riéndose y explicando que está de paso por Chile porque su nuevo libro se tratará sobre eso: sobre Chile.
Pibes chorros
Cristian Alarcón se fue a vivir a los 4 años a Argentina, pero nunca dejó de venir a Chile, a La Unión, donde todavía vive gran parte de su familia. Estudió periodismo en la Universidad de La Plata y comenzó a escribir en Página12, donde se adentró en el mundo de la delincuencia juvenil y las villas miserias. Fue ahí cuando descubrió la historia de "El Frente" Vital, un ladrón de 17 años que fue acribillado por la policía y que, como escribe Alarcón en Cuando me... , "se convirtió entre los sobrevivientes de su generación en un particular tipo de santo: lo consideraban tan poderoso como para torcer el destino de las balas y salvar a los pibes chorros de la metralla". Era, cuenta Alarcón, como un Robin Hood. De hecho, la imagen que más se recuerda es cuando robó un camión con productos lácteos y los repartió en la villa. Alarcón se adentra en su historia, pero además cuenta sobre sus mujeres, las pandillas, el odio contra los narcotraficantes y la traición.
- En el libro apareces tomando cerveza con algunos entrevistados y con una relación muy cercana con la mamá de "El Frente". ¿Cómo se consigue eso?
-
Al comienzo no tenía una teorización al respecto, fue muy intuitivo, pero con las mujeres sí suelo tener un feeling extraordinario. También creo que la confianza surge cada vez más como el resultado de una operación muy personal e íntima donde prima la transparencia, que es el mejor antídoto contra la paranoia, la desconfianza y la neurosis que nos disputan la vida en este tiempo.
- No está muy bien mirado en el periodismo narrar en primera persona, pero lo haces en el libro...
-El que parece ahí es un personaje del cronista, que es ese otro que está ahí, que soy yo en función de cronista, de alguna manera acorazado en el género. Lo que se juega aquí no son sólo técnicas narrativas o habilidades investigativas, sino el desafío de vincularse con los otros. No todos los cronistas partimos del mismo lugar ni nos vinculamos de la misma manera.
- En el libro cambias algunas identidades de tus personajes para proteger su integridad, y en "Si me querés ..." dices que tu trabajo no se propone colaborar con el Poder Judicial ni la policía ¿Por qué tomaste esa decisión?
- En un comienzo puede ser un dilema el qué hacer con la información. Luego, lo cierto, es que una y otra vez en la investigación sobre temas como la narcocriminalidad o el crimen complejo, uno desacraliza todos los lugares de la autoridad, y lamentablemente llega al punto de desconfiar, pero ya no del otro como sujeto, sino del Estado.
- Si hubieses podido entrevistar a "El Frente", ¿qué le habrías preguntado?
- De sus amores (ríe). Así como uno tiene que tratar de ser frío para analizar la cuestión de la violencia, tiene que dejarse tocar por el melodrama, y me parece que su vida fue un gran melodrama. Quedé muy intrigado por saber más sobre esa capacidad extraordinaria para hacerse querer y para producir ese coro de mujeres que lo amaban.
El maestro Kapu
Cristian Alarcón dice que lo soñó. Que soñó que debía escribir Si me querés quereme transa. "Cuando yo no sabía de qué escribir y estaba ahí, debatiéndome con varias historias, me desperté una noche diciéndome: tenés que escribir sobre los transas (narcos), porque en Cuando me... hay un personaje que yo uso como el antagonista de "El Frente" con el que soy muy injusto", explica Alarcón. Y, justamente, en Si me querés... , Alarcón se sumerge en el universo de los narcotraficantes, pero además toca temas complejos como la inmigración -peruanos, paraguayos, bolivianos- y llega a encontrar que dentro de los transas peruanos hay ex miembros de Sendero Luminoso.
Además de volver a escribir sobre la muerte, la traición y la violencia -y de convertirse en padrino del hijo de una de las protagonistas-, Alarcón toma riesgos en la estructura. Porque el relato está construido a partir de la voz de los protagonistas -transas, testigos, ex policías-, asemejándose mucho a una novela. "Las influencias vienen, sobre todo, de los autores del sur de Estados Unidos, por lo rural. Necesitaba voces que salieran de ahí, que expresaran un universo en el que hubiera esta densidad que tiene la mayoría de ellos, pero sobre todo Faulkner", dice. Los nombres de Rodolfo Walsh, Manuel Puig y Pedro Lemebel también surgen. Y claro, El emperador , de Kapuscinski, a quien Alarcón escuchó en marzo de 2000, cuando, en ese primer y mítico taller, Villanueva Chang -de la revista Etiqueta Negra- cedió su espacio de presentación para que el polaco les contara cómo había hecho el libro. "Fue impresionante. Ese taller es un mito, porque muchos salimos de ahí disparados a escribir nuestros libros", cuenta. Libros que se siguen escribiendo, como el nuevo proyecto de Alarcón que lo tiene viajando constantemente a Chile. Porque el libro se tratará de eso: de Chile, aunque el cronista prefiere no adelantar nada, porque está en pleno proceso de investigación.