JOSÉ DONOSO .......





para
MIS PADRES

Every man who has reached even his intellectual teens begins to suspect that life is no force; that it flowers and fructifies on the contrary out of the profoundest tragic depths of the essential dearth in which its subject´s roots are plunged. The natural inheritance of everyone who is capable of spiritual life is an unsubdued forest where the wolf howls and the obscene bird of night chatters.

Henry James SR., writing to his sons Henry and William.



1

MISIÁ RAQUEL RUIZ lloró muchísimo cuando la Madre Benita la llamó por teléfono para contarle que la Brígida había amanecido muerta. Después se consoló un poco y pidió más detalles:
..... -La Amalia, esa mujercita tuerta que medio la servía, no se si se acuerda de ella...

..... -Cómo no, la Amalia...
..... -Bueno, como le digo, la Amalia le hizo su tacita de té bien cargado, como a ella le gustaba de noche, y dice la Amalia que la Brígida se quedó dormida al tiro, tranquilita como siempre. Parece que antes de acostarse había estado zurciendo una camisa de dormir preciosa de raso color crema...
..... -¡Ay, que bueno que me dijo, Madre por Dios! Con la pena se me estaba olvidando. Que hagan un paquete con ella y que la Rita me la tenga en la portería. Es la camisa de dormir de novia de mi nieta la Malú, la que se acaba de casar, se acuerda que le estuve contando. En la luna de miel la rajó con el cierre de la maleta. Me gustaba llevarle trabajitos así a la Brígida para que la pobre se entretuviera un poco y todavía se sintiera parte de la familia. Nadie como la Brígida para estos trabajos finos. ¡Tenía una mano...!
..... Misiá Raquel se hizo cargo del funeral: velorio en la capilla de la Casa de Ejercicios Espirituales de la Encarnación de la Chimba, donde la Brígida pasó sus últimos años, con misa solemne para las cuarenta asiladas, las tres monjas y las cinco huerfanitas, y asistencia de sus propios hijos, nueras y nietas. Como se trataba de la última misa que se celebraría en la capilla antes de ser execrada por el Arzobispo y demoler la Casa, la cantó el Padre Azócar. Luego, entierro en el mausoleo de los Ruiz, como ella siempre se lo había prometido. El mausoleo, por desgracia, estaba bastante lleno. Pero con unos cuantos telefonazos misiá Raquel dispuso que, fuera como fuera, se las arreglaran para hacerle un lugar a la Brígida. La confianza en que misiá Raquel cumpliría su promesa de dejarla descansar a ella también bajo ese mármol hizo que los años postreros de la pobre vieja transcurrieran tan apacibles: su muerte fue como una llamita que se apagó, según la retórica anticuada pero conmovedora de la Madre Benita. Dentro de un tiempo, claro, iba a ser necesario efectuar una reducción de algunos restos sepultados en el mausoleo: tanta guagua de cuando no había remedio ni para la membrana, una mademoiselle muerta lejos de su patria, tíos solterones cuyas identidades se iban volviendo borrosas, para encerrar esa miscelánea de huesos en una cajita que ocupara poco espacio.
..... Todo resultó tal como misiá Raquel lo dispuso. Las asiladas se entretuvieron durante toda la tarde en ayudarme a decorar la capilla con colgaduras negras. Otras viejas, las íntimas de la finada, lavaron el cadáver, lo peinaron, le metieron los dientes postizos en la boca, le pusieron su ropa interior más primorosa, y lamentándose y lloriqueando durante las deliberciones acerca de la toilette final más adecuada, se decidieron por el vestido de jersey gris-marengo y el chal rosado, ese que la Brígida guardaba envuelto en papel de seda y se ponía los domingos. Arreglamos alrededor del féretro las coronas enviadas por la familia Ruiz. Encendimos los cirios. ¡Así, con una patrona como misiá Raquel, sí que vale la pena ser sirviente! ¡Qué señora tan buena! ¿Pero cuántas tenemos la suerte de la Brígida? Ninguna. La semana pasada no más, miren lo de la pobre Mercedes Barroso: un furgón de la Beneficencia Pública, ni siquiera respetuosamente negro, vino a llevarse a la pobre Menche, y nosotras mismas, sí, parece mentira que nosotras mismas hayamos tenido que cortar unos cuantos cardenales colorados en el patio de la portería para adornarle el cajón, y sus patrones, que por teléfono se lo llevaban prometiéndole el oro y el moro a la pobre Menche, espera mejor, no, mejor cuando volvamos del veraneo porque a ti no te gusta la playa, acuérdate cómo te azorochas con el aire de mar, cuando volvamos, vas a ver, te va a encantar el chalet nuevo con jardín, tiene una pieza ideal para ti encima del garaje... y ya ven, los patrones de la Menche ni se aportaron por la Casa cuando falleció. ¡Pobre Menche! ¡Tan mala suerte! Y tan divertida para contar chistes cochinos y tantísimos que sabía. Quién sabe de dónde los sacaba. Pero el funeral de la Brígida fue muy distinto: tuvo coronas de verdad, con flores blancas y todo, como deben ser las flores para los entierros, y hasta con tarjetas de visita. Lo primero que hizo la Rita cuando trajeron el ataúd fue pasarle la mano por debajo para comprobar si esa parte del cajón venía bien esmaltada como en los ataúdes de primera de antes: yo la vi fruncir la boca y dar su aprobación con la cabeza. ¡Bien terminadito, el ataúd de la Brígida! Hasta en eso cumplió misiá Raquel. Nada nos defraudó. Ni la carroza tirada por cuatro caballos negros enjaezados con mantos y penachos de plumas, ni los autos relucientes de la familia Ruiz alineados a lo largo de la vereda esperando la partida del cortejo.
..... Pero el cortejo no puede partir todavía. En el último momento misiá Raquel se acuerda que en su celda tiene una bicicleta un poco averiada, pero con unos cuantos arreglitos puede quedar de lo más buena para regalársela a su jardinero el día de San Pedro y San Pablo, anda, Mudito, anda con tu carro y tráemela para que mi chofer la meta en la parte de atrás de la camioneta y así aprovecho el viaje.
..... -¿Que no piensa venir a vernos más, misiá Inés?
..... -De venir voy a tener que venir, cuando vuelva la Inés de Roma.
..... -¿Ha tenido noticias de misiá Inés?
..... -Nada. Le carga escribir cartas. Y ahora que le fracasó el famoso asunto de la beatificación y que Jerónimo firmó traspasando la capellanía de los Azcoitía al Arzobispado, debe estar con la cola entre las piernas y ni postales va a mandar. Si se queda mucho más en roma será milagro que encuentre esta Casa en pie.
..... -El Padre Azócar me estuvo mostrando los proyectos de la Ciudad del Niño. ¡Son preciosos! ¡Viera qué ventanales! Los planos me consolaron un poco... que ésta haya sido la última misa en la capilla.
..... _ ¡Cuentos del Padre Azócar, Madre Benita! ¡No sea inocente! Es un cura politiquero, de lo peor. Esta propiedad que Jerónimo Azcoitía traspasó al Arzobispado es muy, pero muy, valiosa. ¡Ciudad del Niño! Apuesto que después de la demolición lotean todo esto y lo venden y la plata se hace sal y agua. ¡Por Dios que se está demorando el Mudito, Madre, y la Brígida esperando para que la enterremos! ¿En qué se habrá quedado el Mudito? Claro que es tan grande la Casa, uno se demora en llegar por los pasillos y corredores a la celda donde tengo guardados mis cachivaches y el Mudito es flaco y enclenque. Pero estoy cansada, quiero ir a enterrar a la Brígida, quiero irme, es demasiado impresionante para mí todo esto, toda una vida que entierro, la pobre Brígida sólo un par de años mayor que yo, Dios mío, y yo para cumplir con mi promesa le cedí mi nicho en el mausoleo para que ella se vaya pudriendo en mi lugar, calentándome el nicho con sus despojos para que los míos, cuando desalojen a los suyos, no se entumezcan, no sientan miedo, cederle mi nicho por mientras fue la única manera de cumplir mi promesa porque hasta parientes a que una le ha quitado el saludo durante años reclaman no sé qué derechos a que los entierren en el mausoleo, pero ahora no tengo mido que me quiten mi lugar, ella está ahí, reservándomelo, calentándomelo con su cuerpo como cuando antes me tenía la cama abierta y con un buen guatero de agua caliente, para acostarme temprano cuando llegaba cansada con mis correteos en el invierno. Pero cuando yo me muera ella tendrá que salir de mi nicho. ¡Qué le voy a hacer! Sí, sí, Brígida, voy a emplear abogados para que despojen a esos parientes de sus derechos, pero dudo que ganemos los pleitos... tendrás que salir. No será culpa mía. Ya no será responsabilidad mía, Brígida, qué sabe una qué van a hacer con una después de muerta. No puedes decir que no me he portado bien contigo, te he obedecido en todo, pero tengo miedo porque cuando te saquen no se que harán con tus huesos que entonces ya no le importarán nada a nadie..., qué sé yo cuántos años más me voy a morir, por suerte tengo muy buena salud, fíjese que este invierno no he pasado ni un solo día en cama, ni un solo resfrío, Madre Benita, nada, la mitad de mis nietos con la gripe y mis hijas telefoneándome que por favor las vaya a ayudar porque en la casa tienen hasta a las empleadas enfermas...
..... - ¡Qué suerte! Lo que es aquí casi todas las asiladas cayeron. Claro, esta Casa tan fría, y tan caro que está el carbón...
..... - Fíjese. ¡Es el colmo! Tanto hablar de la Ciudad del Niño y mire la miseria en que las tienen. Yo les voy a mandar una limosnita cuando vaya al fundo. No sé qué habrá queddo de las cosechas de este año pero algo les mandaré para que se acuerden de la pobre Brígida. ¿Cupo la bicicleta, Jenaro?
..... - El chofer se sienta junto a misiá Raquel. Ahora pueden partir: el cochero se encarama en la carroza, la nuera se pone los guantes calados para manejar, los caballos negros piafan inquietos, lagrimean los ojos de las viejas que salen a la vereda arrebozadas, tiritonas, tosiendo, para despedir el cortejo. Antes que misiá Raquel dé la orden de partida yo me acerco a su ventanilla y le entrego el paquete.
..... -¿Qué es esto?
.....Espero.
..... -¡La camisa de dormir de la Malú! ¡Por Dios! Si este pobre hombrecito no se acueda a mí se me olvida y hubiera tenido que tirarme la carreta para acá otra vez. Gracias, Mudito, no, no, espera, que espere el Mudito, Madre, toma, para tus cigarrillos, para tus vicios, toma. Toca la bocina, Jenaro, que parta el cortejo. Adiós, entonces, Madre Benita...
..... -Adiós, misiá Raquel...
..... -Adios, Brígida...
..... -Adiós...
..... Cuando el último auto desaparece al doblar la esquina, nosotros entramos, la Madre Benita, yo, las viejas que van dispersándose murmuradoras hacia sus patios. Yo cierro el portón con tranca y llave. La Rita cierra la mampara de vidrios tembleques. Una vieja rezagada recoge una rosa blanca de las baldosas de la portería, y bostezando, agotada con tanta excitación, se la prende en el moño antes de perderse en los corredores para buscar sus amigas, su plato de sopa aguachenta, su chal, su cama.

 





 


 

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letras.mysite.com , proyecto patrimonio, José Donoso : El obsceno pájaro de la noche. Extracto






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