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Sobre ‘Antes del encuentro feroz’, de Agustina Bazterrica
Por Demian Paredes
@demian_paredes
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Entre las zonas del ansia y el deseo, del derrumbe físico y/o mental, de la muerte, el bluff y lo patético, de la sorpresa y lo inesperado, surgen los temas de Agustina Bazterrica. El volumen Antes del encuentro feroz (Córdoba, Alción, 2016) contiene una veintena de cuentos y relatos (y un microrrelato de sólo dos líneas, “Carne”) en los que hay situaciones extremas llevadas por la hipérbole, incluso varias desde una perspectiva de género (como en “Hueco”); situaciones conflictivas y “razonamientos” pasados de rosca; “mambos” diversos en los personajes (como en “Sonido”); y hasta construcciones más enigmáticas y –herencia o tono borgeano– “lógicas”, como “Elena-Marie Sandoz”, cuyo desarrollo presenta un trabajado juego de observación y estructuras repetitivas, paradójicas. En “Los muertos” se recrea el discurso de la infancia (como ya lo hiciera en su momento, por ejemplo, Abelardo Castillo con su “Conejo”), desde su comienzo de singular frase: “Todos los muertos van a la luna”. Y, también, la “cultura pop” aparece y se mueve como fondo común material y de ideario(s), y con eso se juega a un nivel en “Rosa Bombón”, cuando se enumera una serie de pasos con indicaciones acerca de cómo enfrentar una separación o ruptura con un “él”, un largo delirio de “asociación libre” donde aparecen mencionados en la “lista” de pasos a seguir ante semejante “tragedia” Van Gogh y Duchamp, Disney y la revolución, la remera del Che Guevara, los míticos caramelos “Media hora” e Hiroshima, el Marlboro Light, Susana Giménez y las novelas de Andrea del Boca; o en el melodrama que se ríe por lo bajo de los símbolos, discursos de autoayuda y “productos femeninos”, tal como ocurre en “Lavavajillas” –ambientado en Estados Unidos–, en el que se sitúan, conflictuadas, madre e hija (y Miami, doctores y amantes jóvenes). A todo esto se suman epígrafes que evidencian cierta afinidad y referencias a las que alude la autora: hay citas de Arthur C. Clarke, Borges (en “Hueco”, además, hay una mujer asesinando a cuchillo), Girondo, Thomas Bernhard, Pessoa, y Marosa di Giorgio.
Bazterrica –que es licenciada en Artes, y podría integrar un grupo de enérgicas narradoras, de amplio background cultural, nacidas hacia la primera mitad de la década de 1970, con Florencia Abbate y la rosarina Lila Siegrist (autora de Destrucción total)– crea, genera, situaciones “fantásticas” (por ejemplo, un enfrentamiento entre dos que comienzan a cruzarse en los velorios: uno se dedica a contar chistes, la otra es “llorona”; en otro relato hay un viaje en taxi en el que se intenta elucubrar la verdad de qué/quién es el conductor: ¿un asesino?), y presenta siempre a la muerte y a distintos tipos de violencia como elementos fundamentales, “atrayentes” para la lectura –muertes y violencias que actúan, unas veces, y otras en las que aparecen como resultado– en las historias; de ahí que se sentencie en el libro: “las personas suelen detenerse a observar fascinadas las pequeñas consecuencias de la muerte para agregar, por así decirlo, un poco de terror a la monotonía de sus vidas”.
La mayoría de los relatos parecieran seguir uno de los consejos de Stevenson: narrar, con parsimonia total, los argumentos más imposibles donde el deseo se realiza; deseo que, en los cuentos de Bazterrica, muchas veces suele quedar –así sea con una nota de humor negro, o alguna ironía– brutal, ferozmente truncado.