Protagonista de la Semana de Arte Moderno de San Pablo de 1922, poeta, dramaturgo, autor de manifiestos de fuerte impacto estético, Oswald de Andrade fue una de las figuras centrales -sino la principal- del movimiento modernista brasileño, que extendió su influencia en la literatura, el arte y la política. A 70 años de su muerte, se anuncia para el mes de octubre una biografía de Lira Neto que promete traer polémica al resaltar sus costados más íntimos frente al carácter de líder vanguardista. Y además se cumplen cien años de la aparición del Manifiesto de poesía Pau Brasil de Oswald, predecesor de su no menos célebre Manifiesto Antropófago. Aquí se reconstruye el derrotero de uno de los creadores más experimentales de la primera mitad del siglo XX, cuando todo —o casi todo— estaba por hacerse.
Este año se cumplirán, en el mes de octubre, siete décadas del fallecimiento de Oswald de Andrade, poeta, novelista y dramaturgo, autor de manifiestos, artículos periodísticos y tesis universitarias, polemista y agitador cultural, figura primordial de la Semana de Arte Moderno, realizada en el Teatro Municipal de San Pablo, en 1922, junto a escritores como Mário de Andrade y Plínio Salgado, el pintor Emilio Di Calvacanti y el compositor Heitor Villa-Lobos. Con vistas a este aniversario, el periodista Lauro Jardim anunció en su blog de O Globo que Lira Neto —quien ya ha realizado otras biografías: del Padre Cícero, de Getúlio Vargas, y de Maysa, entre otras—, después de cuatro años de trabajo, puso punto final a su nuevo trabajo, y anunció la aparición, para octubre, por Companhia das Letras, de Mau selvagem, una nueva biografía del escritor y artista. Con una nueva revisión del archivo de este en Unicamp, aprovechando ensayos, novelas inacabadas y correspondencia, Lira Neto afirma querer resaltar “el carácter confesional de su literatura”, intentando demostrar que, para Oswald de Andrade la “Semana del 22” y la vanguardia modernista sólo habrían sido “un episodio circunstancial” de su vida; un planteo que sin duda generará muchas discusiones y polémicas. Por otra parte, se cumple también el centenario de la aparición del “Manifiesto da Poesia Pau Brasil” de Oswald, publicado por primera vez en Correio da Manhã —el 18 de marzo, en la sección “Letras & Artes”—, y luego, en abril, en la Revista do Brasil. Al año siguiente, además con una edición en Francia, saldría publicado el poemario —junto al manifiesto— Pau Brasil.
CANÍBAL LEE
Oswald de Andrade nació en 1890 en San Pablo. Concurrió a buenos colegios de la época, escribió su primer cuento a los doce años, y en 1909 su primer artículo, en el Diário Popular. Ese mismo año, se matricula en la Facultad de Derecho, a la que detesta desde sus primeros momentos. Dirá luego: “guardo un íntimo horror por la mentalidad de nuestra escuela de Derecho. Por instinto y después conscientemente, rechacé ese Derecho así enseñado para engrosar la filosofía de robo que caracteriza al capitalismo”. En 1911 funda, financiado por su padre, su propio tabloide: la revista semanal O Pirralho, que se publicará hasta 1917, con gran éxito.
Siendo una especie de “anarquista intelectual”, autodefinido posteriormente como un “hombre sin profesión”, con sus viajes a Europa —verdaderas “revelaciones”, tanto en lo artístico como en lo social y personal— entra en contacto con todos los “ismos” de entonces —especialmente impactado con el manifiesto del futurismo italiano—, manteniendo relaciones con Cocteau, Picasso y Léger, entre otros, desde su primer viaje, en 1912. Como periodista, entrevistará a Ana Pavlova y Vaslav Nijinsky. Como escritor recibirá a Isadora Duncan. En el Jornal do Comércio defenderá las pinturas de Anita Malfatti contra los ataques de Monteiro Lobato, además de publicar los poemas “futuristas” de un todavía desconocido Mário de Andrade. Así, llega 1922: el annus mirabilis, con Ulises, La tierra baldía, Trilce y Veinte poemas para ser leídos en tranvía, entre otras fulgurantes obras que aparecen en el firmamento literario; y él, como “genio explosivo”, “guerrillero cultural”, vuelve nuevamente a Europa, de vacaciones. De ahí que, tras nueve números, Claxon, la primera revista de vanguardia de Brasil que impulsó el grupo modernista, deje de salir, en 1923.
Autodefiniéndose, dijo: “Mi tipo psicológico es, según una clasificación completamente mía, pedagógico. Me gusta proponer mis puntos de vista, enseñar lo que sé, aunque sea equivocado, e intervenir incluso en lo que no sé. Soy sentimental, inquieto y agrario. Tal vez por eso estuve casado y divorciado varias veces… Aun bajo el aspecto psicológico, lo hago fácilmente. Quiero decir que tengo fe abundante. Llegué a creer hasta en los banqueros. Como reacción puedo alcanzar el cinismo, nunca el escepticismo. Este traería al tiempo mi suicidio. En la soledad, soy taciturno y hamlético. En público, afirmativo y solar. Fui prejuiciosamente deportivo, practiqué el fútbol, la natación y el box”. Agregando: “Supersticioso y religioso de formación, nunca perdí esas taras, incluso adoptando un credo materialista. Tengo pocos amigos y numerosos enemigos”.
En 1925 se publican en Brasil los poemas Pau-Brasil, y también en París, con ilustraciones de Tarsila do Amaral, con quien se casa en 1926, y siguen juntos, hasta 1930. El año 1928 es el de la publicación del “Manifiesto antropófago”, que definirá su método, ya esbozado en el manifiesto Pau-Brasil, de deglución de lo extranjero, para poder asimilar y producir lo propio; y que ejercerá influencia todavía décadas después, por ejemplo en la Música Popular Brasileña: en el movimiento de la Tropicália de Caetano Veloso, Gal Costa, Maria Bethânia y Gilberto Gil.
Años después, el mismo Oswald de Andrade recordaría: “Tomé parte en algunos conflictos públicos, dos cuando dirigía el diario O Homen do Povo, en 1931. Enfrenté dos silbatinas, la de la ‘Semana del Arte Moderno’, en el Teatro Municipal de San Pablo, y la del Congreso de la Lavoura, en 1929. Esta última fue provocada porque propuse que los latifundistas paulistas dividiesen las ganancias de la tierra. La mesa pidió mi expulsión de la Asamblea”. Y sigue: “Literariamente mi carrera fue tumultuosa. Se puede decir que se inició con la Semana del Arte Moderno, en 1922. Publiqué entonces Os Condenados y Memórias Sentimentais de Joao Miramar. Descubro al poeta Mário de Andrade, de quien me honro mucho. Inicié el movimiento ‘Pau-Brasil’ que trajo a nuestra poesía y a nuestra pintura a su latitud exacta. De ahí pasé al movimiento antropofágico que ofreció a Brasil dos presentes regios: Macunaíma, de Mário de Andrade, y Cobra Norato, de Raul Bopp. El divisor de aguas de 1930 me jugó para el lado izquierdo, donde me tengo conservado con entera consciencia y entera razón”.
Aislado, y en la miseria económica -tras el crack financiero de 1929 en Estados Unidos, con sus repercusiones en las economías de todo el orbe-, Oswald de Andrade forma una nueva pareja, con Patricia Galvão, periodista y escritora más conocida como Pagu, hasta 1935, y se afilian al Partido Comunista. Militan allí no sin contradicciones, hasta el rompimiento definitivo, en 1945. Esas décadas, de 1940 y 1950, Oswald continúa activo, y ya no como “escritor militante”, de línea dura, estalinista —a la que ahora cuestiona y con la que rompe—, sino más bien introspectivo, de regreso a las raíces de la antropofagia.
Muere pobre y enfermo, víctima de las diabetes, el 22 de octubre de 1954. Había dicho: “Estoy convencido de que sólo seremos felices sobre la tierra cuando toda la humanidad, en un mundo redimido, coma a la mesa, con la misma justa hambre satisfecha, bajo el mismo tendal de fraternidad y de democracia”. Estaba escribiendo un libro de memorias, que quedó inconcluso.
COSAS CONCRETAS
Oswald de Andrade realizó doce viajes por Europa y conoció Medio Oriente. Viajó por ciudades y países como Atenas, Constantinopla, Palestina y Egipto, y se jactaba de “conocer bien” su Estado, y “poco del Brasil —de Santa Catarina a Pernambuco y Mato Grosso”. Vivió en Río de Janeiro y en París, dio conferencias en La Sorbona y en sindicatos, y estuvo instalado casi siempre en San Pablo, y fue allí “livre-docente” de literatura en la Facultad de Filosofía de la Universidad. Amigo de Blaise Cendrars, fue un autor olvidado, recuperado por los poetas del concretismo de la década de 1950 -quienes tomaron el término del “Manifiesto antropófago”—, Haroldo de Campos, Décio Pignatari y Augusto de Campos, y de allí una década luego a la Tropicália, siendo una presencia e inspiración constantes: por caso, Caetano Veloso lo siguió rememorando y recreando, como con “Escapulário”, breve poema de Oswald, como introducción para el tema “Funk Melódico” del disco Abraçaço (2012).
En el extraordinario O anticrítico, libro de Augusto de Campos de traducciones (“transcreaciones”) de poesías de John Donne, Paul Verlaine, Emily Dickinson y Gertrude Stein, entre otros más, que contienen introducciones de crítica, bajo la forma de poemas propios, en “América latina: contraboom de la poesía”, en oposición a lo que denomina “surrealismo de la poesía hispano-americana”, comenzando con una cita de Octavio Paz, Augusto de Campos explica la propia singularidad literaria de Brasil: “de oswald a la poesía concreta / de joão cabral y joão gilberto / de la pc a la tropicália / se creó otra línea experimental / antropófago-constructivista / que no tiene paralelo / en la américa española”. Planteando, a la vez, dos excepciones: “el chileno vicente huidobro (1893-1948) / -especialmente el de los poemas visuales de 1917-18 / y el de altazor (1931)- / y el argentino oliverio girondo (1891-1967) / -especialmente el de en la masmédula (1954)- / superan los propios tics metafóricos / y caminan hacia el núcleo de las palabras / que desintegran y reconstruyen / en nuevas vivencias léxicas / y nuevos sondeos poéticos”.
En el volumen monográfico, O Pensamento Vivo de Oswald de Andrade, Cristina Fonseca rescata las opiniones y juicios de los críticos António Cândido y Aderaldo Castello, quienes afirmaron: “Oswald de Andrade fue uno de los más vivos ensayistas y panfletarios de nuestra literatura, con una rara capacidad de volver sugestiva la idea por la violencia corrosiva de sus afirmaciones, el humorismo y el fulgor de los tropos. En la obra propiamente creadora, mostró la importancia de las experiencias semánticas y el relieve que la palabra adquiere, cuando es manipulada con el doble apoyo de la imagen sorprendente y de la sintaxis descarnada. De este modo, rompió las barreras entre poesía y prosa, para alcanzar una especie de fuente común del lenguaje artístico. Se puede decir que su importancia histórica de renovador y agitador (en el más alto sentido) fue decisiva para la formación de nuestra literatura contemporánea”. Carlos Drummond de Andrade, otro modernista, poeta y cronista, al cumplirse veinte años del fallecimiento, en 1974, dirá: “Oswald fue sobre todo una presencia”.
En el terreno de la dramaturgia, Décio de Almeida Prado, director que dirigió el Grupo Universitario de Teatro en 1943, dijo: “El talento de Oswald no es de equilibro, de homogeneidad, pero está hecho de fulguraciones, de intuiciones discontinuas”. Y otro director teatral, José Celso Martinez Correa, detalló: “Oswald tenía una cosa revolucionaria en el teatro mundial, porque antropofágicamente es influenciado por muchos otros teatros: por el kabuki, por ejemplo, en la medida en que hace íconos de los personajes. Al mismo tiene un distanciamiento a la Brecht y una alta penetración que viene del teatro de Grotowski, pero consigue un trabajo único, que sobrepasa a Brecht y Maiakovski y no tiene paralelo en todo el mundo; entonces, cuando fue llevado a París, en 1968, fue un gran éxito. Por esas razones aseguro que todavía será influyente en el teatro mundial”. “El teatro oswaldiano tiene la síntesis de todo el teatro europeo con un lenguaje brasileño todavía más amplio que el del Nelson Rodrigues, a quien considero nuestro otro gran teatrólogo. Oswald contiene a Nelson Rodrigues y consigue tener la síntesis del ‘bárbaro tecnificado’”, agregó. Finalizando: “poéticamente su obra será siempre el eterno presente”.
DOS ENTRADAS A LA OBRA DE OSWALD DE ANDRADE
“Manifiesto Pau-Brasil” (1924)
El lado docto. Fatalidad del primer blanco desembarcado que dominó políticamente las selvas salvajes. El bachiller. No podemos dejar de ser doctos. Doctores. País de dolores anónimos, de doctores anónimos. El Imperio fue así. Eruditamos todo. Olvidamos el gavilán de penacho.
Nunca la exportación de poesía. La poesía está oculta en las enredaderas maliciosas de la sabiduría. En las lianas de la nostalgia universitaria.
Pero hubo un estallido en los aprendizajes. Los hombres que sabían todo se deformaron como látex inflado. Reventaron.
La vuelta a la especialización. Filósofos haciendo filosofía; críticos, crítica; amas de casa dedicándose a la cocina.
La Poesía para los poetas. Alegría de los que no saben y descubren.
Tuvo lugar la invasión de todo, la invasión de todo: el teatro de tesis y la lucha en el escenario entre morales e inmorales. La tesis debe decidirse en guerra de sociólogos, de hombres de ley, gordos y dorados como Corpus Juris.
Ágil el teatro, hijo de saltimbanqui. Ágil e ilógico. Ágil la novela, nacida de la invención. Ágil la poesía.
La poesía Pau-Brasil. Ágil y cándida. Como una criatura.
Una sugerencia de Blaise Cendrars: Tenés las locomotoras llenas, vais a partir. Un negro gira la manivela del desvío rotativo en el que os halláis. El menor descuido os hará partir en dirección opuesta a vuestro discurso.
Contra el gabinetismo, la práctica culta de la vida. Ingenieros en vez de jurisconsultos, perdidos como chinos en la genealogía de las ideas.
La lengua sin arcaísmos, sin erudición. Natural y neológica. La contribución millonaria de todos los errores. Como hablamos. Como somos.
No hay lucha en una tierra de vocaciones académicas. Sólo hay uniformes. Los futuristas y los otros.
Una única lucha –la lucha por el camino. Dividamos: Poesía de importación. Y la Poesía Pau-Brasil, de exportación.
[…]
La Poesía Pau-Brasil es un comedor dominguero, con pajaritos cantando en el bosque reducido de las jaulas, un hombre delgado componiendo un vals para flauta y la Mariquita leyendo el diario. En el diario transcurre todo el presente.
Ninguna fórmula para la expresión contemporánea del mundo. Ver con ojos libres.
* Fragmentos del “Manifiesto Pau-Brasil”, de Oswald de Andrade, en Escritos antropófagos (Corregidor).
PARA LA LIBERACIÓN
Creo que la antropofagia de Oswald de Andrade es algo más serio que lo usualmente sospechado. La antropofagia es un modo de reducción. Es una devoración crítica. No significa eliminar la historia, y partir genialmente tras un “absoluto” vagamente sospechado, tras un “acontecimiento” dominado por el milagro o por la autosuficiencia individualista. Se trata de devorar para comprender y superar. De poner entre paréntesis lo accesorio para que lo esencial aparezca en el cuadro fenomenológico, la fórmula poundiana-pragmática del “Make it New”, de las “separaciones drásticas”, en las cuales Luciano Anceschi ve la manifestación de un “protohumanismo americano” por afirmarse, mediante agudos impulsos de improvisación instrumental, ante la vieja cultura europea (Poética americana).
Oswald pensó en una poesía de exportación del Brasil provinciano, inmerso cuarenta años atrás en el meloso limbo parnasianista, el Brasil coelhonetista y bilaquista: “los estables valores de la literatura más atrasada del mundo impedían toda renovación” (Um homem sem profissão) (Un hombre sin profesión). Y partió a la deglución. Del futurismo que importó de Europa, a las dicciones ingenuas de nuestros primeros cronistas, pasando por el “lenguaje surrealista” de nuestros aborígenes (buscada en los fragmentos que Couto de Magalhães recogiera en O Selvagem) y el habla cotidiana y coloquial, Oswald trilló para reducir, movido por su apetito antropofágico, y de allí extrajo la poesia pau-brasil, que Paulo Prado calificaría como “el primer esfuerzo organizado para la liberación del verso brasileño”. ¿Dejó de ser brasileño por eso? No. Fue brasileño y crítico: “El deseo de actualizar las letras nacionales —a pesar de ser necesario para eso importar ideas nacidas en centros culturales más avanzados— no significa una negación del sentimiento brasileño. Finalmente se aspiraba tan sólo a aplicar nuevos procesos artísticos a las inspiraciones autóctonas, y, concomitantemente, a ubicar al país, entonces bajo notable influjo del progreso, en las coordenadas estéticas ya abiertas por la nueva era” (Mário da Silva Brito, História do Modernismo Brasileiro). El 22 fue el primer intento de desalienar la literatura brasileña de su paraíso perdido formal y ubicarla en las coordenadas del tiempo. En lo que ya había, de por sí, un modo de participación, pues participar significa, en un nivel obvio, pertenecer entrañablemente a su época, vivir efectivamente. Y esto —nos advierte Norbert Wiener— quiere decir “vivir con la información adecuada” (The Human Use of Human Beings-Cybernetics and Society).
* Fragmento “La poesía concreta y la realidad nacional”, de Haroldo de Campos, en Brasil transamericano (El cuenco de plata).
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La vanguardia era así
Por Demian Paredes
Publicado en Página/12, 4 de agosto de 2024