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Rodolfo Alonso: “No dejar que la poesía muera”

Por Demian Paredes
@demian_paredes



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Poeta laborioso, Rodolfo Alonso es una voz fundamental de la poesía argentina y latinoamericana. Autor de más de treinta libros, traductor, desde hace décadas, de decenas de autores del italiano, francés y portugués, y exeditor (publicó unos 250 libros con un sello propio), se integró, desde muy joven, al grupo que hizo Poesía Buenos Aires, revista vanguardista que, desde la década de 1950, modernizó y revolucionó la escritura y la lectura establecidas, por medio de sus poemas, ensayos y traducciones. En palabras del mismo Alonso –en el prólogo para la edición facsimilar de los 30 números de la revista, publicada en 2014 por la Biblioteca Nacional– encontró entonces (con diecisiete años recién cumplidos), allí, en Poesía Buenos Aires, “una mezcla de fraternidad y de exigencia”; “una experiencia que no dejaba de ser ética y estética al mismo tiempo”. (Poesía Buenos Aires, escribió Alonso, “renunció a la vez al sentimentalismo y a la retórica, a la grandilocuencia y al cerebralismo, al formalismo y a lo patético”; “corrió el riesgo de mantenerse fuera de todos los circuitos supuestamente prestigiosos para no aislarse de la vida”.)

Con un nuevo tomo de su poesía reunida –con un libro que llega hasta el presente año– y varias traducciones (Pessoa, Pavese, Char, Saint-Pol-Roux), casi todo recién salido de imprenta o en trance de serlo, Alonso habla detalladamente sobre esta enorme cantidad de trabajo, y de sus experiencias, de donde surgen nombres fundamentales del quehacer poético como Raúl Gustavo Aguirre y Aldo Pellegrini.


Este nuevo tomo de tu poesía reunida, Ser sed, ¿qué características tiene?
Por un lado, nunca me sentí cómodo con el concepto “obra completa” ni, tampoco, con el desmesurado objeto en que suele convertirse, incómodo de manejar. Y, además, jamás pensé que eso podía ocurrirme a mí, que ni soñando alguna editorial iba a meterse en eso. En cambio, como iluminaciones repentinas, sí me ocurrió más tarde sentir que algunos de mis libros tenían puntos en común, se rozaban por uno u otro motivo. Por suerte, la cosa terminó tomando espontáneamente ese camino.

Primero fue la bellísima y exigente editorial de los Pellegrini, para la cual Mario me sorprendió pidiendo un libro. Con tantas cosas en común, sentí que bien podrían reunirse allí mis poemas de adolescencia, surgidos cuando la vanguardia eran Poesía Buenos Aires y los surrealistas. Y así apareció en Argonauta el primer tomo de mi poesía reunida: A favor del viento (1952-1956).

Cierto tiempo después, invitado a la mexicanísima Xalapa para presentar un libro mío y, de paso, la poesía completa de mi querido Juan Gelman, en el marco de una feria del libro universitario coincido con el eficacísimo y generoso Carlos Gazzera, un puntal de Eduvim, la ejemplar y fecunda editorial universitaria cordobesa. Una noche, de improviso, me susurra si no me gustaría dirigir para ellos “una colección de po…”. No lo dejé terminar, le dije “se va a llamar La Gran Poesía, vamos a publicar grandes poetas fundamentales, en traducciones rigurosas y bilingües…”. Y así fue, menos de un año después aparecían Baudelaire y Dino Campana, y luego Apollinaire, Emily Dickinson, Miguel Hernández, los maestros medievales Guinizelli, Cavalcanti y Angiolieri.

Fue tan abierta y productiva la relación que algunos años después Carlos me propone publicar algo mío. Recordé cuatro libros que sentía relacionados por ciertos atisbos madurez, y así volvió a aparecer otro tomo de mi poesía reunida, ahora por Eduvim: Lengua viva (1968-1993). No se desanimaron y surgió un tercer tomo que, con seis libros, cubre el espacio entre los dos primeros: El uso de la palabra (1956-1983).

Siguieron confiando y, así, con toda naturalidad, Eduvim ya tiene en prensa: Ser sed (1993-2018), con tres libros recientes más un cuarto inédito que llega a la actualidad.

Es un volumen ordenado cronológicamente, ¿le hiciste alguna nota o presentación? ¿Tuvieron los distintos libros que se compilan aquí revisiones, correcciones, supresiones?
Desde un comienzo me sentí inclinado a fechar mis poemas de cada libro, al comienzo en forma general y luego precisando cada caso. Nunca al pie de cada poema, lo que afectaría a la vez imagen y texto, pero sí al final, en lo que dio en llamarse “Índice cronológico”. Siempre sentí que el contexto podía ser importante para muchos lectores, ubicándolos tanto en mi modesta historia personal como en la mucho más apasionante Historia colectiva. (Muchos después, y en dos ocasiones, Alejandro Nicotra fue uno de los que más llegó a precisarme, a mí mismo, qué me movió a eso. “Su aprehensión del esplendor sagrado, de lo inefable de la vida, está muchas veces aunada a la sugerencia de la circunstancia histórica“).

A su vez, cada uno de esos cuatro volúmenes de mi poesía reunida ordena a los libros que incluye por orden cronológico de edición. Lo que ocurre es que, en algunos, se incluyen poemas postergados antes, por una u otra razón. Preferí que quedaran así, tal como les tocó aparecer. No sabría precisar bien por qué, pero intuyo que ese criterio implica también un sentido.

Los libros no fueron retocados, y tampoco la inmensa mayoría de los poemas. No se eliminó ningún poema, y sólo muy pocos fueron retocados, diría en ínfimo número. Eso también, sentí, les añadía un sentido. Sinceridad, autenticidad, desnudez, hasta flagrancia diría, siempre a cara descubierta. Fueron lo que son, y son lo que fui, y acaso sigo siendo. Y siempre como si me escribiera otro, como por fuera de mi voluntad, como si yo fuese más bien el instrumento que el ejecutante. Ya lo dije otras veces, y no sé si podría decirlo más claro: “La poesía me ocurre”, no hay proyecto, no hay plan previo, no hay propósito. Eso se desencadena en mí, o a través de mí, y no siempre con el mismo desencadenante. E intuyo que el lenguaje tiene muchísimo que ver en todo eso. El lenguaje que nos atraviesa, que nos envuelve, que nos azuza, que nos acuna. También me ocurrió ya decirlo otras veces. “No usamos el lenguaje, somos lenguaje”.

Junto a la poesía, seguís traduciendo. Apareció YO es otros, una “antología esencial” de Pessoa. ¿Cuál es el contenido que lo hace “esencial”, qué criterios manejaste para armar el volumen?
YO es otros, antología esencial de Fernando Pessoa, que acaba de aparecer y ya está en circulación, es el séptimo título de aquella colección La Gran Poesía que publica la benemérita Eduvim. Después de una amplia Introducción general, seguida de la ponencia que presenté en Lisboa al Congreso Internacional Fernando Pessoa, se divide en cuatro grandes secciones: Documentos (con textos clave como su propia Noticia biográfica o su famosa Carta sobre el Origen de los Heterónimos), Poesía (totalmente bilingüe, con mis nuevas versiones de poemas antes no publicadas de Fernando Pessoa él mismo, o sus principales heterónimos: Álvaro de Campos, Ricardo Reis y Alberto Caeiro), Prosa (con fragmentos de relatos y narraciones como “El banquero anarquista” y otros, o sus poco conocidos Aforismos), Correspondencia (con cartas personales que van desde su contacto directo con grandes poetas como Yeats o Teixeira de Pascoaes hasta su única relación amorosa, breve y platónica, con la muy joven Ofélia Queiroz). El conjunto, desde diversas perspectivas, permite una visión animada y fecunda sobre el siempre múltiple Pessoa, el poeta más secreto y, quizá por eso, universalmente seductor.

¿Y cuál es tu valoración más general de la poesía de Pessoa?
No osaría añadir algo más a la inmensa cantidad de libros que se han escrito y se seguirán escribiendo sobre él. Siendo muy joven, invitado por Aldo Pellegrini, me tocó descubrirlo y traducirlo cuando era absolutamente desconocido, hasta en el mismo Portugal. Y después de tanto tiempo me tocó volver a encontrarme con él, a solicitud de la Editorial de la Universidad de Valparaíso, de donde surgió YO es otros. (Los jóvenes editores chilenos están tan entusiasmados con él que no logran poner punto final a su edición, para la cual volvieron a pedirme ampliaciones a originales que ya creía definitivos, y a la cual continúan dedicando una devoción y un respeto ejemplares, que los lleva a enriquecerla permanentemente.) Esa nueva inmersión en el caso Pessoa, me indujo no a intentar algunas respuestas más o menos definitivas sino a plantearme, más claramente y más a fondo, preguntas, preguntas que me resultan expresivas.

Pessoa no vio publicado en portugués más que un solo libro de poesía: Mensaje. Y también siempre evidenció su atención por una narración breve: “El banquero anarquista”, que también llegó a ver publicado pero en una revista. Además hubo sólo una cantidad de poemas o escritos en prosa, aparecidos en publicaciones periódicas y a los que él no llegó a dar forma de libros. Todo el resto no es sino una inmensa cantidad de hojas y fragmentos manuscritos o dactilografiados, en su gran mayoría sueltos y no siempre con título o fecha, lo que hace incierto imaginar su destino o relación. Eso constituye su Legado, conservado celosamente en la Biblioteca Nacional de Lisboa.

A medida que empezó a crecer, primero muy lentamente, el cada día más inaudito interés de sus lectores, que llegarían a ser de todo el mundo, comenzó a gestarse alrededor del Legado toda una corte de especialistas e investigadores que, muchas veces sobre el mismo supuesto libro, compilaron y armaron aquellos fragmentos, aquellas hojas sueltas, para llegar a su edición. Ahora, esas mismas hojas y fragmentos sueltos de Pessoa están apareciendo en internet. Y yo me pregunto… ¿Cada lector de Pessoa no debería tener presente eso cuando se enfrenta con un libro suyo que no sea alguno de los dos publicados por él, o al menos constituido por material que él publicó en diarios y revistas? Es más, ¿cada lector de Pessoa no tendría ahora la posibilidad de armar su propio libro con aquellos fragmentos suyos?

Y dejamos aquí de lado otro problema. El idioma portugués ha sufrido, ya en vida de Pessoa, varios cambios ortográficos (que él nunca aceptó). Y los libros de Pessoa que nos dan las editoriales modernas no mantienen su grafía original sino que utilizan, por supuesto, aquelladel momento en que el libro se fabrica y se venderá.

Y yo no me animo del todo a preguntarme públicamente: el secreto, multifacético, cambiante e inmenso Pessoa ¿no será, con esa ambigüedad y polisemia infinitas, el meollo mismo de la literatura, de la poesía, del lenguaje humano? Pero intuyo que él mismo me respondería, acaso, como lo dejó dicho en inglés: “Try to charm by what is in your silence”. Es decir, “Trata de encantar con lo que hay en tu silencio”.

¿Hay más trabajos de traducción que hayas hecho recientemente y estén por salir o hayan ya aparecido?
Dos extremos están hoy cercanos. Por un lado, Duino, una nueva editorial de poesía y poética, acaba de lanzar la reedición de mi primera traducción publicada, cuya selección y traducción ofrecí compartir al santafesino Hugo Gola. Se trata de El oficio de poeta, luminosos ensayos escogidos de Cesare Pavese, otro nombre muy ligado a mi vida. Apareció unos seis años después del suicidio del gran piamontés, y no sólo tuvo, como el primer Pessoa, varias reediciones sucesivas, sino que se convirtió en un nombre fundamental, no sólo para nosotros sino más allá.

Al mismo tiempo, Alción está progresando (con la exigencia que compartimos) en uno de los poetas más queridos, más cercanos, más respetados, y quizá precisamente por eso, de los más postergados. Me refiero a Vivir, límite inmenso, amplia antología bilingüe de René Char, que sospecho permite un acceso a su vasta y densa obra, que siempre estuvo tan cercana a nosotros ya desde los tiempos de “poesía buenos aires”. Espero haber estado a su altura. Porque el título de mi introducción al libro acaso, sin decirlo, lo dice todo: “René Char o el honor de la luz”.

Y ya está en los planes de Eduvim el octavo título de la citada colección: El inmortal futuro, poesía escogida bilingüe de Saint-Pol-Roux, un poeta excepcional. Participó muy joven en el mejor simbolismo. Fue legítimo delfín de Stéphane Mallarmé o de Guillaume Apollinaire, y un ícono viviente para los surrealistas. Intentó aislarse del mundo, pero se vio convertido en víctima emblemática del nazismo. Sin embargo, Saint-Pol-Roux el Magnífico hoy parece olvidado hasta en Francia.

Pienso ahora en aquel proyecto –si se lo puede llamar así– “Rodolfo Alonso Editor”. ¿Cuándo y cómo surgió? ¿Con qué criterios y objetivos editoriales/culturales? En el catálogo había de todo: el Marqués de Sade y León Trotsky, antologías de humor y teorías críticas (Herbert Marcuse, Henri Lefebvre), reproducciones completas de revistas europeas con números especiales dedicados a sociología y a economía… Pensando en este amplísimo contenido ¿se puede decir que “RA Editor” fue de algún modo parte del proceso de lo que se conoce como “el 68”? ¿Y hay todavía hoy ecos?
Todavía. Ya no me sorprendo, porque ha ido sucediendo, aquí y allá. Es como ocurre precisamente ahora, tu pregunta me hizo dudar y fui a fijarme. Y tenés razón: los dos primeros títulos, Sade y Masoch, aparecen en agosto de 1968. Demasiado cerca como para haber sido fruto directo del Mayo francés (que no fue solo francés), pero sí seguramente, en ese aire, en ese clima de época. Yo era algo así como un disidente de izquierda, porque siempre me interesó el socialismo pluralista, de base, el viejo sueño de justicia y libertad, de justicia social y libertades públicas. Y de hecho la editorial tuvo mucho de eso, es decir era casi como yo mismo. De hecho, fue una editora artesanal, de autor, nunca fue una empresa digamos comercial, sino independiente, autónoma. En los mejores momentos tenía cuando mucho un cadete y una secretaria. Desde un comienzo el asesor fui yo, porque no tenía ninguna experiencia, fui aprendiendo cómo se hace un libro visitando imprentas, linotipias, papeleras, distribuidoras. Cómo llegue a publicar unos 250 títulos diferentes, y que tuvieron incluso reediciones, no sabría decirlo. Yo sólo seguí mi instinto, mi intuición. Y fui fiel a mi manera de ser.

Claro que había una experiencia anterior inmediata, pero sólo similar. Unos seis años antes, contestando un aviso, sin haber ejercido nunca el periodismo y sólo con un curriculum literario, donde el manejo de varias lenguas fue clave, me encontré convertido en subdirector a cargo de la revista Claudia, la joya de Editorial Abril. Tres años después me invitaron a fundar y dirigir Karina en Editorial Atlántida. Al final del tercer año a pesar de andar bien decidieron cerrarla, porque había iniciado Gente y les iba mucho mejor y más rápidamente. En fin, la cuestión fue que tuve una intensa experiencia en proyecto, redacción, diseño gráfico, imprenta. La liquidación final económica venía acompañada por un semestre extra, debido a una conquista sindical hecha ley. Cuando pensaba qué debía hacer para seguir, tuve que aceptar que mi vida sólo había tenido que ver con libros. Y así nació la editorial. Como iba a vivir, de mi trabajo y por mi trabajo.

¿Hay relaciones o conexiones entre cada uno de estos tres roles que tuviste y tenés (poeta-autor, traductor y editor)?
Cuando intentan definirme en pocas palabras, se suele decir: poeta, traductor, ensayista, exeditor. Sólo podría agregar que nunca me lo propuse, que eso surgió y surge espontáneamente, y en mi caso bien temprano. Que yo me dejo llevar: nada de todo eso fue precedido por un plan, proyecto y, mucho menos, estrategia, o ambición. Simplemente, y una vez más, confieso: la poesía me ocurre, el lenguaje me ocupa, en el doble sentido de colmarme y darme trabajo. Y yo me dejo llevar, repito. Quizá, sin darme cuenta, y desde un comienzo, que fue bien temprano, sin saberlo estaba coincidiendo con lo que luego supe iba a enunciar, tan lúcidamente, mi querido y admirado Dante Milano, acaso el más secreto, el más discreto de los grandes poetas brasileños: “La misión del poeta no es la de inventar una nueva poesía, sino la de no dejar que la poesía muera”. Así sea.

 

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POEMAS DE FERNANDO PESSOA
Selección y traducción de Rodolfo Alonso

 

De “YO es otros”, antología esencial de Fernando Pessoa,
selección, traducción y prólogo de Rodolfo Alonso,
Eduvim, bilingüe, 340 pgs., 2018

 

Duermo. Si sueño, al despertar no sé…

Duermo. Si sueño, al despertar no sé
Qué es lo que soñé.
Duermo. Si duermo sin soñar, despierto
Hacia un espacio abierto
Que no conozco, ya que desperté
Hacia lo que aún no sé.
Mejor es ni soñar ni no soñar
Y jamás despertar.

Fernando Pessoa

 

 

AUTOPSICOGRAFÍA

El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
Que llega a fingir dolor
Al dolor que en serio siente.

Y los que leen lo que escribe,
En el leído dolor sienten,
No las penas que él tuvo
Sino las que ellos no tienen.

Y así en los rieles de vía,
Distrayendo a la razón,
Gira ese trencito a cuerda
Que llamamos corazón.

Fernando Pessoa

 

 

El florecer del encuentro casual…

El florecer del encuentro casual
De los que siempre van a ser extraños…

El único mirar sin interés que nos echó al azar
La rápida extranjera…

El interesado mirar del niño traído de la mano
Por la madre distraída…

Las episódicas palabras que cambiamos
Con el episódico viajero
En el viaje episódico…

Grandes penas de que todas las cosas sean instantes…
Camino sin fin…

Álvaro de Campos

 

 

Quité la máscara y me miré al espejo…

Quité la máscara y me miré al espejo,---
Era la criatura de hace cuantos años,
No había cambiado nada…
Y esa es la ventaja de saber quitar la máscara,
Se es siempre la criatura,
El pasado que fue
La criatura.
Quité la máscara, y volví a ponérmela.
Así es mejor,
Así sin máscara.
Y vuelvo a la personalidad como a una terminal de línea.

Álvaro de Campos

 

 

¡Qué breve tiempo es la más larga vida…

¡Qué breve tiempo es la más larga vida
Y allí la juventud! Ah, Cloe, Cloe,
Si no amo, ni bebo,
Ni sin querer no pienso,
La ley me pesa inexorable, duele
La hora invicta, el tiempo que no cesa.
Y a los oídos sube
De los juncos el ruido
La oculta orilla en que los lirios fríos
De yerma tierra crecen, la corriente
No sabe dónde es día,
Susurro gemebundo.

Ricardo Reis

 

 

Ya sobre la vana frente se me agrisa…

Ya sobre la vana frente se me agrisa
El cabello del joven que perdí.
Mis ojos brillan menos.
Ya no tiene mi boca jugo a besos.
Si aún me amas, por amor no ames:
Me engañarás conmigo.

Ricardo Reis

 

 

XXXV

La luna luce entre  las altas ramas,
Los poetas dicen todos que ella es más
Que la luna luciendo entre las altas ramas.

Para mí, que no sé lo que pienso,
Lo que la luna luce entre las altas ramas
Es, además de ser
La luz lunar entre las altas ramas,
Es no ser más
Que la luna luciendo entre las altas ramas.

Alberto Caeiro

 

 

XLIII

Antes el volar de ave, que pasa sin su rastro,
Que el animal, que deja su recuerdo en el suelo.
Pasa el ave y olvida, y debe ser así.
El animal, adonde ya no está y por eso no sirve para nada,
Muestra que ya estuvo, lo cual de nada sirve.

Es el recuerdo una traición a la Naturaleza,
Pues la Naturaleza de ayer no es Naturaleza.
Lo que fue no es nada, recordar es no ver.

¡Pasa, ave, pasa y enséñame a pasar!

Alberto Caeiro

 

 

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Rodolfo Alonso
POEMAS INÉDITOS RECENTES 2016-2018

 

De “Ser sed”, poesía reunida 1993-2018, Eduvim

 

 

HILITOS

1
Sobre los médanos del tiempo
contra lo opaco de la historia
flotando en tanto como fluye
entre derroche y parpadeo
se alza el fulgor de la memoria
como una sed amortiguada
por otra sed mucho mayor

 

2
Esa llama nos llama. ¿Pero adónde?

¿Alguien la ve, de lejos, a lo lejos?
¿Alguien se lava en esas aguas, lava
su poquito de mucho, su eternidad de nada,
su sed de cielo y de saber, distantes
instantes prójimos, sobre el abismo
por un instante puro, tenaz, irremediable?
¿Hay huellas de alguien otro en esas dunas?
¿O son ellas nomás, como el lomo cambiante
que les modula, alisa o acaricia
o desmelena el viento?

 

 

DAR A LUZ

Vamos a ver
la luz intacta
la luz devota
la luz difícil

Vamos a ver
el sol paisano
el sol de todos
el sol compadre

Vamos a ver
a dar a luz
estamos viendo
estamos viento

 

 

AGAIN

No puede ser
Una vez más
No puede ser

La patria en pena
La patria pálida
La patria paria

 

 

ESTE ZORZAL

En medio de la selva de cemento
este zorzal espléndido consiente
al aire hacerse música. Su música
asiente, enciende, determina, siente
que el pleno mediodía de verano
no es menos complacido y complaciente.

 

 

QUITUPÍ

Hoy sí se hizo sentir, sólidamente.
Entre los paraísos de la calle
el benteveo ferviente manifiesta
su intensidad certera, su salud,
su don de sí, en su solo de coro.

 

 

LUNITA

Tras ralas ramas
la bella pudorosa
busca escudarse.

Pero no lo consigue:
resplandece la escarcha,
luna de invierno.

De pronto alegre
sorprendida la cree
el que la mira.

 

 

EL PONCHO DE LOS POBRES

Bajo este vendaval de impiedad y de infamia
Que anega el corazón y ciega hasta dolernos
Sobre el cuerpo aterido de tanto despojado
En situación de calle en situación de abismo
De tanto despreciado de tanto depredado
De tanto despedido por la crueldad impune
Del poder de poderes del poder de la fuerza
Del oro que nos hiela bajo todas sus formas
Todavía tenemos al sol dando una mano
El sol poncho de pobres en la miseria injusta
Inmerecida sobre un país desolado
Asolado por deudas de eficacia siniestra
Todavía nos queda el roce tibio hermano
De su abrazo en los hombros buscando devolvernos
El calor que nos forje buscando despertarnos

 

 

SOY ESCRITO

Me invade, repentina, la espontánea precisión cegadora del relámpago. Y su ritmo: la lluvia, si es posible de frente.

El taller del poeta es su tormenta.

 

 

 

 

FUENTE

Hacia tu boca subo
para beberme
lo que el viento ha dejado
en tu silencio

Hacia la cima subo
subo a tu boca
donde borrascas nacen
y resplandores



 

 

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